Clima impredecible afecta la cosecha y golpea a caficultores de Costa Rica

El impacto del cambio climático provocó pérdidas en la cosecha de café por ¢23.000 millones (unos $46 millones de dólares) en toda Costa Rica y para la zona de Los Santos significó $23 millones de dólares. Lluvias extremas en épocas secas, exacerbación de enfermedades en las plantas, caída de fruto, floración anticipada, deudas y un futuro incierto agobian a los caficultores.

Cindy Murillo es productora de café de la zona de Los Santos de Costa Rica y estima que perdió alrededor de 100 fanegas de las 450 que proyectaba recoger en la cosecha 2024-2025 que recién terminó (la fanega es la unidad tradicional utilizada en Costa Rica para medir el volumen del café cosechado – una fanega equivale a aproximadamente 258 litros de café en cereza o 20 canastos). Murillo no está sola: en la región, las pérdidas fueron generalizadas y el cambio climático está detrás de ellas. 

“Si tomamos como base que el precio a la fecha por fanega ronda los ¢115.000 (alrededor de $230 dólares) en mi familia tuvimos una reducción en los ingresos cercana a los ¢11,5 millones ($23.000 dólares), incluso podría ser más si el precio final se incrementa. Esta es una rebaja económica muy grande para el mantenimiento de la finca. Podríamos decir que este año quedamos con una ganancia mínima, pero tuvimos una falla mecánica del carro que transporta el café y la empleamos en eso”, analizó Murillo.

En las dos últimas cosechas su familia no ha tenido ganancias del café, apenas han podido darle vuelta al dinero para arrancar con el cultivo del año siguiente (lo que les ha permitido sostenerse financieramente es que su esposo trabaja como asalariado). Murillo ya definió que, si en dos años la situación no mejora, tendrá que vender su finca.

Cindy Murillo es productora de la comunidad de Tarrazú y su finca está ubicada en la zona de San Pablo de León Cortés. Foto: Katya Alvarado / Semanario Universidad.

Para ella están muy claras las causas de sus pérdidas: las atribuye al cambio climático, el cual incidió con fuertes lluvias en temporada seca, una característica que, asegura, no se presentaba en el pasado. Este caso es un ejemplo de las «pérdidas y daños», un término que se refiere a los impactos negativos del cambio climático que ya están ocurriendo en los territorios, y que suceden a pesar o por la falta de medidas de adaptación.

La lluvia exacerbó la presencia de enfermedades como la roya, el ojo de gallo y la antracnosis, con suelos saturados, granos que se cayeron, así como floración anticipadas y reducidas, obstaculizando el ciclo normal de la planta.

Al igual que ella, una gran parte de las 35.500 personas que dependen del cultivo del café en la zona de Los Santos de Costa Rica experimentaron pérdidas cercanas al 20% de su cosecha. Los caficultores de la región producen cerca del 50% del café costarricense.

Esta problemática que impacta a unas 13.000 familias de la zona, de las cuales el 90% son pequeños o medianos productores, se suma a las pérdidas económicas que han tenido en años anteriores, que han mantenido a la mayoría endeudada. La esperanza estaba en recuperar sus inversiones en un 2025 promisorio por el incremento de precios internacionales. 

Elias De Melo, investigador de la Unidad de Agroforestería y Mejoramiento Genético de Café y Cacao del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE), indicó que las condiciones históricas promedio del clima en los períodos secos eran muy puntuales. Como muestran sus registros de hace 25 años, en el cultivo del café se alcanzaban tres o cuatro floraciones al año, en los últimos tres o cuatro años rondan entre las seis y ocho.

“Esto les cambió completamente el ritmo a las plantas, al manejo del café y la logística productiva, ahora corresponde estar atento a las proyecciones climáticas y ajustar las actividades. Definitivamente está relacionado con el cambio climático, con la desregulación de los climas, el aumento de la temperatura y el desequilibrio en las masas, corrientes y microclimas”, argumentó el científico.

Aunque no todos los cambios en el microclima sean causados por el cambio climático impulsado por la actividad humana, el IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático) concluyó, en su último informe de síntesis, que existe una buena cobertura observacional para afirmar que «la frecuencia y la intensidad de los eventos de precipitación intensa probablemente han aumentado a escala global en la mayoría de las regiones terrestres» y que «la influencia humana, en particular las emisiones de gases de efecto invernadero, es probablemente el principal factor responsable de la intensificación observada de la precipitación intensa a escala global».

