Volví de mi primer día en una COP y me largué a llorar.
Fue hace ya casi nueve años, en diciembre de 2014. Luego de haber realizado un entrenamiento como Líder Climática con el ex vicepresidente estadounidense Al Gore, decidí que tenía que enfocar mi trabajo periodístico en la política climática, esa de la cual dependen los grandes -y difíciles- cambios sistémicos que la crisis climática demanda. Así que en menos de un mes organicé viaje, trabajo y vida para ir a una COP.
Si París iba a marcar un antes y un después con un acuerdo, o no; Lima sería la cocina de ese acuerdo y yo tenía que conocer quiénes preparaban las recetas, cuáles eran los ingredientes, quiénes lideraban el menú. Y ahí estaba, en Lima, en mi primera COP y no entendía por dónde empezar, a qué evento ir, cómo interpretar los documentos…
Los días siguientes empezaron a ser menos caóticos, pero hubo una decisión que marcó un antes y un después. Me acerqué a un grupo de jóvenes que analizaba detalladamente los textos borradores. Vestían remeras negras donde podía leerse Adopt a Negotiator, una iniciativa que le brindaba la oportunidad a jóvenes de distintos países para que “adopten” a un negociador de su país y lo sigan en su trabajo esas semanas, en pos de una mejor acción de los tomadores de decisión y comunicación hacia la ciudadanía.
Con ellos aprendí sobre el mundo técnico de las negociaciones, sobre el cambio de responsabilidad que significa un verbo u otro, sobre cómo y a quiénes tacklear en los pasillos para conocer qué había ocurrido en esas reuniones a las que no podíamos ingresar. Con ellos también aprendí a divertirme incluso en medio de una cobertura intensa y a formar amistades que no conocen de fronteras.
Volví de mi primer día en una COP y me largué a llorar. Pero también volví de esa primera COP y, en parte gracias a ese grupo humano, regresé al año siguiente a París a cubrir una COP histórica. Aquí estoy, casi nueve años después, preparando la cobertura de la COP28.
Tras el Acuerdo de París, Adopt a Negotiator hizo un proceso natural de cambio y foco en la formación de jóvenes para cubrir las negociaciones climáticas. Pasó a llamarse Climate Tracker. Sí, ese hogar y familia que hoy recibe a Planeta, como hizo hace unos años con una pequeña yo en Lima💛.
Así les doy la bienvenida a esta primera edición de Planeta en alianza con Climate Tracker.
Desde que el mundo llegó a consenso con un acuerdo para hacer frente al cambio climático, mucho se ha avanzado en la acción, mucho aún queda por hacer y mucho de lo que se sabe hay que hacer no se quiere hacer.
No es que lo reflexione así yo sola, el secretario general de Naciones Unidas António Guterres se lo dijo a los gobiernos hace apenas una semana: “Acabamos de sobrevivir a los días más calurosos, los meses más calurosos y el verano más caluroso registrado en los libros. Detrás de cada récord roto hay economías rotas, vidas rotas y naciones enteras al borde del colapso. Cada continente, cada región y cada país está sintiendo el calor. Pero no estoy seguro de que todos los líderes sientan esa presión. Las acciones se están quedando abismalmente cortas”.
Las palabras de Guterres corresponden a su discurso de apertura del Debate General, ese momento del año en el que los jefes de Estado se hacen presentes en Nueva York y dirigen sus discursos ante la Asamblea de Naciones Unidas.
Si esta es la primera edición de Planeta en su nueva casa, también fue la primera vez desde 2017 que no estuve en la ciudad que nunca duerme para cubrir su semana política más destacada. Esto no me impidió seguir a distancia lo que se dijo y lo que no, analizar quiénes participaron y quiénes no, todo ello sobre el tema que nos reúne aquí: la necesaria acción frente al cambio climático.
Si en el mundo del cine se regresan personajes clásicos a nuevas producciones audiovisuales, el regreso de Planeta es con dos clásicos conocidos que fueron protagonistas transversales en LA semana de Naciones Unidas: financiamiento y combustibles fósiles.
“Sin movilizar recursos financieros y tecnológicos, no hay manera de implementar lo que decidimos en el Acuerdo de París y el Marco Mundial de Biodiversidad. La promesa de asignar 100 mil millones de dólares al año a los países en desarrollo sigue siendo solo eso –se pausó Lula da Silva y dijo con expresión harto cansada- una larga promesa”.
