El pasado 12 de septiembre, el presidente Gabriel Boric encabezó el lanzamiento del nuevo plan climático de Chile con dos anclas principales: un tope absoluto de emisiones de 90 millones de toneladas de CO₂ equivalente (MtCO₂e) en 2035 y un presupuesto acumulado de 480 MtCO₂e para 2031–2035.
Bajo el Acuerdo de París, cada país debe presentar periódicamente su Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC): es el plan que fija metas y rutas para reducir emisiones, adaptarse a los impactos y definir cómo se medirá y financiará esa acción. La regla del juego es que cada actualización represente “la mayor ambición posible” y muestre progresión respecto de la anterior. La idea es tener un solo documento que permita dar seguimiento público a los compromisos y “ordenar” al Estado, empresas y ciudades hacia el mismo norte.
El plazo para entregar la nueva ronda de NDCs ya pasó, y al momento son solo 47 países los que la han entregado, que representan apenas el 25% de las emisiones globales de CO₂. Aunque dicho porcentaje aumentará tras el anuncio de China de su nuevo compromiso climático durante la Asamblea General de Naciones Unidas.

Las NDC tienen una temporalidad definida. En esta ocasión, abarca el periodo 2025–2035. La anterior cubría 2020–2030. El principio rector es reflejar una progresión en la ambición climática de cada país.
Chile cuenta con una Ley Marco de Cambio Climático, donde se establece una obligación legal de que el país debe ser carbono neutral a 2050. “La ventaja que tiene Chile en relación a muchos países es que en otros lugares su compromiso de cambio climático es básicamente la NDC y termina ahí. El caso de Chile es más desafiante porque, por un lado, tenemos una obligación legal nacional que la Ley Marco, que nos dice como mensaje principal ‘tenemos que ser carbono neutrales y tenemos que ser resilientes’ y eso es una meta. Tenemos que hacer que toda la orgánica del país se oriente hacia ese objetivo. La NDC nos establece una visión a diez años que dice: vamos a poner las metas del país”, explica el jefe de la oficina de Cambio Climático del Ministerio de Medio Ambiente de Chile, Andrés Pica.
“Con este plan, Chile no solo está avanzando en su ambición climática, sino que está estableciendo una hoja de ruta económica para el crecimiento, el empleo, una energía más segura y asequible, y una economía y sociedad chilenas más resilientes”, aseguró Simon Stiell, el secretario ejecutivo de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Entre los grandes titulares del plan, destaca que el peak de emisiones de transporte debe ser a más tardar en 2030, que al menos el 80% de la generación eléctrica en 2030 sea a partir de fuentes renovables y metas específicas de reducción de emisiones de metano.
¿Es suficiente para lograr los 1,5°?
Cuando hablamos de un calentamiento global de 1,5°C frente a 2°C, se trata de dos escenarios de riesgo muy distintos. A 1,5°C hay menos olas de calor extremas, menos lluvias torrenciales e incendios, y menor pérdida de ecosistemas clave; a 2°C, esos impactos se intensifican y más personas quedan expuestas, con costos mucho mayores en salud, infraestructura y economía. Llegar a 1,5°C exige un peak de emisiones y descensos rápidos durante esta década, más neutralidad de CO₂ hacia 2050.
En ese marco, la NDC 2025 de Chile mantiene el límite de 95 MtCO₂e en 2030 (heredado de la NDC de 2020) y agrega dos señales para el quinquenio siguiente: un presupuesto de emisiones de 480 MtCO₂e para 2031–2035 y un tope absoluto de 90 MtCO₂e en 2035.
Antes de la versión final, el Gobierno sometió a consulta pública un borrador con 490 MtCO₂e de presupuesto 2031–2035 y 91 MtCO₂e como tope 2035, manteniendo los 95 Mt de 2030. Ese borrador recibió críticas: FIMA lo describió como “a medio camino”, por la sincronía con planes sectoriales, dudas de financiamiento y una ambición de metano considerada baja. Por otro lado, Climate Action Tracker (CAT) lo calificó como “Insufficient” para una senda de 1,5°C, porque la reducción post-2030 era demasiado lenta y recomendó 80 MtCO₂e en 2030 y 60 MtCO₂e en 2035.
