Según el Informe Mundial sobre el Desarrollo de la Pequeña Hidroenergía (WSHPDR, por sus siglas en inglés), publicado en 2022, República Dominicana figura entre los países del Caribe con un 98% de acceso a energía eléctrica en zonas rurales, dejando un margen del 2% sin suministro.
El informe destacó que, para 2022, “solo Cuba, la República Dominicana y Haití cuentan con grandes centrales hidroeléctricas, mientras que Granada y Santa Lucía carecen por completo de capacidad hidroeléctrica. En los demás países de la región, toda la capacidad hidroeléctrica existente corresponde a pequeñas centrales”. En el caso específico de la República Dominicana, el país cuenta con una capacidad de energía hidroeléctrica instalada de 623 megavatios.
Muchas de estas zonas aisladas reciben energía de microhidroeléctricas comunitarias, un modelo en el cual el país se volvió un referente a lo largo de los últimos 27 años. Actualmente, como parte del programa Luz de Agua, son 48 el total de proyectos en funcionamiento en la República Dominicana. Sin embargo, existen otros proyectos apoyados por el Estado y vinculados a diferentes organizaciones, basados en el mismo método, lo que asciende la cifra total de microhidroeléctricas en el país a poco más de 50 plantas en total.
El programa denominado “Luz de Agua”, que se ejecuta desde hace casi tres décadas, impulsado por comunidades de zonas montañosas aisladas de la República Dominicana, es uno de los modelos de desarrollo orientado a la provisión de energía eléctrica en comunidades de difícil acceso para las redes eléctricas convencionales.
Surgió de la visión del ingeniero estadounidense Jon Katz, quien se encontraba en el país a finales de la década de los noventa, con un enfoque social y de apoyo al desarrollo. Desde su inicio fue promovido por el Programa de Pequeños Subsidios (PPS-SGP) del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), implementado a nivel global por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El objetivo del programa es apoyar de forma financiera y técnica proyectos de la sociedad civil y comunidades para “conservar y restaurar el medio ambiente, mejorar los medios de vida y lograr beneficios ambientales globales a través de acciones locales”.
A pesar de que el proyecto se lleva a cabo principalmente en la parte este de la isla La Hispaniola, algunas comunidades haitianas en terrenos fronterizos también han sido beneficiadas. Entre los principales aportes reportados figuran el acceso a energía a más de 22 mil personas en más de 5 mil hogares, donde se reporta una disminución en gastos energéticos aproximadamente superior al 60%, sumando además más de 25.000 toneladas de dióxido de carbono (CO₂) evitadas o absorbidas por el uso de energía renovable cada año.
La primera micro hidroeléctrica en ser exitosamente instalada fue la “Hidroeléctrica Comunitaria El Limón», en el año 1998, liderada por el Consejo Comunitario El Limón. Esta planta beneficia a la comunidad homónima, perteneciente a la provincia de San José de Ocoa, República Dominicana. La planta cuenta con 3.5 kilovatios (kW) de potencia y beneficia a 70 hogares de la zona.
Michela Izzo, licenciada en Ciencias Ambientales y actual directora ejecutiva de Guakía Ambiente – la organización sin fines de lucro líder en el programa-, explicó que la popular frase “Luz de Agua” surgió como una expresión de los comunitarios de El Limón, como una manera de expresar cómo, a partir de una pequeña fuente de agua, lograron obtener electricidad, un recurso del que antes carecían.
Izzo resaltó haberse unido al proyecto en el año 2006 como encargada de los estudios de factibilidad práctica, labor que continuó hasta 2019. “Todo empezó de manera piloto, algo nuevo que nadie realmente había trabajado, sobre todo a nivel comunitario aquí en el país, porque había otras experiencias de microhidroeléctricas, pero desarrolladas directamente por compañías o por el Estado, sin involucramiento directo de los residentes locales”, explica. “A partir de la primera planta se empezaron a buscar zonas parecidas y de ahí surgió el levantamiento de otras 30 o 35 comunidades rurales del país, donde se identificaron preliminarmente fuentes de agua con el potencial para satisfacer las necesidades energéticas de las comunidades”, recuerda. Actualmente, según Izzo, hay 10 proyectos en fase de ejecución con avances que van desde el 35% hasta el 90%.
