Durante el siglo XX, la ribera del río Mapocho, el principal cuerpo de agua de la Región Metropolitana de Chile, fue un lugar de entretención y veraneo para las familias de los sectores de Peñaflor, Talagante e incluso Santiago. Su punto más turístico era el Parque El Trapiche, ubicado en la comuna de Peñaflor. Sin embargo, en 1996 la autoridad sanitaria de la época lo clausuró debido a las malas condiciones del lugar, el que poco a poco se había convertido en un Vertedero Ilegal de Residuos Sólidos (VIRS).
Tras el trabajo conjunto de la actual administración municipal y organizaciones socioambientales locales, El Trapiche fue reabierto oficialmente en el año 2020, y en 2021 el sector fue declarado como humedal urbano y Reserva Natural Municipal (RENAMU).
Sin embargo, distintos puntos de la ribera del río Mapocho persisten con microbasurales y un suelo sumamente degradado. El escenario se repite en la ribera de Talagante, comuna colindante de Peñaflor, cuyo sector fue declarado como humedal urbano en 2022.
Organizaciones locales y vecinos se han re-apropiado del sector a través de jornadas de limpieza, talleres, y en los últimos años, con el método Miyawaki, una forma de reforestación acelerada que les ha permitido plantar más de 600 árboles en ambas comunas.
Para Reina Aburto, vecina de Peñaflor y visitante constante de la ribera del río Mapocho, el método de reforestación ha permitido un trabajo colaborativo que ha ido concientizando a la comunidad respecto al lugar.
“Es una forma tangible y concreta de fortalecer la conciencia del cuidado de la flora nativa, donde nadie es protagonista sobre el otro, sino que se construye de forma colaborativa para contribuir al cuidado de la biodiversidad”, afirma.
El método Miyawaki
En los años setenta, el botánico japonés, Akira Miyawaki, preocupado por la deforestación en Japón y el uso desmedido de especies introducidas, desarrolló un método de reforestación acelerada que promete generar bosques maduros diez veces más rápido que una reforestación normal.
El método se basa en el principio de la vegetación natural potencial, es decir, especies que podrían crecer en el territorio según las condiciones climáticas del lugar y suelo, en su estado natural. Es por ello que en este proceso se trabaja únicamente con especies nativas.
A partir de ahí, la idea central del método es plantar una gran diversidad de especies en un espacio reducido, con un suelo previamente trabajado, de manera que los árboles puedan acelerar su crecimiento gracias a los nutrientes del suelo y la competencia colaborativa entre ejemplares.
Debido a la aceleración del crecimiento, el método necesita una mantención constante durante los primeros dos años de vida, siendo el agua un factor clave para su efectividad. Una vez pasados esos primeros años, la reforestación es capaz de autosustentarse, por lo que no requiere mayor mantenimiento por parte de quien lo implementa.
Para el académico de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Chile, Eduardo Martínez, la preparación del suelo y la elección de las especies son los pilares para que se dé el crecimiento acelerado.
“En los elementos que permiten el crecimiento acelerado están la selección de especies arbóreas de sucesión tardía (es decir, especies no colonizadoras) que, en general, son tolerantes a la sombra. También, la preparación intensiva del suelo de más de un metro de profundidad, despedregado, incorporando abundante materia orgánica: compost, guano, rastrojos de cosechas, etc.”, afirma.
La reforestación acelerada de Miyawaki se ha replicado en diversos lugares del mundo. En Chile, una de las primeras reforestaciones fue llevada a cabo por la Fundación Bosko en Pirque, en donde su fundadora, Magdalena Valdés, comenzó a probar el método en su casa.
“Tenía el tiempo y el espacio, y también las ganas, e hizo un ensayo de bosque Miyawaki, sin dedicarse para nada a esto. Fue como un ensayo pensando en su casa, en hacer algo bonito ahí. La cosa es que fue tal el éxito de este ensayo, y ella lo documentó mes a mes, y fue armando un Instagram, y la gente le empezó a pedir si podía replicarlo en sus casas, y así. Luego se contactó con Juan Luis, que es agrónomo, que le suplió la parte técnica que ella no tenía, y conmigo que soy diseñadora, y armamos como ya el modelo más organizado”, cuenta Sara Edwards, directora de proyectos de Fundación Bosko.