Transporte: el nuevo cuello de botella

La NDC pone al transporte como termómetro del éxito climático de la próxima década. La tarea está en dos tiempos: llegar al peak de emisiones en 2030 y, desde 2031, bajar todos los años. La lógica la explica Andrés Pica: “Si bien hemos reducido mucho las emisiones de la generación eléctrica, en el sector transporte han ido aumentando las emisiones. Entonces, lo que planteamos hoy es potenciar la electromovilidad como una cosa más amplia para la ciudadanía, modos de transporte más sostenibles, pensando en bicicleta y también pensando en lo que es el transporte marino y aéreo para que también utilicen combustible más sostenible. Con toda esa visión buscamos revertir esta tendencia en 2030 para que empecemos a reducir las emisiones”.
El texto amarra fechas clave para el sector: actualización del Combustible de Aviación Sostenible (SAF) en 2027, actualización de la Estrategia de Movilidad Sostenible en 2028 y una hoja de ruta en 2028 para combustibles renovables en carga terrestre, marítima y ferroviaria.
La Ley Marco de Cambio Climático exige que cada sector (Energía, Transporte, etc) y comuna tengan un Plan de Acción frente al cambio climático. “Si bien los planes de acción nos dicen qué es lo que tenemos que hacer, por ejemplo, el plan de transporte dice que necesitamos buses eléctricos. Para lograrlo, necesitamos capacidades para hacer la mantención de los buses eléctricos, si no no van a funcionar, necesitamos tecnología, porque si no tenemos dónde cargarlos, no van a funcionar y necesitamos financiamiento para que todo ocurra. La estrategia de implementación busca hacerse cargo de acelerar la acción climática poniendo las capacidades, el financiamiento y la tecnología que necesitamos para hacer la transformación”, explica Pica.
En el sector eléctrico, la idea es tener un 80% de generación renovable en 2030. En julio de 2025, Chile tuvo un 55% de generación eléctrica de parte de fuentes renovables, de las cuales 45% fueron solar y eólica. A su vez, la NDC mantuvo la mención al Plan de Descarbonización de tener cerradas todas las termoeléctricas a carbón para 2040.
Bosques e incendios: el sumidero clave
Los bosques son uno de los principales aliados de Chile para mitigar el cambio climático: capturan y almacenan carbono y, bien gestionados, ayudan a amortiguar sequías e incendios. Por eso están en el corazón de la carbono-neutralidad comprometida para 2050: la Estrategia Climática de Largo Plazo estima que, a mediados de siglo, los bosques deben capturar 65 millones de toneladas de CO₂e para que la cuenta nacional cierre.
Ese objetivo hoy está bajo presión. La severidad y frecuencia de los incendios ha aumentado, y con ello el riesgo de perder, en semanas, el carbono acumulado durante décadas. El Reporte Bienal de Transparencia de 2024 registra saltos de emisiones asociados a incendios en 1998, 2002, 2008, 2015, 2017, 2019, 2020 y 2022. En 2017, los megaincendios arrasaron cerca de 570 mil hectáreas y Chile marcó su máximo balance de GEI (121.617 kt de CO₂e): ese año los bosques emitieron más de lo que capturaron. En 2023, según un reporte del Instituto Forestal adquirido por Ley de Transparencia, ardieron más de 400 mil hectáreas y los bosques apenas lograron absorber 2.500 kt de CO₂e, el segundo peor resultado neto del país tras 2017.
Frente a esta realidad, la NDC 2025 intenta corregir el curso. Pica reconoce los vacíos del diseño anterior: “La NDC vigente [2020] tenía una contribución de reducir la degradación, pero no quedaba muy claro cuáles eran las acciones que nos van a permitir cumplir con esa reducción de la degradación. Y lo que estamos viendo es que estábamos caminando en la dirección contraria. No estaban reduciéndose los incendios forestales o la degradación, están aumentando, y en ese sentido ahora se agregan como sus contribuciones en esa materia que buscan garantizar la reducción de los incendios forestales y para eso se elaboran elementos que ponen énfasis en la prevención de los incendios”.
