Al suroriente de Bogotá, en la localidad de Ciudad Bolívar, se encuentra Doña Juana, el relleno sanitario más grande de Colombia. En agosto de 2023, la Procuraduría General de la Nación hizo un llamado al Gobierno Distrital de la ciudad a buscar alternativas para la gestión de residuos, pues la licencia ambiental vencerá en 2025. Sin embargo, hasta la fecha no se conoce un plan claro que permita dar cierre a este modelo que ha generado múltiples problemas ambientales en su zona de influencia. Mientras tanto, emprendedores y organizaciones de la sociedad civil buscan alternativas que lleven a la ciudadanía a hacerse responsable de sus propios residuos.
En 2023, los bogotanos enviaron alrededor de 2.2 millones de toneladas de residuos a este relleno que, en suma, pesan lo mismo que 54.000 buses del transporte público de la ciudad, según las estimaciones del último informe de Greenpeace Colombia sobre emisiones y captura de metano del relleno sanitario de Doña Juana.
El informe también reveló que Doña Juana libera cantidades preocupantes de metano a la atmósfera, las cuales han aportado al aumento del calentamiento global y han provocado la formación de ozono troposférico, un contaminante que puede generar graves efectos para la salud. Según las estimaciones de Greenpeace, el metano emitido por Doña Juana ha contribuido a la muerte prematura de al menos 1074 personas en todo el mundo desde 1988, año en el que el relleno empezó a funcionar.
Cada vez que un bogotano entrega sus residuos al sistema de recolección y transporte, estos llegan a Doña Juana, donde son enterrados y terminan generando contaminación ambiental, gases de efecto invernadero, malos olores y enfermedades a las comunidades cercanas. Este es el caso de los habitantes de Usme y Ciudad Bolívar quienes, además, conforman la población con mayor pobreza monetaria de la ciudad, según datos de la Secretaría Distrital de Planeación.
En el año 2015, Luz Mary Rodríguez, una joven de 28 años habitante de la vereda Mochuelo Alto (localidad de Ciudad Bolívar), murió tras comer una manzana infectada por la saliva de un roedor, presuntamente proveniente del relleno sanitario. Como este, existen muchos casos y denuncias por brotes en la piel, enfermedades respiratorias, presencia de plagas y malos olores que están relacionados con la exposición permanente de las comunidades al relleno de Doña Juana.
Los residuos más problemáticos para la salud y el ambiente son los orgánicos, es decir, cáscaras de frutas, verduras, sobras de comida, hierbas, hojas y vegetales, entre otros. Al realizar una inadecuada disposición final de los residuos orgánicos, estos se descomponen y generan malos olores, gases de efecto invernadero (como el metano), lixiviados y proliferación de plagas como moscas y ratas.
Para mitigar parte de estos impactos, el Distrito Capital abrió una licitación internacional en el 2007 con el objetivo de encontrar una empresa que se encargara del tratamiento y aprovechamiento del metano proveniente del relleno sanitario, aplicando el Mecanismo de Desarrollo Limpio del protocolo de Kyoto, un instrumento internacional que promueve la reducción de gases de efecto invernadero (GEI).
La empresa Biogás Colombia fue la designada para esta tarea. A través de la captura y destrucción térmica del metano que emite el relleno sanitario, han logrado certificar “un gran total de 7.598.261 T equivalentes de CO2 que dejaron de emitirse a la atmósfera”. Este proceso les permite vender bonos de carbono en el mercado internacional. “Nuestro principal comprador es el gobierno noruego. El 24% de los recursos que obtenemos de estos bonos son entregados al Distrito para que se inviertan en proyectos sociales y ambientales que beneficien a las comunidades aledañas al relleno”, explica Helmuth Gallego, presidente de Biogás Colombia.
A partir de 2016, Biogás Colombia decidió iniciar una nueva línea de negocio enfocada en la generación de energía eléctrica para el sistema interconectado nacional. El biogás (producto de la descomposición de los residuos orgánicos) es capturado a través de una red de colectores instalados en el relleno. Posteriormente, se realiza una quema controlada a más de 900 grados centígrados para destruir el metano e impedir que llegue a la atmósfera. Para retirar los contaminantes, el biogás también pasa por un proceso de limpieza y, finalmente, llega a los motogeneradores para producir energía eléctrica.
