Edith Vargas es campesina. Vive en Caño Alfa, una pequeña vereda del municipio de Puerto Rico, Meta, en donde aún hoy ella y las demás personas que habitan la Zona de Reserva Campesina Agrogüejar-Cafre se enfrentan al desafío de vivir sin contar con electricidad las 24 horas del día. Esta es una Zona No Interconectada, es decir, un territorio que no tiene garantizado el suministro eléctrico que existe en grandes ciudades o pueblos colombianos.
Siempre, antes de comprar cualquier equipo tecnológico, e incluso antes de conectarlo, Edith revisa que cumpla con las características adecuadas para funcionar con la electricidad del panel solar que tiene en su casa. El panel, por ejemplo, no puede encender televisores que sean de más de 32 pulgadas, ni planchas para ropa o pulidoras.
Puede tener conectadas varios electrodomésticos, pero ella trata de que los que tienen más potencia, como la nevera y el televisor, funcionen al mismo tiempo. Así, además de ahorrar energía, se evita cualquier daño a estos electrodomésticos que ha comprado con mucho esfuerzo.

Y es que para llevarlas del casco urbano de Puerto Rico, un pequeño poblado donde se unen el llano y la selva, es necesario atravesar el río Ariari en ferry y transitar una trocha, o carretera sin pavimentar, durante varias horas. Pero, sobre todo, ella trata de cuidar el panel porque, aunque les dijeron que iría un técnico a revisarlo cada cierto tiempo, quizá una vez al mes, y que los vecinos pagarían por ello $20.000 pesos colombianos (4,6 dólares) , ha transcurrido un año y todavía no tienen claro cuál será la empresa encargada de este servicio.
El panel y la batería de litio que Edith tiene instalados en su casa hacen parte de un programa adelantado por la Alcaldía de Puerto Rico, Meta, en el marco de acciones del gobierno nacional a través del Instituto de Planificación y Promoción de Soluciones Energéticas (IPSE) y el Ministerio de Minas y Energía.
Este programa, que empezó a ejecutarse en enero de 2023, pero que a la casa de Edith llegó en enero del 2024, ha llevado paneles solares a 1.511 familias de 44 veredas con la esperanza de que estas personas puedan pasar de alumbrarse con velas o pequeños paneles con capacidad de un bombillo; a tener electrodomésticos básicos que funcionan con energía solar.
El proyecto se ha dividido en tres fases y, en la actualidad, las familias rurales de Puerto Rico aún están terminando de recibir los 120 paneles solares de potencia de 405 Wp (vatios pico) con su respectiva batería de litio de 120 Ah (amperio hra)– 25.6 VDC (voltios de corriente directa.
Sin embargo, en medio del optimismo que ha representado esta solución energética, que incluso ha ayudado a que muchas personas ya no contemplen abandonar el territorio en busca de mejores condiciones de vida, todavía existen retos en los procesos de capacitación y mantenimiento de este tipo de soluciones para que estos proyectos puedan ser sostenibles en el tiempo.

La resistencia campesina en medio del conflicto armado
El sur del departamento del Meta es un territorio cuya historia ha estado marcada por el conflicto armado. Allí, muchas familias han dependido de economías consideradas ilícitas, como los cultivos de hoja de coca. Gran parte de estos municipios son rurales, con Zonas No Interconectadas y en medio de varios Parques Nacionales Naturales, como Tinigua, Picachos, La Macarena, entre otros.
Puerto Rico hace parte de los seis municipios priorizados como zonas PDET (Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial), y pese a que de sus más de once mil habitantes, casi la mitad, ha sido catalogada como víctima del conflicto armado, también su historia se ha caracterizado por fuertes procesos organizativos que los han llevado a que, por ejemplo, en el 2023, un gran número de veredas hubiesen recibido la resolución oficial determinada por la Ley 160 de 1994 como Zona de Reserva Campesina, la cual es una figura de ordenamiento territorial que ha buscado solucionar problemas históricos del campo, como el acceso a la tierra.
Es así como veredas que hacen parte de esta reserva, como Caño Alfa, han sido beneficiadas hace un año con el proyecto de electrificación rural. Con esto, 54 familias pasaron de no contar con energía eléctrica a tener esta solución fotovoltaica que les permitió lo que parecía hasta ese momento impensable: tener electrodomésticos.
