El día que se enteró sobre la visita del presidente a Ancotanga, para inaugurar la planta de energía solar más grande de Bolivia, doña Herminda Mamani se sintió feliz. Tres años antes, con la construcción del proyecto, ya había llegado la ilusión de desarrollo a su pueblo, que se encuentra en el municipio de Caracollo, a 45 kilómetros de distancia de la capital del departamento de Oruro. Por esos días, ella fue feliz, pero ahora siente que va perdiendo la fe.
“Un poco nos han engañado. Nosotros les hemos regalado el terreno. Antes venían, nos hicieron pasar un curso y (decían) les vamos a dar trabajo. Todo nos han engañado”, comenta Herminda.
En un silencio infinito y en soledad, Herminda pastea a sus ovejas. De rato en rato, alza la cabeza y observa la instalación de la Planta Solar Fotovoltaica de Oruro que está a tres minutos de caminata. Su infraestructura no puede pasar desapercibida a simple vista y se impone en medio de la inmensa pampa del altiplano orureño. Como espejos frente al sol, los miles de paneles solares obligan a los ocasionales visitantes a pestañar.
“No tenemos posta de salud, no tenemos coliseo, no tenemos nada”, lamenta Herminda.
Ambos proyectos forman parte de las promesas que hicieron las autoridades de turno a cambio de que la comunidad cediera el terreno donde se erigió la infraestructura de la planta. Estos aún no se han materializado hasta.
Otra de las promesas es la dotación de puestos de trabajo en la planta y según los comunarios este compromiso no se cumple en su cabalidad. Lo que sí se concretó fue la instalación de un granero o almacén de quinua.
Una lucha contra la desilusión
Las máximas autoridades originarias de Ancotanga también sienten el sabor amargo de la desilusión, pero no pierden la fe. Siguen tocando puertas y buscan una conciliación para que el Gobierno cumpla todas sus promesas.
“El único objetivo de la comunidad es que (la planta) nos dé trabajo”, explica Víctor Mamani, secretario general agrario de Ancotanga.
Recuerda que el punto más importante del convenio que se suscribió entre las autoridades y los comunarios para ceder las tierras era el de dar un puesto laboral a los vecinos de Ancotanga.
“Nosotros no hemos vendido (las tierras), no hemos (recibido) un resarcimiento, económicamente (no nos dieron) nada”, aclara y explica que los terrenos se entregaron “gratuitamente”, mediante la Gobernación, en 2017.
¿Cómo va el convenio? Mamani responde que el avance es un “poco difícil”.
“No nos quieren contratar, eso ocurre. Estamos en conversaciones, tenemos un acuerdo, nos tienen que tomar en cuenta para el trabajo”, dice.
Los comunarios no conocen las razones específicas sobre por qué la Empresa Nacional de Electricidad (Ende), que es la que está a cargo de la planta, no quiere darles un puesto laboral.
Este medio se comunicó con Ende para conocer la contraparte a través de llamadas telefónicas y mensajes en sus plataformas virtuales, pero hasta el cierre de edición no se tuvo respuesta.
En la actualidad, al menos 15 comunarios de Ancotanga trabajan en la Planta Solar Fotovoltaica y están entre el personal que se encarga de la seguridad y la limpieza de los paneles solares, entre otros puestos de bajo rango, según las autoridades originarias.
Mamani explica que hay otros ítems, pero en esos cargos están designadas personas que no son oriundas del lugar.
“Estamos exigiendo que nos tomen en cuenta, pero no quieren o quieren que les reclamemos fuerte”, expresa y asegura que el principal argumento con el que les responden es que se debe cumplir la ley.
Las autoridades originarias recuerdan que antes de la construcción del proyecto, tanto autoridades estatales como inversores visitaron la comunidad y socializaron las características de la obra. Les prometieron que las fuentes laborales que generaría la planta se las darían a los vecinos del lugar.
