La Cumbre Amazónica concluyó el miércoles 9 de agosto con la divulgación de la “Declaración de Belém“, documento final que dejó de lado dos de las principales demandas de los movimientos sociales y científicos: fin de la explotación de petróleo en la región forestal y la deforestación cero.
La Cumbre reunió a presidentes y ministros de los países panamazónicos (Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela) y a alrededor de 27.000 personas en las programaciones previas de la sociedad civil. Sin embargo, los jefes de Estado no llegaron a acuerdos sobre los temas clave.
En las discusiones presidenciales, destacó la intervención del presidente de Colombia, Gustavo Petro. “La alternativa que tenemos para mantener la vida es prosperar sin carbono”, sintetizó, en su defensa por el fin inmediato de ese tipo de consumo.
Por su parte, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, afirmó que el país debe liderar la producción de fuentes de energías limpias, como la solar, biomasa, etanol e hidrógeno verde, y prometió que el país “desempeñará un papel central en la transición energética”. Pero evitó posicionarse contra la explotación de petróleo.
El investigador Philip Fearnside, del Inpa – Brasil (Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia), consideró frustrante la falta de acuerdo. “La cuestión es que no tenemos más tiempo que perder, estas decisiones tienen que ser tomadas de forma urgente, porque nos estamos acercando a varios puntos de no retorno”, alerta.
El científico es referencia mundial, habiendo recibido incluso el Premio Nobel de la Paz por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), en 2007. En su análisis, correspondía a Brasil, país anfitrión, ser líder en esa conversación, aprovechando su influencia para impulsar a la región a avanzar hacia un camino sostenible. “Brasil sería una de las mayores víctimas de los efectos del calentamiento global, tiene una enorme población sujeta al aumento del nivel del mar. Y la agricultura, una de las principales fuentes económicas, también perdería mucho. O sea, es un país que tiene mucho que perder y, aún así, parece estar caminando en un sentido contrario”, criticó.
“La cuestión es que no tenemos más tiempo que perder, estas decisiones tienen que ser tomadas de forma urgente, porque nos estamos acercando a varios puntos de no retorno”.
Según Fearnside, falta coraje político para Lula y otros jefes de Estado para posicionarse de forma firme. Frineia Rezende, directora ejecutiva de la organización no gubernamental (ONG) The Nature Conservancy Brasil, corrobora: “Aunque presenta puntos relacionados con energías renovables, no hay metas y plazos claros para una transición justa y equitativa, ya que estarían relacionadas con la propuesta de desarrollo de una ‘nueva economía’ para la Panamazonia”.
La cuestión del petróleo aparece en la Declaración de forma muy preliminar, apenas mencionando que se debe “iniciar un diálogo entre los Estados Partes sobre la sustentabilidad de sectores tales como minería e hidrocarburos”, pero destaca que cada nación es soberana en cuanto al tema.
Para la sociedad civil, la frustración se da por la dicotomía entre lo que salió en la carta y lo que se presionaba en las calles. Carteles, manifestaciones e incluso vallas publicitarias han pedido un alto en el uso de combustibles fósiles.
Para Vinicius Nora, gerente de Océanos y Clima del Instituto Arayara, una de las ONG al frente del movimiento Amazonia Libre de Petróleo, el resultado es frustrante: “Es necesario discutir de manera sincera los caminos para evitar el punto de no retorno de la Amazonia – y eso pasa por discutir la transición energética justa y las alternativas al petróleo”.
Demandas de la sociedad civil quedaron rezagadas
La propuesta que había sido previamente anunciada era que la Cumbre sería espacio para debatir las demandas traídas por la sociedad civil. Entre el 4 y 6 de agosto, días previos a la reunión de los jefes de Estado, se desarrollaron los “Diálogos Amazónicos“, cuando cientos de colectivos y movimientos sociales realizaron más de 400 actividades para discutir temas diversos, como salud, soberanía alimentaria, agroecología, racismo ambiental y energía.
Por lo menos 11 extensas cartas resultaron de las conversaciones: seis de las plenarias centrales del Diálogo; la Carta de los Pueblos Indígenas de la Cuenca del Amazonas; la Carta de Belém (firmada por alcaldes pan-amazónicos); la “Contribución de la sociedad civil brasileña a la Cumbre de la Amazonia para impedir el punto de no retorno del bioma“; la Carta de Manaus y la Carta de la Amazonia (ambas de la comunidad científica).
Todos los textos fueron entregados a los jefes de Estado. Había una expectativa de que, en el encuentro, los presidentes reflexionaran sobre los puntos enumerados y pudieran ajustar el documento final de acuerdo con las demandas. Sin embargo, la Declaración de Belém fue divulgada durante el primer día de la Cumbre, apenas unas horas después de la entrega de las demás cartas.
