Era una tarde soleada y calurosa en la playa Metalío. El mar estaba agitado ese domingo 12 de mayo de 2024. Así lo demostraban las imponentes olas que llegaban a la costa del cantón Metalío, una comunidad ubicada en el distrito de Acajutla, del municipio de Sonsonate Oeste, a una hora y media de camino de San Salvador Centro, la capital de El Salvador.
En la orilla de la playa se encontraba encallada “Perlita”, una embarcación de color blanco y turquesa, propiedad de Blanca Nohemy Meléndez García, una pescadora de 34 años de edad, de piel trigueña y estatura alta. Esa tarde, bajo el intenso calor costero, ella junto a su esposo Juan Antonio Alas, y su hermano, José Mélendez, estaban preparándose para ir al mar: subiendo las redes, instalando el motor en el bote, limpiando la hielera y alistando la carnada para los peces.
La jornada de esa tarde era decisiva para los pescadores, ya que semanas atrás no habían logrado atrapar muchos peces. Y no es para menos. La pesca en la playa Metalío ha disminuido por las altas temperaturas de las aguas de mar, provocando migración de especies hacia otras áreas en busca de mejores condiciones climáticas para sobrevivir. A Meléndez también le ha tocado migrar para conseguir el alimento, así lo comenta antes de salir y enfrentarse a los fuertes vientos y las olas de esa tarde. “Uno se arriesga al ir a buscar los peces. Así como emigra el pez, así nosotros lo seguimos”, dice.
Ella lleva 16 años trabajando en la pesca. En ese tiempo ha sido testigo y víctima de los efectos del cambio climático en la costa: cada vez son más frecuentes e intensas las olas de calor, altas temperaturas en el mar, tormentas tropicales, huracanes y lluvias torrenciales. Estos fenómenos meteorológicos han provocado pérdidas económicas y alimentarias en el hogar de Meléndez, así como en otros pescadores que trabajan en la costa occidental del país.
Las pérdidas y los daños derivados del cambio climático son afectaciones directa o indirectas que experimentan un sector de la población. Las pérdidas son aquellas que ya no se pueden reparar o restaurar y los daños son aquellos sobre los que es posible algún tipo de restauración. Estas pérdidas y daños pueden ser económicas (de infraestructura: casas, terrenos, puentes), o no económicas (ambientales, culturales, emocionales y vidas humanas).
Tradicionalmente, la pesca artesanal en El Salvador es ejercida por personas de bajos recursos económicos que viven en los 332 kilómetros de la costa pacífica o zonas ribereñas, como los manglares y ríos. Según un estudio de la Universidad Centroamericana en Nicaragua, “la pesca y la acuicultura representan para la economía trinacional (Honduras, El Salvador y Nicaragua) más del 3% de su Producto Interno Bruto (PBI) y el 30% del sector primario”.
Los niveles de calentamiento de las aguas en el mundo han variado de manera significativa desde los últimos 40 años. Datos históricos del Centro Nacional de Información Medioambiental, de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), reportaron temperaturas de la superficie de los océanos que van de 0,29°C hasta 0,67ºC grados Celsius, entre los años 1980 y 2022. Estas temperaturas pueden cambiar según la región. En algunas partes del mundo puede haber enfriamiento y, en otras, un aumento de temperaturas.
Según registros de la NOAA, la temperatura aumentó en los años 2016, 2019 y 2020, las cuales estuvieron entre los 0,76ºC, 0,74ºC y 0,73°C, respectivamente; estas temperaturas cayeron a 0,63ºC en 2021, pero aumentaron a 0,67ºC en 2022. Estos han sido los cincos años más altos en cuanto a contenido de calor anual de los mares.
Las evidencias de las altas temperaturas también fueron documentadas en el capítulo 9 “Cambio del nivel del océano, la criósfera y el mar”, del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), en 2021. El informe advierte que el calentamiento en las aguas seguiría aumentando hasta 2100 y, probablemente, hasta 2300, incluso, en escenarios de bajas emisiones, debido a la lenta circulación de las profundidades del mar.
