Energía local: desafíos y oportunidades de generar energía limpia cerca de quienes la necesitan

La energía generada a escala local se abre como oportunidad para una transición energética que disminuya la necesidad de construir grandes líneas de transmisión (y por ende los impactos ambientales que estas generan), y que dialogue de cerca con los problemas de quienes viven en situación de pobreza energética.

En abril del 2019, tres comuneros de La Dormida en Olmué acamparon por tres días a 40 metros de altura, colgados a una torre de alta tensión. La medida era una protesta frente al impacto socioambiental de Cardones – Polpaico; la línea de transmisión energética más grande del país, que cruza desde Atacama hasta la Región Metropolitana. La transición energética en Chile esconde una paradoja ambiental: para acelerar el cierre de termoeléctricas y reducir el impacto de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en el medio ambiente y la salud, los esfuerzos se focalizan en construir grandes líneas para transmitir la energía solar, generada de forma concentrada en el norte, hacia los centros de consumo como Santiago.

Por el impacto que ha tenido en la vegetación nativa y en las comunidades aledañas, Cardones – Polpaico tiene cargos por daño ambiental formulados en su contra y una demanda en curso en el Tribunal Ambiental. El Ministerio de Energía busca acelerar la construcción de otra línea de similar envergadura, la línea Kimal – Lo Aguirre, reduciendo el número de estudios previos que se exigen al proyecto. El último informe de Propuesta de Expansión del Coordinador Eléctrico Nacional (CNE), afirma que “un proyecto de transmisión de esta envergadura no está exento de enfrentar oposiciones de comunidades y de tener una tramitación ambiental compleja, debido a su extensión”.

La urgencia de generar nuevas líneas de transmisión es reflejo de la rápida inserción que han tenido las Energías Renovables No Convencionales (ERNC) en Chile, que representa hoy más del 25% de la capacidad instalada. Este impulso, no ha logrado canalizarse efectivamente en mejorar la calidad de vida en los miles de hogares que viven en situación de pobreza energética, y que representan, por ejemplo, un 34% de los hogares urbanos, según estudios de la Red de Pobreza Energética de la Universidad de Chile (RedPE).

Y aunque la oportunidad de generar energía solar en el desierto de Atacama es muy potente, el potencial renovable en Chile se distribuye a lo largo del territorio nacional. La tecnología disponible a bajo costo permite instalar pequeños sistemas de generación renovable cerca de los lugares de consumo, de forma distribuida en el país. Algunos proyectos han logrado canalizar fondos públicos y privados aprovechando el vínculo directo de los municipios con las comunidades, para implementar estas soluciones respondiendo a las necesidades de familias con carencias energéticas. 

 

Distribución de la energía

“En Chile es posible generar energía cerca de los centros de consumo. Está reportado con varias experiencias que eso permite descongestionar las líneas de transmisión e incluso retrasar o cancelar inversión en infraestructura de gran escala. No es la única opción seguir creando infraestructura de transmisión”, resume Patricio Mendoza, investigador del Centro de Energía de la Universidad de Chile. 

A la generación de energía por medio de muchas fuentes pequeñas, distribuidas territorialmente y ubicadas en los lugares próximos al consumo, se le llama generación distribuida. Son sistemas que se conectan directamente a las redes de distribución, y en principio, no tienen una interacción directa con las grandes líneas de transmisión. Es un rubro que en otros países ha liderado la entrada de energías renovables en la matriz, pero que en Chile representa todavía menos de un 1% de la capacidad instalada. 

Según Mendoza, la generación distribuida puede en ciertos casos contribuir a una mayor resiliencia del sistema ante catástrofes que afecten las grandes líneas. Si su crecimiento es grande, también puede requerir de inversión para robustecer las redes de distribución. 

Otra posibilidad que ofrecen las nuevas tecnologías, son las micro redes; circuitos que permiten generar energía interconectando por ejemplo varios hogares entre sí, y que pueden funcionar de forma autónoma. “Las micro redes permiten dinámicas como el intercambio de energía entre vecinos. Pero hoy, los únicos que pueden vender energía en un área de concesión, son quienes tienen la concesión. No se puede comercializar energía entre personas interconectadas. Hay países que han implementado micro redes de forma masiva y podrían transformarse en verdaderas soluciones si la ley las permitiera”, reflexiona Mendoza. 

