Prediciendo climas del futuro: retos y oportunidades para la agricultura sostenible en Colombia y Latinoamérica

Cambios repentinos en el clima, envejecimiento de la población campesina y la falta de divulgación del conocimiento climático son algunos de los retos que amenazan la seguridad alimentaria de la región. Ante este panorama, distintos actores buscan integrar a los jóvenes y transformar la industria agrícola convencional, cuyas prácticas contribuyen con la actual crisis climática.

El frío del campo llega a la puerta de doña María del Pilar Rodríguez todas las madrugadas. En su finca, ubicada en el municipio de Toca, departamento de Boyacá, ella cultiva cebada y papa para el consumo en Bogotá y otros centros urbanos de Colombia. Hace 20 años, recuerda, los meses de lluvia eran marzo, mayo y octubre; ahora se han disminuido las lluvias o llueve en las temporadas que antes eran secas. “A veces hay heladas cuando no tiene que helar, los vientos y el sol son más fuertes y los cultivos ya no resisten el verano como antes, ahora debemos usar más agua para que la planta no se seque”, dice doña Pilar mientras camina entre la cebada que ya se encuentra lista para la cosecha. 

Doña Pilar tiene 46 años y dice que lleva ese mismo tiempo siendo campesina porque nació en los campos de Toca y ha habitado y trabajado en el mismo municipio toda su vida. En los últimos años, ha notado que el clima afecta el rendimiento de sus cultivos: algunas veces siembra 30 hectáreas y recoge mucho menos, ya sea por falta de agua o por exceso de lluvias. “Nosotros también nos vemos afectados porque antes aguantábamos más el sol, ahora sale uno un momentico y ese sol lo quema”.

María del Pilar Rodríguez en su cultivo de cebada. Por: Daniela Arias Tamayo

En el 2017, doña Pilar se unió con otras 20 familias campesinas para crear Asogrotoca, una asociación que busca empoderar a las mujeres de Toca alrededor del cultivo de la papa. Uno de sus objetivos era encontrar aliados y compradores fijos. Dos años después de la fundación de la asociación, el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) y Bioversity International conformaron una alianza internacional que busca mitigar los efectos del cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la degradación ambiental y la desnutrición. Actualmente, Asogrotoca y la Alianza Bioversity CIAT trabajan conjuntamente para posicionarse como el primer Centro de Innovación Agroalimentario de Latinoamérica. 

“Tenemos sistemas de riego, está la estación meteorológica, abajo queda el laboratorio y ya tenemos también un centro de tecnología que está en mi casa”, cuenta doña Pilar con emoción. Reconoce que, en este tiempo en el que ha convivido con científicos e ingenieros, ha aprendido muchas cosas sobre su tierra que antes no sabía. Ahora, en su finca se implementan procesos de agricultura sostenible basados en el monitoreo del clima y la alimentación de la tierra: “Toca colocarle minerales a la tierra porque necesita microorganismos, que son cositas que uno no las ve, pero están ahí”, dice doña Pilar. 

Periodistas y curiosos se acercan a la finca de la asociación para preguntar por los procesos que se están adelantando en los terrenos. Doña Pilar califica la agricultura sostenible como un “regreso al pasado”, pues dice que sus abuelos recogían el estiércol de los animales para cubrir la tierra y mejorar su rendimiento. Esto mismo le instruyen hoy los ingenieros: mantener el suelo cubierto todo el tiempo, usar productos de origen biológico para alimentar las plantas, rotar los cultivos constantemente y eliminar la labranza de sus prácticas campesinas. Así funcionan los cuatro mandamientos de la agricultura regenerativa o sostenible que ha aprendido doña Pilar.

¿Cómo funciona la agricultura sostenible?

Beatriz Arrieta es ingeniera agrónoma y directora regional de cadenas de valor en Bayer. Se unió al proyecto como parte de los aliados estratégicos para la realización del Centro de Innovación Agroalimentario en la finca de Asogrotoca. “La agricultura regenerativa o sostenible empieza su foco en producir alimentos de calidad, restaurar el suelo (…) e impedir que los gases de efecto invernadero salgan al ambiente, manteniéndolos almacenados en el suelo. Este efecto se llama secuestro de carbono”, dice Arrieta. 

