El 12 de septiembre de 2023, Apple realizó un anuncio importante. Su nuevo reloj inteligente, el Apple Smart Watch Series 9, sería su primer producto de este tipo “carbono neutral”. Lisa Jackson, la vicepresidenta de políticas ambientales e iniciativas sociales de Apple, explicó que detrás del logro se encontraba la inversión en energía renovable y reciclaje de minerales, reduciendo en un 78% las emisiones de carbono relacionadas a su reloj.
En una publicación del mismo día, Apple afirmó que “en el caso de los modelos neutros de carbono del Apple Watch” la compensación vendría de proyectos donde la empresa invirtió para “ayudar a restaurar y proteger bosques de explotación y ecosistemas nativos de gran calidad en Paraguay y Brasil”.
Lo que revelan documentos, y una visita a terreno, es una historia más compleja. En Paraguay los “bosques” utilizados por Apple para su estrategia climática no son bosques: son plantaciones forestales de eucaliptos clonados en los que se utiliza glifosato, finopril y haloxifop. Todos químicos perjudiciales para la salud y el ambiente. Tras visitas a las plantaciones y tomas de dron, se pudo constatar que las plantaciones utilizadas por Apple para créditos de carbono se encuentran a apenas 30 metros de una escuela de la comunidad Santa Rosa, lo que viola la distancia mínima para el uso de agroquímicos establecida en la ley paraguaya.

En Colombia, de otro lado, el proyecto Aforestación de Pastizales Degradados en Vichada, ubicado al extremo oriental del país, ha utilizado el herbicida glifosato en grandes extensiones de cultivos de eucaliptos y acacias, que fueron plantados con el objetivo de vender créditos de carbono. La constancia del uso de este herbicida ha quedado inscrita en el reporte de validación y verificación presentado por la empresa colombiana Icontec ante la plataforma Verra, y también ha sido aceptada por la empresa en un correo electrónico que respondió a algunas preguntas hechas por este equipo periodístico.
Este proyecto es de las empresas Forest First y South Pole, y las plantaciones se ubican muy cerca de los ríos Meta, Orinoco y Bita, así como de dos áreas protegidas de alto interés: el Parque Nacional El Tuparro, de Colombia, y el Parque Nacional Capanaparo Cinaruco, de Venezuela.
El río Bita, en particular, es el único río en el país sobre el cual pesa una protección especial de toda su cuenca debido a su importancia biológica y ecosistémica. A su vez, el río Meta es el que baña y abastece al municipio de Puerto Carreño, que es la capital del departamento y que es habitada en un 60% por población indígena.
Sin embargo, esto no los ha librado de la contaminación.

Uso de agroquímicos: riesgos a la salud y al ecosistema
Entre los eucaliptos utilizados como créditos de carbono por Apple en Paraguay se encuentran los de la Forestal Apepú que, de acuerdo a sus propios reportes, utilizan diferentes agroquímicos como el glifosato, considerado “probable cancerígeno” por la Organización Mundial de la Salud y relacionado a daños hepáticos, daño genético heredable de padres a hijos y afectación a ecosistemas acuáticos; razón por la cual la multinacional Bayer-Monsanto debió cerrar acuerdos por más de 10.000 millones de dólares ante demandas por sus efectos nocivos.
Estos eucaliptales usan, además, otros químicos como el haloxifop, herbicida altamente restringido en Europa por la evidencia de contaminación de aguas subterráneas e impacto en peces.