“Para nosotros tener luz era complicado, algunos podían comprar pequeños paneles para tener un bombillo y cargar sus celulares y otros no, era a punta de vela, así que la vida nos ha cambiado 100% como campesinos en toda Caño Alfa”, recuerda César Mendoza, presidente comunal, quien, además de haber nacido y crecido en este territorio, ya lleva dos mandatos trabajando por el desarrollo de su comunidad.
Soñar una vida en el campo desde la transición energética
¿Qué tanto puede un panel solar cambiar la vida de una familia? Para la población de Caño Alfa pasar de no tener electricidad a contar con ese servicio las 24 horas supuso un gran respiro en cosas tan mínimas como poder disfrutar de agua fría después de una larga jornada de trabajo, en una zona donde la temperatura casi nunca está por debajo de los 30°C, o hasta mejorar sus condiciones de salud.

“Por acá tocaba comer así tan salado, y si se sufría de la tensión (hipertensión), igual no había opción. Entonces, apenas llegaron los paneles se compraron las neveras. La mayoría íbamos al pueblo para tenerlas. Teníamos hielo, jugo y agüita fría, apenas para quienes trabajamos en el campo al rayo del sol. ¡Qué bueno que hasta más frío podemos tomar!”, comenta con alegría Luz Elena Vargas, una habitante de esta vereda, quien hace cuatro años se cansó de estar incomunicada y a oscuras, por lo que decidió comprar un panel pequeño con el que alcanzaba a tener un bombillo y cargar su celular.
Tanto Luz como su esposo padecen de hipertensión, por lo cual no tener refrigeración representaba tener que comer con exceso de sal, ya que esta era su forma de preservar la carne de vaca o pescado por aproximadamente una semana. Ahora, según informaron, se sienten más saludables.
De acuerdo con la Asociación de Energías Renovables-SerColombia, el Meta es el departamento que más tiene producción de energía solar fotovoltaica con una atención de más de 66.339 usuarios con 382.560 kWh por día. Esto le apostaría a cerrar las brechas entre las zonas rurales y la ciudad, ya que pese a que sí existen algunas limitaciones en la forma de relacionarse con la energía según el tipo de proyecto, puede determinar que las personas decidan seguirle apostando al campo en vez de irse a las urbes.
“Se ha generado un mayor arraigo al campo, a la tierra, a seguir trabajando, porque al no haber ni luz para alumbrarse, y ahora el poder tener por lo menos electrodomésticos, la gente la piensa dos veces para irse, le coge más amor a la tierrita”, afirma César.
Sumado a lo anterior, en la medida en que la energía tenga un papel más protagónico para quienes habitan territorios de la ZRC Agrogüejar-Cafre e inicien a materializar su plan de desarrollo, la transformación de los productos lácteos podría ser una economía estratégica para quienes tienen pequeñas apuestas ganaderas.
Según Giovanny Pabón, director de energía en Transforma, una ONG dedicada a promover la transición energética en América Latina, desde 2019 Colombia se viene alejando del uso continuo de los combustibles fósiles para la producción de electricidad, pero especialmente en los últimos dos años “varios de esos proyectos empezaron a producir energía y hoy en día entre 4 y 5% corresponde a electricidad limpia, especialmente de energía solar que es lo que más se ha implementado en nuestro país”.
Lo anterior, según dice, lo lleva a ser optimista en que, sumado los cambios a pequeña escala que se van produciendo en cada territorio, la transición energética justa avanza de tal manera que hacia el 2032, además de las 20 gigas que se estipulan en alcanzar, van a haber 17 nuevas gigas complementamente renovables.

El proyecto que ha beneficiado a familias como la de Edith se ha ejecutado en tres fases. El primer tramo, que consistió en la entrega de 689 soluciones fotovoltaicas, ya cuenta con la AOM (Administración, Operación, Mantenimiento), que en este caso se llama Helios y por ahora, según manifestó Milton Montealegre, secretario de Planeación de la Alcaldía de Puerto Rico, la comunidad ha manifestado que el servicio es óptimo.