Comparación de rendimiento entre un cultivo realizado con agricultura regenerativa y uno convencional. Por: Daniela Arias Tamayo

En 1992 se realizó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD), en Río de Janeiro, Brasil. Uno de los principales resultados de esta importante conferencia fue el Programa 21, que estableció la necesidad de adoptar mejores técnicas de producción agrícola para promover la conservación y rehabilitación de los suelos. Dentro de las acciones propuestas, se encuentran la nutrición sostenible de las plantas y la realización de la transición energética en las zonas rurales de los países en desarrollo. 

Adicionalmente, la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21) realizada en el año 2015 en París, estableció los lineamientos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero alrededor del mundo. Según un estudio realizado antes de la COP21 por el Consorcio de Centros de Investigación CGIAR, la agricultura es responsable por alrededor del 25% de los gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera. Estos cálculos continúan vigentes y son usados por entidades como el Banco Mundial para la realización de sus proyecciones.

Arrieta asegura que, a través de la agricultura sostenible, el primer Centro de Innovación Agroalimentario de Latinoamérica que se está implementando en la finca de Asogrotoca logrará contribuir con estos objetivos mundiales de mitigación y adaptación para la industria agrícola del país.  

“Con la agricultura regenerativa, el suelo es capaz de retener más agua, por ejemplo, y cuando él retiene más agua, esa agua es capaz de volver disponibles todos los nutrientes que hay en el suelo y la planta los puede tomar; entonces, seguramente, yo voy a poder fertilizar menos o utilizar fuentes de fertilizantes que no liberen esos gases efecto invernadero”, dice Arrieta. 

Según la ingeniera, las prácticas promovidas por la agricultura sostenible también le permiten al campesino relacionarse de una forma diferente con la tierra y aumentar la rentabilidad de sus cultivos. Para Arrieta, minimizar la labranza aumenta la biodiversidad del suelo e impide que los gases de efecto invernadero (GEI) se liberen a la atmósfera; mientras que la rotación de cultivos aumentará la cantidad de nutrientes en el suelo, permitiendo un crecimiento más saludable para las plantas.

Ingreso a la finca de Asoagrotoca en el municipio de Toca, departamento de Boyacá. Por: Daniela Arias Tamayo

Otras prácticas recomendadas por el equipo de ingenieros son monitorear constantemente el estado de las plantas y la textura de la tierra, a través del olfato y el tacto, para identificar presencia de plagas a tiempo y mantener el suelo cubierto para generar el ‘efecto secuestro de carbono’ que reduce la cantidad de GEI que los cultivos emiten a la atmósfera y, por ende, contribuye a reducir los efectos del calentamiento global y el cambio climático.

“Se tiene identificado que, en una atmósfera normal y en un cultivo promedio se pueden liberar 500 gigatoneladas de CO2. En 2009 se descubrió que se pueden guardar alrededor de 1.500 gigatoneladas de CO2 en el suelo; o sea lo que tú puedes almacenar en el suelo es muchísimo más grande de lo que hay en el ambiente”, asegura Arrieta.  

En un extremo de la finca se encuentran los cultivos que fueron trabajados con prácticas de agricultura comercial y, en el otro, los que se germinaron a partir de la agricultura regenerativa. En una comparación detallada de ambas plantas, se puede observar que la raíz del cultivo regenerativo es mucho más larga y frondosa que la del cultivo comercial. Adicionalmente, mediante un experimento sencillo se puede observar a simple vista que la tierra del cultivo regenerativo presenta mayor presencia de microorganismos que la del cultivo comercial. 

Arrieta asegura que este es el primer piloto de este tipo en la región y que están recogiendo y analizando los datos de su crecimiento; con esta información, podrán comprobar en cuánto se redujo la carga química de los cultivos, cuánto aumentó su rentabilidad y cuánto CO2 aproximado se almacenó. 

Un reporte del clima para los vecinos

Frente a los cultivos de cebada de la finca se encuentra instalada la estación meteorológica; un instrumento alto, flaco y sencillo que le permite a las campesinas de Asogrotoca saber qué le está pasando al cultivo y cuál será el clima de los próximos días. El centro de tecnología que recoge estos datos fue instalado en la casa de doña Pilar, quien es la encargada de avisar a las mujeres de la asociación, y a otras campesinas interesadas, cuál será la siguiente helada o si se aproximan días de sol o de lluvia. Esta información les permite tomar acciones para defender sus cultivos de los cambios repentinos del clima y obtener mejores rendimientos. 

