Energía solar para conservar el páramo: la experiencia de Pueblo Viejo

Siete familias de Pueblo Viejo, en el centro de Colombia, pudieron conectarse a la energía eléctrica gracias a un proyecto de Parque Nacionales Naturales, que usa paneles solares para electrificar las cercas que mantienen a sus vacas lejos de áreas protegidas del páramo de Pisba. Sin embargo, aunque aprovechan la energía solar para iluminar sus casas, aún existen limitaciones y desafíos.

No todas las zonas rurales en el departamento de Boyacá tienen energía eléctrica. No todas tienen el privilegio de prender un bombillo y conectar una nevera. Así lo confirman las cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), que en su más reciente Censo Nacional de Población y Vivienda en Colombia (CNPV) dice que hasta 2018, cerca de 10.000 viviendas rurales aún no contaban con este servicio, y que por lo menos 168 de ellas se encuentran en el municipio de Socotá. 

Según estos datos, muchas de las familias aún enfrentan la noche con largas velas de parafina que se derriten sobre botellas de vidrio o candelabros de cobre, y que doce de ellas, ubicadas en lo profundo de la vereda, en la ruralidad de Pueblo Viejo, desafían la oscuridad con lámparas de petróleo. 

Por eso una parte de sus habitantes, en especial los niños, aún imaginan que algún día podrán preparar jugo de guayaba en licuadora, sin tener que cocinar la fruta y batirla con intensidad con un molinillo hasta que se disuelva en el agua. Para Istenia Estepa, campesina dedicada a la agricultura desde hace más de veinte años, eso sería todo un privilegio. Cada vez que va a comprar sal, aceite o arroz a los municipios de Pisba o Socotá –los más cercanos a su vereda–, ve cómo todo sigue avanzando, mientras ella y los habitantes de Pueblo Viejo continúan batallando para conservar sus alimentos y alumbrar sus casas en las noches.

La irrupción de la energía solar

Las casas en Pueblo Viejo están hechas de tapia —una mezcla de tierra y estiércol de vaca—. Sus paredes son gruesas y porosas, con techos de lata, cuartos pequeños, cocinas amplias y corredores hechos de madera con chambrana.

Entre 2021 y 2023, Parques Nacionales Naturales de Colombia, una entidad del Estado dedicada a la conservación de áreas protegidas, a través de su programa “Sistemas sostenibles para la conservación”, le propuso a siete de las doce familias que viven en la vereda —el 60% de sus habitantes—, que si su ganado dejaba de pastar cerca al páramo de Pisba, les entregarían una cerca eléctrica impulsada por energía solar como parte de su proyecto dirigido a incentivar la ganadería más “sostenible”. 

A mediados de 2022, cada campesino que firmó el convenio con la entidad recibió dos paneles solares, una planta o impulsor eléctrico, una batería y varios metros de alambre por un periodo de cinco a diez años. Con estos materiales cada familia pudo amarrar la cerca a las estacas de madera que bordean los pastales. 

Además, el proyecto incluía la instalación de cuatro a cinco bombillos y un conversor de energía —que transforma la corriente eléctrica que recibe del panel, en una compatible con los electrodomésticos—, al interior de sus casas, para que pudieran aprovechar de manera adicional una parte de ese recurso iluminando sus viviendas, cargando las baterías de su celular y conectando pequeños electrodomésticos, como una licuadora. 

Cada campesino que firmó el convenio recibió dos paneles solares, una planta o impulsor eléctrico, una batería y varios metros de alambre por un periodo de cinco a diez años.

Energía solar en Pueblo Viejo
Crédito: Angie Pik

Los funcionarios de la entidad les dijeron entonces, “si usted tiene la posibilidad de hacer un proyecto productivo sostenible con el medio ambiente, por fuera del parque y la zona de reserva, lleguemos a un acuerdo, y así fue como empezó todo este proceso. Montamos en los techos de sus casas pequeñas instalaciones solares para sus cercas, que también son funcionales para llevar otros servicios a los hogares, como la iluminación y el funcionamiento de electrodomésticos que no consuman tanta energía. A cada familia le entregamos e instalamos un kit solar”, explica Diego Castro, ingeniero agrónomo y asesor técnico del Parque Nacional Natural Pisba.  

El proceso de llevar esta tecnología hasta lo profundo de las montañas de Boyacá puede tomarles  hasta un día. Después de transportarse a lomo de caballo o mula, descargan los paneles solares en la Escuela Jairo Albarracín Barrera, sede Pueblo Viejo, para después dirigirse a cada una de las fincas, con distancias de una a dos horas entre sí. “Nos tardamos entre dos y tres días, porque es llegar, entregar, mirar, conectar y explicar cómo funciona el sistema, para que la gente sepa cómo mantenerlo en el tiempo. En especial el cuidado de las baterías”, cuenta Diego. 

También señala que a lo largo de este proceso han contado con el apoyo de los campesinos, quienes han asumido buena parte del transporte de este sistema. “Es un camino agreste, porque hay tramos donde toca cruzar quebradas, todo es loma, y los paneles no se pueden dejar golpear porque se dañan. Así que la gente se echa un peso de 60 kilos al hombro desde Tobacá —la única vereda de la zona que tiene vía—, y los lleva hasta Pueblo Viejo”, dice. 

