Doce años atrás es poco probable que alguien imaginara que la proliferación de un alga que habitaba apaciblemente en el Atlántico Norte, en un mar sin fronteras, se convertiría en una amenaza importante para la economía, el turismo, e incluso para la biodiversidad de casi una decena de estados caribeños, que hoy tienen un reto importante entre sus manos: mitigar y resolver el problema del sargazo.
Esta macroalga parduzca que llega a sus costas procedente del Mar de los Sargazos, el mismo que describió Cristóbal Colón en el Diario de Navegación en su primer viaje al denominado “Nuevo mundo”, ya ha generado costos asociados a su recolección y limpieza que ascienden a 120 millones de dólares.
Según estimaciones, limpiar un kilómetro de playa con sargazo cuesta entre 800 mil a 1.5 millones de dólares al año.
Y es que las mareas de Sargassum natans y Sargassum fluitans, las dos principales especies que han invadido las costas caribeñas, y que son capaces de duplicar su volumen en menos de 20 días, han sido el dolor de cabeza del sector hotelero, principalmente en República Dominicana, donde el turismo representa hasta un 15 % de su PIB.
Con su fétido olor y apariencia apocalíptica el problema del sargazo no solo espanta a los turistas, que vienen a República Dominicana buscando el paraíso; los efectos dañinos de su proliferación atípica incluyen la muerte de especies marinas por la reducción de oxígeno y luz en el mar, la acidificación del agua que afecta a los corales y la pérdida de pastos marinos que albergan una gran cantidad de especies.
El calentamiento global y niveles excesivos de nutrientes en el mar, fruto de la contaminación y el vertido de fertilizantes sin control, se señalan como las principales causas del fenómeno.
Los daños colaterales del problema del sargazo son numerosos y conjuntamente con el ecosistema marino, las comunidades costeras sufren sus efectos. Pescadores y comerciantes de las playas dominicanas han visto sus ingresos mermar a consecuencia de la crisis. Entre enero y mayo de este año más de 40 millones de toneladas métricas han circulado en las aguas del país, de acuerdo con datos de la Autoridad Nacional de Asuntos Marítimos (Anamar).
En la búsqueda de soluciones al problema del sargazo
Los desafíos que presenta el problema del sargazo no radican únicamente en su recolección y traslado. Su deposición final es un punto de inflexión importante ya que contiene metales pesados que generan lixiviados y contaminan el suelo y los acuíferos. Además, en su proceso de descomposición libera gases tóxicos como el ácido sulfhídrico, amoniaco y metano, revistiendo un riesgo para la salud.
Ante este escenario, una de las opciones que han despertado creciente interés consiste en convertir al sargazo en una fuente energética, que pueda ser empleada en distintas escalas.
“El Estado está invirtiendo millones de dólares para recoger el sargazo. Esa inversión no se está rentabilizando porque solo se tira al vertedero. No se piensa en una solución que sea amigable al medio ambiente y a la economía”.
En términos generales, la energía renovable generada a partir de materia orgánica (biomasa) puede usarse para la cocción de alimentos, iluminación y calefacción, convirtiéndose en una alternativa a los combustibles fósiles. Por lo mismo, muchos ven un alto potencial en el sargazo que prolifera sin control en las costas del Caribe.
El biogás que es producido por la descomposición de materia orgánica está integrado básicamente por metano y dióxido de carbono, gases que contribuyen al calentamiento global. Por tanto, la recolección y procesamiento eficiente podrían promover la protección de la atmósfera y ambiente. Sin embargo, es necesario que este proceso sea manejado con los controles adecuados, ya que las fugas en las cadenas de suministro pueden liberar importantes cantidades de metano a la atmósfera, de acuerdo con un estudio del Imperial College London, publicado en One Earth.
Para el geólogo y ambientalista, Osiris de León, existen al menos cinco alternativas viables para el manejo del sargazo: usarlo como abono orgánico; convertirlo en alimento para ganado, aprovechando la parte no nitrogenada del sargazo, que es de un 50% aproximadamente; procesarlo para su uso en la industria farmacéutica; llevarlo a un biodigestor y convertirlo en gas metano; o quemarlo como biomasa para la producción de energía eléctrica. Este última es la propuesta de la empresa de Streamline Integrated Energy, cuyo proyecto de valorización de residuos sólidos urbanos, contempla la inclusión del sargazo.
De León, quien es asesor del proyecto, lamenta que no se esté aprovechando ninguno de estos usos. “Estamos desperdiciando la mayor parte del sargazo. Estamos todos de brazos cruzados viendo el problema que se agiganta”.
