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Los manglares: ecosistemas clave para la biodiversidad y la acción climática

La conservación y el uso sostenible de los bosques de mangle son tareas urgentes para avanzar en las metas globales de biodiversidad, neutralidad de carbono y resiliencia frente a los efectos del cambio climático.

Los manglares son bosques inundables que se extienden a lo largo de las costas, desembocaduras de ríos y estuarios en las zonas tropicales e intertropicales del planeta. Su nombre se debe a la abundancia de mangle: un arbusto con hojas gruesas, tallos de tonos grises, marrones y rojizos, y grandes raíces que sobresalen del suelo y el agua, formando una intrincada red que recuerda a las patas de una araña gigante.

Estas llamativas plantas, que pueden alcanzar hasta 40 metros de altura, se han adaptado a condiciones ambientales muy desafiantes, como el constante cambio de mareas, la alta salinidad del agua, suelos fangosos pobres en oxígeno, vientos fuertes y altas temperaturas.

Manglar en Isla Bastimentos, Panamá. Foto: Azzedine Rouichi / Unsplash

Según el informe más reciente de la Alianza Global por los Manglares (GMA, por sus siglas en inglés), de 2022, existen aproximadamente 14,7 millones de hectáreas de manglares en el planeta (algo así como el doble de la superficie de Panamá). Un tercio de esta cifra se encuentra en el Sudeste Asiático, mientras que América del Norte y Central (incluido el Caribe) alberga el 15%, y Sudamérica el 13,7%.

Los manglares son una fuente crucial de alimento, madera, combustible y una larga lista de servicios, tangibles e intangibles, para millones de personas que viven en sus zonas de influencia. A escala global, estos beneficios incluyen el soporte de una abundante biodiversidad, la captura y almacenamiento de grandes cantidades de carbono y la regulación del impacto de desastres naturales.

Viveros de biodiversidad

Debido a su ubicación estratégica entre la tierra firme y el mar, los manglares funcionan como ecosistemas de transición de los que dependen, de alguna u otra manera, más de 1.500 especies, de acuerdo a cifras del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

Como resultado del flujo constante de agua salada del océano y, frecuentemente, de agua dulce proveniente de los ríos, el sedimento de los manglares es rico en minerales y nutrientes que sustentan una extensa cadena alimenticia. La temperatura cálida, la sombra proporcionada por los arbustos, la poca profundidad del agua y la baja presión de depredadores también contribuyen a que los manglares sean el hábitat de refugio y reproducción de criaturas marinas como peces, ostras, cangrejos y camarones.

Manglar en la isla de Providencia, en el Caribe colombiano, donde predomina la especie de mangle rojo (Rhizophora mangle). Foto: Miguel González

Esta abundante biodiversidad es la base de la seguridad alimentaria y la economía de numerosas comunidades costeras. Según cifras de la GMA, 4,1 millones de pequeños y medianos pescadores en todo el mundo dependen de los manglares.

Guardianes azules

Los bosques de mangle cubren menos del 0,1% de la superficie del planeta, pero tienen la capacidad de capturar y almacenar hasta 10 veces más carbono que los bosques terrestres, tanto en su biomasa viva (hojas, tallos y raíces) como en el suelo.

Al igual que las demás especies vegetales, los manglares absorben carbono de la atmósfera para la fotosíntesis, pero en su caso particular, el anegamiento del suelo que provocan las mareas hace que la descomposición del material muerto sea muy lenta y que el carbono se acumule allí durante siglos, o incluso milenios.

Esta capacidad única ha llevado a los manglares a ocupar un lugar cada vez más preponderante en la acción climática internacional, donde la importancia del “carbono azul” (el que se almacena en manglares, pastos marinos y marismas saladas) es cada vez más reconocida.

Además de ser aliados indispensables en la carrera hacia un mundo neutro en carbono, los manglares actúan como una barrera natural que amortigua el impacto de huracanes, tormentas y otros desastres naturales. Aunque no pueden prevenir estos fenómenos, los manglares reducen la altura de las olas y la velocidad del viento y retienen escombros y otros objetos que pueden ocasionar pérdidas humanas y económicas.

En 2020, el huracán Iota, de categoría 5, devastó el 80% de los manglares de Providencia y acabó con el 95% del mangle rojo. Foto: Miguel González

Fuertes y vulnerables

El panorama actual de los manglares es preocupante. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alerta que, entre 2000 y 2020, el planeta sufrió una pérdida neta de 284.000 hectáreas de manglares, mientras que unas 341 especies de reptiles, anfibios, mamíferos y peces de este hábitat se encuentran amenazadas.

Por su parte, la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) registra, hasta el momento, 15 de las 70 especies conocidas de arbusto de mangle con algún grado importante de peligro de extinción.

Las áreas con mayor densidad de manglares en Providencia sufrieron un menor impacto para la fauna y las comunidades humanas. Foto: Miguel González

Las principales amenazas que enfrentan los manglares son el desarrollo de cultivos de peces, camarones, palma de aceite y arroz, la construcción de infraestructura y el desarrollo inmobiliario. Además, los manglares también se ven afectados por los efectos del cambio climático, como el aumento de la temperatura y el nivel del mar, el incremento de CO2 en la atmósfera y los cambios en las precipitaciones. Por si fuera poco, el área de manglares perdida por desastres naturales se triplicó en los últimos 20 años y se espera que esta tendencia siga empeorando como resultado del clima extremo, alerta la FAO.

Por todos estos motivos, la conservación, la restauración y el uso sostenible de los manglares son un tema urgente para alcanzar las metas climáticas del Acuerdo de París y su integración con el Marco Mundial de Biodiversidad, que será uno de los objetivos principales de la COP16 que se realizará a finales de octubre en Cali, Colombia.

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