El magnetismo del hidrógeno verde que podría atraer otras industrias a Chile

Las ventajas competitivas que tiene el país para la industria del hidrógeno verde, de ser viable, no solo abren la puerta para un modelo exportador, sino que también se podría generar un polo de atracción de diversos sectores. Aprovecharlo, sin embargo, no sería fácil.

Sale el sol en el desierto de Atacama y comienza a pegar, directo, en cientos o miles de paneles solares negros. Parques que se extienden en cuadrículas como cultivos. Ahí comienza el proceso, con esa energía que se transforma en electricidad y es llevada a enormes tanques de agua donde se separan las moléculas de oxígeno de las del hidrógeno, en lo que se conoce como hidrólisis. El hidrógeno liberado se captura y se comprime, es decir, se almacena. Y, como suele suceder con las grandes producciones en Chile, la idea es que emprenda un viaje a Asia o Europa para ser utilizado. El problema, o la oportunidad, está en que ese envío todavía es bastante caro.

El potencial que tiene Chile para el desarrollo del hidrógeno verde gracias a su geografía ya es conocido. Las empresas están apostando con fuerza a que explote en el futuro: se estima que los proyectos anunciados en etapas previas al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) sumarían una inversión por US$ 56.000 millones. Y los que ya están avanzando en el SEIA totalizarían unos US$ 15.000 más. Esto despierta la promesa de un modelo de exportación, en el que el hidrógeno verde se produce en Chile y se envía a otros países.  De hecho, solo Magallanes podría representar el 13% de la producción mundial, según cálculos del Gobierno

Pero, ¿de qué sirve tener más de un décimo de la oferta global en el sur de Chile, que ya está en el sur del mundo, si transportar ese hidrógeno verde es todavía demasiado caro? Cuesta, de hecho, entre 1,5 y 5 veces más que el gasto equivalente para el gas natural.

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Por eso, para varios economistas, está ganando fuerza una hipótesis que se escapa del clásico modelo exportador que ha tenido Chile en su historia. “El hidrógeno verde tiene la potencialidad de cambiar el patrón de ventajas comparativas chilenas”, dice Guillermo Larraín, académico de la FEN de la U. de Chile.  

La idea está rondando entre académicos e, incluso, ha permeado al interior del Ministerio de Economía. Y es que no solo se deberían aprovechar las ventajas que tiene Chile para producir el hidrógeno verde para exportarlo sino que, también, se podría atraer al país a otras industrias intensivas en el uso de energía y que requieran descarbonizarse. Una propuesta que iría, incluso, más allá de lo que predomina en la estrategia actual, enfocada en un giro hacia las energías verdes a nivel local y en el desarrollo de industrias ligadas directamente al hidrógeno verde como, por ejemplo, de producción de piezas y electrolizadores. Pero, la variedad de sectores que podrían atraer hacia Chile, sin embargo, no es muy amplia, advierten algunos expertos. 

“Efectivamente el transporte marítimo de hidrógeno verde líquido será siempre de alto costo, al igual como ocurre con el gas natural licuado”, dice Eduardo Bitrán, exvicepresidente ejecutivo de Corfo.  “Esto, en teoría, incentivaría la relocalización de empresas intensivas en el uso de hidrógeno verde, en aquellos casos en que no se pueda acceder a abastecimiento local o por ductos a mucho menor costo”.

“La estrategia de atraer a industrias que utilicen hidrógeno verde en Chile, en lugar de centrarse solo en la exportación, responde a la lógica de aprovechar localmente las ventajas comparativas que tiene el país en la producción de energía renovable”, dice María Teresa Ruiz-Tagle, directora ejecutiva de CLG Chile y académica de la U. de Chile.  

Esta estrategia, agrega, seguiría lo planteado por Michael Porter en The Competitive Advantage of Nations. El autor dice que la creación de clusters (polos de desarrollo) industriales alrededor de fuentes de energía verde puede generar efectos positivos en términos de innovación y productividad. “Además, los países en desarrollo pueden obtener beneficios al atraer industrias estratégicas que aprovechen las ventajas de recursos locales, promoviendo la diversificación económica y creando encadenamientos productivos internos”, agrega Ruiz-Tagle.  

Se dejaría atrás la idea de solo exportar y “si es eficiente” se podría pensar en que algunas industrias en las que Chile no tiene ventaja comparativa hoy, podría tenerla a futuro, dice Larraín. Advierte que es difícil predecir cuáles sectores podrían ser los más propensos a trasladarse a Chile, pero cree que una aproximación es mirar industrias intensivas en uso de energía que puedan estar con problemas ambientales actualmente en sus países de origen, como el cemento o la siderurgia.  

