Las cumbres climáticas tienen una ineludible lista de metas, compromisos y procesos inconclusos. En la previa de una nueva conferencia a realizarse en Belém do Pará (Brasil) a partir del 10 de noviembre, fue el propio secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, quien lo reconoció. “Fallamos en evitar un aumento de temperatura bajo 1,5°C en los próximos años”, dijo en entrevista con Sumaúma, en referencia a la meta principal del Acuerdo de París sobre cambio climático.
Pero la situación no es nueva. La historia, desde al menos la 26° Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) en la ciudad escocesa de Glasgow, es una de incumplimientos y de avances escasos, tanto en América Latina como en el mundo, como lo exhibe una revisión realizada por este medio.
Un ejemplo es la famosa “salida” de los combustibles fósiles y el aumento de generación a partir de energías renovables, acordados en el marco del Balance Mundial realizado en la COP28 en Dubái. Para Claudio Angelo, del brasileño Observatorio del Clima, el problema consiste en la falta de plazos y formas de aplicación de las medidas en torno a compromisos como el abandono progresivo de los combustibles fósiles y el crecimiento de la generación de energía renovable. “Nadie o casi nadie dijo lo que iba a hacer para su salida en las NDC. Las renovables avanzan sin concomitantemente abandonar fósiles, tendremos un escenario de adición, no una sustitución. Brasil no es un buen ejemplo, porque la generación siempre fue renovable”, analiza desde Brasilia.
Las NDC son las contribuciones determinadas a nivel nacional, el conjunto de políticas voluntarias de mitigación que cada país presenta para cumplir con el Acuerdo de París firmado en 2015. Y un común denominador, explica Angelo, es precisamente la ausencia de los compromisos obtenidos en los documentos que deberían guiar las políticas climáticas.
Si bien el Balance Mundial —proceso mediante el cual los países y otros actores revisan su avance hacia los objetivos de reducción de emisiones y control del calentamiento global—, junto con otras iniciativas como la la Alianza de Marrakech para la Acción Climática Global —una plataforma que vincula a gobiernos, ciudades, empresas y pueblos indígenas con el fin de reducir emisiones y fortalecer la resiliencia frente a los impactos climáticos—, marcan la ruta para cumplir con el Acuerdo de París, ésta ha sido muy accidentada.
El estado de los compromisos de cara a Belém
La nororiental ciudad de Belém, en el estado amazónico de Pará, será la casa de la COP30 entre el 10 y 21 de noviembre, en busca de nuevas metas y de retomar – teóricamente – la senda perdida hacia el control de la catástrofe climática.
Un análisis de Carbon Brief muestra que apenas un tercio de las nuevas NDC menciona el compromiso de salida de los combustibles fósiles acordado en el Balance Mundial de la COP28. Brasil, por ejemplo, menciona el compromiso de salida de los fósiles, pero no establece metas concretas ni fechas para realizarlo.
Las NDC son, precisamente, los instrumentos donde se deberían explicitar las medidas concretas para lograr los compromisos realizados.
El caso brasileño —país que preside la COP30— se suma al de los otros grandes de la región, como México y Argentina. Si bien los tres han aumentado la generación eléctrica a partir de fuentes renovables, se ha tratado más de una complementariedad que de una sustitución, ya que continúan con fuertes inversiones en los fósiles.
De los países de la región, solo Chile y Cuba mencionan y establecen metas concretas y medibles para la salida de los fósiles, según establece un análisis del think thank E3G. Colombia, el único país productor de fósiles que suscribe al voluntario Tratado de No Proliferación de los Combustibles Fósiles, menciona la meta pero no establece medidas concretas a nivel nacional.
En su nueva NDC, Brasil se compromete al incremento de la participación de tecnologías y fuentes limpias, renovables y de bajo carbono en la matriz nacional.
Pero, a pesar del progreso renovable, la dependencia de Brasil de los combustibles fósiles contradice su política climática. El país figura entre las 10 naciones con las mayores reservas de crudo desarrolladas y planea aumentar su producción de gas y petróleo.