En un recorrido por la finca de los productores se pudo observar diversos puntos donde las matas tienen grandes porciones secas o incluso algunas totalmente muertas. Foto: Katya Alvarado / Semanario Universidad

Karina Hernández del Instituto Meteorológico Nacional (IMN), por su lado, afirmó que, para poder determinar que las variaciones que ha sufrido en términos climáticos la zona de Los Santos y otras del país están vinculadas con el cambio climático, se requeriría comparar datos actuales con los de hace 30 años, pero es algo que no han podido establecer.

“Lo que sí podemos afirmar es que el 2024 tuvo récords importantes de lluvias, que incluso se arrastraron a inicios del 2025; el año pasado tuvimos 147 récords de temperaturas máximas y 31 récords de mínima; además, 93 récords de lluvia, eso es correspondiente más a fenómenos climáticos”, explicó la experta.

Hernández indicó que en los últimos dos años el país ha experimentado temperaturas récord todos los meses, algo que no es normal. “No vemos diferencias de cambio climático per se. Por ejemplo, el fenómeno de El Niño-Oscilación del Sur (ENOS) – que son fluctuaciones en las temperaturas de la superficie del mar y la presión atmosférica- unos años tiene su fase cálida con El Niño y otras veces una fase fría con La Niña. A veces es neutra, eso es parte de la variabilidad climática”.

Añadió la experta que, en cuanto a lluvias, el 2024 fue muy variable y terminó siendo muy lluvioso, con récords importantes que incluso se arrastraron en 2025, mientras en 2023 las condiciones fueron más secas, “porque estábamos inmersos en una piscina, es decir, el Caribe y el Pacífico calientes”.

“En la cosecha anterior tuvimos una pérdida de ¢4 millones ($7.897 dólares), sin el ingreso extra de mi esposo, imposible. Implementamos procesos de adaptación y resiembra de bloques completos para contar con variedades más resistentes y renovando cafetales que son de 40 o 50 años. Además, hace años implementamos presupuestos muy exactos ”, indicó Murillo. 

Al visitar la finca de esta productora se percibe claramente el impacto en ciertas zonas, con secciones enteras de matas parcial o totalmente secas por el impacto de las enfermedades que se desataron por las lluvias extremas. Por lo mismo, no se podrán cosechar el próximo año. En otros lugares habían cafetos floreados, junto con granos verdes, que salieron anticipadamente.

De acuerdo con datos preliminares del Instituto del Café de Costa Rica (ICAFE), que es la institución pública – no estatal – rectora del fomento de la actividad cafetalera del país, la situación climática a finales de 2024 y principios de este 2025 provocó pérdidas en unas 200.000 fanegas durante el corte final de la cosecha. Según Gustavo Jiménez, director ejecutivo del ICAFE, la producción nacional cayó un 16% y en Los Santos cerca de un 15%.

Esto implicaría un impacto económico en todo el  país de unos ¢23.000 millones ($46 millones de dólares), tomando como base el precio de ¢115.000 ($230) por fanega, que rige hasta el momento y que podría incrementarse. Como la región de Los Santos produce el 50% del café de Costa Rica, las cifras de pérdida económica rondarían los ¢11.500 millones ($23 millones de dólares).

La cosecha se extendió este año debido a la maduración inusual del grano. Foto: cortesía productora de café

Jiménez afirma que las familias han protegido la calidad de su grano ajustando sus calendarios y planificación de producción y usando más sombra, lo que refuerza la reputación de café resiliente y de origen diferenciado, aunque la recolección ha aumentado el café verde y otras calidades, lo que tiene un impacto importante. 

“Hemos registrado una reducción a nivel nacional de productores, de 47.000 a 25.000 en la última década, aun así, cada finca genera empleo local y el grano costarricense sigue capturando primas verdes en mercados de valor, se generan más de 100.000 empleos directos e indirectos durante la cosecha que dura más 8 meses”, recordó Jiménez.