En la provincia de Talagante, el método fue impulsado por la organización Frente de Río y se comenzó a implementar en el año 2021 en la ribera del río Mapocho.
“El primer Miyawaki lo hacemos en 2021 de manera experimental, con árboles que teníamos de donaciones de CONAF. Y luego de esto, ya que nos resultó bastante práctico y útil el método, comenzamos a hacer fondos y a instalar proyectos para justamente tener estos sectores, por así decirlo, asegurados para la naturaleza”, comenta Francisco Abasolo, encargado de la forestación en Frente de Río.
En la actualidad, la comunidad ha plantado más de 500 árboles en el sector. Dentro de las especies que más se usan, destacan especies espinosas como el algarrobo y el quebracho para los bordes, con el fin de resguardar la reforestación, y para el interior, especies de bajo consumo hídrico como el peumo, el quillay, el maitén, la tara, entre otros.
A partir de esta experiencia en Talagante, donde han tenido más de veinte encuentros de reforestación con la participación de la comunidad, la organización socioambiental peñaflorina Mapuko también quiso replicar el método en el sector ribereño de la comuna.
“Nuestra agrupación solo hacía limpiezas y de repente saltamos a esto del bosque porque justo una agrupación vecina estaba haciendo bosque Miyawaki, entonces, nosotros partimos en Mapuko, intentando replicar a Frente del Río, y lo demás sin saber. Yo manejaba información porque ya había estudiado el método, por lo que me tocó liderar el proyecto. Entonces, desde ahí, desde salir solo de las limpiezas en Mapuko y tener ganas de hacer algo más, partimos con la reforestación Miyawaki”, comenta el líder de la iniciativa en la comuna de Peñaflor y miembro de la organización socioambiental Mapuko, José Barrios.
Hoy el núcleo de Peñaflor cuenta con más de ochenta árboles plantados, en donde se han ocupado especies, al igual que en Talagante, como el quillay, la tara, el quebracho, maitén, molle, entre otros.
Efectividad, obstáculos y ventajas
El método ha mostrado una gran efectividad en cuanto a la velocidad de crecimiento de los árboles, sin embargo, es necesario seguir una serie de pasos para lograr que efectivamente se cumpla la premisa del crecimiento acelerado.
Para la directora de proyectos de la Fundación Bosko, organización que se ha posicionado como líder en la implementación del método en Chile, es importante la rigurosidad con la que se implementa el método para obtener los resultados esperados.
“El método funciona, y funciona al 100%, lo que pasa es que para que funcione bien tiene que llevarse a cabo de forma muy rigurosa. Hay gente que dice que es difícil obtener los resultados esperados. Hay que ser riguroso con cada uno de los pasos, y el más complicado es el tema del movimiento de la tierra, y eso es caro, es sucio, pero en el fondo es importante para el proceso. Y lo otro, que también es muy importante, es tomar en cuenta y ser muy riguroso con respecto al ecosistema original, porque el método Miyawaki funciona en base a la imitación del ecosistema original”, afirma Sara.
Por otro lado, si bien el método después de algunos años ya no requiere mayor mantenimiento, en la zona central de Chile uno de los grandes desafíos es el riego, debido a los extensos periodos de sequía del clima mediterráneo.
“El método se inventó en climas donde llueve en verano, por lo que requiere de riego si se implementa en la zona central de Chile. Las plantas abren sus estomas para incorporar CO2 mediante la fotosíntesis y crecer. Pero, al abrir los estomas transpiran y pierden el agua del suelo, por lo que se da una relación directa de mayor crecimiento y mayor consumo de agua”, comenta.
En ese sentido, Gabriel Orrego, el cofundador de Simbyótica, una de las organizaciones líderes en la implementación del método Miyawaki en Chile, explica que aún no existe claridad respecto al punto en el que los bosques ya no necesitan riego, por lo que han apuntado a la disminución y aprovechamiento del uso de agua,
“Dejar de regar es un proceso difícil, nosotros a lo que apuntamos es a ir disminuyendo el riego, sobre todo porque -y por eso es que nos gusta ponerle mucho riego al principio- queremos que se cierren las copas. Eso significa que el suelo del bosque quede completamente cubierto bajo un follaje, bajo la frondosidad de un bosque, y esto inmediatamente hace que sea mucho más eficiente cualquier gotita de agua que aplicas a ese suelo”, comenta.