El mar, así como los ecosistemas de manglar, absorben alrededor de un 23% de las emisiones de CO2 y el 90 % del exceso de calor causado por el cambio climático. A esto se le conoce como efecto tampón, según explicó Angelo Picardo, licenciado en ciencias del mar y máster en oceanografía y gestión ambiental de medio marino. El experto explicó que al mar le cuesta mucho más cambiar su temperatura por la capacidad calorífica que tiene.
“El funcionamiento del océano, en conjunto con la atmósfera, es distribuir ese calor desde el ecuador hacia los polos; por eso hay corrientes transportadoras de calor. Se llaman giros subtropicales y son grandes flujos de corrientes que hacen que el agua caliente se transporte a zonas más frías”, dijo Picardo.
El experto también explicó que la costa salvadoreña es una de las más calientes porque se encuentra en la franja tropical, ubicada en el Pacífico Oriental. Esta se caracteriza por tener una alta variabilidad climática y porque en esta área se dan fenómenos como el Niño (el Pacífico se calienta más de lo habitual), y la Niña (las temperaturas del océano se enfrían).
Las temperaturas superficiales del mar en la costa de El Salvador han variado en los últimos cinco años. Entre marzo y abril de 2018, es decir, los meses más calurosos del año, se registraron temperaturas en un rango de 27°C a 30.9°C, según Clima Pesca, una iniciativa del Sector Pesquero y Acuícola del Istmo Centroamericano- OSPESCA.
En esos mismos meses, pero entre 2019 y 2023, las temperaturas variaron entre 27.7 y 31.57°C. Hasta mayo de 2024, las aguas del mar se calentaron entre 27.74 y 31.86°C, según detalló Clima Pesca en su registro histórico.
Entre marzo y mayo de 2024, el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales de El Salvador (MARN) publicó múltiples reportes sobre las temperaturas en la costa de Acajutla, Los Cóbanos, La Libertad, Estero de Jaltepeque, Bahía de Jiquilisco y La Unión. La temperaturas en estas zonas variaron entre los 27 y 30°C, según el “Pronóstico de salinidad, temperatura y corriente en la superficie del mar”.
Entre septiembre 2014 y julio de 2016, en las aguas de los arrecife de la playa Los Cóbanos, una área natural protegida ubicada en el departamento de Sonsonate, se registraron temperaturas de 31 a 34°C; en 2023, ese mismo parámetro se mantuvo, según documentó el Centro de Investigación Marina y Limnológica (CIMARyL), del Instituto de Ciencia, Tecnología e Innovación (ICTI), de la Universidad Francisco Gavidia (UFG). Usualmente, según explicó Johanna Vanessa Segovia Prado, coordinadora del CIMARyL, las temperaturas en esta zona de la costa rondaban entre 27 o 29°C.
No solo el mar ha experimentado calentamiento, los humedales costeros del occidente del país –que albergan el 75% de las especies de fauna costera con importancia comercial– también lo sufrieron. La temperatura en el manglar Metalío llegaron hasta 30.33 ± 0.99°C, según reportó la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES) y el Centro de Investigación y Desarrollo en Salud de la Universidad de El Salvador (CENSALUD-UES) en su monitoreo de calidad de las aguas en sistema estuario, entre los meses de abril y junio de 2023.
Además, en el manglar de Barra de Santiago (Sitio Ramsar) se reportaron temperaturas 30.42 ± 0.68°C; en Garita Palmera 32.05 ± 3.19°C y en Bola de Monte 33.57 ± 0.56°C. Los humedales monitoreados son los medios de vida para muchos pescadores artesanales del occidente del país, siendo una fuente de economía y de alimentación, como es el caso de Meléndez.
Las altas temperaturas son un riesgo para las especies que viven en el mar y los manglares. Los peces, los crustáceos y los moluscos se estresan ante temperaturas de más de 29°C, así lo explicó el máster en biología marina, Oscar Armando Molina Lara, quien lleva 23 años estudiando diferentes ecosistemas marinos en el país. Para que una especie pueda sobrevivir en el agua, las condiciones óptimas tienen que ser entre 25 y 29°C, añadió el experto.
“Hay momentos en que todas las especies de los bosques salados y del mar llegan a un estrés, siendo propensos a plagas, enfermedades, o permitiendo que otras especies invasoras (no nativas) lleguen a estos ecosistemas”, dijo Molina Lara.