Y atraer industrias que sean potenciales consumidoras de hidrógeno verde, en vez de limitarse a un modelo de exportación, podría tener efectos económicos y sociales positivos. “En el plano económico, podría generar un aumento en la inversión extranjera directa, impulsando la creación de empleo en sectores altamente calificados y fomentando la transferencia de tecnología, lo que incrementaría la productividad”, dice Ruiz-Tagle.  

Los nuevos clusters industriales alrededor de las fuentes de energía también ayudarían a la diversificación de la base productiva y reducir la dependencia del país a las materias primas tradicionales. Más del 40% de las exportaciones de Chile están ligadas solo a una materia prima: el cobre. Y cerca del 10% a otra: el litio. 

“En el ámbito social, la instalación de estas industrias podría contribuir a mejorar los ingresos de las comunidades locales, reducir la pobreza en algunas áreas y, si se acompaña de políticas adecuadas, impulsar la capacitación y formación técnica de la fuerza laboral”, cree Ruiz-Tagle. 

La CEPAL ha tratado de calcular los posibles efectos positivos. En “Perspectivas económicas de América Latina 2023: Invirtiendo para un desarrollo sostenible” plantea que la Inversión Extranjera Directa (IED) en energías renovables en América Latina y el Caribe genera en promedio un 60% más de empleo que la destinada a los combustibles fósiles. “Por ejemplo, 1.000 millones de dólares invertidos en combustibles fósiles crean, en promedio, alrededor de 500 nuevos puestos de trabajo, mientras que la misma cantidad invertida en energía renovable se traduce en la creación de 800 empleos”, dice Ruiz-Tagle. 

Y Chile tiene ventajas para atraer a otras industrias relacionadas al hidrógeno verde. Larraín plantea dos: una está en su geografía, que entrega facilidad al desarrollo de energías renovables. La otra es que es el país con mayores tratados de libre comercio del mundo. “Y ese es un activo importante”, dice Larraín. “Eso es una ventaja comparativa frente a otros países como Brasil”.  

Las industrias atractivas

Ver cuáles industrias se podrían atraer con la promesa del hidrógeno verde no es fácil. “La gracia del hidrógeno es que es un portador de energía, no es un combustible”, dice Luis Cifuentes, académico del Centro de Cambio Global UC. Es decir, se usa para transportar energía de un punto a otro. En ese sentido, sostiene, ganaría fuerza desarrollar el hidrógeno, por ejemplo, cerca de las mineras, donde lo pueden consumir sin tener que cruzar el océano. Pero, no hace sentido el uso de hidrógeno verde en todas las industrias intensivas en energía, dado que, de venir a Chile, no necesitarían transportarla, es decir, no tienen por qué transformar la electricidad en hidrógeno (se podrían conectar al sistema de interconexión central y aprovechar la energía verde). 

Pero hay algunos sectores donde sí habría una ventaja al trasladarse a Chile. “Sí es útil en fundiciones de cobre y hierro, donde se sustituye combustibles fósiles como reducto (un proceso para obtener el material más puro)”, agrega Cifuentes. “Ahí el hidrógeno tiene una ventaja sobre el uso directo de la energía; cuando se requieren altas temperaturas”. 

Si bien en teoría se podría incentivar la relocalización de empresas intensivas en el uso de hidrógeno verde, Bitran plantea algunos factores complejos. Lo primero es que sería para casos en que no se pueda acceder a abastecimiento local o por ductos, a mucho menor costo. “El mercado europeo de hidrógeno verde en el largo plazo considera el abastecimiento por ductos del sur de Europa y del norte de África”, sostiene como ejemplo. 

Y hay otros elementos complejos. Bitran plantea que, en caso de que se fortalezca la acción climática, las industrias que más utilizarían el hidrógeno verde serían la química, para sustituir derivados del petróleo, y la de fertilizantes, que emplearía amoniaco producido con hidrógeno verde. Ahí, sin embargo, la ventaja competitiva de Chile no es muy amplia. Los principales exportadores de fertilizantes también tendrían ventajas para producción de amoniaco verde y combustibles sintéticos, “tales como los países del golfo pérsico, norte de África, Estados Unidos, Australia, Canadá y China”, dice Bitrán. 

Entre esos países, además, varios contarían con ventajas geográficas y subsidios para la producción de hidrógeno verde. “Con esta estructura del mercado mundial y el soporte de los Estados en el desarrollo de su industria doméstica de fertilizantes, veo difícil que Chile pueda llegar a ser un jugador relevante en el mercado”, advierte. 