Ante este desafío, en la comuna de Talagante desarrollaron un modelo experimental en donde complementaron el método Miyawaki con zanjas de infiltración hecha de rocas para captar el agua de mejor manera, y un camellón de tierra con el fin de que se mantenga el agua por mayor tiempo en el sector de la reforestación. Este modelo no solo busca aprovechar el riego de mejor manera, si no que sacarle el mayor provecho posible a las lluvias durante la temporada de otoño e invierno.
En Peñaflor, la comunidad de Mapuko riega con baldes, pero existen ejemplares que ya son capaces de autosustentarse dentro del núcleo. Si bien la reforestación lleva pocos años, al encontrarse cerca de los humedales ribereños, existen napas subterráneas que mantienen con mayor humedad el sector.
Por otro lado, para José, el crecimiento acelerado es un factor clave en un contexto de crisis climática, ya que no solo trae beneficios para las personas, sino que su principal aporte es para los ecosistemas.
“Hacer estas técnicas aceleradas es muy necesario, ya que no podemos esperar 100 años para tener un bosque con características de 100 años. Si en 10 años podemos tener 100 bosques de 100 años, es magnífico. Eso es lo que hace al método Miyawaki tan potente, que te ofrece eso, y que va a haber un beneficio ecológico finalmente, para la fauna, para la flora, para los hongos, porque como los árboles quedan muy juntos es casi impenetrable. En ese sentido, el bosque Miyawaki es una reforestación que no es solo para humanos, es para recuperar el ecosistema”.
Además, menciona que uno de los grandes desafíos del método pueden ser los costos, ya que se necesita de una gran cantidad de árboles y especies para llevar a cabo la reforestación.
“Tiene un gran costo porque tienes que tener un árbol cada un metro. Si tú no los germinas, no tienes tu vivero y todo, tienes que estar comprando esa cantidad de árboles y es costoso. En verdad los árboles no son tan caros, pero tiene un costo elevado respecto de otras reforestaciones que son con una menor cantidad de árboles”, agrega.
En ese mismo aspecto, Gabriel de Symbiótica destaca la importancia de priorizar este tipo de bosques en lugares donde se produzca impacto social, ya que debido a su velocidad, puede ser una buena herramienta para concientizar a las personas y acercarlas a la naturaleza.
“Para mí un Miyawaki hecho y derecho, con todas las características, solamente vale la pena construirlo en lugares donde sea un contexto de alto impacto social, no voy a hacer una restauración ecológica en el cerro, con un bosque Miyawaki, es muy caro por metro cuadrado. Para mí lo justifica siempre y cuando tenga este impacto social, en donde realmente vaya mostrarle el potencial nativo a las personas, enamorar a la gente. Cuando se hace un Miyawaki, y los vecinos plantan, y en seis meses ven que las plantas están de tres, cuatro metros algunas, es impactante. Ese es el impacto sociológico, la gente se empieza a enamorar del bosque y empieza a aprender”, afirma.
En el mismo sentido, el académico de la Universidad de Chile señala la importancia de considerar las características del lugar en donde se está implementando, sobre todo si el método se está pensando para zonas urbanas.
“En ambientes urbanos se debe tener presente que, previo al mejoramiento del suelo, se deben conocer los planos de redes eléctricas, de agua, alcantarillado y gas. También hay que seleccionar especies que no afecten los tendidos eléctricos de superficie (de los postes). Finalmente, también, un microbosque muy denso puede ser lugar propicio para el ocultamiento de delincuentes, así como hábitat de ratas y otras especies invasoras”, sostiene Eduardo.
Para el investigador, las áreas degradadas como los sectores de Peñaflor y Talagante pueden ser un lugar interesante para probar el método, a pesar de que no sean las primeras opciones a considerar como un refugio ecológico.
“No creo que zonas degradadas sean las primeras candidatas a ser refugios ecológicos, pero, en áreas degradadas puede ser una alternativa interesante a probar por cuanto los microbosques Miyawaki se pueden asimilar al concepto de ‘islas de vegetación’ o núcleos. Lo anterior se asemeja paisajísticamente a una situación natural (más que una plantación cuadrada regular). Lo malo es que en alta densidad siempre hay una fuerte competencia y van a predominar sólamente algunos ejemplares mejor adaptados”. agrega.