A lo largo del tiempo, las microhidroeléctricas de Tres Cruces, Pescado Bobo, Palma Herrada, La Vereda, Los Lirios, Los Mangos y La Lomita fueron conectadas a la red eléctrica nacional, como fuente complementaria de generación, para hacer frente a las reducciones de caudal, especialmente en los periodos de sequía extrema.
El modelo representa más que crecimiento local: impulsa el desarrollo del territorio y su protección al evitar su explotación indiscriminada. Además, promueve la descentralización de la energía eléctrica del régimen ordinario basado en combustibles fósiles y diversifica el manejo de las fuentes de generación dentro del marco de la seguridad energética nacional.
“Definitivamente, el valor de estos proyectos, el valor de estas iniciativas, está asociado a un modelo diferente de aprovechamiento de los recursos naturales y es un impulso a la sostenibilidad. Es realmente una gran riqueza que la República Dominicana puede ofrecer al mundo entero, y por ello se ha ubicado como referente mundial para este tipo de modelos comunitarios, impulsando intercambios con varios países latinoamericanos como Colombia, Haití, México y Venezuela, entre otros, que han querido conocer más sobre este modelo de gestión comunitaria, que se ha mantenido y ha demostrado sostenibilidad a lo largo de más de 20 años”, finalizó Izzo.
Uno de los desafíos consecuentes al avance del cambio climático son las sequías, que últimamente son más intensas y prolongadas, teniendo un impacto directo en las microhidroeléctricas. El funcionamiento de esas estructuras está sujeto a las fuentes acuíferas en las cuales han sido instaladas. Algunas, tras periodos de sequía, únicamente son puestas en marcha en temporadas húmedas. Para estos sistemas, está actualmente en curso la implementación de soluciones híbridas de generación, que permitan complementar la producción microhidroeléctrica, garantizando la continuidad del servicio a la población.
¿Qué hace una microhidroeléctrica diferente de un proyecto a gran escala?
La energía hidroeléctrica consiste en transformar la energía potencial y cinética del agua en energía eléctrica. Este proceso aprovecha la caída del agua – es decir, el desnivel existente entre dos puntos – para generar movimiento. “El agua en movimiento impulsa una turbina, similar en principio al dinamo de una bicicleta. Esta turbina hace girar un generador que contiene una bobina dentro de un campo magnético; al rotar, se produce una corriente eléctrica. Ese es el mecanismo fundamental de cualquier planta hidroeléctrica”, puntualizó Izzo.
Para que el sistema funcione, se necesita un caudal de agua constante y un desnivel suficiente entre el punto de captación y el punto donde se instala la turbina.
Izzo señala que, en el caso específico de una microhidroeléctrica, “no se observan altos impactos ambientales negativos como los que suelen tener las grandes hidroeléctricas, ya que hablamos de una potencia inferior a los 500 kW y que normalmente no se lleva a niveles superiores”. Explica que tampoco se construye un dique, y, consecuentemente, se evita la inundación de un área. “En las microhidroeléctricas simplemente se represa una parte del agua disponible en el río y se canaliza aprovechando solo un porcentaje del caudal, dejando un caudal ecológico que permite que la fuente de agua se mantenga viva. Además, esa misma agua se devuelve a la fuente luego de turbinarla, a una distancia que no supera los 2,5 km del punto de toma”.
La duración promedio del proceso de construcción depende en gran medida de factores económicos, del equipamiento, de la formación técnica y de la disposición de la comunidad local y puede extenderse hasta seis años, dependiendo de la disponibilidad de estos insumos.
Las microhidroeléctricas en República Dominicana tienen su alcance variando desde cinco familias hasta más de 280, como en el caso específico de la Hidroeléctrica Arroyo Frío, que abastece a las comunidades El Arraiján, La Ciénaga y Arroyo Frío, en el municipio de Jarabacoa, provincia La Vega.
Los costos de inversión también pueden variar significativamente, alcanzando rangos desde USD $13.800 hasta USD $1.350.000, también los gastos en equipos de generación oscilan entre USD $3.600 y USD $180.000, según datos reportados por Guakía Ambiente. Un 85% del total de las 48 hidroeléctricas instaladas se encuentra actualmente en funcionamiento, algunas con más de 25 años de operación, siendo manejadas completamente por las comunidades locales, en una muestra sólida de autonomía.