Las plantaciones también utilizan fipronil, un insecticida considerado posible cancerígeno en humanos y prohibido en la Unión Europea debido al impacto en poblaciones de abejas. Y es uno de los químicos que el equipo de la doctora Stela Benitez Leite encontró en el cabello de 51 niños y niñas de entre 5 y 10 años expuestos a fumigaciones en cultivos agrícolas en Canindeyú, el departamento contiguo a San Pedro, en Paraguay.
“Nosotros esperábamos encontrar glifosato o paraquat, nos llamó la atención que en el análisis encontramos fipronil”, cuenta la investigadora. Los resultados de este análisis están próximos a publicación en una revista científica con revisión de pares, pero otro estudio realizado sobre los mismos niños, a través de análisis de sangre, ya fue publicado y encontró en ellos daño genético.
“Este daño puede ser heredado por los hijos de las personas expuestas, disponiéndolos a mayor riesgo de cánceres, malformaciones o Parkinson. Hablamos de generaciones en peligro”, dice la experta.
Benitez Leite es pediatra e investigadora científica. Desde hace más de una década lleva investigando el impacto de plaguicidas en Paraguay, un país que ya cuenta con dos dictámenes del Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas debido al impacto de agroquímicos en poblaciones.
Los eucaliptos de Paraguay utilizados por Apple también utilizan sulfluramida, un insecticida conocido por convertirse en sulfonato de perfluorooctano (PFOS) al degradarse y que es conocido como un “químico que persiste por siempre” en el ambiente. Los PFOS se encuentran vinculados al impacto en el peso de recién nacidos, problemas inmunes y de tiroides, daños hepáticos y cáncer. Debido a ello, su uso se encuentra restringido bajo el Convenio de Estocolmo, aunque sigue siendo permitido para el control de hormigas en eucaliptales pese a reclamos de organizaciones ambientales.
El uso de estos agroquímicos por parte de la Forestal Apepu era desconocido por habitantes de Cañada Santa Rosa, la comunidad aledaña a las plantaciones. Entre quienes afirmaron no haber sido informados del uso de agroquímicos se encuentra el director de la escuela Santa Rosa de Lima, una institución educativa con 60 estudiantes que se encuentra a 30 metros de los eucaliptales.
Esto violaría la ley fitosanitaria de Paraguay, que exige el aviso previo a la comunidad del uso de agroquímicos y distancias mínimas de 100 metros entre plantaciones a ser fumigadas y lugares de aglomeración, como escuelas. De acuerdo a un análisis jurídico obtenido para esta investigación del Servicio Nacional de Semillas, el ente encargado de controlar el uso de agroquímicos, las regulaciones de la ley fitosanitaria alcanzan a las plantaciones forestales.
Pese a ello, el Instituto Nacional Forestal, ente a cargo de regular plantaciones de eucaliptos, confirmó vía telefónica que no controlan su aplicación a la hora de otorgar las licencias necesarias para plantaciones forestales.

Apple y Unique Wood fueron consultadas sobre las denuncias, sin respuesta hasta el momento.
Por su parte, en Vichada, Colombia, a través de un correo electrónico dirigido a este equipo periodístico, la empresa South Pole reconoció el uso de glifosato en sus plantaciones en dos aplicaciones en los dos primeros años. El glifosato es un herbicida de amplio espectro, clasificado como un ácido aminofosfónico de naturaleza polar, cuyo uso agrícola se generalizó desde 1974 tras su comercialización por la empresa Monsanto.
Su acción se basa en inhibir una enzima esencial para la síntesis de aminoácidos en las plantas, lo que impide su crecimiento. “Su uso se rige por un plan del propietario del proyecto, tal y como se indica en la documentación pública, en el que se establecen medidas de seguridad claras que incluyen límites de volumen, protocolos de aplicación específicos y personal cualificado”, comunicó la empresa a través de correo electrónico.