Una solución de las comunidades para las comunidades
Más allá del tecnicismo, el método se ha transformado no solo en una forma de restaurar los ecosistemas en el sector, sino que también en un proceso que ha llevado a la reapropiación del lugar por parte de las comunidades, aportando un nuevo sentido de pertenencia.
“Para la gente ya es como casi un orgullo que se esté construyendo esto, y es muy bien mirado. Yo diría que hoy en día ya hay gente que lo protege sin ser parte de, o sea, si hubiera alguien que esté dañando el bosque, las personas le dirían ‘oye, sabes que esto es una reforestación de voluntarios entonces ten más cuidado’, genera ese tipo de pertenencias. La gente ya sabe que hay un bosque ahí, que ya se ve que ha crecido, y eso genera una expectativa que es grande en el sentido de cómo irá a estar esto en unos años más. Es bonito eso, ver que a la gente le suceda eso, y que desde ahí también les den ganas de participar, de decir ‘yo también quiero plantar un árbol y verlo crecer’”, cuenta José.
Para Reina, vecina de Peñaflor, el método no solo ha logrado recuperar el lugar, sino que también ha contribuido a la identidad de la comuna.
“Más allá de recuperar el sector, ha dado un sentido de pertenencia y responsabilidad a los peñaflorinos”, afirma.
En la misma línea, Sara afirma que el método muchas veces supera los alcances ambientales, convirtiéndose también en un elemento que, desde la experiencia de Bosko, ha contribuido a la cohesión social y a la conexión que tienen las personas con la naturaleza.
“En lo personal, esto es lo que más me cautiva del método Miyawaki, que tiene esa vinculación muy fuerte con las personas. A nosotros nos encanta decir que nuestro trabajo es ambiental, pero también es profundamente social, o sea, estos bosques no son solamente sumideros de carbono y purificadores de aire, sino que también son refugios para las personas, fomento a la cohesión social, son espacios para que la gente se encuentre, y especialmente en Chile, donde ocurre un fenómeno bastante triste, que es que a menor ingreso, menor acceso a áreas verdes. Por lo tanto, cuando tú creas estos bosquetes en comunidades más vulnerables, el impacto es aún mayor”.
En el caso de Talagante, el aporte de la comunidad ha variado en diversos grupos. Francisco cuenta que la participación ha sido clave para el funcionamiento de las reforestaciones y la recuperación del lugar.
“La comunidad en general ha estado participativa, ha estado a favor, obviamente, de esta recuperación de espacios olvidados. No olvidemos que la ribera, por muchas décadas, ha sido un patio trasero. Todo este sector que estamos recuperando tenía el carácter de basural. Entonces, a través de muchas limpiezas y las jornadas de reforestación, y obviamente todo con ayuda, de la municipalidad, de la comunidad, escuelas, grupos de scout, grupos incluso también religiosos, o de rehabilitación de drogas. Son muchos actores, muy diversos, de muchos lados”.
Si bien la implementación del método en Chile aún tiene variables que se podrán ir evaluando a medida que pasen los años, para las organizaciones como Bosko, Symbiótica, Mapuko y Frente de Río, se ha transformado en una alternativa de generar impactos socioambientales positivos en las comunidades, en donde existen los beneficios ambientales de todo bosque como el almacenamiento de carbono, la regulación de la temperatura, impactos positivos en la salud mental, etc. Y , además, el aprendizaje de los vecinos y vecinas respecto a la naturaleza, las especies nativas y el funcionamiento de los ecosistemas, lo que estimula sensaciones de identidad y procesos de cohesión social.
Sin embargo, el gran desafío ha sido ir adaptando el método a la realidad de Chile, considerando el clima, los costos, la escasez hídrica, los desafíos de entornos urbanos, etc.
Qué tan apropiado puede ser el método Miyawaki para un lugar depende de diversos factores, como el económico, es decir, los recursos disponibles para llevarlo a cabo; factores climáticos y ambientales como la temperatura, las características geográficas del lugar, la disponibilidad de agua, entre otros; y el impacto social, qué tan beneficiadas se ven las comunidades al implementar el método en sus territorios.