La producción de crudo totalizaría 5.3 millones de barriles diarios (mb/d) en 2030 y disminuiría a 4.4 Mb/d en 2034, para un aumento del 30% frente a 2023. Mientras, la producción de gas saltaría a 118% en 2031, en comparación con 2023.
Al mismo tiempo, Petrobras —la estatal petrolera— ya recibió un permiso de exploración de petróleo en la desembocadura del río Amazonas.
En los últimos años, se ha vuelto costumbre que cada COP termine con una declaración final, de naturaleza política y que recoge los principales compromisos asumidos. Sin embargo, hay voces que apuestan a que no existan más y se apliquen mecanismos de implementación que den seguimiento real a los compromisos plasmados en años anteriores.
Las COP también han sido sede de una serie de compromisos voluntarios de los países, acordados por fuera de los mecanismos propios de la CMNUCC y, por ello, libres de escrutinio dentro del sistema climático internacional.
Según un conteo del sitio Ambición COP, desde 2021, Latinoamérica ha asumido 444 compromisos voluntarios, con Brasil a la cabeza (45), seguido por Chile y Colombia (43 cada uno), México (28) y Argentina (21).
Defectos comunes
México vive una contradicción similar a la de Brasil. Si bien la presidenta Claudia Sheinbaum ha prometido 12,300 millones de dólares para generación renovable y 3,600 millones para producción fotovoltaica descentralizada en las casas, mantiene la política de apoyo público a las estatales Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Petróleos Mexicanos (Pemex).
El gobierno ha establecido un objetivo para que Pemex aumente la producción de petróleo de 1.5 mbd a 1.8 millones a 2035, así como la gasífera, de 3,800 millones de pies cúbicos (p3) diarios a 5,000 millones de p3.
Entre 2013 y 2024, el gobierno mexicano proporcionó a Pemex unos 140,000 millones de dólares en apoyo financiero, de los cuales asignó 105,000 millones después de 2019, mientras el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador frenaba la transición energética.
Sheinbaum, su sucesora, anunció en agosto último la construcción de dos plantas termosolares en el noroccidental estado de Baja California Sur, para la generación de más de 100 megavatios.
La matriz mexicana depende de los fósiles, pues en la producción energética representa un 90% y en la eléctrica, casi un 80%. Las renovables aportan el 21% de la generación eléctrica del país.
El nuevo plan eléctrico mexicano considera adiciones de energía eólica de 23.5% y de solar fotovoltaica de 44% para 2030. De esa cuenta, la meta de energía limpia consiste en 38.5% para 2030 y 43.7% para 2039.
Sin embargo, estos anuncios quedan cortos frente al compromiso de Dubái.
“No hay modalidades y guías de aplicación. Nos falta una interacción más clara entre la ambición y la aplicación, tenemos que promoverla y a partir de ella, elevar la ambición. La presidencia (brasileña) de la COP tiene el reto de cómo pasar de la promesa a la acción”, dice Mariana Gutiérrez, gerente de Diplomacia y Transparencia Climática de la no gubernamental Iniciativa Climática de México, desde Ciudad de México.
Por otro lado, en Argentina la transición marcha en reversa durante la gestión del ultraderechista Javier Milei desde 2023, pues más de la mitad de la electricidad procedió del petróleo y gas en 2024, mientras las renovables representaron un 13%.
Para este año, Argentina asumió el compromiso de la contribución renovable del 20%.
A diferencia de otros países latinoamericanos y pese a su dependencia fósil, Colombia tiene metas ambiciosas de transición, con la incógnita del avance que logren.
Tres cuartos de la energía generada dependen de petróleo, gas o carbón y menos del 5% de renovables no convencionales. En la generación eléctrica, el protagonismo lo tienen las hidroeléctricas con un 58%, más de un tercio proviene de fósiles y el aporte de solares y eólicas es mínimo.
Los escenarios del Plan Nacional de Energía 2022-2052 de Colombia proyectan reducciones a largo plazo en la producción de combustibles fósiles. La Hoja de Ruta para una Transición Energética Justa reitera la intención gubernamental de la eliminación gradual de la producción fósil.