En otros países de la región ya se ha iniciado su aprovechamiento. En Jamaica, por ejemplo, se utiliza como alimento orgánico para animales; en México existen emprendimientos para su transformación en zapatos ecológicos o incluso bloques para construcción capaces de resistir sismos y huracanes.
La recolección y procesamiento eficiente del sargazo podrían promover la protección del ambiente y beneficiar a las comunidades que pueden usar la energía generada.
De todas formas, existen iniciativas prometedoras que han surgido en las universidades del país con apoyo empresarial: Intec desarrolló un biofertilizante líquido y Unapec un biodigestor bautizado como Homebiogas.
De León afirma que uno de los principales problemas ambientales que tiene la República Dominicana es la gestión de los desechos sólidos. “El Estado tiene el deber de propiciar proyectos energéticos de este tipo, porque además de que suple energía al sistema eléctrico interconectado, te está aportando soluciones ambientales en dos direcciones”, añade.
La planta de valorización de Streamline se ubicaría en la ciudad de San Pedro de Macorís, y ya cuenta con todos los permisos necesarios.
“Esta tecnología es una combinación de residuos sólidos con gas, y en el componente de residuos sólidos puede tener hasta un 30% de sargazo”, explica Freddy Peña, consultor financiero del proyecto.
En una planta de valorización la basura se incinera de forma controlada en una caldera, generando vapor que luego se convierte en energía. La planta propuesta por Streamline generaría 55 megavatios de forma inicial y tendría como modelo la planta de Zabalgarbi, desarrollada por la empresa Sener en el País Vasco.
Peña añade que “la parte pendiente es poder entrar en un contrato a largo plazo de venta de la energía que permita la bancabilidad, un contrato con el cual pueda ir donde los inversionistas y las entidades de financiación para ejecutar el proyecto”.
Afirma que existen al menos 92 plantas similares en Estados Unidos y más de 400 en Europa, pero que para su implementación en República Dominicana han integrado una turbina de gas, para hacerla más eficiente y cobrarle menos dinero a los municipios, que pagan aproximadamente 20 dólares por el manejo de cada tonelada de basura, en comparación a los 100 del mercado estadounidense.
La vida útil de la instalación es de unos 40 años y la empresa busca materializar un contrato tipo PPA (Power Purchase Agreement) de al menos 20 años.
Dos jóvenes tocan puertas con su generador eléctrico de sargazo
Cuando Emmanuel Henríquez y Génesis Jiménez, estudiantes de las carreras de Mecatrónica e Inteligencia Artificial del Instituto de Tecnológico de las Américas (ITLAS), se sentaron a idear un proyecto para abordar el problema del sargazo, se dieron cuenta de que la mayoría de las empresas se habían enfocado solo en retirarlo.
“Lo que se hacía en ese entonces y lo que se sigue haciendo es tirarlo a los vertederos. Eso no soluciona el problema, tiene muchos efectos negativos por los gases de efecto invernadero y el metano que expulsa. Pero el sargazo por sí solo tiene muchas limitantes: hay bloques de sargazo, papel de sargazo, pero solo se usa un porcentaje. En el caso del abono o como alimento para animales, el sargazo tiene muchos componentes nocivos, metales pesados y arsénico. Producir energía es el proyecto más viable para su utilización masiva”, explica Henríquez.
Por eso idearon un tipo de biodigestor para el procesamiento de esta biomasa que conlleva un pretratamiento patentizado del sargazo debido a que por sí mismo, señala, tiene un porcentaje muy bajo de generación de biogás.
Los biodigestores son contenedores cerrados que descomponen la materia orgánica para la generación de biogás.
Este pretratamiento es lo que hace viable y novedoso su proyecto.
“Lo que se sigue haciendo es tirarlo a los vertederos. Eso no soluciona el problema, tiene muchos efectos negativos por los gases de efecto invernadero y el metano que expulsa”.
Explica que primero se seca el sargazo al sol y, una vez preparado, se lleva a una cápsula de pretratamiento donde se rompen los componentes inhibidores que impiden que se pueda generar el máximo potencial de metano, como la lignina y otros compuestos.
“Cuando se rompe en partículas más pequeñas, nos permite en la metanogénesis del proceso de biodigestión tener un máximo potencial. Sube de 20 a 120 mililitros de metano por kilogramo de sargazo, un aumento considerable y muy atractivo en términos industriales”, afirma Henríquez en alusión al kilogramo de sólido volátil de sargazo, ya pretratado. Este proceso tiene una duración de 30 minutos, mientras que la biodigestión abarca un período de 21 días, con tiempos más expeditos a nivel industrial.
