¿Y si llega a extinguirse antes de conocerla? ¿Y si nos perdemos la oportunidad de contemplar esa mirada perdida?, ¿de distinguir esas manchas verdes en medio de la oscuridad?, ¿de comprender a la megadiversidad, a través de una criatura que no llega a los 2.5 centímetros?
El miércoles 30 de octubre, en plena decimosexta Conferencia de las Partes sobre el Convenio de Diversidad Biológica (COP16), científicos ecuatorianos dieron a conocer el descubrimiento de cuatro nuevas especies de ranas de lluvia; entre ellas, se presentó a la Pristimantis praemortuus, cuyo nombre común es la rana de lluvia premuerta.
“No podemos conservar lo que no conocemos”, es la bandera que sostiene Mario Yánez, investigador del Instituto Nacional de Biodiversidad ecuatoriano (INABIO) y uno de los ocho autores de la descripción de la nueva rana. Para países megadiversos como Ecuador, se ha vuelto todo un reto conservar sus especies, pero más aún, registrar toda esa riqueza para generar planes eficaces.
Esta planeación y construcción de políticas públicas se ve reflejada en las Estrategias, Planes o Programas Nacionales para la Conservación y la Utilización Sostenible de la Biodiversidad (NBSAP por sus siglas en inglés). Hasta el final de la COP16, 44 países presentaron sus estrategias de biodiversidad: poco más del 44% de los 196 países signatarios.
A pesar de ello, 119 países entregaron 2.716 objetivos nacionales que se alinearon con el Marco Global Kunming-Montreal sobre Diversidad Biológica (MGB). Las negociaciones en la conferencia se vieron truncadas por el número limitado de NBSAP presentados; sin embargo, este es un reflejo de los acuerdos anteriores no cumplidos. Mientras países en vías de desarrollo —y con altos índices de biodiversidad— trabajan sobre la marcha con economías endeudadas, otras naciones ricas no han cumplido con sus compromisos financieros para conservar la diversidad biológica.
Emilio Spataro, asociado en Diplomacia para la Biodiversidad del Grupo de Financiamiento Climático LAC (GFLAC), indicó que existía un compromiso desde la COP15, realizada en Montreal en 2022, de movilizar USD 20.000 millones a 2025, con la meta de llegar a los USD 200.000 millones para 2030. A pesar de ello, “los países ricos no vienen cumpliendo con su compromiso de movilización de recursos. Entonces, no hay culpables ni inocentes; hay responsabilidades diferentes muy marcadas”, agrega Spataro en referencia a los incumplimientos de NBSAP y recursos económicos.
Andrés Factos, punto focal de la delegación ecuatoriana en la COP16, mencionó que uno de los temas en el que el país puso más énfasis fue en el financiamiento y recursos, porque “es un reto para países como el nuestro, megadiversos, implementar el cumplimiento del Convenio sobre la Diversidad Biológica”.
¿Cómo se conserva si no existen los suficientes recursos económicos? ¿Cómo se prioriza a la biodiversidad si no existe voluntad política? Ambas son preguntas que no pudieron resolverse en la COP16 y que seguirán latentes. A falta de quórum —principalmente por el retorno de las delegaciones a sus países—, el 2 de noviembre la conferencia fue suspendida, dejando en el limbo uno de los temas, sino el más importante: trazar una hoja de ruta para el financiamiento de la biodiversidad.
Por ahora, las negociaciones sobre este tema se retomarán en la próxima reunión provisional en Bangkok.
Una rana por la extinción
Pristimantis praemortuus es el nombre científico para esta rana de lluvia. Yánez explicó que el nombre hace referencia a la cantidad de especies que son descubiertas y, al mismo tiempo, ya se las puede catalogar como en “peligro de extinción”.
Esto ocurre especialmente en lugares con altos niveles de endemismo, es decir, donde un gran número de especies solo se distribuyen en esas zonas y en ningún otro lugar del mundo. “Quisimos dejar un mensaje con una de las especies. Decidimos tomarla y poner el epíteto praemortuus, el cual significa ‘previo a la muerte’. Nosotros queremos motivar, no desde un lado positivo, porque, actualmente, la mayoría de los biólogos de conservación estamos colectando especies que, en gran medida, están en riesgo o proceso de extinción”, dijo el investigador del INABIO.