Hay, sin embargo, otras industrias que podrían ser importantes usuarios de hidrógeno verde, como el acero y el cemento. Ambas son difíciles de descarbonizar solo mediante la electrificación. 

El cemento presenta algunas complicaciones para Chile. “El clinker (una mezcla de materiales) es el insumo más importante y el que representa el 80% de las emisiones de CO2 en la producción de cemento”, dice Bitrán. Pero Chile es un importador neto de clinker y, por eso, advierte, la opción de producción de clinker verde para el mercado de exportación estaría significativamente limitado por la disponibilidad de caliza y los altos costos de transporte marítimo.

El acero es, tal vez, la industria donde Chile podría tener más ventajas. “En el caso del acero, la producción de pellets de hierro con el método de Reducción Directa con H2V (hidrógeno verde) y el proceso de acero con tecnología de arco eléctrico con energía renovable permite producir acero verde, producto valorado por la industria de electromovilidad”, dice Bitrán. “Chile tiene ventajas para el desarrollo de esta industria en la región de Atacama y su escala estará determinada por el potencial de producción de hierro”. Y cree que es una estrategia “interesante de explorar” dado que Chile ya es un exportador relevante de hierro. 

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El modelo intermedio

Patricio Lillo, académico del departamento de Ingeniería de Minería UC, tiene dudas de que un modelo que busque atraer industrias que consuman hidrógeno verde tenga sentido. Si bien cree que, por ejemplo, para sectores como el de fertilizantes se podrían abrir oportunidades, advierte que no es donde se tendrá un mayor impacto. “El hidrógeno verde será principalmente para transporte”, plantea.  

Ahí agrega que, si bien todavía el costo del hidrógeno verde es alto, a su juicio es común en todas las tecnologías que están compitiendo con el diésel, “en parte porque el diésel no paga las externalidades ambientales”, dice. Pero también plantea que es parte de un proceso que ya se ha visto en otras tecnologías que reemplazan contaminantes. “Es un patrón: tiene una etapa de desarrollo en la que los costos son más caros que las alternativas y luego viene una etapa de escalamiento donde comienza a bajar esos costos”, dice. “No es la primera ni la última vez en que eso va a ocurrir”.

Por eso, a su juicio, el enfoque para impulsar un nuevo modelo económico con el hidrógeno verde debería ser distinto. Y cree que la estrategia que está siguiendo el Gobierno actualmente va en la línea correcta. Esto, con tres frentes principales. El primero es el del consumo local, donde Corfo está dando incentivos. “Es una brecha todavía muy grande que hay que cubrir”, advierte. El segundo es el fomento a proyectos que permitan generar un polo de desarrollo para la producción y exportación de hidrógeno verde. “Ahí se asignó un fondo de US$ 50 millones a seis empresas el año pasado”, dice. Y el tercero es el de fomentar estrategias para actores relevantes en la elaboración de partes y piezas de electrolizadores (con los que se produce el hidrógeno verde), para impulsar el I+D local.  

“Un modelo de desarrollo tiene que apostar en tecnologías concretas, con fondos y estrategias concretas”, dice Lillo. Y, si bien cree que se está yendo en el camino correcto, advierte que todavía se necesitan más recursos para estas políticas. Esto, sobre todo en I+D, donde recuerda que el país está atrasado: “En términos globales no superamos más de 0,5% del PIB en I+D, es casi 10 veces menos que los países desarrollados”.  

Cifuentes, del Centro UC, cree, sin embargo, que el desarrollo de demanda local y potenciar el I+D no es excluyente con una estrategia que pueda traer nuevas industrias intensivas en el uso de hidrógeno verde a Chile. De hecho, cree que se debería seguir un modelo mixto. 

Todo esto, eso sí, con una gran incógnita que todavía no está despejada: ¿qué tan viable terminará siendo el desarrollo del hidrógeno verde?

Y, más allá de las interrogantes que siguen abiertas, lo que sí parece claro es que es crucial que, de poder explotar el potencial del hidrógeno verde que se está pensando en Chile, se desarrolle una política industrial clara “que no solo enfoque la extracción y exportación de materias primas, sino que fomente su industrialización dentro del país”, dice Ruiz-Tagle. 

“Esto implicaría agregar valor, desarrollando industrias tecnológicas asociadas a estos minerales. De esta manera, Chile no solo podrá capitalizar su riqueza mineral, sino también posicionarse como un actor clave en la cadena de suministro global para la transición energética, fortaleciendo su economía y su influencia en los mercados internacionales”, concluye.

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