 

Energía local y pobreza energética

Leandro Astudillo vive en Rungue, en la comuna de Til Til; un lugar que concentra industrias contaminantes como rellenos sanitarios y relaves mineros. “En las mañanas de frío esto amanece todo blanco y en verano hace muchísimo calor”, comenta. Hace unos años, Enel y el Ministerio de Energía le cambiaron a Leandro su estufa a leña por un aire acondicionado, como parte de un programa de descontaminación. Pero él no lo usa, porque la cuenta de luz le sale muy cara si lo hace. 

En Rungue viven alrededor de 1000 familias, que pagan aproximadamente 30.000 pesos en cuentas eléctricas, y se calefaccionan mayoritariamente con leña. Rungue se ubica en la comuna de Til Til, donde casi 20% de las viviendas no cuentan con servicios básicos. Realidades como esta se repiten a lo largo del país, con variantes según la zona. Pero, ya sea por falta de acceso, por la calidad de la energía, por el aislamiento de la vivienda o por el peso que supone la cuenta eléctrica en el presupuesto del hogar, casi 1 de cada 3 hogares de Chile tiene un acceso inadecuado a la energía. 

Ahora, Leandro se suma a las 40 familias de Rungue y Montenegro que conformarán una cooperativa energética e instalarán un sistema de generación solar de propiedad colectiva para disminuir los costos energéticos. El proyecto no habría sido posible hace unos meses, ya que se acoge a modificaciones de la ley de generación distribuida. La iniciativa es parte del programa de Inclusión Energética, impulsado por organizaciones como la consultora EBP, Egea y la RedPE. 

Estas organizaciones trabajan junto a distintos municipios, y han logrado canalizar financiamiento para el desarrollo energético local, en soluciones que aborden la pobreza energética. “El desarrollo energético de una ciudad o localidad debe estar orientado según las necesidades de sus vecinas y vecinos, con su respectiva pertinencia territorial. Así, el trabajo con gobiernos locales y con participación ciudadana ha permitido diagnosticar la pobreza energética a escala local y tomar acciones”, señala Javier Piedra, director ejecutivo de la fundación Energía Para Todos e integrante de la RedPE.

 

Energía para las comunidades

Uno de los instrumentos más utilizados para involucrar a los municipios en el desarrollo energético es el programa Comuna Energética del Ministerio de Energía, que entrega fondos para proyectos de energía local y permite que los municipios desarrollen Estrategias Energéticas Locales (EEL) para definir los proyectos a impulsar. Según los mismos encargados del programa, éste no tiene como fin último abordar la pobreza energética. Sin embargo, distintas organizaciones han trabajado con municipios para incluir este concepto en las EEL.

Renca es uno de los municipios que ha trabajado en esta línea. Implementa un programa de mejoras en viviendas y soluciones renovables residenciales, que ya se extiende a 90 familias vulnerables y ha logrado reducir el gasto en energía en un 18%. En la segunda etapa del programa están capacitando a personas de la comuna para que se encarguen de la mantención de los paneles solares. “Nosotros no conocíamos el concepto de pobreza energética. Junto a EBP y la RedPE logramos estudiar el fenómeno y nos pusimos a disposición para encararlo”, declara Alejandra Millán, jefa del Departamento de Medio Ambiente de la Municipalidad de Renca. 

 

Desafíos de la energía local

Además de la falta de incentivos y del poco conocimiento de la gente sobre estas soluciones, el desarrollo energético local se enfrenta con carencias de los gobiernos locales. “Las municipalidades que más avanzan en esto son las que tienen capacidad de gestión. Pero hoy en Chile los gobiernos locales son administraciones locales. Utilizan los fondos y concursos que hay, pero no invierten de sus propios presupuestos, lo cual es entendible porque son bajos y tienen que cubrir muchas cosas. Sería ideal un proceso de descentralización que conlleve presupuesto propio para las distintas áreas y que una de esas sea energía”, propone Javier Piedra.

Pero el principal desafío para el desarrollo energético local es definir para qué se está generando esa energía. “La motivación para impulsar proyectos de calefacción distrital, por ejemplo, es la contaminación atmosférica. No la pobreza energética. Si una persona tiene frío en su casa, para el Estado no es problema, pero si vive en un lugar contaminado, sí lo es. De a poco la pobreza energética se ha ido instalando como una forma de orientar las políticas públicas y eso es bueno porque enmarca proyectos que efectivamente mejoren la calidad de vida de la gente, que es el verdadero propósito”, reflexiona.

Este artículo es parte del proyecto Energía y Transición Justa, de FES Chile y Climate Tracker. Fue publicado originalmente en El Desconcierto el 1 de diciembre de 2020

 

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