Para las familias campesinas que habitan la vereda de Ovejeras, ubicada al sur del municipio de Suesca y al norte del de Ubaté, Cundinamarca, el agua es quizá el segundo bien más preciado, después de la leche de sus vacas. De estos dos líquidos vitales beben a diario, y a través de ellos aprendieron a ganarse la vida. “Estas son tierras de vacas lecheras, de cultivos de papa y cebada. Por eso es que aquí todo necesita agua”, dice Hugo Alberto Moya, campesino y tesorero del acueducto veredal Asovejeras, mientras señala a lo lejos, pequeñas casas sobre la montaña, parcelas de tierra sembradas y ganado.
“Nuestro nacimiento de agua se llama Los Cerezos, y se encuentra entre la vereda Ovejeras y El Hatillo, una zona que está dividida solamente por una carretera”, explica Hugo Alberto, con su dedo punteando como una aguja sobre los pastos lejanos, buscando indicar con precisión, el lugar exacto donde nace el agua que abastece a su vereda, al mismo tiempo que narra con orgullo, cómo nació el acueducto de su comunidad.
“Fue construido en 1989 por miembros de la junta de acción comunal, de donde salió la Asociación de suscriptores del acueducto de la vereda Ovejeras, Asovejeras. Uno de los proyectos comunitarios más importantes que tenemos—elaborado con recursos de la comunidad y basares—. La gente se organizó y pasó de un pozo profundo, a tener derecho a un ‘nacedero’ o un punto de agua”, recuerda.
Asovejeras construyó tres tanques de concreto en la parte baja, media y alta de la vereda, para almacenar el agua. Pero, solo después de 27 años de su funcionamiento, el 80% de la comunidad pudo tener acceso al agua. Durante todo ese tiempo, varios hogares estuvieron privados del servicio hídrico, y a aquellos que sí contaban con él, la alegría les duraba entre ocho y diez horas como máximo.
“Sufrían sobre todo los que estaban en la parte alta de la vereda. Primero, porque hasta allá no llegaba completamente la tubería y segundo, porque no teníamos el sistema de bombeo necesario. En 2016 empezamos a hacer las mejoras con la nueva junta que entró a administrar el acueducto”, señala Mario Amortegui, fontanero de Asovejeras, campesino y productor de leche.
“Sufrían sobre todo los que estaban en la parte alta de la vereda. Primero, porque hasta allá no llegaba completamente la tubería y segundo, porque no teníamos el sistema de bombeo necesario” .
El primer desafío fue saldar la deuda de $2.500.000 pesos ($595 dólares) que había adquirido el acueducto por el servicio de energía eléctrica durante los últimos meses, para después cambiar el sistema de bombeo del agua y buscar alternativas de producción de electricidad de manera más barata y accesible.
Reemplazaron su antigua bomba, ya bastante vieja y obsoleta, por una moderna, conocida en el mercado como bomba tipo lapicero sumergible, —por su forma alargada y porque funciona directamente dentro del tanque principal del acueducto—. Diseñada para mover el líquido a gran distancia y en el menor tiempo posible, bajo un sistema de presión y que requiere una menor cantidad de energía para hacerlo.
Dos años después, más o menos a finales de 2018, en medio de una reunión de la Junta de Acción Comunal (JAC) de Ovejeras, una de sus integrantes les contó a todos sus miembros, incluido Hugo Mario, que recientemente había comprado unos paneles solares para su finca, porque le habían dicho que era una buena forma de generar energía limpia, y a muy bajo costo. Idea que no le resultó tan descabellada al tesorero de Asovejeras, porque “si eso trabajaba con sol, pues de ese hay de sobra. Así que le conté a la asociación. Averiguamos, nos asesoramos, e hicimos los análisis de lo que necesitábamos con una empresa dedicada a instalar esos sistemas, y luego lo socializamos con los usuarios”.
Durante esa reunión, la junta del acueducto no solo le explicó a las familias que instalarían 36 panales sobre el lugar donde estaba alojado el primer tanque de agua, también les habló del dinero que dejarían de pagar en el corto plazo, de las bondades que traería para el cuidado del medio ambiente y del tema que ahora está en boga en el país y el mundo, la transición energética. Para después atreverse a pedirles un préstamo para cubrir ese “sueño”, con el compromiso de que el total del dinero les sería devuelto mes a mes, a través de un descuento en el valor total de su recibo del agua.