Sin embargo, para el biólogo Jhonatan Quiñones, quien es experto en recursos hidrobiológicos y dirige la fundación Neotropical Cuencas, que está en Vichada; este es un ecosistema con alta presencia de aguas subterráneas que son muy importantes para la biodiversidad y que podrían verse contaminadas con la presencia de componentes clorados o fosforados, como el glifosato.
“Tres de los acuíferos más importantes del país están en esta zona y representan más del 40% de la despensa hídrica de Colombia. Pero también hay que hablar de la contaminación por compuestos fosforados en los peces, que representan el 70% de la proteína consumida por esas comunidades”, advierte Quiñones.
Según un estudio publicado en 2016 sobre la persistencia del glifosato en plantaciones, dependiendo del tipo de este compuesto aplicado en el suelo, puede permanecer entre uno y 280 días. Esto no solo permite suponer un alto riesgo de contaminación en las fuentes acuáticas subterráneas, sino también la probabilidad de contaminación en peces por bioacumulación, lo que puede repercutir en la salud de quienes se alimentan de estas especies.


Más que tóxicos: monocultivos que transforman paisajes y biodiversidad
Un eucaliptal no es un bosque. Es un monocultivo. Y lo más preocupante es que es un monocultivo que está dejando fuertes impactos en los paisajes donde son impuestos. Para el caso de Colombia, Quiñones precisa que “desde los últimos 15.000 años sabemos que esas zonas han sido sabanas. Es decir, desde que hubo poblamiento humano en la zona alta del Vichada sabemos que no había bosques”.
Esto no solo explica la necesidad que tienen estos proyectos de utilizar cada vez más fertilizantes sino también agrotóxicos para modificar las propiedades de las tierras que, históricamente, han albergado otro tipo de vegetación.
En el caso de Paraguay, el monocultivo de eucaliptos ya ocupa más de 300 mil hectáreas con el impulso explícito del Estado, bancos multilaterales y fondos del clima. “Esto se da a partir de su rápido crecimiento y su relativa alta capacidad de captura de dióxido de carbono, por lo que se presenta como una solución verde económicamente atractiva por los mercados de carbono”, a los que el país apunta como prioridad, explica Guillermo Achucarro, ingeniero ambiental e investigador en el área de políticas climáticas y transición energética en Paraguay.
Hernan Alonso es profesor de castellano y guaraní, y es el director de la Escuela Santa Rosa de Lima, que está ubicada justo en frente de las plantaciones de Apepú. Además de los graves riesgos de contaminación que hay sobre los niños, a él también le preocupa el riesgo de incendio de los eucaliptales. “En años anteriores hubo incendios y el humo vino para acá”, dice. Pese a la lluvia que había caído dos días antes de nuestra visita, a lo largo de las plantaciones persistían carteles indicando riesgo “alto” a “muy alto” de incendios.

El Fondo Arbaro, que fue creado en Luxemburgo y ha recibido financiamiento de bancos públicos y privados de Europa, como el Banco de Desarrollo de Países Bajos, reconoce en los informes de los eucaliptales utilizados por Apple que el fuego es un gran riesgo en las plantaciones forestales, como se pudo documentar en otros países como Chile. Pero, en su informe a Verra, afirma que solo afectó entre el 0,6% de los eucaliptos de la Forestal Apepú y “menos del 0,5%” de los eucaliptos de la Forestal San Pedro. De acuerdo a un comentario deslizado sin querer por uno de los autores del informe de esta forestal a Verra, estos datos no se encuentran actualizados.
El riesgo de incendios forestales estuvo agravado por la persistente sequía que Paraguay vivió en los últimos 5 años, lo cual trajo como consecuencia la preocupación por el uso de agua, otro elemento conflictivo en las plantaciones forestales.

Pese a las preocupaciones de la comunidad y el uso de agroquímicos, el gobierno paraguayo de Santiago Peña apuesta de manera decidida a la expansión forestal como parte de su plan de crecimiento económico y de su apuesta por los créditos de carbono como modo de financiamiento climático. El país ya avanzó en una controvertida ley – que no considera consulta previa a comunidades – y un acuerdo bilateral con Singapur bajo reglas del Artículo 6 del Acuerdo de París. El sector de plantaciones forestales apuesta que gracias a esto, el país podría alcanzar 3 millones de hectáreas.