El ICAFE no atribuye las pérdidas únicamente a las condiciones climáticas, sino también a la escasez de mano de obra, que podría haber incidido en que un 15% del grano se quedara sin recolectar y terminara acumulado en el suelo de las fincas. Pero también la falta de mano de obra estuvo relacionada con el cambio de las lluvias, ya que los trabajadores alternan entre esta y otra cosecha y no estaban disponibles.

Monserrat Valverde es productora de la comunidad de Tarrazú. Foto: Katya Alvarado / Semanario Universidad

Monserrat Valverde, joven productora de café y parte de la cuarta generación de caficultores, contó que su finca es de zona temprana, es decir, que recogen a finales de septiembre o principios de octubre. Sin embargo, en esta ocasión tuvieron que cosechar en agosto.

Esto implicó traer trabajadores de forma anticipada, porque provienen desde Nicaragua y Panamá, pero como la cosecha no estaba completa había que ponerlos a realizar otras funciones que no estaban presupuestadas, como chapear o buscarles otra ocupación. Esto implica un gasto extra, porque se extiende el período que están en la finca y, si no tienen suficiente trabajo, se van a buscar en otra parte.

Don Ricardo Calderón, quien es productor de café, tiene su microbeneficio y una cafetería. Al igual que los otros productores calcula que perdió entre un 20% o 30% de su cosecha. Viene arrastrando un déficit financiero por los malos precios, el impacto del tipo de cambio y el incremento de enfermedades.

En su caso, la pérdida de cosechas anteriores la enfrentó invirtiendo en mejoras productivas, algo que esperaba recuperar con la cosecha que recién finalizó, pero que el descontrol agronómico no le permitió. Dice que las pérdidas hay que enfrentarlas.

“Teníamos proyectado recoger unas 4.000 fanegas, pero se nos cayó demasiado café, en estos días hicimos un recorrido y parte del terreno estaba lleno de granos secos que habían caído. Las plagas afectaron más, la broca (insecto), la roya que impactó la parte baja y la antracnosis se dio más en las partes altas, cortamos y vamos a resembrar. Pero al tener nuestro propio beneficio y diversificación con el café, podremos salir adelante”, mencionó.

Ricardo Calderón tiene su propio microbeneficio, una cafetería y junto a sus hijos, ha incursionado en la competencia de catación. Foto: María José Núñez

Lluvia durante 12 días seguidos, falta de sol, granos y hojas caídas

Fernando Naranjo es otro productor de café de los Santos y con 59 años se siente orgulloso de decir que representa a la cuarta generación de caficultores de su familia. Cuenta con cultivos en las comunidades de San Lorenzo y San Marcos de Tarrazú y su experiencia es exactamente la misma.

Culpa a diferentes factores de las pérdidas del sector, al cambio climático, a la deforestación, al mal uso del suelo y la poca capacitación para crear conciencia en los actores sobre el manejo de los recursos naturales. 

Fernando Naranjo aseguró que este año corresponde hacer una poda intensa de las plantas que lograron sobrevivir, lo que implica que la próxima cosecha será más baja. Foto cortesía productor

“Tuvimos eventos extremos de hasta 12 días de lluvia seguidos en noviembre, diciembre y enero, generando la caída de los frutos. Por lógica fueron días sin sol, los cultivos lo necesitan para hacer su proceso de fotosíntesis, se cayeron las hojas y el cafeto requiere 1,5 hojas por grano para ponerse maduros. Además, proliferan las enfermedades, en nuestro caso el ojo de gallo (hongo) y sobre todo la antracnosis (bacteria) atacaron los cultivos con una caída del 20%”, explicó Naranjo.

De hecho, análisis desarrollados por el ICAFE señalan que llueve cuando no tiene que llover y las temperaturas hacen que en las diferentes altitudes de la zona, madure el café de una forma pareja, cuando lo usual era que madurara por partes y así diera tiempo de ir recolectando.

Además, el hongo ojo de gallo, la roya y la bacteria antracnosis, que, aunque son enfermedades usuales en los cafetos, este año fueron más intensas en  las plantas, provocando en muchos casos una caída estimada de un 20% de la cosecha.

Por ejemplo, el ojo de gallo se produce por el exceso de humedad y pocas horas de sol. De esa manera, el hongo afecta la hoja y cuando es muy severo se traslada al grano, haciendo que caiga la hoja. Aunque avanza rápidamente, si se detecta a tiempo se puede tratar.