Soluciones con agua y sol: acueducto para todos
La promesa de generar energía limpia, libre e inagotable, le costó a Asovejeras $43.000.000 de pesos (alrededor de $10.239 dólares), —suma que dividieron entre las 138 familias que en ese momento estaban inscritas—. Cada hogar prestó $270.000 pesos ($65 dólares) para un total de $37.260.000 ($8.872 dólares) valor sobre el que quedaban faltando $5.740.000 ($1.366 dólares) y que terminaron por completar, vendiendo algunos puntos de agua para riego, especialmente a campesinos y empresarios dueños de lotes, dedicados a la siembra de cultivos de papa, pastos, entre otros.
“No cualquiera tiene el dinero para instalar una infraestructura energética como esa. Pero se pueden ver los resultados en el tiempo. A Asovejeras le instalamos un sistema de bombeo Franklin Electric de 7.5 caballos de fuerza, bomba de 45 galones por minuto, con 36 paneles de 345 vatios, con volumen para transportar 50.000 litros por día y una cabeza dinámica de 200 metros por 200 metros de conducción”, detalla Giovanni Ávila, gerente de Teckco, la empresa con la que contrataron el servicio.
Su instalación tardó un poco más de seis meses. Durante ese tiempo estuvieron recogiendo el dinero para pagar los paneles, y la junta, a la par, empezó a buscar otras nuevas formas de optimizar cada vez más el servicio, llegando a la conclusión de que lo mejor sería adquirir, junto al sistema solar, una segunda bomba tipo lapicero, y así acercarse cada vez más a su propósito: mejorar la calidad del servicio y llegar a más familias.
“No cualquiera tiene el dinero para instalar una infraestructura energética como esa. Pero se pueden ver los resultados en el tiempo”.
“Una funciona con energía solar y la otra con energía convencional. Así, una está en uso todo el día con la radiación solar, y la otra solo para los casos de emergencia. Cuando son temporadas de lluvias, y el cielo está bastante cubierto, y en las temporadas de calor, porque la demanda de agua aumenta; entonces necesitamos bombearla más rápido para que la gente almacene y reserve”, detalla Mario.
El montaje de los paneles se realizó en agosto de 2019, aunque su inauguración fue en marzo de 2020. La primera rebaja en el precio de la energía la percibieron al siguiente mes, según estimaciones basadas en el consumo y pago del servicio a la empresa de energía, pasaron de pagar $2.550.000 pesos ($607 dólares) a cancelar en septiembre un recibo por $1.020.660 pesos ($243 dólares), por lo que el valor bajó cerca del 55%, frente al valor inicial. Dos meses después, el ahorro cada vez era más palpable. En diciembre el recibo les llegó por $629.070 ($150 dólares).
Al año siguiente, la tarifa seguía disminuyendo, pues en enero de 2020 el gasto se redujo en más de un 170%. La junta pagó $315.610 ($75 dólares) de energía y en marzo ese valor bajó a la mitad, cancelando $131.340 ($31 dólares), y en total, durante todo ese año, el valor total fue de $4.860.160 ($1.158 usd).
Sin embargo, para el 2021 la cifra se duplicó por cuenta de la emergencia del Covid-19, entonces pagaron $8.834.390 pesos ($2.103 usd), con una pequeña disminución en 2022. Cancelaron $8.584.510 ($2.044 usd). Hasta septiembre del presente año, habían pagado $8.820.080 ($2.100 usd), después de que la bomba solar presentara un daño. Durante casi cuatro meses, movieron el agua únicamente con la bomba convencional, vinculada al sistema nacional de energía.
El ahorro total para esta comunidad fue de unos $4.828 dólares.
El ahorro total para esta comunidad durante los últimos cuatro años, teniendo en cuenta que la instalación del sistema fue en 2019, los percances que tuvieron en los años siguientes, y el valor que estaban pagando en 2018, fue de $20.278.680 pesos ($4.828 dólares) aproximadamente.