German Otálora, director de conectividad para América Latina en Microsoft, explica que la estación meteorológica mide diferentes variables como el pH y la temperatura del suelo, la cantidad de lluvia y la intensidad y dirección del viento. “Conocer el pH del suelo es importantísimo para saber qué tipo de insumos y de biocompuestos debemos utilizar para mantener la salud del cultivo”, explica Otálora.

A la derecha se observa la raíz de una cebada cultivada con agricultura regenerativa y a la izquierda se observa la raíz de una cebada cultivada con agricultura convencional. Por: Daniela Arias Tamayo

Las campesinas asociadas aún están aprendiendo cómo interpretar la información que les brinda la estación meteorológica. Otálora cuenta que este ejercicio les ha permitido desarrollar interés y curiosidad sobre los datos: “Empiezan a preguntar si es bueno o es malo que haya manganeso alto en el suelo, o si es bueno o es malo que el fósforo esté en esos niveles. El trabajo de los técnicos es decirles qué enmiendas o cambios se pueden hacer para evitar excesos en los cultivos”.

Las mujeres de Asogrotoca usan parte de los recursos de su finca para pagar por esta tecnología del clima. Sobre los costos, Otálora explica que son muy accesibles pues lo que en realidad están pagando es el trabajo de las personas que agrupan los datos para convertirlos en tableros fáciles de leer y analizar. “Más adelante van a poder cruzar esa información de lo que está pasando en el cultivo con datos de clima y sabrán que, si se baja la temperatura, entonces llega este hongo; que, si se sube, se me dispara el problema del gusano. Ese es el valor de integrar todos los datos en una sola plataforma”, dice Otálora.     

Regenerando algo más que la tierra

Planeta Rural es una organización que se dedica a gestionar oportunidades para el desarrollo de jóvenes rurales en el campo. Alejandro Martínez, líder de negocios sociales de Planeta Rural, asegura que el campo colombiano está atravesando por un periodo de envejecimiento pues, tan solo en el departamento de Boyacá, la edad promedio de los agricultores es de 55 años. “No hay integración, entonces hay una problemática a la vista: a la vuelta de 10 años vamos a tener más problemas de seguridad alimentaria porque no habrá personas trabajando en el campo”, dice Martínez. 

Según los representantes de Planeta Rural, esta falta de integración se debe al gran esfuerzo que implica la labor agrícola y la poca retribución económica que se recibe por las labores del campo; por esta razón, los padres les han ofrecido a sus hijos la posibilidad de trasladarse a las ciudades para estudiar carreras universitarias y dejar atrás las labores del campo. Sin embargo, esta opción de vida también trae grandes dificultades para los jóvenes rurales: “Nosotros como Fundación hemos hecho estudios y, de diez jóvenes rurales que realmente se van a buscar sus sueños a Bogotá, solamente dos logran encontrar trabajo en lo que estudiaron y tener una vida digna. Los otros ocho siguen en un círculo de pobreza muy fuerte y no retornan porque les da vergüenza volver a su casa con el fracaso”, dice Martínez. 

Juan Vergara es el hijo de doña Pilar y es un joven rural de 26 años que decidió retornar al campo después de pasar una temporada estudiando en la ciudad: “Bogotá no me llamó mucho la atención por la rutina y el estrés que se maneja. En el 2018 regresé a Toca, me acerqué a la finca de mi abuelo y sembré mi primer cultivo de papa”. 

Vergara cree que el acceso a la tierra y los altos costos de producción para iniciar la siembra de una parcela son las principales razones por las que los jóvenes deciden irse a la ciudad. Sin embargo, dice que su sueño es tener un terreno propio en Toca y construir su finca autosostenible. 

Paula Gutiérrez, por su parte, ha enfrentado retos similares en su retorno a la vida rural. Ella es una estudiante de música de 23 años que decidió regresar al campo con su familia y ahora también se dedica a la agricultura. “Cuando inicié mi proceso de retorno, en la universidad mucha gente me decía ‘pero ¿por qué te quedas en el campo?, en la ciudad vas a encontrar mejores oportunidades para tu carrera”, dice Gutiérrez. 

Cebada cultivada con agricultura regenerativa. Por: Daniela Arias Tamayo

Además de la presión social, Gutiérrez asegura que la falta de agua en su municipio le ha impedido sembrar con constancia y que espera recibir apoyo para implementar una estación meteorológica en la finca de su asociación y así prevenir las heladas repentinas que también han afectado sus cultivos. 