Y sí. Las palabras del presidente de Brasil resumen el corazón del conflicto latente entre el mundo desarrollado y en desarrollo. El incumplimiento de la promesa asumida por los países desarrollados en 2009 de movilizar anualmente 100 mil millones de dólares a los países en desarrollo no sólo ha claramente perjudicado sus posibilidades de avanzar en la acción climática sino que también, y por sobre todo, ha roto la confianza entre uno y otro mundo. O acaso, ¿cómo seguir negociando promesas con alguien que sigue sin cumplir un compromiso?
Las negociaciones preparatorias que tuvieron lugar en Bonn (Alemania) en junio pasado fueron una antesala de lo que podremos ver en la COP28 -discusiones muy difíciles de resolver- si el dinero no comienza a aparecer sobre la mesa. Dinero que, recordemos, ya ha quedado incluso muy corto para lo que demanda la crisis climática. Demanda que, para Da Silva, ya se ubicaría en los billones de dólares (en español, o sea, los trillions en inglés, en otras palabras, muchísimo dinero).
Las palabras del presidente de Brasil resumen el corazón del conflicto latente entre el mundo desarrollado y en desarrollo. El incumplimiento de la promesa asumida por los países desarrollados en 2009 de movilizar anualmente 100 mil millones de dólares a los países en desarrollo no sólo ha claramente perjudicado sus posibilidades de avanzar en la acción climática sino que también, y por sobre todo, ha roto la confianza entre uno y otro mundo
Me gustaría saber si el mandatario brasileño hubiera agregado algo a sus palabras de escuchar a Joe Biden hablando exitosamente de esos 100 mil millones de dólares, ¿o de algunos?: “Este año el mundo está en camino de cumplir con el compromiso de financiación climática asumido en el Acuerdo de París: 100 mil millones de dólares recaudados colectivamente”.
De Biden puedo considerar que no haya sido intencional equivocarse al decir que “nada era más crítico que acelerar la crisis climática”, en lugar de usar el verbo desacelerar y corregirse al instante. De Estados Unidos no creo que no haya sido intencional cometer un error al referirse a la promesa incumplida. Porque decir que este año se cumplirá es olvidar una palabrita que dijo da Silva: anualmente.
Lo que se viene anunciando con bombos y platillos de parte del mundo desarrollado es que para la COP28 se alcanzarán unos 100 mil millones dólares. Serían los que tendrían que haber movilizado para 2020. Estarían faltando los de 2021, 2022, 2023, 2024 y 2025 que prometieron movilizar cuando redoblaron su compromiso con el Acuerdo de París. Seguramente es un descuido nomás, ¿no?
Coincidente con Lula en que la acción climática hoy necesitaría billones de dólares y que la cifra sigue en ascenso, el presidente colombiano Gustavo Petro reclamó un pedido común de muchos países latinoamericanos: una reforma de la arquitectura financiera internacional que ayude a los países en desarrollo a aliviar sus deudas financieras y actuar ante el cambio climático. Así lo hizo: “Si el capitalismo fósil no tiene financiación, morirá. Habrá que financiar el capitalismo descarbonizado”.
Si las discusiones de la política climática internacional hoy son por dinero, tenemos que preguntarnos para qué sería ese dinero. Bueno, sería para -por ejemplo- acelerar la transición en el sector que más emisiones genera, o debería serlo…
El presidente colombiano Gustavo Petro reclamó un pedido común de muchos países latinoamericanos: una reforma de la arquitectura financiera internacional que ayude a los países en desarrollo a aliviar sus deudas financieras y actuar ante el cambio climático
“El paso de los combustibles fósiles a las energías renovables está ocurriendo, pero llevamos décadas de retraso. Debemos recuperar el tiempo perdido por las demoras, las presiones y la codicia manifiesta de intereses arraigados que recaudan miles de millones de dólares de los combustibles fósiles. El Pacto de Solidaridad Climática propuesto insta a los principales emisores –que son los que más se han beneficiado de los combustibles fósiles– a hacer esfuerzos adicionales para reducir las emisiones, y a los países ricos a apoyar a las economías emergentes para que lo hagan”.
Las palabras de Guterres esta vez no se dirigieron al público del Debate General, sino al de un evento más cerrado al que convocó para acelerar la acción: la Cumbre sobre la Ambición Climática. Realizada en el marco de LA semana de Naciones Unidas, la cumbre solo podía tener como oradores a aquellos que realmente estén trabajando en iniciativas ambiciosas, creíbles y/o implementadas. Eso ya sonaba a un montón en la previa, eso fue un montón en el después. La lista de quienes sí terminaron siendo oradores dejó tres conclusiones claras: 1) algunos no debieran haber estado; 2) los países insulares -más expuestos a los impactos del cambio climático- son los que buscan estar a la delantera de la acción, por convicción o por necesidad; 3) solo dos de los siete principales emisores a nivel mundial -la Unión Europea y Brasil- estuvieron presentes, lo que habla bien de “el control de ingreso”, lo que habla -muy- mal de los emisores.