La roya funciona de manera opuesta, también es un hongo, pero empieza de adentro hacia afuera de la hoja y cuando se manifiesta no queda más que tratar de salvar la cosecha. Esta enfermedad prospera con las lluvias, seguidas de dos o tres días de sol intenso, antes de que vuelva a llover.

La antracnosis es la que más impacta, porque es una bacteria que seca la planta por dentro. A diferencia del ojo de gallo y la roya, donde la planta se mantiene viva y puede tratarse, con esta otra plaga el cafeto muere y debe cortarse por completo.

Melo agregó que la antracnosis se aprovecha del agotamiento de los suelos, lo que afecta la capacidad de la planta de asimilar los nutrientes, sumado a que los cafetales pueden ser muy viejos.

Para ello se debe establecer un buen diseño de sombra y restaurar las plantas, combinado con podas en los momentos adecuados, sin depender de insumos externos. De esta forma se minimizan las enfermedades.

Más allá de las pérdidas económicas

John Mata indicó que la situación climática, aunada a problemas económicos que vienen arrastrando, provoca condiciones de estrés elevadas y mucha limitación en los hogares. Foto: Katya Alvarado / Semanario Universidad

John Mata, en medio de su cafetal ubicado en San Lorenzo de Tarrazú, pasa días de incertidumbre y angustia, luego de haber perdido una tercera parte de la producción de su finca por caída del grano. 

Este año se sumó a otros de crisis, y aunque había estimado recoger unas 350 fanegas, solamente pudo rescatar la mitad. En el pasado ya había perdido parte de su finca por no lograr enfrentar las deudas, una situación que lo dejó en una depresión que casi lo llevó a la muerte. En un esfuerzo por recuperarse, esperaba que esta cosecha le diera un respiro.

Reconoce que el clima en Nápoles de Tarrazú (donde su ubica su finca) ha cambiado radicalmente, la neblina antes era más espesa que en la actualidad, con el agravante de que llueve más fuerte y frecuente. “Los días de verano en que llovía no podía dormir, pensando en que lo que había trabajado durante diez meses se caía en horas”.

“Nos deja sin recursos para pagar las deudas, la asistencia e incluso limitarnos en pago de mano de obra, de hecho, en este momento yo estoy solo en la finca. Me he visto impactado en lo económico, lo emocional y en especial mi familia, que nota que uno está estresado y toca restringir las cosas en la casa”, reconoció el caficultor.

Jiménez indicó que el café sigue siendo el centro de la identidad local; ferias, escuelas y cooperativas mantienen viva la cultura del grano, y que el reto climático ha fortalecido la solidaridad regional y la transición hacia prácticas regenerativas.

“Cada vez más jóvenes se integran a la producción cafetalera, mediante cursos de barismo, agrotecnología y emprendimientos en origen. Esto asegura nuevas ideas para un cultivo históricamente familiar. Actualmente, contamos con una política de género y estamos reforzando las acciones con jóvenes desde campeonatos de barismo, cataciones, taza de la excelencia, y estamos construyendo una política enfocada en la juventud”, agregó.

Valverde menciona que en medio de la crisis han tenido que evolucionar y ser más eficientes, aplicando prácticas novedosas como el uso de drones para las fumigaciones, lo que les permitió ahorrar un 40% en insumos; también incorporar bioinsumos para mejoramiento de raíces y de la mata. “Hay que innovar, no vemos como opción salirnos de la caficultura porque en esta zona no hay muchas alternativas para incursionar en nuevas actividades productivas”.

Las flores este año se adelantaron y fueron mucho más pequeñas, lo que hace prever que la próxima cosecha será más reducidas. Foto: Katya Alvarado / Semanario Universidad

Necesidad de más monitoreo

Felipe Fallas, gerente técnico y de Proyectos de CoopeTarrazú, que cuenta con una afiliación de 4.500 productores de la zona, afirmó que en los últimos tres o cuatro años el cambio climático ha afectado el desarrollo fisiológico de las plantas.

