A solo una semana de que se celebre la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP28), los países y regiones empiezan a calentar motores de con qué propuestas y posturas llegarán. Las COP son un espacio de negociación, de apostar, ganar y perder. Podrían incluso compararse a un mercado de comida: aunque todos están negociando cómo alimentarse – o en el caso de las COP cómo enfrentar el cambio climático – hay algunos que están negociando en los puestos de frutas, otros en los de verduras y unos cuantos más mirando las especias.
Algo similar sucede en las COP, ya que, aunque el eje central y el más escuchado es llegar a un acuerdo sobre cómo evitar que la temperatura aumente más de 1,5°C para finales de siglo (también conocido como la meta de mitigación), hay salones pensando en cómo negociar la adaptación al cambio climático, las pérdidas y daños —cómo compensar a los países ya afectados—, o las fuentes de financiación, entre otros. Este año, por ejemplo, se hará el balance mundial, una herramienta para monitorear y evaluar qué tan acordes son los compromisos climáticos actuales con lo que se pactó en el icónico Acuerdo de París.
Que los países vayan a una COP significa que irán a negociar por ellos mismos y por su región. Y América Latina y el Caribe no es la excepción. Con la particularidad de que ésta no es una gran emisora de los gases que generan el cambio climático – solo representa el 11% de las emisiones históricas a nivel mundial – y de que en el paquete hay países tan diversos que van desde las pequeñas islas hasta gigantes como Brasil, las fichas de negociación regionales en la COP son bastante complejas.
Teniendo en cuenta que la Conferencia de Cambio Climático es también un mercado geopolítico y un tema de quién pide y quién pone la plata, estas son algunas de las fichas que jugará la región durante la próxima COP28, que se celebrará en Dubái, Emiratos Árabes Unidos.
1. La ficha que no se puede perder: Latinoamérica y el Caribe también son vulnerables
En la COP no solo importa lo que se está negociando, sino lo que sucede en el entorno político internacional al momento de las negociaciones. Y a los expertos hay algo que les preocupa. El Panel de Alto Nivel de las Naciones Unidas publicó este año el Índice de Vulnerabilidad Multidimensional y, aunque América Latina y el Caribe no está en su mejor momento, según los criterios de este índice, sus naciones “aparecen como más resilientes y menos vulnerables dentro del conjunto de países en desarrollo”, explica Maritza Florián, especialista en cambio climático y biodiversidad de la ONG ambientalista WWF Colombia. A pesar de que la lógica indicaría que son buenas noticias, sucede lo contrario.
Un índice que posiciona bien a la región – sobre todo porque no tiene en cuenta factores internos de los países, como conflictos armados y migración – puede hacer que ésta reciba menos recursos económicos para el desarrollo, incluyendo financiamiento para el cambio climático. “Estos resultados podrían dejar a América Latina y el Caribe, una vez más, fuera del panorama como una de las regiones más vulnerables a los desastres relacionados con el clima”, añade Florián.
De hecho, en una declaración conjunta que publicaron los ministros de Ambiente de la región en octubre, también rechazan cómo se creó este índice. “No incorpora ningún indicador de deuda, no evidencia en el análisis escenarios de cambio climático y está pensado únicamente en la recurrencia de choques externos, lo que va en contravía del marco conceptual y preceptos técnicos impartidos por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC)”. Por esto, una de las fichas que no puede perder la región en la COP28 es demostrar que sí es vulnerable ante el cambio climático.
2. Primera ficha a jugar: transición energética
Aunque en vulnerabilidad no va ganando, sí hay algo en lo que Latinoamérica y el Caribe podría tomar la delantera: en la transición energética. A nivel de la sociedad civil, dice Alejandra López, directora de diplomacia del centro de pensamiento Transforma, las cosas se están moviendo para que una de las principales decisiones que se tome en la COP28 es que se establezca la “salida de todos los combustibles fósiles, no solo el carbón, como quedó establecido en la COP26 de Glasgow”.
