La bioeconomía, el camino para evitar un punto de no retorno en la Amazonía

Un nuevo modelo económico, basado en cero deforestación y degradación, es la oportunidad para evitar el temido "punto de no retorno".

La posibilidad de que la selva amazónica se convierta en una gran sabana es real. En menos de 20 años se podría empezar a ver con claridad este fenómeno y, en 50, estos bosques podrían transformarse por completo. Un nuevo modelo económico, basado en cero deforestación y degradación, es la oportunidad para evitar este temido ‘punto de no retorno’. 

Este término fue uno de los más usados durante la primera Conferencia Panamazónica por la Bioeconomía. El evento, que se desarrolló en la ciudad amazónica de Belém, Brasil, reunió a más de 300 personas en busca de iniciativas para detener la destrucción del pulmón del planeta. 

Durante dos días, los asistentes desarrollaron mesas de trabajo para buscar acuerdos en torno a esta nueva bioeconomía. Foto: cortesía

Con un ritual, para que la “energía les acompañe al trabajo en minga”, se inició este encuentro el 21 de junio. Ministros, gobernadores, miembros de ONGs y representantes de pueblos y nacionalidades indígenas se pusieron de pie, cerraron sus ojos y alzaron sus manos, para pedir al universo que les guíe a lograr acuerdos que salven la selva. 

Durante los dos días, el ‘punto de no retorno’ se repitió en todos los paneles. La intención era fijar en la mente de los asistentes que, una vez que se alcance ese momento, ya no existirán cumbres o conferencias que puedan revertir la situación. 

¿Qué implica el punto de no retorno?

El punto de no retorno o ‘tipping point’ es un término que se instaló hace 20 años. Este fenómeno implica una transformación de este ecosistema, que tendrá impactos en la dinámica de todo el planeta. Una vez que se cruza este umbral, se estima que no hay marcha atrás. 

Si la Amazonía pierde alrededor del 25% de sus bosques, esta zona emitirá más carbono del que puede absorber. Todo lo que se ha retenido durante siglos se liberará al ambiente. Esto implica más gases en la atmósfera que llevarán a un aumento de la temperatura del planeta y efectos sobre todos los ciclos naturales. 

La deforestación, asociada a la ganadería, agricultura y actividades extractivas, ya ha causado la pérdida del 18% de los bosques amazónicos. Según el Fondo mundial para la Naturaleza (WWF), otro 17% está degradado. 

El punto de no retorno o ‘tipping point’ es un término que se refiere a una transformación de este ecosistema, que tendrá impactos en la dinámica de todo el planeta. Una vez que se cruza este umbral, se estima que no hay marcha atrás.

Carlos Nobre, copresidente del Panel Científico para la Amazonía, fue parte de distintos paneles en los que explicó qué implica este punto. El especialista calcula que se podría pasar este umbral en los próximos 30 a 50 años. En ese momento, la degradación alcanzaría entre el 50% y el 70% de su territorio. 

Ya hay indicios claros de que la región se está acercando a este punto. La estación de sequía, por ejemplo, dura alrededor de cuatro meses. Esto es entre cuatro a cinco semanas más de lo que se registraba hace 40 años. Es decir, cada década aumenta una semana. 

Nobre dice que, si la deforestación y el cambio climático continúan como hasta ahora, en 30 años la época seca duraría alrededor de seis meses en total, lo que implica un cambio completo en las dinámicas. Esto se conoce como un riesgo de sabanización. 

La Primera Conferencia Panamazónica por la Bioeconomía se desarrolló en Belém, Brasil, el 21 y 22 de junio. Foto: cortesía

El problema es que en las sabanas hay especies que ya están adaptadas a estas condiciones, pero los animales y plantas que viven en la Amazonía no están acostumbradas a estas temperaturas. Este proceso no solo pondría en riesgo al 10% de la biodiversidad del planeta que vive en esta región y a sus 47 millones de habitantes, sino también a la vida en la Tierra. 

Por eso, el cambio del modelo económico actual, basado en la deforestación, se difundió en la conferencia como la medida más urgente. Para Nobre, “el gran potencial es la bioeconomía del bosque en pie”. 

¿Qué es la bioeconomía?

La visión de una bioeconomía, lejos de la destrucción de los bosques y el extractivismo, se planteó como la única salida. Pero este concepto a su vez tiene varios significados. 

La ganadería, la agricultura y los mercados de carbono son algunos conceptos que aún generan desencuentros. Algunos los incluyen y otros creen que no pueden ser parte de esta economía. Además, el concepto de ‘justicia’ es otro reto. 

Mediante cuatro paneles, que se desarrollaron el primer día, y discusiones en nueve mesas de trabajo, que se llevaron a cabo en la segunda jornada, se abordaron las formas de llegar a un significado común. 

Ani Dasgupta, presidente y CEO de World Resources Institute (WRI), que fue uno de los organizadores de este encuentro, apoya el significado de una bioeconomía que se centre en la inclusión de las comunidades indígenas y que se sustente en el bosque. 

Para Dasgrupta, esta bioeconomía también debe incluir a quienes están fuera del bosque, pero que generan ingresos sin destruir los árboles. Por ejemplo, los agricultores sostenibles. Este significado se alinea con el que se plantea en el estudio que WRI presentó el día antes de empezar la conferencia, y que guió este encuentro.  

La bioeconomía tiene varios significados, aunque según un estudio, se desarrolla con “el bosque en pie y los ríos que fluyen”.

La bioeconomía propuesta por el estudio la ‘Nueva Economía para la Amazonía de Brasil’ es “aquella que se desarrolla con el bosque en pie y los ríos que fluyen”. Esta actividad debe ocurrir sin romper el equilibrio ecológico responsable de la salud de los ecosistemas, de los que depende la población. 