Esta no es una realidad nueva. De hecho, un millón de especies de animales y plantas estarían en peligro de extinción si no se toman correctivos en las próximas décadas, según estimaciones compartidas en el Informe de Evaluación Mundial sobre la Diversidad Biológica y los Servicios de los Ecosistemas de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES).
El informe detalla que en el sur global existe una aceleración mayor del deterioro de bosques tropicales y subtropicales por el cambio de uso de suelo. Entre 1980 y 2000, 100 millones de hectáreas de bosques tropicales fueron devastadas en el mundo; en América Latina el saldo fue de 42 millones.
En el planeta, tres cuartas partes de su medio ambiente terrestre están deterioradas. Esto se debe a los cinco principales impulsores de la pérdida de biodiversidad: el cambio de uso de suelo, la explotación directa de organismos, el cambio climático, la contaminación y las especies exóticas invasoras.
Si bien el pastoreo del ganado y los monocultivos se encuentran entre los principales factores para la pérdida de biodiversidad, existen otros elementos a los que los investigadores ecuatorianos apuntan. Por ejemplo, en las cuencas binacionales de los ríos Mira-Mataje, lugar donde se realizaron los descubrimientos, existen varias amenazas relacionadas con la minería y el crimen organizado que, en ocasiones, se convierten en lugares de difícil acceso.
Para Javier Robayo, director ejecutivo de Ecominga, organización ecuatoriana que trabaja en zonas de especies con altos niveles de endemismo, estos sectores, al ser frontera, representan un riesgo por la presencia de “grupos irregulares”; por esta razón, muy pocos investigadores se atreven a ingresar.
“Nosotros tenemos una carrera muy fuerte, sobre todo, en zonas donde hay endemismo, que tienen especies únicas. Tienes una posibilidad de colectar, salir, investigar, pero no sabemos cuándo se va a abrir una mina y van a destrozar toda la montaña”, indicó Yánez con preocupación.
En la región noroccidental de Ecuador y suroccidental de Colombia se encuentran las cuencas Mira y Mataje. Después de investigar la región por años, Yánez detalló que estas zonas presentan altos niveles de biodiversidad. Con una extensión menor al 1% de todos los Andes tropicales de Sudamérica, esta cuenca binacional concentra el 10% del total de especies de flora y el 26% de la fauna de vertebrados terrestres.
En el mencionado evento desarrollado en la COP16, Pristimantis praemortuus no fue la única especie presentada. A ella, se le sumaron Pristimantis broaddus, Pristimantis satheri y Pristimantis robayoi. Estas nuevas especies son pequeñas, pues no superan los 2. 5 centímetros. Además, tienen tubérculos en sus antebrazos y patas, lo cual les sirve para camuflarse sobre musgos y helechos. Tres de las especies son crípticas o cafés; P. satheri es mucho más clara con dos pliegues dorsolaterales rojos y ojos color cobre. El artículo científico donde se han descrito las nuevas especies será publicado en los próximos meses.
Uno de los puntos claves de estas descripciones son los epónimos o el nombre que hace honor a la persona. Robayo, de quien una de las ranas toma su nombre (P. robayoi) considera que esta es una característica clave para incentivar a los públicos no especializados a “tener más argumentos de conservación, más argumentos para tener la atención de un grupo específico de personas”.
Al respecto, P. satheri fue nombrada en honor a Justin Sather, defensor del medioambiente de tan solo 12 años. De la misma forma, P. broaddus lleva su nombre por Callie Broaddus, directora de la Reserva The Youth Land Trust; organización que busca desarrollar a los jóvenes en favor de la conservación de especies y hábitats amenazados.
Para Francisco Prieto, subdirector técnico del INABIO, esta es una manera de empoderar a las personas con la biodiversidad. “Es un empoderamiento social del conocimiento, es decir, cómo realmente nuestro motivo de lucha debe ser la biodiversidad. Entender que las especies nos brindan ciertos servicios para el bienestar del ser humano”.
La situación sobre la biodiversidad es crítica y las decisiones en los principales organismos mundiales no avanzan con la misma rapidez en que las especies se extinguen. El Informe Planeta Vivo 2024 revela una disminución del 73% en el tamaño promedio de las poblaciones de vida silvestre examinadas de 1970 a 2020.