Sin embargo, nunca les informaron que para acceder a trabajos en puestos técnicos o manuales debían presentarse a una convocatoria, lo que, en muchos casos, evita que se concrete la promesa.
Los pobladores de Ancotanga son conscientes que para acceder a los puestos de trabajo en la planta deben estar preparados y explican que siempre han estado abiertos a aprender todo lo requerido.
“A un principio nos han dicho que se va a capacitar. Estamos exigiendo que nos capaciten, pero no se está cumpliendo”, asevera Mamani y asegura que incluso tienen documentos que respaldan esas promesas.
Rubén Mamani, jilaja o la máxima autoridad originaria de Ancotanga, afirma que el pueblo cuenta con profesionales que tienen la capacidad para operar la planta. “En la comunidad tenemos ingenieros (electrónicos) que pueden trabajar. Estamos luchando para conseguir eso (los puestos de trabajo)”, dice. “Seguiremos insistiendo para que uno de la comunidad se beneficie y entre a trabajar a la planta”, agrega.
Una clave para la instalación de obras para generar energías renovables o limpias —tal es el caso de la planta de Ancotanga— es la aplicación de una transición justa, que “significa hacer que la economía sea lo más justa e inclusiva posible para todos los interesados, creando oportunidades de trabajo decente y sin dejar a nadie atrás”, según un reporte de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
“En la comunidad tenemos ingenieros (electrónicos) que pueden trabajar. Estamos luchando para conseguir eso (los puestos de trabajo)”, dice. “Seguiremos insistiendo para que uno de la comunidad se beneficie y entre a trabajar a la planta”, dice Rubén Mamani, autoridad originaria de Ancotanga.
¿Y la electricidad para la comunidad?
Pese a albergar la planta de energía solar más grande de Bolivia, Ancotanga tiene problemas para acceder a este servicio básico. Recibe luz de Eucaliptos, otra comunidad orureña, donde se produce energía convencional. En muchas ocasiones, la electricidad se corta. Según los vecinos, cuando se registra una pequeña lluvia o un fuerte viento, el pueblo se queda en la oscuridad.
Y precisamente una de las promesas en torno a la edificación de la planta era la de dotar de luz a Ancotanga. “Nos dijeron que tendríamos luz gratis, pero eso se ha hecho algo difícil”, reprocha Víctor Mamani y asegura que incluso se abrieron a la posibilidad de pagar una tarifa mínima, pero ese tema aún está pendiente.
El pueblo insistió en utilizar la electricidad que ya genera la Planta Solar Fotovoltaica, pero la respuesta que les dieron fue que se necesita construir un pequeño transportador o una estación para distribuir este servicio y que eso cuesta dinero.
La planta
Desde la entrada a Ancotanga se puede observar los miles de paneles solares que están acomodados con precisión por filas. Es pasado el mediodía, el sol brilla fuerte y el viento sopla sin tregua. La instalación está circundada por una red de alambre y en la puerta de entrada, dos guardias de seguridad —que son oriundos de la comunidad— cuidan recelosamente el ingreso o la salida de las personas. Nadie puede entrar sin autorización. Sólo se permite el paso de los funcionarios que trabajan en la planta.
La Planta Solar Fotovoltaica de Oruro se construyó sobre 208 hectáreas en Ancotanga. En total se instalaron 300 mil paneles tipo policristalino, con capacidad de 330 vatios (W), cada uno, y cuenta con 19 inversores, según una publicación de Ende.
El ingeniero Pedro Jaldín, supervisor de mantenimiento de la Planta Solar Fotovoltaica de Ancotanga, dice que los paneles solares están conectados en serie, como ocurre con las pilas que se ponen a un control de televisión. La energía se canaliza mediante cables en unas cajas blancas que luego llegan a unos equipos que se denominan inversores.
La energía en la planta de Antocanga se genera de sol a sol (5:00 a 17:00), explica Jaldín. Para operar y hacer el mantenimiento del sitio, el personal cumple de forma estricta un cronograma.