“Año tras año hacemos monitoreos para evaluar indicadores y variables climáticas en las fincas, contamos con sensores y herramientas que nos indican que en el año 2023 el inicio de lluvias fue en abril con 80 milímetros por metro cuadrado y tuvo una distribución progresiva hasta alcanzar el pico alto de 260 milímetros en octubre. Sin embargo, tuvo un inicio prematuro de las lluvias en marzo. En 2024 mayo y junio tuvieron valores excepcionales de 332 y 371 milímetros, aunque en enero y febrero fueron bajas”.

La variabilidad interanual ha sido significativa. Mayo y junio, que deberían tener lluvias constantes, presentan contrastes extremos, de 174 milímetros en mayo de 2023 a 332 milímetros en 2024, y luego una caída a 178 milímetros en 2025, para junio, la diferencia es más marcada, de 204 a 371 milímetros (2024), y solo 35 milímetros en este año.

“Esta variabilidad interanual puede relacionarse con patrones oceánico-atmosféricos globales como ENSO (fenómeno del Niño), así como con procesos de cambio climático”, dijo Fallas.

Por su parte, Ana María Durán, profesora de la escuela de Física de la Universidad de Costa Rica e investigadora del Centro de Investigación en Contaminación Ambiental, afirma que para establecer impactos a largo plazo del cambio climático se requieren datos extensos y la red de monitoreo nacional es muy reciente, con menos de 20 años de existencia.

“No obstante, para contrarrestar el faltante de información se utilizan estimaciones satelitales, que una vez validadas pueden identificar los cambios de patrones a escala local y regional. Además, es posible acceder a datos sobre el comportamiento de la zona de convergencia intertropical -franja de baja presión alrededor de la Tierra donde convergen los vientos alisios y, al conocerlos, se pueden inferir los cambios”, argumentó la experta.

Desde su perspectiva, sí se puede afirmar que son producto del cambio climático, sobre todo en materia de temperatura, precipitación y nubosidad, tal vez no con la precisión que se quisiera, lo que implica una llamada de atención sobre la necesidad de más monitoreo.

“El recambio de cafetales es urgente”

El ministro de Agricultura y Ganadería, Víctor Carvajal, aseguró que los datos oficiales que tiene difieren de lo que manejan los productores, que el estimado de pérdida ronda del 1% al 5%, dependiendo de la zona. 

Consultado sobre el método que utilizaba el Ministerio para medir la pérdida, considerando la diferencia entre los datos de cosecha del ICAFE y las declaraciones de los agricultores, el ministro respondió que: “Lo que nosotros hicimos fue una serie de visitas al campo para determinar por medio de una matriz cuánto café sí se cayó. Son estimaciones del impacto concreto por un nexo causal y se asocia a la caída”. Se le preguntó qué sistematización hicieron para medir lo que se cayó y respondió: “Lo vimos en campo”.

Sin embargo, desde el ICAFE aclararon que aplican una metodología técnica y validada para la estimación de cosecha y pérdida, sus extensionistas realizan visitas a campo en puntos predefinidos, donde se toma muestra y se aplica la metodología. En sus estimaciones siempre se considera una pérdida natural del 3%, que es lo habitual. 

Carjaval reconoció que la zona de Los Santos tiene cafetales muy antiguos y allí es urgente trabajar en el recambio y renovación. Además, indicó que es necesario implementar prácticas de adaptación, mitigación, captura de carbono, establecimiento de sistemas de irrigación por goteo o captura de agua y la siembra de variedades más resistentes.

“Estamos trabajando en un programa de adaptación importante denominado NAMA Café, que es un modelo de iniciativa público-privada que facilita la transformación productiva, la transformación integral del sector cafetalero por medio de estrategias innovadoras que permitan producir, procesar y comercializar café bajo en emisiones de manera sostenible y resiliente”.

Asimismo, dijo Carvajal, cuentan con un programa de créditos para adaptación, con financiamientos a tasas de interés máximas del 4% anual con plazos de 8 años y asistencia técnica para renovación en el 2025.

Jiménez señaló que las fincas ya adoptan una técnica agrícola, denominada fertirriego de precisión, que es más eficiente, así como la incorporación de variedades resistentes, como Obatá, Catiguá MG2 y Paraíso MG1, un manejo de sombra y de paisajes, uso y conservación de suelos, secado solar eficiente, sistema agroforestales y renovación de cafetales. 

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