El presidente de Chile Gabriel Boric llamó a dejar de quemar combustibles fósiles, la primera ministra de Barbados Mia Mottley denunció que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas debería considerar la crisis climática y el financiamiento necesario para la acción de forma tan seria como lo hace con la guerra en Ucrania, y el gobernador de California Gavin Newson fue viral con su exclamación: “La crisis climática es una crisis de los combustibles fósiles. Es la quema de petróleo, es la quema de gas, es la quema de carbón, ¡y tenemos que denunciarlo!”.
El gobernador de California Gavin Newson fue viral con su exclamación: “La crisis climática es una crisis de los combustibles fósiles. Es la quema de petróleo, es la quema de gas, es la quema de carbón, ¡y tenemos que denunciarlo!”.
La Unión Europea dijo estar trabajando con Al Jaber -presidente de la COP28 y CEO de la compañía estatal de petróleo de Emiratos Árabes Unidos- para que haya un compromiso de triplicar las energías renovables; algo hermoso para la transición, pero imposible para algunos países sin los medios económicos o tecnológicos necesarios. Esto es algo que demuestra que el logro obtenido en la COP anterior de establecer un fondo para las pérdidas y los daños ocasionados por los impactos del cambio climático dejó molesto a más de uno y en la próxima conferencia irán por lo no conseguido, o por más.
Más allá de eso, la Cumbre de Ambición Climática dejó un sabor amargo para las expectativas que había generado. Quizás en algo de ello incide la menor importancia que tuvo como evento de alto nivel, especialmente si se lo compara con el de 2019 -el del famoso “How dare you?” de Greta Thunberg- que tuvo prioridad en la agenda y en el hall central, y no en paralelo a los discursos presidenciales y en un salón complementario.
Al que definitivamente no le importó nada de lo que ocurría en Nueva York fue a Rishi Sunak, primer ministro de Reino Unido. No sólo decidió no ir a dar discurso en el Debate General sino que, además, se le ocurrió hacer una conferencia de prensa en el mismo horario de la Cumbre de Ambición Climática para anunciar medidas que debilitan los compromisos climáticos del país, por ejemplo: retrasar a 2035 la prohibición de autos nuevos a combustión.
Eso no fue todo. El miércoles el gobierno británico aprobó la explotación del yacimiento offshore de petróleo Rosebank. Lo hizo un día después de que la Agencia Internacional de Energía publicara que, para que el sector de la energía alcance la carbono neutralidad a 2050 y considerando la ya expansión de la energía limpia, no hay necesidad de invertir en nuevos proyectos de petróleo.
En fin, como decían las palabras de Guterres al inicio de este boletín, no estamos seguros de que todos los líderes sientan la presión de la crisis climática en la que vivimos. Por eso nos toca a nosotros presionarlos para que tomen las decisiones necesarias alineadas con la ciencia. Por eso la razón de este proyecto llamado Planeta.
Como decían las palabras de Guterres al inicio de este boletín, no estamos seguros de que todos los líderes sientan la presión de la crisis climática en la que vivimos.
No quiero terminar esta primera edición sin dejar de mencionar que en mi país -Argentina- estamos en un difícil momento de elecciones presidenciales con un principal candidato negacionista y con todos los espacios políticos apoyándose en el gas -fósil- como “salvación económica” y/o “recurso para la transición”. Al respecto, en televisión hice un análisis detallado de las propuestas vinculadas con el cambio climático que puede resultarles de interés.
Y sobre lo que abordamos en esta edición en general, me gustaría dejarlos con las palabras de la gran Mary Robinson: “Los políticos creen que si toman las decisiones difíciles no serán reelegidos. Tenemos que presionarlos diciéndoles que casualmente queremos que se deje de subsidiar eso que nos está dañando y que se incentiven las energías limpias”.
Espero que hayan disfrutado la lectura de esta edición de regreso de Planeta. Para mí fue un feliz desafío retomar su escritura. En dos semanas nos volvemos a encontrar con el primero de cuatro análisis sobre los temas de debate más destacados y desafiantes que tendrán las discusiones de la COP28 que se celebrará en Dubai en diciembre.
¡Un abrazo!