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Alianzas buscan ganarle la partida al cambio climático y la pérdida de biodiversidad en el Pacífico Norte de Costa Rica

Organizaciones ambientales, de investigación, desarrollo y acción comunal trabajan en alianzas estratégicas para virar hacia un desarrollo más sostenible en una de las zonas costeras de mayor demanda en Guanacaste, sitio de desove de la tortuga marina más grande del mundo.

Es una mañana de un sábado radiante en Tamarindo, provincia de Guanacaste, en el Pacífico Norte de Costa Rica. Poco a poco la playa empieza a poblarse de surfeadores con sus tablas y bañistas que toman el sol. Muy cerca, un grupo de jóvenes se dedica a otra cosa:  la ardua tarea de separar los desechos que voluntarios traen de su recorrido por la playa. Hay también toldos con exhibiciones sobre proyectos de reforestación, restauración de manglares, limpieza submarina y turismo sostenible, mientras un DJ anima con su música el ambiente.  

Todos son miembros o contribuyen con la organización The Clean Wave y se encuentran celebrando su séptimo aniversario. 

Jornada de limpieza en Tamarindo, organizada por The Clean Wave. Foto: Katiana Murillo

The Clean Wave es solo una de las diversas organizaciones que buscan un estilo de desarrollo distinto para una de las zonas de playa más visitadas del país, la que también se está tornando muy apetecible para residencia temporal o permanente, incluido un turismo residencial de lujo, que ha elevado el precio de la tierra. 

Esta creciente demanda genera una gran presión en la disponibilidad de agua y grandes desafíos en el manejo de desechos, la convivencia con la vida silvestre y la adaptación a los impactos del cambio climático, que se refleja en sequías e inundaciones, erosión costera por el alza en el nivel del mar, mayor riesgo de incendios forestales y pérdida de biodiversidad, el motor del turismo en la zona. 

Y es que Tamarindo es una pequeña franja de 125.86 km2, donde está concentrada la mayor parte de la actividad turística costera del cantón de Santa Cruz, con la presencia de una comunidad cada vez más multicultural, pero también con la función de conectar a dos sectores de uno de los parques nacionales con más presión de desarrollo residencial y turístico en sus alrededores: el Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste

Administración del Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste. Foto: Katiana Murillo

El parque, creado en 1991 con 7,7 km de sector terrestre y 12 millas náuticas de sector marino, protege ambientes naturales de gran importancia, como uno de los pocos parches de bosque tropical seco de Centroamérica; playas de anidación de tortugas marinas como la baula o laúd, la más grande del mundo, en grave peligro de extinción en el Pacífico; y un humedal de importancia internacional o sitio Ramsar, el Estero de Tamarindo, de cerca de 400 ha, donde habitan incluso especies únicas del país como el colibrí de manglar y un bosque de mangle en su mayoría intacto. El parque cuenta también con varias playas como Grande, Ventanas, Carbón y Langosta. 

Playa Carbón. Foto: Katiana Murillo

El estero cumple funciones ambientales clave frente a los impactos del cambio climático, como es la recarga acuífera, la estabilización del clima local, la captura de carbono, la conservación de la biodiversidad y la protección de la zona costera al actuar de barrera ante eventos extremos como las tormentas. 

Lo que podría considerarse la joya de la corona del cantón de Cruz vive actualmente la encrucijada de permitir un desarrollo que podría acabar con los recursos turísticos de los cuales depende o virar hacia otro que esté en armonía con la naturaleza y se adapte al cambio climático.

Estero Playa Ventanas. Foto: Katiana Murillo

Jóvenes en acción

“No somos tan jóvenes ni tenemos tanta edad, pero sí somos la última generación que todavía puede hacer algo”, señala Andrés Bermúdez, co-fundador de The Clean Wave, una de las organizaciones que ha encontrado en las alianzas con organizaciones, empresas nacionales e internacionales, instituciones y gobiernos locales, la forma de llevar adelante proyectos como la restauración de arrecifes de coral y manglares; limpiezas periódicas submarinas, urbanas y de playas; reforestación con árboles nativos; y estudio y monitoreo de la biodiversidad. Y con esto también generan conciencia en las comunidades, principalmente del Pacífico Norte, a las que hacen partícipes de estas iniciativas. 

