Jhon Bolaños entró por última vez a una mina de carbón subterránea cuando era “cochero”, como se le conoce a quien impulsa un carro de madera o hierro que se utiliza para cargar el mineral hacia la superficie. Estaba con siete compañeros más y apenas era su cuarto día allí, pues recientemente había cambiado de lugar de trabajo. “Tírese al coche, tírese al coche”, le gritó uno de sus compañeros con prisa mientras hacían su trabajo a varios metros de profundidad. Había pasado algo dentro de la mina, pero no sabía a qué se refería.
Se montaron todos en el carro y salieron a la superficie. “El último que se bajó no alcanzó a dar más de dos pasos cuando la mina explotó”, recuerda Jhon. Bajo tierra, además de carbón, suelen encontrarse pequeñas reservas de gas metano entre las rocas de este mineral, que se liberan por la presión natural en el suelo o por la actividad de los mineros. Si se da una reacción del gas con oxígeno y una fuente de combustión, como una chispa, explota.
Ese fue el tercero de tres accidentes graves que le ocurrieron a Jhon en las minas en las que trabajó durante 10 años. En otras ocasiones, por derrumbes en las paredes de las minas en las que trabajaba, llegó a pasar nueve horas inmóvil en un espacio en el que apenas cabía y podía respirar, a la espera de un rescate. “Se evitó una tragedia, pero después del tercero yo llegué a la casa y dije ‘esto no es lo mío’”, cuenta.
En 2023, en Colombia se explotaron más de 67 millones de toneladas (Mt) de carbón, de las cuales el 85% se extrae en grandes minas de carbón a cielo abierto en Cesar y La Guajira, al norte del país, con el fin de producir energía. Los 10 Mt restantes se extraen de minas subterráneas en el centro y suroccidente del país, pero solo en cuatro departamentos hay carbón metalúrgico, que es el que se utiliza para producir acero, uno de los materiales más usados para construir en el mundo.
Cundinamarca y Boyacá, la región en donde trabajó Jhon durante 10 años, concentran parte importante de esas minas. Aunque hay varias generaciones que se han dedicado a la minería, su economía se basaba principalmente en la agricultura. Hace cerca de dos décadas, “desde el minero, hasta la persona que vende pan, todos tienen algo que ver con el carbón”, señala Jhon.
Cuando inició el Gobierno de Gustavo Petro, en el Plan Nacional de Desarrollo se tomó la decisión de prohibir la entrega de nuevos títulos para la exploración y explotación de carbón a cielo abierto. Como contamos en este reportaje, en el norte del país hay una gran incertidumbre, pues aún no es claro cómo se va a reemplazar económicamente este mineral. Con el carbón metalúrgico la historia es diferente, pues fue incluido en 2022 en el listado de minerales estratégicos para la transición energética y la reindustrialización.
En los planes del Gobierno está formar una industria que permita explotar y aprovechar el carbón en el país, en lugar de exportarlo como ocurre actualmente. Además, quieren desarrollar economías paralelas que garanticen que, cuando se acabe el mineral o deje de ser rentable explotarlo, como ocurrió en Cesar, las personas puedan recibir ingresos de otras fuentes.
Climate Tracker América Latina visitó Guachetá, Cundinamarca, que hace parte de uno de los primeros “Distritos mineros especiales” con los que el Gobierno busca impulsar la transición energética y la reindustrialización en el sector minero. Allí aún no está claro cómo podrán desarrollarse economías alternas al carbón y reclaman la regulación de minas informales, que es en las que más riesgos corren los mineros, pero las únicas en las que pueden trabajar cuando hay caídas fuertes en el mercado internacional.
La minería subterránea
La minería subterránea ha cambiado drásticamente en los últimos 15 años. Yeison Quiroga, un minero de Guachetá, resume la transformación que ha vivido su labor en que “ahora hay más formas para pensar que uno entra a la mina y va a volver a salir”. Desde coches con rieles metálicos que requieren menos esfuerzo para impulsarse, hasta sensores de detección de gases para prevenir accidentes a la hora de ingresar.
El abuelo de Jhon, por ejemplo, le contaba que en sus años como minero sacaban el carbón cargado en una lona amarrada a la cintura y a la cabeza. Entonces, las minas eran perforaciones verticales de entre 40 y 50 metros de profundidad, con palos de madera que hacían un esfuerzo por sostener sus paredes. Ahora, luego de estar en lo profundo, las perforaciones cambian a una dirección diagonal, casi horizontal, para alcanzar mayores cantidades de carbón
Pero los riesgos siguen existiendo y las mejoras tecnológicas, dicen Jhon y Yeison, se limitan a las grandes mineras. Las empresas pequeñas y las minas informales aún no tienen la tecnología que requieren estas medidas de seguridad, y tenerlas tampoco garantiza que no haya accidentes. “Sí hay una diferencia grande en las medidas que toman, pero uno entra con el miedo de no salir siempre”, asegura Jhon.
A eso se suma que es un trabajo de movimientos repetitivos, como golpear con una pica los trozos grandes de carbón, montarlo al coche y empujarlo. “La gente termina con problemas en el manguito rotador del hombro, problemas lumbares o con neumoconiosis (una enfermedad pulmonar generada por la exposición al polvillo de carbón). Como dicen por aquí, el minero cambia salud por plata”, afirma Yeison.
