Por Marina Bello, Alejandra Cuéllar y Camila Albuja.–
Durante los primeros días de la reciente COP27 hubo una imagen que se viralizó: en la foto de los jefes de Estado y representantes gubernamentales, a las mujeres había que buscarlas con lupa. Según una lista oficial publicada por Naciones Unidas, de los 110 líderes mundiales presentes en Egipto, solo ocho eran mujeres, un porcentaje similar al de mujeres al frente de gobiernos a nivel global.
Las mujeres llevan mucho tiempo sin estar representadas en las delegaciones nacionales que participan en las negociaciones de la ONU sobre el clima, y su presencia en ellas solo ha aumentado ligeramente en la última década: en la COP15 en Copenhague en 2009 representaban al 30% de las delegaciones y en la COP26 del año pasado, el 38% según un reporte de la Organización de Mujeres para el Medioambiente y el Desarrollo.
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Además, las mujeres suelen hablar menos en público en estos eventos. En la cumbre climática pasada, solo representaron el 23,7% del tiempo de uso de la palabra en las sesiones plenarias, según un reporte de la misma ONU.
Para las mujeres presentes representantes de la sociedad civil, la situación en la COP27 no fue muy distinta. “En muchas ocasiones no tuvimos acceso a los cuartos de negociación. Viajamos miles de kilómetros para que se nos continuara excluyendo sistemáticamente de los espacios de toma de decisiones”, dijo la activista costarricense Mariana Chaverri Solano, coordinadora de la ONG Latinas for Climate.
Esta representación desigual y la sensación de exclusión continúan a pesar de los estudios que muestran su mayor vulnerabilidad al cambio climático y el sufrimiento desproporcionado de sus impactos. Las investigaciones indican que las mujeres mueren en tasas más altas en los fenómenos meteorológicos extremos, debido a las diferencias en el acceso a la movilidad y acceso a recursos. Además, en muchos entornos están más expuestas a los impactos del cambio climático, como la sequía, las olas de calor y las inundaciones por ser las principales responsables de la obtención de alimentos, además de ser las principales captadoras de agua.
A pesar de la inclusión de la cuestión del género en la agenda de la COP27, los observadores se mostraron decepcionados por la falta de avances y se quejaron de un ambiente dominado por los hombres, intensificando sus llamamientos para que las intersecciones entre el género y el cambio climático estén en el centro de los futuros debates.
Las mujeres y el género en la COP27
En esta cumbre climática debía llevarse a cabo la revisión de medio término del Plan de Acción de Género, parte del Programa de trabajo sobre género de Lima que desde la COP20 en 2014 compromete a los países a avanzar en la implementación de mandatos y políticas climáticas de género en todas las áreas de las negociaciones. Aunque su inclusión como ítem en la agenda fue celebrada, no se avanzó como se esperaba.
“La negociación sobre género fue muy trabada, y no se obtuvieron los resultados deseados”, dijo Jazmín Rocco Predassi, coordinadora de política climática de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) de Argentina. Chaverri Solano coincide: “El texto acordado contiene un lenguaje débil y sin sustancia, y falló en proveer fondos adecuados para la protección y potenciamiento de las niñas y mujeres que están al frente de la lucha climática”.
A nivel más general, la financiación para la acción climática y en particular para las pérdidas y los daños causados por el cambio climático fueron temas clave de la cumbre. Mujeres como Mia Mottley -la primera ministra de Barbados, que dio uno de los discursos más aplaudidos de la COP27 en el que se refirió a la necesidad de no solo hacer promesas sino cumplirlas y cambiar la vida de las personas-, y Samia Suluhu Hassan -presidenta de Tanzania- fueron algunas de las líderes más elocuentes sobre estos puntos.
“Debe haber un compromiso para desbloquear la financiación en condiciones favorables para los países vulnerables al clima. No hay manera de que los países en desarrollo puedan librar esta batalla sin que así sea”, dijo Mottley. Por su parte, Suluhu Hassan pidió a los países desarrollados que cumplan con sus promesas de transferencia tecnológica y desbloqueen la financiación.
Desde la sociedad civil reconocen que acordar un fondo de pérdidas y daños fue un hito histórico. “Ahora debemos mantener nuestra mirada sobre la forma en que se implementará, para asegurarnos de que tenga una visión de género y de derechos humanos”, dijo la coordinadora de Latinas for Climate.