Algunas de las especies afectadas, que son consideradas de gran importancia comercial para los pescadores artesanales, son el pargo, el atún, las corvinas, los langostinos, los cangrejos y los curiles (moluscos). Estas dos últimas, que habitan en manglares, se estresan en las épocas de lluvias intensas, ya que estas no permiten que las mareas lleguen a los manglares, provocando la muerte de las especies, añadió el biólogo marino.
No solo el calentamiento es un riesgo para los animales del mar, sino que también la alteración del potencial de hidrógeno (pH) en el agua. Los bajos niveles de pH hacen que los gases de efecto invernadero se fijen en el océano y provocan una acumulación de dióxido de carbono (CO2), generando la acidificación en el ecosistema marino.
“La composición química del agua cambia de su forma natural a ácida. Los océanos se están haciendo ácidos”, explicó Alberto González, biólogo marino y máster en Ecología Marina, quien tiene 17 años de experiencia.
El calentamiento también está impactando en el hábitat de especies marinas, como los arrecifes, ecosistemas que sirven como refugio y fuente de alimentación para los peces, aseguró Alejandra Trejo Ramos, bióloga del CIMARyL. Ella junto a Segovia han estudiado durante años los arrecifes de los Cóbanos, en Sonsonate.
Trejo explicó que el aumento en las temperaturas está provocando cambios en la composición biológica de los ecosistemas marinos; por ejemplo, en aguas más cálidas la disponibilidad de oxígeno es menor que en aguas frías, los organismos se tienen que adaptar a condiciones con menor oxígeno o movilizarse para encontrar sitios ricos en oxígeno. “Este desplazamiento sucede porque las especies van en busca de mejores condiciones tanto de disponibilidad de oxígeno como para alimentarse mejor”, apuntó la bióloga.
Por su parte, Segovia señaló que los cambios de temperaturas, así como otros factores, están aumentando la frecuencia e intensidad de los eventos de blanqueamiento de los arrecifes de coral en el país.
“Estudios han demostrado que el estrés térmico causado por el cambio climático es una de las principales causas de blanqueamiento de coral en Los Cóbanos. Esto tiene efectos en cascada en los ecosistemas marinos, como cambios en la estructura tridimensional de los arrecifes, disponibilidad de ecosistemas, servicios ambientales y en la diversidad de especies que dependen de sus hábitat”, explicó Segovia.
Este cambio en el clima, así como sus afectaciones a los ecosistemas marinos, fueron documentadas en diversos reportes de la NOAA, en investigaciones del programa para el medio ambiente de Naciones Unidas, de OSPESCA y de la Universidad Centroamericana de Nicaragua, según consultó este medio para este reportaje periodístico.
El fin de la pesca maravillosa
Meléndez tenía 18 años cuando su padre la llevó por primera vez al mar. Desde muy joven aprendió a atrapar macarela, atún, pargo rojo y otras especies; muchas de estas eran comercializadas en restaurantes o negocios de la comunidad y, en otros casos, servía de alimento para la familia.
“En 2006, la pesca era maravillosa porque en una jornada de ocho horas lográbamos pescar entre 100 y 300 libras”, recuerda Meléndez.
Los ingresos que obtenía la pescadora por la venta del producto era entre $100 a $300 dólares una vez a la semana. Ese dinero, según comentó, lo utilizaban para comprar granos básicos y otros alimentos; también, una parte era invertida para la siguiente jornada de trabajo. Meléndez invertía en una jornada un total de $31 dólares: $25.00 dólares en combustible y aceite para el motor, y $6.00 en alimentación.
Los tiempos de bonanza y de la pesca “maravillosa” quedaron atrás. Desde 2021, esa actividad en la playa Metalío ha disminuido por diversos factores, entre ellos, el sobrecalentamiento de las aguas del mar, las épocas de invierno y otros fenómenos meteorológicos.
Esto ha impactado significativamente en el tiempo de jornada laboral, la economía y la alimentación de Meléndez. De las 100 a 300 libras que atrapaba en 2006, ahora solo logra entre 20 a 60 libras de peces.
El tres de junio, nombre del medio solicitó los anuarios de estadísticas pesqueras y acuícolas a las oficinas de acceso de información del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), con el fin de conocer los registros de la pesca artesanal (2015 y enero de 2024). Hasta el 18 de julio, esta institución no había enviado los documentos solicitados y resolvió suspender el plazo de respuesta para entregar la información, según la resolución con número de referencia MAG OIR No 063/064-2024-ACUM.