En la sala de control, dos técnicos están sentados frente a computadoras y vigilan rigurosamente cada detalle o dato que reporta el sistema. Ahí realizan un monitoreo en tiempo real desde lo más general hasta lo particular. También los equipos guardan todos los datos que sirven para hacer las estadísticas.
“Con este sistema podemos ver el funcionamiento de todos los inversores en tiempo real (…). Nos dan varios datos como la potencia de generación de los inversores, datos meteorológicos, prácticamente todo de la planta”, explica el ingeniero Óscar Flores, uno de los técnicos de la sala de control.
En septiembre de 2019, el exvicepresidente Álvaro García Linera inauguró la primera fase de la obra. “Estamos entregando esta planta, es un mar de paneles solares (…)”, declaró.
Casi dos años después, el 10 de febrero de 2021, el presidente Luis Arce Catacora visitó Ancotanga para inaugurar la fase dos de la Planta Solar que sumó la producción de 50 MW. De esa manera, la capacidad de generación de la infraestructura se elevó a 100 MW, los cuales se inyectan al Sistema Interconectado Nacional (SIN), según un reporte de Ende.
Esto significa que esa energía llega a La Paz, Cochabamba, Santa Cruz, Oruro, Chuquisaca y Potos, que son los departamentos que el SIN abastece de electricidad, de acuerdo con la Ley de Electricidad 1604.
En esa ocasión, el presidente Arce anunció que con la entrega de la fase dos de la Planta de energía solar se garantiza energía limpia para el desarrollo de Oruro y se contribuye, además, al desplazamiento del consumo de gas natural en la generación de electricidad.
En ese camino, además de la infraestructura orureña, Bolivia ya instaló plantas en Cobija (Pando), que genera 5 MW; en Yunchará (Tarija), que tiene una producción de 5%MW; y Uyuni (Potosí), que genera 60 MW. También se habilitaron otras de menor potencia en Remanso y El Sena, según un informe de Ende.
Oruro y los pasos a la producción de energía limpia
Con la instalación de la Planta Solar Fotovoltaica en Ancotanga, la más grande de Bolivia, Oruro dio los primeros pasos para convertirse en una potencia en la producción de energía limpia.
Este departamento es, además, pionero en la aprobación de una ley para declarar interés estratégico y prioridad departamental la implementación de políticas, planes, programas y proyectos de generación de energía solar y energía verde y renovables. En la norma se determina la designación de un presupuesto anual para realizar programas y proyectos.
Además, las autoridades departamentales ya comenzaron la socialización del proyecto del Valle del Hidrógeno Verde en Oruro. Uno de los más recientes encuentros se realizó el 2 de julio en la comunidad Belén.
El director de la carrera de Ingeniería Química, Petroquímica, Ambiental, Alimentos y Biotecnología de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Jorge Vásquez, explica que el departamento orureño tiene todo el potencial para la generación de energía limpia y la producción de hidrógeno verde.
Según el especialista, el altiplano orureño tiene uno de los mayores niveles de radiación después del desierto de Atacama, de Chile.
“Poner paneles fotovoltaicos (en ese lugar) es una maravilla, porque tendremos una buena cantidad de energía”, dice Vásquez.
Agrega que algunas zonas son bastante ventosas y por eso son ideales para instalar torres eólicas y hélices para producir energía. La generación de este recurso es ideal para garantizar el funcionamiento de la planta de hidrógeno verde.
No es ninguna casualidad que se tenga previsto construir la planta de hidrógeno verde en Sillota Belén, comunidad vecina de Ancotanga. Algunos comunarios dicen que este proyecto se alzará en tierras que comparten los dos pueblos. Y pese a la desilusión por las promesas incumplidas en los ancotangueños pesa más el sueño de convertir a Oruro en una potencia de la generación de energía limpia. “Todo queremos”, comenta doña Herminda.