“Es un camino agreste, porque hay tramos donde toca cruzar quebradas, todo es loma, y los paneles no se pueden dejar golpear porque se dañan. Así que la gente se echa un peso de 60 kilos al hombro desde Tobacá —la única vereda de la zona que tiene vía—, y los lleva hasta Pueblo Viejo”.

La vereda de Pueblo Viejo está ubicada a 2.300 metros sobre el nivel del mar, en la Ruta Libertadores, un camino escarpado y zigzagueante que cruza con firmeza el filo de las montañas. Se esconde entre lo espeso del bosque, hasta encontrarse con la humedad del páramo de Pisba y sus frailejones. Cuentan sus habitantes y los libros de historia que su nombre hace honor a los pasos que dieron Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander hace más de 200 años, junto a cientos de hombres y mujeres que juraron liberarse de la corona española, y así lo hicieron. Este camino no ha desaparecido, se mantiene en el tiempo y es de ayuda para que sus habitantes puedan viajar hasta los dos municipios más cercanos. 

Bernarda Estupiñan, una de las beneficiarias, considera que los resultados de este proyecto han marcado un antes y un después en su vida. “Al menos ya tenemos bombillos para alumbrar la casa, a veces le conecto la licuadora, y hasta el momento ha funcionado bien, sin fallas. Aunque su principal uso es para cercar al ganado. La verdad es que ese tipo de energía me parece buena”, cuenta. 

Sin embargo, confiesa Bernarda, su comunidad quería generar energía eléctrica de manera autónoma sin depender de la red nacional. Vio las posibilidades a futuro que ofrecía este sistema cuando dejó de utilizar sus lámparas de petróleo o la linterna para cocinar sus alimentos en la madrugada;  cuando su hijo pudo hacer sus tareas sin alumbrar la habitación con una vela; y cuando mejoró la comunicación con el exterior. “Antes nos tocaba mandar los celulares con un vecino hasta Socotá o Pisba para que los cargaran, y si no había la manera, uno se quedaba días incomunicado en esta lejura, donde tampoco es que haya buena señal de teléfono”, relata.

“Antes nos tocaba mandar los celulares con un vecino hasta Socotá o Pisba para que los cargaran, y si no había la manera, uno se quedaba días incomunicado en esta lejura, donde tampoco es que haya buena señal de teléfono”.

Además, reconoce que el proceso que iniciaron junto al Parque Nacional Natural de Pisba es solo el inicio de “un gran sueño”. Los paneles con los que cuentan en estos momentos no les permiten conectar las neveras para conservar sus alimentos. “Lo hemos intentado, pero se corre el riesgo de que se dañe la planta, ya que está diseñada para lo básico. Si ellos quisieran conectar televisores o refrigeradores, tienen que comprar el resto del sistema y adaptarlo”, reconoce Diego. Esta tecnología podría llegar a tener un valor aproximado de $6 millones de pesos (cerca de 1.500 dólares). 

María de Jesús, otra de las campesinas que firmó este convenio con la entidad ambiental, tiene el mismo deseo. Dice estar cansada de poner a secar la carne junto al fogón de leña con un poco de sal, para conservarla durante un par de días. “Por eso cuando bajo al pueblo, compro poquita, o latas de atún o sardina. Es lo único que aguanta por aquí, y no compro verduras por el mismo motivo. Entonces tenemos las huerticas, los cultivos de pancoger. Yo siembro frijol, arveja, hortalizas, café, caña, cebolla y papa”, comenta. 

Pese a que más de la mitad de la comunidad de Pueblo Viejo está vinculada a este proyecto, no necesariamente tienen las suficientes cabezas de ganado para decir que viven de esta actividad. La mayoría es para el autoconsumo. “El que más tiene, cuenta con doce cabezas de ganado. El resto tiene tres, cuatro y hasta cinco vaquitas, solo que hay que mantenerlas encerradas y lejos del páramo”, explica María de Jesús. Sus ingresos están basados en la venta de algunos de sus terneros. 

La idea de conservar el páramo de Pisba a partir de programas de ganadería sostenible no es nueva, lleva un poco más de cinco años. Parques Nacionales Naturales de Colombia ha desarrollado estrategias de protección a nivel nacional, con el propósito de que los campesinos que viven muy cerca a zonas que colindan con los páramos se sumen al proceso de conservación de estos ecosistemas tan frágiles, comprendidos principalmente por especies como el frailejón. Estas plantas toman el aire, la niebla y la humedad, y la convierten en agua pura. 

La primera vez que el equipo técnico del Parque Nacional Natural Pisba intercambió paneles solares por compromisos de conservación en el departamento de Boyacá, fue en la zona rural del municipio de Mongua, que de acuerdo con informes presentados por la entidad ambiental del departamento, Corpoboyacá, cuentan con el 3,5% del páramo dentro de su territorio, mientras que Socotá tiene el 64,4%, motivo por el que decidieron replicarlo en su vereda Pueblo Viejo, con algunas mejoras.