Un fondo de pérdidas y daños debe tener una visión de género y derechos humanos.
Más allá de estos resultados mixtos, se espera que las futuras ediciones de la COP puedan ofrecer un entorno más inclusivo en la propia conferencia, ya que algunos asistentes experimentaron un ambiente poco acogedor para las mujeres.
Tais Gadea Lara, periodista climática de Argentina, se hizo eco de las observaciones de Chaverri Solano, destacando su sensación de incomodidad: “Las mujeres tuvimos que tener muchos otros cuidados que en otros casos no. En otras conferencias he vuelto sola a la 1 de la madrugada y acá debí quedarme hasta las 10.30 de la noche”.
La periodista dijo que la ausencia de mujeres era evidente en todos los espacios de la COP27: “Cuando uno va en el bus, cuando entra a una conferencia de prensa, en la sala hay más hombres que mujeres”. Para ella, “tiene que ver con el país donde se celebra y con quien la preside”.
Las mujeres se enfrentan a una serie de retos en el contexto sociopolítico de Egipto, donde el 99% de las mujeres han sufrido acoso sexual, y los servicios para las supervivientes de la violencia sexual y de género son casi inexistentes.
Las mujeres son las más afectadas del cambio climático
Según ONU Mujeres el cambio climático es un “multiplicador de amenazas” y llega a impactar las desigualdades de género ya existentes. América Latina y el Caribe además, son las regiones más desiguales del mundo y de las más afectadas por la pandemia del COVID-19.
Las mujeres de la región dedican casi dos tercios de su tiempo en promedio en trabajos no remunerados (mientras que para los hombres es solo un tercio). Esto incluye la obtención de recursos básicos para la subsistencia como agua, leña para cocinar y para calefacción, y alimentación, según los datos de las encuestas realizadas en el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (OIG).
Cuando eventos climáticos impactan estas labores, las mujeres se ven obligadas a gastar más de su tiempo en estas tareas dando pie a una desigualdad y pobreza aún mayor. Si las condiciones se agravan, se han demostrado tasas de violencia de género mayores así como tráfico sexual elevado.
“El tráfico sexual aumentó después de los ciclones en la región de Asia y el Pacífico y la violencia de pareja aumentó durante la sequía en África Oriental, así como en las tormentas tropicales en América Latina y fenómenos meteorológicos extremos similares en la región de los Estados Árabes”, citó el informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
“Las tasas de violencia doméstica, abuso sexual y mutilación genital femenina aumentaron durante períodos prolongados de sequía en Uganda”, agregó el informe.
“Los hombres todavía están liderando los temas de negociación. Hablar de participación equitativa conlleva que las mujeres seamos tomadoras de decisiones ambientales”
Por otro lado, la salud de mujeres y niñas se ve afectada de manera desproporcionada ante los impactos climáticos por su acceso limitado a servicios de salud. Según el UNFPA, el aumento del clima lleva a tasas más altas de abortos espontáneos y a enfermedades como el Zika que causan mutaciones a los fetos. Durante desastres climáticos además, los recursos se desvían hacia servicios ‘esenciales’, descuidando el acceso a servicios sexuales y reproductivos.
Lorenza Terrazas, especialista en la política internacional de cambio climático y coordinadora de la ONG boliviana Red Pazinde, explica que es importante reiterar que las mujeres son directamente vulneradas por la crisis climática, no por victimización, al contrario, como una urgencia de visibilización. “Los hombres todavía están liderando los temas de negociación. Hablar de participación equitativa conlleva que las mujeres seamos tomadoras de decisiones ambientales”.
Lo que falta
Aunque en los últimos años se ha avanzado en el reconocimiento de las conexiones particulares entre género y cambio climático, sigue faltando algo fundamental: una mayor presencia de las mujeres, no sólo en las cumbres, sino también en la mesa de otros espacios de decisión.
“En Latinoamérica ha habido un movimiento feminista muy importante y el entendimiento de las cuestiones de género está mucho más avanzado”, sostuvo Rocco Predassi. “Todavía falta que esa visión empiece a percolar en la agenda climática. Es importante trabajar en la integración, porque el cambio climático no es ciego al género”.