Es difícil que en esta COP28 hospedada por un país petrolero esto pase, pero sí significa que en la negociación se hablará de dónde hacer la transición a energías renovables. Es más, una de las propuestas de la Presidencia de la COP28, liderada por el Sultán Ahmed al Jaber, es triplicar la capacidad de energías renovables para 2030 y, allí, Latinoamérica y el Caribe puede alzar la mano y ofrecerse como voluntario. Eso sí, poniéndole el apellido de “justo” a la transición.
“Latinoamérica es quien está muy montado en la discusión de la transición justa. Estamos pidiendo ambición [ser muy explícitos en pedir que se abandonen los combustibles fósiles], pero que a cambio nos den una transición que sea justa”, agrega Florián.
3. Segunda ficha a jugar: naturaleza
Si hay algo que la región tiene y una ficha con la que puede jugar es la biodiversidad, los bosques y la naturaleza. Se trata de un combo que, en conjunto, es atractivo no solo para lograr mitigar el cambio climático (reducir las emisiones que se van a la atmósfera), sino para adaptarse (todos los mecanismos para prepararnos y planear la vida para amortiguar su impacto). Además, como dice Ximena Barrera, directora de Relaciones de Gobierno y Asuntos Internacionales de WWF, en las conferencias de cambio climático cada vez crece más la necesidad de juntarla con otras agendas, como las de biodiversidad. Bajo esta sombrilla, Latinoamérica y el Caribe puede mostrarse atractiva para lograr recursos.
4. La ficha que suma: pérdidas y daños
Las pérdidas y daños en la diplomacia climática hacen referencia a los efectos que ya está generando el cambio climático. Otra forma de verlo es que, como no se ha logrado la adaptación, ya hay consecuencias. Hasta hace dos COP, pérdidas y daños era un tema relegado en la agenda, pero gracias al esfuerzo de los estados insulares y las pequeñas islas, pasó a ser protagonista. De hecho, en la última COP27, en Egipto, finalmente se acordó crear un fondo económico para pérdidas y daños y un comité de transición para poner las reglas del juego de cómo funcionará ese fondo. Las buenas noticias para la región, es que Chile, Colombia y Brasil hacen parte de ese comité. Por eso, como lo explica el costarricense Adrián Martínez, fundador y director de La Ruta del Clima, estos representantes tendrán “una voz en materializar las reparaciones y definir el futuro de cientos de millones de personas en el sur global”.
Las malas noticias, también recuerda, es que el borrador que se acordó y que será discutido en la COP28 tiene unos factores que podrían ser preocupantes para la región. El primero: que se pactó que este fondo será alojado durante cuatro años en el Banco Mundial, algo a lo que, en general, se oponían los países del sur global. “Es un banco con un mal historial hacia los países en desarrollo, enfocado en dar préstamos”, cuenta Martínez, cuando la esencia del fondo es que pague, no que se preste plata para recuperar los daños y pérdidas por cambio climático.
La segunda preocupación es quiénes recibirán plata de este fondo. En principio, bloques como el de la Unión Europea querían que solo fuera a parar a manos de las pequeñas islas y los países menos desarrollados que, de hecho, bajo la lupa de las negociaciones climáticas, ya están cobijados bajo una figura conocida como “circunstancias especiales”, que les da la etiqueta de ser más vulnerables al cambio climático, lo que no solo les garantiza más atención, sino más recursos. En el borrador final simplemente quedó que el dinero se asignará bajo un “sistema de asignación de recursos”, pero, para Martínez, se trata de un asunto complejo: “El establecimiento de criterios de vulnerabilidad o pisos de financiamiento podrían limitar severamente los fondos disponibles hacia América Latina”, afirma.
5. La próxima ficha: habrá una COP latina en dos años
La ciudad que albergó este año la Cumbre Amazónica de Presidentes se convertirá, en dos años, en la sede de la COP30. Se trata de Belém do Pará, en Brasil, ciudad que ha emergido como epicentro clave de conversaciones climáticas. Es más, como explicó en una rueda de prensa la ministra de Ambiente de Colombia, Susana Muhamad, la idea es que la declaración que salió de esa cumbre no solo fuera a la Asamblea de las Naciones Unidas que se celebró en septiembre, sino que se convierta en parte de la agenda de la COP28. Con esto y con una próxima COP latina, la región va marcando nuevos pasos.