Los únicos registros oficiales que encontró este medio son las estadísticas 2019 y 2020 del Centro de Desarrollo de la Pesca y la Acuicultura (CENDEPESCA), del MAG. En esos años, la pesca de especies marinas – peces, crustáceos y moluscos – para el sector artesanal disminuyó de 8,063,595 a 6,940,064 kilogramos, una pérdida de 1,123,531 Kg. Esto significó una caída de $20,677,719 a 16,286,353 dólares, una pérdida económica de $4,391,366.
Los ingresos de la pescadora cayeron de $300 a $60, y en ocasiones, solo logra conseguir $20 dólares en un día de trabajo. Ese dinero, según comentó, no le alcanza a cubrir la inversión en combustible, aceite y alimentación, los cuales pasaron de $31 a $75 dólares por jornada laboral.
El aumento se debe porque las jornadas de pesca se extendieron de 8 a 24 horas; también porque los recorridos en el mar se hicieron más largos. Años atrás se movilizaban a dos millas náuticas, menos de cuatro kilómetros; ahora, tienen que salir a seis o siete millas náuticas, a unos 13 kilómetros. En algunas ocasiones, relató Mélendez, ha viajado desde Metalío hasta la playa Garita Palmera, cerca del límite costero con Guatemala, a unas 13 millas náuticas (24 kilómetros), en busca de peces.
“La pesca ha disminuido. Como decimos los pescadores, vamos solo a colar el agua. Uno tira las redes, y así como van solas, así las sacamos. Antes hacía dos lances (tirar las redes), hoy se hacen cinco o seis, esto para sacar para el pago de combustible y para comer un poco”, explica la pescadora.
Tanta ha sido la afectación que, meses atrás, Meléndez tuvo que vender uno de sus motores para pagar un préstamo que había adquirido con un banco. En ocasiones, cuenta ella, ha dejado de pescar para dedicarse a la siembra de hortalizas en su huerto casero o trabajar en los desazolves de los canales del manglar en Metalío.
La pesca en épocas de invierno es más difícil. Mélendez pasó una semana sin trabajar en el mar por las lluvias torrenciales registradas del 14 al 21 de junio, que dejó inundaciones en Metalío, según reportaron autoridades de Protección Civil y liderazgos comunitarios de la zona.
Los bajos ingresos y la falta de trabajo ha llevado a Mélendez y su esposo a vivir en constante preocupación, depresión, tristeza y aflicción. Incluso, ambos han considerado migrar hacia otro país para mejorar su situación económica, comentó la pescadora.
La disminución de peces en la costa de El Salvador no es nueva. En 1998, los recursos pesqueros se redujeron por la sobreexplotación y por las afectaciones que dejó el huracán Mitch en el país, y luego de los terremotos de enero y febrero de 2001, según un informe sobre El Salvador, Honduras y Nicaragua de la Universidad Centroamericana, Managua.
Según el estudio, los tres países aportaron 1,076,38 millones de dólares del valor total de la producción pesquera y acuícola durante el año 2006. El Salvador fue el que menos contribuyó con el 17,46%; mientras que Honduras encabezó con 58,8% y Nicaragua con 23,7%.
El 25 de junio de 2024, este medio intentó gestionar, a través de correo electrónico y mensajes vía whatsapp, una entrevista con Edgar Palacios, director de CENDEPESCA, con el fin de conocer los planes y las acciones de la institución para atender a los pescadores artesanales afectados. Al cierre de este reportaje no hubo respuesta. También, se buscó al ministro del MARN, Fernando López, pero el funcionario no respondió a la solicitud de entrevista.
La temperatura para lo que resta del 2024 estará en un punto neutro, es decir, ni tan caliente ni muy frías, así lo explicaron dos expertos del MARN que participaron en un foro climático de la UNES. Mientras eso sucede, Meléndez aún guarda la esperanza de que los “tiempos de la pesca maravillosa” vuelvan a la playa Metalío. Ella se compara como los pájaros en busca de alimento: va, viene y regresa con comida. “Así somos nosotros los pescadores, de un momento a otro Dios nos va a bendecir” .