Los salarios para un minero oscilan entre los $4.000.000 y los $6.000.000 pesos colombianos (entre 890 y 1,340 dólares), dependiendo del tamaño de la empresa y el precio internacional del carbón durante el período de contrato. “Hay épocas en las que cada tonelada se puede vender a más de $1.000.000, pero ahorita estamos con precios por debajo de los $300.000”, dice Jhon, quien ahora se dedica a transportar carbón en un camión para llevarlo a los centros de acopio.
Cuando el precio cae, como ahora, las empresas disminuyen su producción y terminan contratos para recortar sus gastos y evitar pérdidas. El problema, señalan los trabajadores consultados para este artículo, es que cuando eso pasa, no hay otras alternativas de trabajo y los mineros se ven obligados a trabajar en minas informales, en donde no les pagan seguridad social y hay pocas medidas de prevención de accidentes.
“Tenemos una situación muy grave con la informalidad”, reconoce Álvaro Pardo, presidente de la Agencia Nacional de Minería (ANM). Uno de los objetivos de esa entidad en el marco de la política de distritos mineros es que se promueva la transformación del carbón en el país, para dejar de exportarlo solo como materia prima. “Ya tenemos unas empresas que encadenan el carbón metalúrgico con la coquización (el proceso para convertirlo en coque, que es lo que se utiliza en la industria del acero)”, añade. Esperan que fortalecer una industria local incentive la formalización.
Parte de esa estrategia también se sustenta en el plan de formar una empresa que compre el coque y lo utilice para producir aceros planos, un material que actualmente se importa y que es fundamental para la construcción. La ANM y la Asociación Nacional de Industriales (ANDI) ya han anunciado inversiones para que esa empresa funcione en el país.
El otro problema, advierte Álvaro, es que el carbón no es un recurso renovable y “en algún momento se va a acabar y necesitamos empezar a pensar qué van a hacer esos trabajadores, o los hijos de esos trabajadores”. Todo esto, además, hace parte de los compromisos que ha adquirido Colombia en materia de descarbonización de su economía. En el marco de la conferencia global de cambio climático de 2023 (COP28), el Gobierno se adhirió a una iniciativa que busca promover una salida “progresiva y planeada” de los combustibles fósiles, como el carbón.
Mientras dure el carbón
El Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles es por ahora una “intención”, como explica Andrés Gómez, ingeniero de petróleos y coordinador para Latinoamérica de esa iniciativa. Lo que busca es que los países se comprometan a abandonar los combustibles fósiles, pero “esa transición tiene que ser justa. No estamos hablando de que de un día para otro se deje explotar fósiles, porque eso no es posible”, agrega Andrés.
Antonio Hill, magíster en estudios del desarrollo e investigador de Natural Resource Governance Institute (NRGI), además, señala que esto puede ser clave “en un mercado con estas particularidades”. Mientras que el carbón térmico se está abandonando, porque cada vez menos países lo usan como fuente de energía, el acero para la construcción tiene una demanda creciente. Para el investigador, allí Colombia podría obtener una fuente de ingresos importante para financiar su transición energética.
Por otra parte, “también podría ser una forma de fortalecer las economías locales, para evitar la dependencia de la economía internacional”, afirma Santiago Aldana Rivera, investigador de Heinrich Böll Stiftung en Bogotá, una de las organizaciones que ha respaldado el tratado. Evitar la pérdida de empleos por la variación del precio del carbón y tener una oferta laboral diversa podría mejorar las condiciones de vida de estas poblaciones.
Sin embargo, para los habitantes de Guachetá esto todavía no tiene un norte claro. “La gente ya no quiere trabajar en el campo, aquí todo el mundo sueña con trabajar en una mina”, dice Sergio*, un pequeño ganadero del municipio. Desde hace cerca de 20 años la población está volcada hacia la extracción de carbón y sus habitantes no ven cómo una actividad alternativa podría cambiar esto en el futuro cercano.
A esto, los mineros suman que las vías del municipio no están en condiciones para que una actividad como la ganadería crezca. Al pararse en una de las salidas del pueblo, se puede contar el paso de más de 20 volquetas cargadas de carbón en apenas cinco minutos. Además, aseguran que las fuentes de agua en algunas veredas se han visto afectadas por el vertimiento de aguas residuales de la minería, afectando la productividad. Esto ha sido documentado en artículos como este, publicado en 2018, y este otro, publicado en 2019.
Se intentó contactar a Johana Rocha, viceministra de Minas, dependencia que está al frente de la política de distritos mineros, con el fin de conocer cuáles son los planes para lograr esto en Guachetá y otros municipios de Cundinamarca y Boyacá. Hasta la fecha de publicación de este artículo no se logró conseguir un espacio en su agenda.
Por los anuncios que se han hecho en ruedas de prensa, se sabe que la política comprende una articulación de las instituciones del Estado para mejorar la oferta social y educativa, por ejemplo. Sin embargo, “nosotros no nos hemos enterado de nada”, señala Yeison. Mientras tanto, el carbón parece ser la única opción en la región.
*Nombre de la fuente fue modificado por pedido de reserva de identidad.