“El compromiso fue que se les devolvió cada mes un mínimo de $15.000 ($4 dólares), eran $7.500 ($2 dólares) del cargo fijo que se maneja, más unos metros de consumo. Hay muchas fincas que no tienen consumo, entonces nos demoramos por eso en pagarles. Terminamos entonces en marzo de este año de pagarle a los que faltaban. Pero la gente fue muy comprensiva con eso, no le vieron problema, porque hubo quienes por su bajo consumo, no tuvieron que pagar nada durante varios meses, entonces, terminó siendo un ahorro para ellos”, dice orgullosa Ángela López, auxiliar de facturación en Asovejeras.
El sistema tarifario para los usuarios se mantuvo, pero el dinero que Asovejeras ha ahorrado, dejando de pagar millonarias facturas de energía, está siendo invertido en mejorar la cobertura del acueducto, y hasta hace seis meses le devolvieron el dinero al último usuario que hizo su aporte para comprar los paneles.
“Desde el tanque uno, que es el principal, se envía el agua para los otros dos. Entonces ella entra a cada uno, y después, por medio de la gravedad o un sistema de gravedad, se devuelve, porque los tanques están en zonas altas, con caída, y luego baja hasta las fincas, a través de la tubería”, dice. Además, con la adquisición de estos dos nuevos puntos de almacenamiento, pudieron dar solución al problema de cobertura que tenían, además de la reducción en el gasto de energía.
Hasta 2019, el acueducto tenía 158 usuarios afiliados, entre fincas y lotes con cultivos. En 2020 se vincularon 2 más; para 2021 ingresaron 3; en 2022 fueron 17 y a septiembre de 2023, se han sumado otros tres.
Reservorios de agua para el abastecimiento
Ángela, Hugo Alberto y Mario, como usuarios del acueducto veredal, destacan que su vida y la de sus familias cambió bastante tras “la revolución” del acueducto. La preocupación de que no hubiera agua para las labores del hogar o para darle de beber a los animales y regar los cultivos se disipó, pero no por eso hicieron a un lado las prácticas de sus abuelos: la generación de reservorios de agua, una tradición que se ha ido transmitiendo de generación en generación.
“En mi casa somos cuatro personas, mi mamá, mis hermanos y yo, y nos dedicamos al negocio de las vacas lecheras. No sacamos muchos litros, pero sí los suficientes para el autoconsumo y la venta, pero durante las temporadas de veranos nos veíamos muy afectados. Casi no había agua para darles, le dábamos de los reservorios, pero bajaba en ocasiones la producción de leche. Ahora no tenemos ese problema”, explica Mario. Su casa está ubicada en una de las tantas montañas empinadas que tiene la vereda, cubiertas por verdes pastos, que se hacen más intensos tras varios días de lluvia.
“Yo vivo con mi mamá y unas tías. El agua en la casa, sobre todo la usamos para el consumo nuestro, pero en ocasiones tocaba racionar mucho para tener para la cocina y los baños, y eso estresa bastante. Ahora ya no, tenemos agua las 24 horas del día para utilizarla en lo que se necesite”, dice Ángela. Ella camina todos los días desde su casa hasta la sede central del acueducto, transita una larga carretera que, según la temporada del año, está empolvada o empantanada. Rodeada por cultivos de papa con sus flores blancas y violetas, y vacas lecheras.
“Antes tomábamos el agua de la laguna de Suesca, porque la finca está al frente. Después, cuando fundaron el acueducto, mi papá en esa época compró un punto para el consumo de la casa, y se dejó la otra para darle al ganado. Después dejamos de hacerlo, porque durante los últimos años y por temporadas, la laguna se seca completamente. Ahora les damos agua lluvia que acumulamos en un reservorio, en temporada de invierno, y en verano toca del acueducto”, cuenta Hugo Alberto.
Su casa es de color rosa, con amplios corredores, rodeados por barandas de metal, desde donde se puede contemplar la inmensidad de la laguna de Suesca, ubicada entre los municipios de Suesca y Cucunubá, sobre la Cordillera Central.
La revolución del acueducto comunitario
En 2021, la Alcaldía de Suesca donó $28 millones de pesos ($6.665 dólares) en tuberías para mejorar el paso del agua del tanque que se encontraba en la parte más alta; y mientras los campesinos de la zona apoyaron con su trabajo el proceso de instalación, la junta aplicó al fondo Agua a la Vereda, de la Gobernación de Cundinamarca y Empresas Públicas de Cundinamarca (EPC), convirtiéndose en una de las organizaciones beneficiarias.