Solo en el 2023, participaron 2330 voluntarios que recolectaron 2,229 kg de desechos, principalmente plásticos, que lograron ser procesados, así como 7,914 kg no reciclables, en especial colillas de cigarro. 

Programa de reforestación de The Clean Wave. Foto: Katiana Murillo

No es casual que los científicos de The Leaderback Trust, una organización sin fines de lucro dedicada a la investigación y el monitoreo científico aplicados a la conservación de tortugas marinas en peligro de extinción, principalmente la baula o laúd, han encontrado tortuguitas recién nacidas atrapadas en plásticos. 

También ha identificado que una temperatura de 29.5 °C en la arena, produce el nacimiento solamente de hembras, mientras que más de 33 °C, significa una mortalidad segura. Se suman también los microplásticos, que son diminutas partículas de plástico, menores a 5 milímetros, traídos por las corrientes, que terminan integrándose a la misma. Uno de los depredadores, los mapaches, abundan además cuando los desechos sólidos no son tratados de forma adecuada.

Actualmente, una iniciativa apoyada por organizaciones como Costa Rica Makes me Happy, Playa Grande Sostenible, The Clean Wave, la Municipalidad de Santa Cruz y organizaciones administradoras de acueductos o ASADAS, promueve en Playa Grande y Tamarindo la recolecta de material diferenciado reutilizable, cuyos plásticos se procesan en resinas para la construcción y agregados de cemento. 

Atardecer en el sector Langosto del Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste. Foto: Katiana Murillo

Conectando tierra y mar

Sin embargo, “para que las tortugas marinas en peligro de extinción como la baula sobrevivan, es vital proteger su hábitat y eso se debe hacer de forma integral”, afirma Elizabeth Solano, directora para Costa Rica de The Leaderback Trust.

Según Christian Díaz Chuquisengo, presidente de la Asociación de Desarrollo Específico para la Conservación del Medio Ambiente de Playa Grande (ADE), los esfuerzos de creación del parque nacional han sido importantes para la conservación de la biodiversidad; poblaciones de animales, como los cocodrilos, se han recuperado y se han dado avistamientos de especies que hacía tiempo no se encontraban en la zona, como el jabirú, pero se necesita ir más allá. 

De ahí que trabajan en iniciativas como la compra de tierras para conexión biológica y actividades compatibles con la sostenibilidad; reforestación con especies nativas, que brindan sombra en la costa frente al calentamiento y la erosión, educación ambiental y ciencia ciudadana para el monitoreo de la salud de especies y ecosistemas. Esto último con la participación de voluntarios, universidades, centros educativos y operadores turísticos. También se han formado brigadistas para incendios forestales y Comités de Vigilancia de los Recursos Naturales (COVIRENAS). 

Ibis blanco. Foto: Katiana Murillo

Nadia Tarlow Borysenco, una documentalista estadounidense que tiene 8 años de vivir en la comunidad de Playa Grande, es la lideresa de la iniciativa The Green Legacy Playa Grande, enfocada en el establecimiento de corredores biológicos que conecten ecosistemas terrestres con marinos mediante la reforestación y la regeneración. En esta tarea también participan organizaciones como Costas Verdes, la ADE, Wildlife Alliance y Re:wild; esta última, una organización fundada por el actor Leonardo DiCaprio, que en Guanacaste se enfoca en la regeneración de fincas. 

También dirige un programa denominado Mi Bosque, que busca educar y reforestar con especies nativas terrenos privados en las inmediaciones del parque nacional, otorgándoles una certificación con el objetivo de cambiar el valor que los bienes raíces le han dado tradicionalmente a los terrenos sin vegetación a otros con un alto valor en biodiversidad. En 2023, se plantaron 150 árboles en propiedad privada y 100 más este año en solo un mes gracias a The Green Legacy Project. 

“Queremos desarrollar un modelo de corredores biológicos que conecte el bosque con el mar y pueda aplicarse a otras zonas costeras”, afirma. Y es que de todos estos esfuerzos depende la supervivencia de una biodiversidad que es única. 

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