Previo a la entrada en funcionamiento de las microhidroélectricas, algunas familias utilizaban otras fuentes de energía, como plantas eléctricas a base de combustibles fósiles o paneles solares. Sobre esto, Izzo afirmó que “en las comunidades donde nosotros trabajamos hacemos una línea base al principio y, realmente, las familias que cuentan con planta eléctrica son muy pocas. En las comunidades menos pobres puede haber una o tal vez dos, y usualmente se encienden solo una vez a la semana para hacer el lavado de la ropa con una lavadora, pero no es lo común, ya que los niveles de pobreza son muy altos”.
Sistemas fotovoltaicos complementarios: alternativas ante las sequías
Frente a las sequías de fuentes acuíferas que anulan el uso de las microhidroeléctricas, existen fases de apoyo a través de sistemas fotovoltaicos complementarios. Estos sistemas generan energía solar que abastece a la comunidad de electricidad y son especialmente útiles cuando, debido a situaciones climáticas, se imposibilita el uso de las plantas ya instaladas. Entre las comunidades que cuentan con sistemas fotovoltaicos en fase de construcción están Vuelta Larga, en la provincia María Trinidad Sánchez, Fondo Grande, en Dajabón, El Jengibre, en Santiago Rodríguez y Los Naranjales, en Peravia.
Izzo afirmó que actualmente están trabajando en colaboración con el Ministerio de Hacienda y Economía (MHE) y con el Ministerio de Energía y Minas (MEM) en la implementación de sistemas solares fotovoltaicos en aquellas comunidades donde no existen condiciones para instalar una hidroeléctrica, por no haber fuentes de agua propiamente aprovechables.
El programa cuenta en la actualidad con un sistema fotovoltaico independiente en operación que suple a las comunidades de Caratá, Rossó y Pahutico, otro en fase de construcción destinado a suministrar energía a los sectores de Rancho Valdés, Rancho Thomas y Pequero, y un último en fase de planificación para abastecer a La Sierrecita y La Siembrita, todos en la provincia de Elías Piña.
Al ser consultada sobre la posibilidad de incorporar proyectos eólicos a las comunidades, Izzo afirmó que, hasta el momento, no cuentan con ninguno en planificación, pero reconocen su potencial como fuente de abastecimiento. Aclara que el enfoque está en el modelo de trabajo que garantiza la autonomía de las comunidades, por lo que se podría trabajar con otras renovables. “Esencialmente, este es un modelo basado en el empoderamiento de las comunidades locales, en trabajar con la gente, en que la gente sea partícipe del proceso, se involucre en todas las etapas, asuma sus responsabilidades, aportando mano de obra y recursos propios, y que luego se quede con la capacidad de manejar el sistema tanto desde el punto de vista administrativo como técnico. Ese modelo nosotros lo aplicamos también a otros tipos de fuentes renovables”, expresó.
“En cuanto a continuar esta línea de generación y distribución renovable, existe la posibilidad de que, tras la progresiva expansión de la red eléctrica nacional —donde actualmente comunidades que en un tiempo fueron aisladas ahora se encuentran muy cerca de la red—, el paso siguiente sea interconectar esos sistemas comunitarios existentes con un contador bidireccional a la red nacional, para que se pueda recibir electricidad cuando no haya suficiente agua y, a la vez, vender el excedente de electricidad, cuando sea el caso, a la red eléctrica”, puntualizó.
La transición energética comunitária de El Palero
La “Hidroeléctrica Comunitaria El Palero”, inaugurada el 14 de diciembre de 2023, abastece de energía a las comunidades de El Palero, Auqueyes, La Sierrecita, Cenoví y La Cabirma, en la provincia Santiago Rodríguez. La organización responsable es el Consejo para el Desarrollo Comunitario de El Palero (CODECOPA), y la microhidroeléctrica abastece a 180 hogares, microempresas rurales, una escuela, una iglesia y el alumbrado público, en una zona cuya economía es prevalentemente agrícola, especializada en café.
Esta planta forma parte del programa “Luz de Agua” y fue construida por los habitantes de las comunidades beneficiadas durante aproximadamente 10 años, como muestra de su decisión de permanecer en la comunidad pese a las limitaciones económicas, motivados por el arraigo familiar, el amor por su tierra heredada y el deseo de crecer a nivel local. A pesar de las dificultades —falta de carreteras, carencias de servicios básicos y recursos económicos— la comunidad ha logrado importantes avances con la llegada de la electricidad.