La actualización incorpora nuevas contribuciones específicas para reducir incendios y degradación, con foco en prevención, preparación comunitaria y ordenamiento del paisaje. La lógica es de gestión de riesgo, según explica Pica: “Tenemos que hacer los diagnósticos adecuados, saber que el riesgo es mayor y hacer las acciones que reduzcan ese riesgo. No es que los incendios van a ser cero, pero el tema es cuánto se propaga ese incendio. Es distinto un incendio que queda acotado a una o dos hectáreas a un incendio que afecta 100.000 hectáreas. Entonces, ese es el camino que tenemos que tomar y por eso no es caer en la desesperanza. Podemos hacer acciones que reducen el riesgo. Tenemos que identificarla y tenemos que implementarla”.
La NDC mantiene el foco anterior de forestación a través de bosque nativo y de plantaciones exóticas de pinos y eucaliptos. Estos últimos capturan carbono al crecer, pero acumulan combustible y pueden liberarlo al cosechar o quemarse. Para Pica, es compatible la meta de almacenar carbono y promover una actividad productiva: “Nosotros sí tenemos que ser capaces de hacer las dos cosas a la vez, ser capaces de conservar las áreas, pero también hay que mantener una energía productiva, una lógica productiva que sea sostenible. Entonces necesitamos que se capture carbono porque seguimos utilizando madera, seguimos utilizando papel y ese material lo seguimos requiriendo”.
El informe del INFOR, así como el Informe Bienal de Transparencia, reconocen que las metas de forestación y manejo de bosque nativo comprometidas por Chile en su NDC 2020 presentan avances muy bajos y están lejos de la escala necesaria para cumplir la meta. El mayor progreso se observa en la superficie manejada de bosque nativo, que alcanza un 23% de avance. Le siguen la absorción alcanzada por dicha superficie (7,7%), la superficie forestada (6,3%) y la absorción asociada a plantaciones (3,5%). Estas cifras corresponden al periodo 2020–2023, lo que muestra una brecha importante considerando que las metas deben cumplirse en 2030.

Acuerdos con Suiza y Singapur para los mercados de carbono
El Artículo 6 del Acuerdo de París establece las bases para el comercio internacional de créditos de carbono. Dentro de él, el 6.2 regula los intercambios bilaterales entre países, mientras que el 6.4 crea un mercado global bajo supervisión de la ONU.
El sistema bilateral del Artículo 6.2 permite a los países firmar acuerdos de compraventa de emisiones, siempre que eviten la doble contabilidad y garanticen transparencia. En la COP29 de Bakú, celebrada en noviembre de 2024, se aprobaron las metodologías clave para activar el mecanismo centralizado del Artículo 6.4, que crea por primera vez un mercado de carbono regulado por la ONU, con reglas comunes, estándares de calidad y un órgano de supervisión propio.
Según explica el jefe de la oficina de Cambio Climático del Ministerio de Medio Ambiente , Chile lanzará antes de fin de año su estrategia de mercados de carbono, donde se especificarán los sectores y tipos de proyectos que al país le parecen relevantes de ejecutar bajo el Artículo 6, y los que no, “para dar esa señal clara al mercado”, explica. “Por ejemplo, si hablamos de electromovilidad, nosotros tenemos súper claro que el transporte público es política de Estado. Hemos avanzado en eso. Si un privado quiere hacer su flota eléctrica, eso sí podría ser parte. En qué condiciones podría ser comercializada afuera y en qué proporción, es algo que tenemos que definir, pero la idea es que la estrategia entregue esos lineamientos”, afirma Pica.
El país ya tiene acuerdos bilaterales de implementación del Artículo 6 con Suiza y Singapur.