El estudio muestra que en América Latina y el Caribe, África, Asia y el Pacífico, los descensos poblacionales son más pronunciados. Este es un indicador temprano para alertar sobre un creciente riesgo de extinción.
Si bien es cierto, el monitoreo de estrategias de biodiversidad, su financiamiento y la información digital de recursos genéticos fueron de los temas con mayor relevancia, la protección de especies silvestres también generó debate en la COP16.
Dentro de las decisiones que se formularon después de las negociaciones fue la gestión sostenible de la fauna y la flora por medio de la vigilancia, el desarrollo de capacidades y la participación de pueblos indígenas, comunidades locales y mujeres. Para la aplicación efectiva, la decisión pide la cooperación de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Otro de los puntos relevantes de esta decisión fue el fomentar la investigación sobre la interrelación entre la pérdida de la biodiversidad, la flora y fauna silvestre, y las enfermedades zoonóticas. Esto en relación a las consecuencias de la pérdida de la naturaleza para la salud pública.
Y los árboles también
“¿Imagínate cuántas especies hay en cada árbol? ¿Imagínate si esto lo extrapolamos a hectáreas? No sabemos, realmente, qué es lo que tenemos y nos estamos acostumbrando a documentar la extinción de esas especies”, se cuestiona Prieto al consultarle sobre la Evaluación Mundial de los Árboles.
Este informe fue presentado en plena COP16 por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Entre los datos más relevantes se indica que más de una de cada tres especies de árboles se encuentran en peligro de extinción.
Eimear Nic Lughadha, investigadora principal de evaluación y análisis de la conservación en los Reales Jardines Botánicos Kew, coincide con la visión sobre la extinción antes de la catalogación. “Aunque la proporción de especies de árboles reportadas como amenazadas en América del Sur, el líder mundial en cuanto a diversidad de árboles, sea menor (25%), este porcentaje seguramente aumentará ya que muchas especies de árboles de América del Sur aún no se han descrito para la ciencia, y las especies de árboles nuevas para la ciencia tienen más probabilidades de ser amenazadas de extinción”.
En dicha región, según la Evaluación, de 13.668 especies evaluadas, 3.356 están en peligro de extinción. Para Yánez, “nuestros bosques tropicales, nuestra zona como Ecuador megadiverso, tiene una tasa de pérdida increíble de bosques y estamos perdiendo ecosistemas que no conocemos”. Esto responde a la fragmentación de las regiones por los monocultivos y por las concesiones mineras, señala el investigador.
A pesar de que los países del sur del continente americano están en constante amenaza, esta región no es la que muestra un mayor índice de especies de árboles en peligro de extinción. El estudio muestra que los árboles que se encuentran en las islas son los más amenazados debido a la deforestación, la agricultura, la expansión urbana, las especies invasoras y las plagas.
Un dato que refleja la magnitud de esta pérdida indica que el número de árboles amenazados es más que el de los mamíferos, aves, reptiles y anfibios combinados.
Ante ello, uno de los compromisos que adoptó el COP16 fue el de alinear las iniciativas de conservación de las plantas al marco de monitoreo del MGB. La intención de esto es actualizar la Estrategia Global para la Conservación de Plantas con indicadores medibles y alineados a los objetivos globales de biodiversidad.
La urgencia de establecer medidas para evitar la extinción de especies está en la meta 4 del MGB, donde se pretende detener este declive para 2030. Para eso, según el Informe Planeta Vivo 2024, es primordial que los planes y estrategias de acción nacionales sobre biodiversidad sean efectivos y puedan ser apoyados institucional y financieramente.
Esto es mucho más complejo que acumular cumplimientos. “No solo es una cuestión de números, sino también de calidad”, manifestó Ana Di Pancracio, directora ejecutiva adjunta y directora del área de Biodiversidad de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales, de Argentina. “Esperamos que el salto de calidad de los países sea no solo tener esa estrategia, sino que también vaya acompañada de un plan financiero y un marco de monitoreo que lo inspire en el global, pero que lo baje a la realidad nacional”, concluyó Di Pancracio.