Entre las necesidades más urgentes, destacan la mejora del acueducto, la construcción de una policlínica y el arreglo definitivo de la carretera, ya que los traslados a centros de salud son largos y peligrosos.
Los costos totales reportados de esta construcción ascendieron a RD$84.767.311,40 (US$1.353.037,18). Al hablar con uno de los principales técnicos de mantenimiento de la planta de El Palero, Elvin Collado, se supo que cada familia aportó durante los periodos de trabajo su servicio. La inscripción para cada familia que quisiera participar fue de RD$1.000 (US$15,96) y una cuota mensual de RD$100 (US$1,60), además cada familia hizo un aporte en mano de obra no especializada de por lo menos 180 días de trabajo, lo que al final se contabilizó en una contrapartida comunitaria total de RD$20.659.271,99 (US$329.758,75).
Existieron, además, otras entidades privadas y estatales que contribuyeron económicamente al proyecto, entre ellas: el Programa de Pequeños Subsidios del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (PPS-SGP/GEF/PNUD), el Ministerio de Energía y Minas (MEM), Guakía Ambiente, la Fundación Popular, la Fundación Interamericana (IAF) y el Fondo MARENA, con aportes totales de RD$64.108.039,41 (US$1.023.278,43). Todo esto con la finalidad de aportar a la compra de tuberías, la instalación de redes eléctricas e instalaciones domésticas por parte del Estado, las cuales, según Collado, tardaron hasta dos años para cubrir solo algunas partes de la comunidad.
CODECOPA asumió el compromiso de administrar adecuadamente el sistema, respetando las normas de uso, de manera que se pueda hacer frente a demandas futuras de energía en función de la capacidad instalada.
Existieron, por otro lado, familias que decidieron no participar y que al día de hoy permanecen ajenas a la energía provista por la microhidroeléctrica. En base al reglamento de uso consensuado y aprobado, estas familias tienen la posibilidad de ser beneficiadas si, tras solicitarlo, pagan el monto establecido, a través de un acuerdo de pago firmado con el Comité Hidroeléctrico y la organización comunitaria.
El uso de la energía se extiende a quehaceres domésticos, educativos, productivos y de alumbrado público. La tarifa de pago establecida para cada familia va desde RD$400,00 (US$6,38) hasta RD$700,00 (US$11,17); en el caso de establecimientos turísticos, esto puede elevarse hasta los RD$1.500,00 (US$23,94) al mes.
Según Collado, la cláusula para obtener energía fue el trabajo. “El que quiere luz debe trabajar”, señaló. Durante su relato contó, además, lo difícil que fue para la comunidad subir cuesta arriba los tubos, cargándolos por partes y a mano en la montaña, resaltando que se necesitó la ayuda de muchos hombres para trasladar las herramientas. El acceso a las comunidades es por carretera asfaltada hasta el sector La Leonor y con pavimento de piedra de ahí en adelante, mientras que una densa red de caminos vecinales, que se pueden recorrer a pie o montados en animales, une otros poblados de un lado y del otro de la Cordillera Central.
En cada vivienda fue instalado un sistema de cableado y redes de distribución, acorde con las necesidades específicas, de modo que quede garantizado el uso de la energía de manera segura y confiable, con un breaker de 4 o 6 amperios, según la necesidad.
El sistema microhidroeléctrico permite a la comunidad poseer energía las 24 horas del día, lo que facilita significativamente las tareas del hogar, con beneficios especialmente para las mujeres. Asimismo, permite refrigerar los alimentos, mantiene los electrodomésticos en funcionamiento y flexibiliza el acceso a recursos como internet, potenciando el desarrollo educativo de los residentes.
Existe un pequeño equipo de técnicos comunitarios que mantiene bajo supervisión la operación de la hidroeléctrica. Las comunidades, además, se han entrenado en el uso eficiente de la energía, así como en diferentes temáticas ambientales, entre ellas cambio climático, manejo de recursos naturales, reforestación y manejo de cuencas, fortaleciendo su conocimiento científico sobre medio ambiente y territorio, y contribuyendo a la reducción de los riesgos climáticos.