Recibieron en enero de 2022, por parte de la administración departamental, la suma de $45 millones de pesos ($11.000 dólares) para la optimización de la red, es decir, más tubería para mejorar la circulación del líquido hasta las viviendas de Ovejeras. Mejoras que la comunidad pudo medir a través de la constancia del servicio en horas por día.
“A mi casa el agua podía llegar entre ocho y diez horas. Después, con las mejoras, tenemos agua las 24 horas del día. Ahora la idea es que el número de litros por segundo sea mayor, para que la gente en temporada de verano pueda almacenar más rápido el agua, ante el racionamiento”, señala Mario.
“Con ese dinero se compraron 240 metros de tubos de PVC, lo que nos ayudó a mejorar la distribución del agua, porque se abrieron 11 nuevos puntos de agua para familias, se redujeron las pérdidas y aumentó la continuidad del servicio”, resalta Ángela, quien no solo recauda el dinero de las facturas del agua, sino que también lleva los informes administrativos.
A la fecha, el acueducto abastece a 177 usuarios, unas 700 personas, entre familias y lotes de cultivos; pero esperan llegar a los 210, la cifra máxima permitida por la Corporación Autónoma Regional (CAR) de Cundinamarca, que es la entidad ambiental regulatoria que le dio permiso a Asovejeras para acceder a una concesión de agua.
Soluciones con sol y leche: ahorro para todos
Luego de que Asovejeras diera un salto de fe, pidiéndoles a sus usuarios sumarse a la posibilidad de que el agua pudiera ser bombeada por energía solar, la voz se corrió en las veredas y municipios vecinos, y en el pueblo de Suesca.
“Empezaron a venir personas de otras partes, por ejemplo, desde Sutatausa —a 47 kilómetros de Suesca—, para preguntarnos cómo lo habíamos hecho. Querían ver lo que se logró y saber de dónde sacamos la plata, ya que ellos tienen una situación parecida en una de sus veredas, pero solo necesitan instalar tres panales”, relata Hugo Alberto.
Además, “no podían creer que todo lo hubiéramos hecho sin pedir préstamos al banco, sin endeudar a la asociación, porque el préstamo se fue pagando solito. Esto es una buena alternativa para estas zonas tan alejadas, en donde se puede llegar a ir la energía hasta dos y tres días”, advierte.
Así que la propuesta no tardó mucho en replicarse. Los primeros en hacerlo fueron los lecheros, a través de la Asociación Lechera y Agropecuaria de Suesca (Asolac), un grupo de 70 ganaderos, entre pequeños y grandes productores de leche, habitantes de las veredas El Hatillo, Ovejeras, Arrayanes, Peña Grande y Agua Clara.
En julio de 2023 instalaron 26 paneles sobre uno de los techos de la planta, donde almacenan y enfrían la leche a diario durante varias horas, antes de ir a entregarla la empresa Colanta, una de las principales distribuidoras y procesadoras de lácteos del país, y su principal cliente desde hace 30 años.
¿Cómo funcionan los sistemas energéticos solares?
Cristian Montañez Prada, ingeniero mecánico y de soporte en energía solar para la multinacional Ap Systems, generadora de sistemas fotovoltaicos para Estados Unidos, América Latina y el Caribe, explica que este tipo de solución energética “está conectada directamente a la red de distribución de energía o Sistema Interconectado Nacimiento (SIN) en Colombia, y solo funciona de esa manera. Entonces el usuario consume lo que generan los paneles directamente y si le sobra, pues lo inyecta a la red. Así que al estar conectado al sistema de energía que conocemos, pues se las vende, y eso al mes significa un ahorro en la factura”.
Montañez también aclara que el estilo que adoptó Asolac no es el único que existe. “Hay tres tipos: instalaciones fotovoltaicas aisladas del sistema eléctrico, las instalaciones que están conectadas al sistema, pero no dependen de él, como es el caso de la asociación de lecheros de Suesca, y aquellas que están instaladas a partir del uso de baterías al sistema eléctrico, como Asovejeras”.