Este proyecto ganó el segundo lugar en la Competencia de Tecnología Apropiada del año 2022 organizada por la Oficina Nacional de Propiedad Intelectual (ONAPI) y la Oficina Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI).
En México, donde el estado de Quintana Roo se convirtió en la víctima más renombrada de este fenómeno, investigadores de la Unidad de Energía Renovable del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY) utilizaron un hongo para obtener resultados similares, en el 2018.
Con su proyecto previo de un zafacón marino que recolecta desechos y el biodigestor, Henríquez y Jiménez se plantean una patente abierta para que pueda ser utilizado por las comunidades.
“Una familia pudiera recolectar el sargazo y a su vez tener una generación de metano para utilizar como energía eléctrica y para cocinar”, afirma.
El costo de implementación para una familia ronda los 30 mil pesos dominicanos (529 dólares aproximadamente) utilizando materiales de bricolaje.
Además, empresas dominicanas como Sanut cuentan con biodigestores que podrían sumarse al proyecto.
“El Estado está invirtiendo millones de dólares para recoger el sargazo. Esa inversión no se está rentabilizando porque solo se tira al vertedero. No se piensa en una solución que sea amigable al medio ambiente y a la economía”.
Los jóvenes tecnólogos de 21 y 19 años han tratado de conseguir el apoyo de instituciones estatales y privadas para que pueda implementarse a gran escala.
“El Estado está invirtiendo millones de dólares para recoger el sargazo. Esa inversión no se está rentabilizando porque solo se tira al vertedero. No se piensa en una solución que sea amigable al medio ambiente y a la economía. Con este proyecto se puede hacer un balance”, argumenta el tecnólogo.
Tras participar de varias mesas de trabajo organizadas por el Ministerio de Medio Ambiente, considera que debe fomentarse el diálogo abierto y plural para buscar una solución en conjunto, “una conversación nacional donde cualquier persona pueda presentar su proyecto y que se analice”, alejada de vicios burocráticos. “Fue lo que se intentó hacer con la mesa, pero no hubo disciplina con eso”, concluye Henríquez.
Un asunto regional
En junio, el gobierno anunció la inversión de 1,8 millones de dólares a ocho investigaciones a través del Fondo Nacional de Innovación, Desarrollo Científico y Tecnológica (FONDOCYT), con el fin de encontrar soluciones innovadoras al problema del sargazo.
Un problema que afecta de forma directa a familias como la de Félix Carrión, un trabajador de 60 años que se gana la vida alquilando sillas frente al deslumbrante paisaje que ofrece la Playa Caribe, en las afueras de Santo Domingo.
“Duramos un promedio de tres meses que no podíamos trabajar, nos afectó bastante, desde abril en Semana Santa, hasta ahora”, relata, recordando cómo la costa se llenó por completo de algas. Su familia de cinco miembros sobrevivió con modestos ahorros. Y aunque ahora la playa está completamente limpia, fue la propia comunidad de trabajadores costeros la que tuvo que hacerse cargo de recolectar el sargazo en jornadas de hasta cinco horas diarias, sin maquinarias y sin ningún tipo de apoyo gubernamental. La enterraban en la arena.
Félix Carrión, trabajador de 60 años que alquila sillas en Playa Caribe, relata el enorme impacto que genera el problema del sargazo en las comunidades.
“Para ellos nosotros no existíamos”, rememora. Ha visto en los noticiarios los proyectos que hablan de hacer biogás con el sargazo: “Quisiera que se diera eso porque así la energía llega más barata”, comenta.
Tampoco faltan las voces que claman por una respuesta unificada y regional al problema.
“Ahora más que nunca, necesitamos una respuesta urgente de nuestro Gobierno y un mayor apoyo de los donantes internacionales que esté a la altura de la escala y la intensidad de la crisis de sargazo que enfrentamos”, expresa Jake Kheel, el vicepresidente del emporio hotelero Grupo Punta Cana en un video colgado en YouTube.
El empresario propone un fideicomiso público privado para hacer frente a lo que define como una de las mayores amenazas para la economía turística de los últimos 50 años.
Desde una barrera de contención en el mar, y sosteniendo entre sus manos un puñado de las macroalgas, se lamenta de cada país, hotel y destino turístico ha trabajado de forma aislada en encontrar una solución al tema.
“No podemos permitirnos esperar otra década para actuar”, concluye.