Además, plantea la unión de tradición e innovación. Esta bioeconomía ya existe, pero ha sido invisibilizada por la falta de mecanismos para medir su impacto y por los niveles de informalidad. 

En la ‘Nueva Economía para la Amazonía de Brasil’ se plantea que, si se potencia la bioeconomía, crecería el Producto Interno Bruto (PIB) de ese país en 40 mil millones de reales (USD 8 400) al 2050. Además, se sumarían 365 000 empleos en los emprendimientos relacionados a esta bioeconomía. Para ello, se debe detener la deforestación y lograr la descarbonización de la matriz energética de Brasil. 

Dasgrupta cree que existe un potencial enorme en la Amazonía debido a su biodiversidad y pone el ejemplo de la fruta acai. “Empezó el boom en el 2000 y ahora es un negocio de mil millones de dólares, que emplea a 400 000 personas en la región”, dice el CEO de WRI. 

Para Albina Ruiz Ríos, ministra de Ambiente de Perú, es necesario garantizar la implementación de bionegocios sostenibles que mejoren los ingresos de las personas. Pero para esto, dice la única Ministra de Ambiente que acudió al encuentro, los países deben comprometerse a proveer servicios básicos a las comunidades amazónicas como agua, saneamiento, salud, educación y conectividad. 

¿Cuáles son los retos para implementar esta bioeconomía?

Una bioeconomía lejos de los monocultivos, la ganadería, la agricultura tradicional y las actividades extractivas es lo que plantean los pueblos y nacionalidades indígenas. En este encuentro, su mensaje fue ampliamente difundido en todos los paneles y en las mesas de trabajo. 

Hemos visto 50 años del contacto inicial de mi territorio con el petróleo y hasta ahora solo hay deforestación, contaminación, enfermedades y muerte”, dice Nemo Guiquita, dirigente de Mujer y Salud en la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (Confeniae). 

Esta lideresa de la nacionalidad waorani, de la Amazonía ecuatoriana, llegó a la conferencia para pedir por una nueva economía que realmente reconozca la labor de las comunidades en la protección de este territorio. 

Uno de los pedidos de Guiquita y de los representantes de los pueblos y nacionalidades de la región fue buscar formas de asegurar que el financiamiento para implementar esta bioeconomía llegue directamente al territorio. 

“No queremos una bioeconomía que solo favorezca a las empresas transnacionales, corporaciones y al Estado, sino que sean con los pueblos indígenas. Nos preocupa que se están creando cada vez más ONGs”, explica Wilfredo Tsamash, miembro del pueblo awajun y Presidente de la Coordinadora de Defensa y Pueblos Indígenas en San Martín, en Perú. 

Durante el segundo día, planteó la creación de una plataforma que funcione como un mecanismo para que se asignen los fondos a los pueblos indígenas. Tsmash dice que esto es necesario para que puedan ofrecer los productos y que esta bioeconomía realmente funcione. 

En su territorio ya se llevan a cabo iniciativas como recuperación de plantas medicinales, la articulación de una asociación de ecoturismo y están comercializando infusiones con plantas nativas. Ya hay más de 200 bioemprendimientos saliendo a flote de los pueblos indígenas en Perú, cuenta. 

“Todos los colores de dinero los necesitamos combinados y alineados para tener la bioeconomía funcional para los pueblos de la región”, dijo Rachel Biderman, durante una de las pausas de las negociaciones. 

La Vicepresidenta para las Américas de Conservación Internacional (CI) contó que se abordó la necesidad de una combinación de inversión de filantropía con la de gobiernos, de bancos financieros y empresas.

Las ideas recogidas en las mesas de trabajo se colocaron en carteles que colgaban en las paredes el último día del evento. Foto: cortesía

¿Las actividades extractivas y mercados de carbono son parte de la bioeconomía?

Fany Kuiru, coordinadora general de la COICA, que abarca 511 pueblos indígenas, fue con el claro mensaje de que las actividades extractivas e ilegales no pueden ser parte del concepto de bioeconomía. 

Esta lideresa colombiana vio de cerca las marcas que les dejó la explotación del caucho a sus abuelos y bisabuelos. “La Amazonía ha sido siempre la despensa del mundo para extraer lo que necesitan ellos, pero a cambio nos dejan degradación de territorios y exterminios de los pueblos”, dice. Por eso confía en una bioeconomía “que escuche de primera mano lo que pensamos como pueblos indígenas”.

Pero aún hay otras preocupaciones. El mercado de carbono también entraría en esta bioeconomía. Tsmash cree que uno de los objetivos de este encuentro, fue justamente abordar esta temática. Los representantes indígenas piden normas claras que regulen las ventas de estos créditos y que aseguren que no afectarán a las comunidades. 

“No queremos que [la bioeconomía] sea solo una moda más, como ya fue el aprovechamiento sostenible, sino que se aterrice en el territorio”.

Las ideas recogidas en las mesas de trabajo se colocaron en carteles que colgaban en las paredes el último día. Aún se deben resumir las propuestas y después se entregarán a los ministros para la reunión del 5 al 8 de julio, en Leticia, Colombia. Las conclusiones después llegarán a los presidentes de los países amazónicos que se reunirán en agosto, nuevamente en Belém. 

“No queremos que sea solo una moda más, como ya fue el aprovechamiento sostenible, sino que se aterrice en el territorio”, dice Tsmash, quien espera que estas conversaciones no queden solo en el papel, sino que se implementen. Es decir, que estas sean las que alcancen un punto de no retorno y no la Amazonía.  

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