“El programa inició con cercas eléctricas que funcionaban únicamente con un panel solar.  Lo colocábamos sobre el techo de las casas o en una zona alta donde pudiera recibir la radiación solar. Pero después, por petición de los mismos usuarios, fuimos ampliando el kit solar. En Mongua también había fincas donde la gente alumbraba la casa con velas, porque no tenían energía”, recuerda Diego.  

Energía solar en Pueblo Viejo
Crédito: Angie Pik

La promesa de un alcalde

El 14 de noviembre de 2023, el alcalde de Socotá, William Correa Durán, anunció a través de sus redes sociales que la Empresa de Energía de Boyacá (EDSA) avaló su proyecto para llevar energía eléctrica convencional no solo hasta la vereda de Pueblo Viejo, sino a la Chipaviejo, El Oso y La Reforma. Por lo que el siguiente paso era radicar la iniciativa ante el Ministerio de Minas y Energía a través del Fondo de Apoyo Financiero para la Energización de las Zonas Rurales Interconectadas (FAER). Trámite que el mandatario dijo haber realizado al día siguiente. 

Con esta iniciativa, según dijo el edil, espera que los campesinos de estas comunidades cuenten con un sistema para 2024 que, a su parecer, es mucho más eficiente que los paneles solares. “Supe que Parques Nacionales Naturales le entregó a unas cuantas familias unos paneles, pero que no ofrecen energía las 24 horas del día de manera continua y sin restricciones. Entonces, no digo que su llegada no haya sido una bendición, pero si un campesino quiere mover un molino de caña, ¿cómo lo va a hacer?”, señala. 

De llegarse a aprobar la iniciativa, Correa estima que el sistema podría llegar a costar un poco más de los $6.500 millones de pesos (cerca de un millón y medio de dólares), y favorecerá a por lo menos 168 familias. Según se puede leer en el documento que publicó el alcalde en Instagram, la empresa EDSA señala que el proyecto es viable, porque cumple “con la regulación vigente” y “no requiere de recursos adicionales para la administración, operación y mantenimiento”. 

“Ellos no paran de pensar en su futuro y el de sus hijos. Quieren energía eléctrica y vías, porque muchos de ellos sueñan con procesar la caña y vender sus productos en el mercado”.

En 2020, los ingenieros electrónicos Julián Avella Pesca y Jhonatan Avella Ávila viajaron hasta la vereda para ofrecer una alternativa, después de enterarse que esta comunidad nunca había tenido acceso a energía eléctrica convencional. Esto lo hicieron en colaboración con la Fundación Muysquin—que en muisca significa “naturaleza de las cosas”—, una organización juvenil, dedicada al cuidado y protección del medio ambiente, y la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).

Sin embargo, durante la visita se dieron cuenta que entre 2016 y 2017 la Institución Educativa Jairo Albarracín Barrera, sede Pueblo Viejo, había recibido de la Gobernación de Boyacá dos paneles solares y un impulsor, pero “se le habían descargado las baterías, por lo que no estaban en funcionamiento. Así que estando allá aproveché para encontrar la manera de arreglarlo, pero al poco tiempo volvió a fallar”, explica Julián. 

Meses más tarde, tomaron la decisión de regresar a la vereda, con el fin de entrevistar a las 12 familias que aún hacen parte de esta comunidad. Con los datos que recolectaron, perfilaron sus necesidades y evaluaron el costo que podría llegar a tener la solución fotovoltaica, concluyendo que el valor total del proyecto, estaría en alrededor de $73.466.940 millones de pesos (cerca de 18 mil dólares) con una diferencia de al menos $6.400 millones de pesos (cerca de un millón y medio de dólares), en relación con el proyecto impulsado por el alcalde. Sin mencionar el costo de la cobertura que tendría para las otras tres veredas, porque este estudio no se centró en esas comunidades. 

Los resultados de esta investigación fueron presentados a la comunidad y a la Alcaldía de Socotá, pero ningún funcionario se mostró interesado. Después lo hicieron con la Gobernación de Boyacá, en donde obtuvieron una respuesta positiva, pero sin acciones concretas. Sin embargo, la comunidad de Pueblo Viejo no pierde la esperanza de que algún día sus condiciones de vida mejorarán, menciona la profesora Teresa Ojeda. “Ellos no paran de pensar en su futuro y el de sus hijos. Quieren energía eléctrica y vías, porque muchos de ellos sueñan con procesar la caña y vender sus productos en el mercado”. 

En la actualidad, solo siete de las doce familias que habitan este territorio se han vinculado al proyecto de conservación del Parque Nacional Natural Pisba, por lo que cinco de ellas siguen dependiendo de las velas de parafina y las lámparas de petróleo. 

Los campesinos estiman que gastan alrededor de $20.000 pesos ($5 dólares) al mes, entre gasolina y velones, pero esperan en un futuro no tan lejano, también poder adherirse al programa de Parque Nacional Natural Pisba. 

En 2023, cuenta Diego, “presentamos el proyecto de los paneles a Naciones Unidas, a ver si conseguimos un poco más de recursos para apoyar la vereda de Pueblo Viejo, pero eso aún es incierto”.

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