“Desde que Biogás está operando en el relleno, se han reducido los malos olores y estamos generando energía limpia a través de una fuente no convencional, como es el gas metano que emiten los residuos de la ciudad”, dice Gallego.
Actualmente, la empresa se ha posicionado como un referente en el uso de energías alternativas y fuentes no convencionales. Sin embargo, su experiencia en el sector no la ha librado de enfrentar diferentes retos y escepticismos sobre su modelo de negocio; Gallego sostiene que la normatividad jurídica del país desfavorece a las pequeñas empresas y que no hay voluntad política para acoger propuestas alternativas para la gestión de residuos en la ciudad, pues muchas autoridades desconocen las nuevas tendencias y las descartan.
La falta de financiación para las tecnologías enfocadas en las energías no convencionales para el aprovechamiento de residuos también se ha presentado como un obstáculo para el sostenimiento de la compañía: “no existen recursos del Estado destinados a la optimización de la gestión de los residuos; ese dinero lo pagan los ciudadanos a través de la tarifa de aseo que llega a sus recibos de servicios públicos”, dice Gallego.
Los desafíos del posible cierre
En agosto de 2023 la Procuraduría General de la Nación advirtió que Doña Juana solo podrá funcionar hasta el 2025, pues esta es la fecha en la que se cumple el tiempo de vida útil estipulado por las autoridades ambientales para el funcionamiento de la infraestructura del relleno. Durante la mesa de trabajo convocada por la entidad, el Ministerio Público advirtió que “se desconoce el plan de trabajo hasta julio de 2025, fecha en la que supuestamente el relleno dejaría de estar disponible para cubrir el derecho a saneamiento básico de los bogotanos”.
La Procuraduría también expresó su preocupación por los reiterados incumplimientos a los indicadores de seguimiento de la licencia ambiental y los parámetros de vertimiento pues, de los 30 indicadores establecidos, 17 han sido incumplidos.
Gallego afirma que el cierre del relleno no tendría un efecto inmediato sobre las operaciones de Biogás, pues podrían extraer metano por hasta 12 años más después del cierre.
El Distrito expresó que buscará presentar una solicitud de modificación de la licencia ambiental para disponer una nueva área que les permita gestionar los residuos a través del relleno por, al menos, 5 años más. El presidente de Biogás afirma que, lo más probable, es que se busque la continuidad del modelo de relleno: “Cambiar el modelo de manejo de residuos de la capital le costaría al Distrito lo mismo que construir un metro pequeño para la ciudad”.
Gallego también explicó que el Distrito busca instalar plantas de compostaje de residuos orgánicos en diferentes puntos de la ciudad, pero manifiesta que no está muy claro el manejo que se le dará a estos lugares y que, de no realizarse una buena gestión, la propuesta podría generar afectaciones similares a las de Doña Juana en otras localidades de la ciudad.
Actualmente, la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (UAESP) está realizando la actualización del Plan de Gestión Integral de Residuos Sólidos (PGIRS), donde efectivamente se encuentra la propuesta de construir plantas de compostaje en ‘sitios estratégicos’ de la ciudad, donde se realice el tratamiento in situ de los residuos orgánicos. Según el documento citado anteriormente, este modelo promovería un tratamiento diferenciado para los residuos orgánicos (que representan el 50% de los residuos que llegan a Doña Juana) y reduciría las distancias de transporte, lo que generaría mayor rentabilidad.
A través del Plan de Ordenamiento Territorial Bogotá Reverdece, la hoja de ruta que seguirá la ciudad hasta el 2035, el Distrito también busca establecer un ambicioso plan de manejo de basuras, basado en la economía circular. En el documento, se habla de la creación del Parque de Innovación Doña Juana, que contará con tecnologías para el aprovechamiento de los residuos; la implementación de bodegas especializadas para el reciclaje; la separación y tratamiento de residuos orgánicos desde la fuente y la instalación de estaciones de transferencia de residuos sólidos a lugares de tratamiento y disposición final.