Pese a las dificultades, Gutiérrez asegura que la implementación de nuevas tecnologías en la producción agrícola y el uso de las redes sociales para promocionar los cultivos la mantienen animada. Sueña con hacer crecer su asociación y restablecer la siembra de cereal en su municipio. “Mi consejo para los jóvenes es arriesgarse a conocer el campo porque, realmente, se van a sorprender y van a encontrar muchas oportunidades”, concluye Gutiérrez. 

Frente a los retos que enfrenta el sector agroindustrial en América Latina, Jesús David Martínez, especialista en investigación de la Alianza Bioversity CIAT y quien ha estudiado la situación del sector en países como Honduras, Guatemala y Colombia, explica que los países tropicales son especialmente vulnerables a los efectos de la crisis climática por lo que los impactos serán cada vez mayores con el paso del tiempo. 

Martínez asegura que, además, los países latinoamericanos se caracterizan por ser democracias jóvenes, con economías emergentes y con altos niveles de corrupción; por lo que llegar a niveles óptimos de mitigación y adaptación en la industria agrícola será un proceso lento. “Sí se ha avanzado. Tenemos varios proyectos en varios países donde la región ha avanzado en el tema de reducción de emisiones, pero todavía tenemos muchos retos de investigación y de implementación”, dice Martínez. 

Algunos de los retos más importante que han enfrentado los centros de investigación de la Alianza Bioversity CIAT para la implementación de la agricultura sostenible y el monitoreo climático en la región son la ausencia de jóvenes que quieran trabajar en el campo e implementar las nuevas tecnologías, el aumento de la migración por razones climáticas y el déficit de inversión destinada a la adaptación del sector agroindustrial que, actualmente, no alcanzan el 5% de las inversiones que se necesitan para lograr una transformación integral del campo latinoamericano.

La tenencia de la tierra también se presenta como un gran reto, pues gran parte de los agricultores latinoamericanos trabajan en tierras arrendadas, por lo que no están dispuestos a invertir en tecnología para mejorar los cultivos. Los centros de investigación de la alianza, además, advierten que ningún país de la región ha implementado un sistema de extensión de la información técnica y climática que se necesita para generar un cambio significativo en las formas de producción del sector agroindustrial, por lo que las capacitaciones necesarias no se han logrado multiplicar de forma masiva entre los agricultores.

Paula Gutiérrez, estudiante de música y joven rural. Por: Daniela Arias Tamayo

A estas grandes dificultades, se suman las sequías prolongadas y la disminución de las temporadas de lluvia que interrumpen los ciclos de maduración de los cultivos; el aumento de las plagas y enfermedades debido a los cambios repentinos de temperatura y el desplazamiento de algunos cultivos hacia zonas diferentes, como resultado del cambio climático que han sufrido sus territorios originales.

Ante estos importantes retos, Jesús Martínez afirma que los centros de investigación están analizando las posibilidades de desarrollar variedades que se enfrenten mejor a los cambios del clima y promoviendo prácticas agrícolas que le den mayor rentabilidad a los campesinos de la región. Sin embargo, menciona que la masificación de la información y el empoderamiento de los campesinos en el conocimiento climático podría marcar una gran diferencia en las posibilidades de adaptación del sector.                        

Las hambrunas en aumento

Según Jesús David Martínez, Guatemala es uno de los países con más hambrunas en Latinoamérica: “Cuando hay un evento climático se pierde la cosecha y eso implica, inmediatamente, que la gente no tiene alimentos”. También resalta que, aunque en Colombia la proporción del territorio en relación con el número de habitantes reduce la posibilidad de hambrunas, ya existen campesinos que pierden sus cosechas a causa del clima y, por ende, pierden su sustento. Además, resalta que la pérdida de cosechas puede afectar los precios de los alimentos de la canasta familiar.

Según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), durante el 2022 al menos 15 millones 560 mil personas estuvieron en situación de inseguridad alimentaria moderada o grave en todo el territorio nacional.

“Quiero decir, a donde llegue este mensaje, que el campo es muy importante; que apoyen el campo, que apoyen a la mujer campesina, que apoyen a la mujer rural y que apoyen a los jóvenes también”, concluye doña Pilar. 

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