Para ese propósito, Colombia anunció 14,500 millones de dólares para la transición energética, incluido el alejamiento de la producción fósil.
En un bosque
Otros compromisos han corrido el mismo destino. Por caso, deforestación, meta voluntaria asumida en la COP26 y repetida en la cumbre de Dubái.
La Declaración de Líderes sobre los Bosques y el Uso de la Tierra de Glasgow de 2021, que respaldaron unos 150 países, consiste en el freno y reversión de la pérdida de bosques y la degradación del suelo para 2030.
Al año siguiente, el planteamiento mutó a la Alianza de Líderes de Bosques y Clima en la cumbre de Sharm el-Sheikh (Egipto) y la declaración final de Dubái recogió los objetivos del anuncio de Glasgow.
Pero como lo muestra el reciente reporte “Evaluación de la declaración de bosques 2025”, la brújula hacia la meta de cero deforestación de 2030 está extraviada.
Por mucho, Brasil encabeza el problema en la región, con un nivel de 1.89 millones de hectáreas en 2024, si bien la tendencia viene a la baja desde 2021, luego del desastre ambiental empujado por la administración del ultraderechista Jair Bolsonaro (2019-2023).
Para Angelo, del Observatorio del Clima, el tema forestal es menos complicado, pero “igual los criterios y plazos, especialmente el financiamiento, es algo que hace falta definir” y resalta “la necesidad” de una hoja de ruta para la salida de fósiles y deforestación cero, pero cuestiona que “ni siquiera están en la agenda formal”.
Le sigue Colombia, con un nivel de 200,000 hectáreas en 2023, más que el año previo. Mientras, México presenta una tendencia alcista desde 2020, con una tala de 180,000 hectáreas en 2023. En ese mismo año, Argentina perdió 130,000 hectáreas de bosque, tendencia a la baja desde 2021.
Para la mexicana Gutiérrez, la COP30 “debería ser el momento adecuado para evaluar avances, corregir el rumbo y acelerar la aplicación de los compromisos globales”.
Un asunto gaseoso
El combate a las emanaciones de metano, especialmente procedentes de la industria de hidrocarburos, ha corrido también la misma suerte que otros compromisos, voluntarios o no.
Desde el lanzamiento del Compromiso Global de Metano de la COP28 en Glasgow, acordado por unos 150 países y que busca la reducción de emisiones en 30%, por debajo de los niveles de 2020, para 2030, han surgido varias iniciativas de apoyo a ese compromiso, pero aún sin resultados concretos, por lo que la meta permanece lejana.
En 2024, Brasil emitió 21,882 kilotones de metano y de los cuales 1,889 provienen de la producción energética, para situarse en el cuarto puesto global. Un kilotón equivale a 1,000 millones de toneladas.
Su NDC menciona someramente la reducción de emisiones del petróleo y gas.
Entre tanto, Chile generó 16,384 kilotones en 2022 y de los cuales 14% se originó en el ramo energético. La meta de su NDC es la reversión del crecimiento en 2025.
Argentina, por su parte, lanzó a la atmósfera 5,430 kilotones y de los cuales casi un tercio provino del sector energético, detrás del ramo agrícola.
México es el décimo contaminador mundial, al escupir 6,449 kilotones, de los cuales 1,989 procedió de la explotación de hidrocarburos.
Uno de sus mayores problemas es la quema y el venteo de gas en instalaciones de hidrocarburos, al punto que alcanzó 5,724 millones de metros cúbicos en 2024, con un crecimiento de 4% frente al año previo, para situarse entre los nueve países con esas prácticas.
En la región, Colombia es de los menores emisores, con 3,641 kilotones, 814 originados por los hidrocarburos.
Brasil, Colombia y México respaldan la meta de cero quema de gas en 2030 del Banco Mundial, mas no Argentina.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente ya alertó de la gravedad del problema en un reciente informe, al señalar que las empresas y gobiernos en el mundo solo atendieron un 12% de las 3,500 alertas sobre fugas de metano que el organismo mundial lanzó en 2024 y por lo que las metas globales de reducción de esas emisiones están lejanas.