“Nosotros instalamos este tipo de paneles porque necesitamos energía 24/7 para mantener la leche que almacenamos en la planta a 4 grados todo el tiempo. No nos podemos exponer a ningún bajón de energía durante el día, porque se nos puede dañar y eso son pérdidas. Las fincas producen entre 700 y 800 litros diarios”, menciona Alejandra Gómez, auxiliar administrativa de Asolac.
Este tipo de solución energética “está conectada directamente a la red de distribución de energía o Sistema Interconectado Nacimiento (SIN) en Colombia, y solo funciona de esa manera. Entonces el usuario consume lo que generan los paneles directamente y si le sobra, pues lo inyecta a la red. Así que al estar conectado al sistema de energía que conocemos, pues se las vende, y eso al mes significa un ahorro en la factura”.
En cálculos sencillos y coloquiales, Asolac toma el 60% de la energía que genera el sistema fotovoltaico y el otro 40% de la red. Hasta diciembre de 2022, la asociación pagaba recibos de hasta $2.800.000 pesos ($675 dólares). En junio, un par de días antes a que instalaran los paneles, su recibo llegó por $2.214.380 ($527 dólares), pero al siguiente mes, la tarifa había bajado casi la mitad, pagando $1.497.020 ($356 dólares). Por lo cual, la asociación ya empezó a percibir el ahorro en su factura de la energía.
Para el caso de Asovejeras, a diferencia de la asociación de lecheros, su sistema “es autónomo, no tiene ninguna relación con el operador de red. En el caso de Asolac, si se va la energía de la red por un corte, así haga un sol hermoso de primero de enero, se apaga el sistema solar y se pierde la referencia de la red, mientras que el acueducto no tiene ese problema, pero hay intermitencias en la energía que da, y ese es uno de los puntos con los que tendrán que lidiar los fabricadores. Una nube, y baja la radiación solar”, reconoce Ávila.
¿A dónde irá el ahorro de Asolac?
“El proyecto tiene como finalidad que los recursos que nosotros dejemos de pagarle a la empresa de energía de Cundinamarca, van a ser destinados a un fondo para que los productores, a largo plazo, puedan tener en sus fincas un aparato que funcione con energía solar”, compartió Alejandra, como la persona encargada de llevar estos registros en Asolac.
Así que entregaron a todos sus asociados, una encuesta en la que podían mencionar qué herramienta les gustaría recibir, para optimizar su trabajo. La mayoría contestó estar interesados en los equipos de ordeño o las cercas eléctricas para optimizar sus procesos en el manejo del ganado, insumos que podría llegar a recibir al cabo de 10 años, si consiguen percibir el ahorro en el servicio de energía.
Para el ingeniero Montañez, algunos de los retos que tiene todo este proceso de transición energética radican en los altos costos que tienen estos sistemas, tanto para las comunidades que no están vinculadas al sistema interconectado, como a las que sí lo están. En su mayoría, sino en todos los casos, los paneles son importados, y por consiguiente, “pensar en la posibilidad de tener algo como esto puede ser casi remota. Ahora, a lo mejor la solución se pueda dar a través del apoyo gubernamental. Pero eso ya dependerá de las voluntades políticas”, dice.
“Pensar en la posibilidad de tener algo como esto puede ser casi remota. Ahora, a lo mejor la solución se pueda dar a través del apoyo gubernamental. Pero eso ya dependerá de las voluntades políticas”.
Para Ávila, fundador de Teckco y quien se ha dedicado a instalar soluciones energéticas limpias en distintas regiones del país, especialmente en zonas rurales, considera que los desafíos de proyectos como el de Asovejeras, además de los altos costos que esto pueda tener, están en “la intermitencia, y eso es clave, porque eso no nos ayuda del todo en el proceso de transición energética. Mientras estén esas fallas, vamos a tener que utilizar combustibles fósiles para seguir logrando la misma eficiencia”, concluyó.
Asovejeras en casi cuatro años ha conseguido bajar los costos en su consumo de energía eléctrica en un 58%, con un ahorro aproximado de $20.278.680 de pesos ($4.828 usd), en relación con el valor anual total que pagan en 2018 de $12.232.040 ($2.912 usd), mientras Asolac apenas está empezando a reconocer el ahorro en su factura de energía.