Sin embargo, la segunda etapa, que en este caso tuvo a veredas como Caño Alfa de beneficiarias, no tienen asignada la empresa que haga dicho mantenimiento y le corresponde a Energuaviare, como contratista, seleccionarla. Para este artículo se envió un derecho de petición con el fin de solicitar formalmente la respuesta de por qué no se ha hecho este trámite, pero Energuaviare no ha respondido hasta el momento de publicación.
“Cada proyecto tiene condiciones y una de estas es que una vez entregada la solución fotovoltaica a la familia, el contratista tiene la obligación de vincularlos a una empresa que se llama AOM. Les debe prestar la asistencia técnica, para que se mantenga útil y también se debe tener un plan de disposición a las baterías. El municipio al no ser ejecutor no puede intervenir. Le hicimos oficios al Ministerio de Energía, y respondieron que le competía a Energuaviare”, explica Miltón, quien añade que el tercer proyecto de 120 paneles todavía está en ejecución.
Expertos coinciden en que los paneles solares necesitan un mantenimiento constante sencillo, que consiste en hacerle limpieza, pero que pasado un año sí se requiere una revisión profunda de cada panel. Esto quiere decir que en Caño Alfa, donde 10 soluciones están presentando fallas casi desde sus inicios, responde más a una responsabilidad del contratista, que en este caso de la AOM que se asigne.
Para Nessid Assad de la organización Polen-Transiciones Justas, “las fallas significan un rendimiento fuera del óptimo de los paneles” y por ello recuerda que un gran reto de este tipo de proyectos es la sostenibilidad, ya que aunque las comunidades se organicen en torno a apuestas de transición energética, “¿qué tareas puede hacer la comunidad? Porque esos sistemas de generación requieren de unas capacidades instaladas para que el sistema perdure en el tiempo, por ello se extrae esa responsabilidad de la comunidad y se le asigna a una empresa”.
El hecho de que haya soluciones fotovoltaicas que no estén siendo aprovechadas por las comunidades que realmente lo necesitan y la espera a una empresa que no ha sido asignada, es un reto que tiene la institucionalidad, según Giovanny. “Se requiere que en los territorios haya personas relativamente capacitadas que puedan reaccionar y no tener que quedarse esperando que alguien llegue hasta allá a solucionarles. Todos producen y todos consumen”, puntualiza.
Hacer consciente la importancia de la transición energética y adelantar procesos pedagógicos en torno a esta, podría permitir que la electrificación a través de energías fósiles deje de ser la norma en las zonas rurales, pasando a comunidades que se organicen en torno a energías limpias para garantizar un óptimo servicio.
Por ejemplo, para Juan Pablo Soler, de Comunidades SETAA-Sembradores de Territorios, Aguas y Autonomías, este tipo de comunidades energéticas podrían crear comités de energía que les permita hacer seguimiento y promover el correcto funcionamiento de los paneles solares. El tener claro también en qué momentos sí se debe pagar por mantenimiento a partir de las necesidades de este tipo de soluciones, también incentivaría el tener un fondo que les permita reaccionar cuando haya que hacer las respectivas reparaciones. “Eso no es barato, se puede tratar de establecer una tienda comunitaria, que sea la que venda los materiales e implementar prácticas de eficiencia energética”, recomienda.
Por ahora el municipio de Puerto Rico sigue avanzando en garantizar una solución energética a las familias de predios rurales dispersos, e incluso busca llegar a áreas protegidas de Parques Nacionales Naturales que representan el 40% de su territorio, ya que allí los paneles solares no están permitidos. “Tenemos un plan de ampliación de red y buscamos recursos para materializarlo, donde no hay proyección de red, se establecen energías alternativas. También buscamos tener los permisos correspondientes para llegar a las familias que están en parques”, concluyó Miltón.
Mientras tanto, las comunidades siguen aprendiendo sobre soluciones fotovoltaicas y entendiendo que sus proyectos de vida también pueden ir de la mano de la transición energética que, en territorios como la Amazorinoquía, pueden ser una apuesta sustentable entre comunidades y naturaleza. No obstante, también se mantiene el reto para la institucionalidad de dejar reales capacidades instaladas en las comunidades para que las apuestas sean a largo plazo.