Alternativas al relleno sanitario
A pesar de la incertidumbre alrededor del manejo que se les dará a los residuos de la capital en los próximos años, Gallego insiste en que las tecnologías para una mejor disposición de los residuos ya existen y requieren de voluntad política para su implementación.
Esto lo tiene muy claro Andrés Camargo, profesional en ciencias biológicas y cofundador de la compañía Residua Biocircular que se dedica a la transformación de residuos orgánicos a través de la mosca soldado negro. Este insecto, explica Camargo, tiene la capacidad de transformar los residuos orgánicos en proteína y grasa para la alimentación animal y es un insecto que no transmite ningún tipo de enfermedad. “Nosotros hemos entendido que en la naturaleza no hay residuos. Si vas al bosque, te vas a dar cuenta que el excremento de la vaca es el sustrato donde crece un hongo. Significa que ese hongo está usando eficientemente ese residuo para su crecimiento biológico”, explica Camargo.
Dentro de los principales retos que enfrenta esta compañía se encuentra la construcción de confianza con grandes empresas para que decidan enviar sus residuos orgánicos a esta alternativa de transformación: “Lamentablemente, la solución más inmediata es el relleno sanitario y es ilógico porque pagas para que entierren tus residuos y eso genera grandes afectaciones ambientales, mientras que en una alternativa circular, reduces emisiones de metano, cuidas el medio ambiente y ganas en reputación”.
Para Camargo, la implementación de alternativas como la suya para la gestión de residuos requiere de tiempo, educación y adaptación, pues está convencido de que el aprovechamiento de los residuos orgánicos es una necesidad cada vez más urgente para empresarios, instituciones públicas y ciudadanía.
Guillermo Silva Pérez es un tecnólogo ambiental colombiano que hace 40 años inventó las Pacas Digestoras, una alternativa innovadora para la gestión de residuos orgánicos que no genera malos olores, no atrae plagas ni roedores y, además, genera sinergia comunitaria, soberanía territorial y encuentro ciudadano.
Una paca digestora es un sistema de prensado en el que se usan residuos de jardín (hojas, ramas, aserrín) como capas para cubrir y prensar los residuos orgánicos al interior de un cajón de madera. Los participantes deben pisar constantemente las capas para que el residuo orgánico quede totalmente cubierto y se fermente de manera natural. Al final del proceso, se retira el cajón para dar como resultado una estructura cuadrada a base de residuos de jardín, que más tarde se transformará en abono natural para la tierra.
Lo ideal, es realizar este proceso en el parque más cercano, pues allí la paca queda conectada con la tierra. “La forma técnica de armarla es en equipo. Cuando una paca queda terminada es un logro de todos”, explica el paquero del barrio Belalcázar de Bogotá, Pablo Jaramillo, para Censat Agua Viva.
Actualmente, las pacas digestoras se han extendido por casi todo el país (especialmente en Medellín y Bogotá) y se han posicionado como una forma de gestión comunitaria de los residuos orgánicos, acercando a la ciudadanía con el olor, textura y utilidad de estos residuos para la naturaleza. Así lo explica la paquera Gloria Andrea Sánchez, quien también hizo parte del proceso de pacas realizado en el barrio Belalcázar de Bogotá.
“Es una forma digna de tratar los residuos y de convivir con ellos. Desde que hacemos pacas, yo saco una pequeña bolsa de los residuos que no se logran aprovechar, es decir, la cantidad de residuos que se evita enviar al relleno es enorme”, asegura Jaramillo. Para Guillermo Silva, las pacas digestoras “descomponen residuos con sanidad y componen comunidades con dignidad”.
Los habitantes de las veredas aledañas a Doña Juana, se manifestaron el pasado mes de agosto contra la continuidad de este modelo nocivo para su salud y para el medio ambiente. Mientras tanto, el informe de Greenpeace advierte que, incluso si el relleno sanitario deja de funcionar en 2024, “se espera que las emisiones residuales de metano provoquen otras 450 muertes en las próximas décadas”.