En un comunicado, la ONG Observatorio del Clima dijo que la declaración ignoró las contribuciones de los Diálogos Amazónicos: “Además de no reflejar los debates hechos en los diálogos, los informes enviados a la reunión presidencial no tuvieron sus conclusiones incorporadas a la declaración”.
Desde la sociedad civil señalan que la declaración ignoró las contribuciones y debates de los Diálogos Amazónicos.
Se dedican solo unas pocas líneas al final del documento, indicando que estas serán “consideradas por la Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores del Tratado de Cooperación Amazónica para decidir sobre su implementación e incorporación progresiva a las áreas de trabajo de la Organización”, sin delimitar un plazo para ello.
João Meirelles, director general del Instituto Peabiru, cree que la carta fue importante como punto de partida, pero que las acciones deben avanzar. “Es muy importante que la sociedad se apropie, que sus planteamientos sean tenidos en cuenta en las políticas públicas y que de aquí a la COP30 esos ejes centrales ya hayan avanzado”, pondera.
Desde que se anunció en marzo de este año, la Cumbre ha despertado curiosidad y prometía ser un evento histórico para forjar alianzas entre los países de la región. Con sede en Belém, capital del estado de Pará (Brasil), fue también considerada una prueba para la ciudad que se está preparando para recibir la edición de 2025 de la mayor conferencia de cambio climático del mundo, la COP30.
Lo que entró y lo que quedó fuera de las discusiones
La deforestación cero se considera como un ideal a alcanzar, pero no se establecen metas
Ni siquiera salió adelante la idea de que los ocho países se comprometieran a una deforestación cero para 2030. La propuesta fue incluso apoyada por el Presidente Lula en la reunión de presidentes de julio en Colombia como una de las intenciones de la Cumbre. Sin embargo, el texto final sólo subraya la “urgencia de acordar objetivos comunes para 2030 para combatir la deforestación”, pero no hace esta promesa.
Llamado directo a los países ricos para que "paguen la factura"
Estuvo en pauta la responsabilidad de países desarrollados en subsidiar acciones de mitigación y de adaptación climática de la Pan-Amazonia. “Es la naturaleza la que está necesitando de dinero, de financiamiento”, apuntó Lula en el discurso final. Ese es un posicionamiento que ha sido repetido por el líder brasileño desde la COP27, el año pasado, luego de haber sido elegido. “Vamos a la COP28 con el objetivo de decirle al mundo rico que si quieren preservar efectivamente lo que existe de bosque, hay que poner dinero no solo para cuidar la copa del bosque, sino para cuidar de la gente que vive allá abajo”, enfatizó.
Este es, inclusive, uno de los puntos con métricas claras en la Declaración: “Exhortar a los países desarrollados a cumplir sus compromisos de proporcionar y movilizar recursos, incluyendo la meta de movilizar US$ 100 mil millones por año en financiación climática para apoyar las necesidades de los países en desarrollo”.
El texto también dice que es necesario “promover mecanismos innovadores de financiación para acciones climáticas, incluyendo el intercambio de deuda por acciones climáticas por parte de los países desarrollados”, además de “unir esfuerzos para crear un fondo destinado a la financiación de programas” para actividades sostenibles.
La declaración apunta al fortalecimiento de la OTCA
Los mismos ocho países panamazónicos que participaron en la Cumbre fueron aquellos que hace 45 años firmaron el Tratado de Cooperación Amazónica (TCA). El pacto dio origen a la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), que sirve de mecanismo para la producción de conocimiento y formulación de proyectos, cuya sede está en Brasilia, capital de Brasil.
Esta fue la cuarta reunión de los gobernantes miembros de la OTCA, desde que el tratado fue firmado en 1978 (los encuentros anteriores fueron en 1989, 2002 y 2009) – siendo la primera vez en Belém. En los últimos cuatro años, en la gestión del anterior presidente de Brasil Jair Bolsonaro, el organismo quedó fragilizado y demandaba una reformulación.
Fortalecer la OTCA y diseñar nuevos ejes de alcance fue uno de los puntos principales de la Declaración. Se firmó el compromiso de crear grupos de trabajo y redes, como la Red de Innovación y Difusión Tecnológica de la Amazonia.
La implementación forma parte de los “deberes” que la reunión dejó para los países de aquí en adelante, pero sin delimitar plazo para ello. Otros objetivos esperados son desarrollar “una estrategia común para prevenir y mitigar los efectos del fenómeno El Niño en la Amazonia” y “promover sistemas de salud universales y con abordaje intercultural”, entre otros.
Uno de los avances de la Cumbre fue reconocer el papel de las alcaldías para la preservación del medio ambiente, creando el Foro Permanente de Ciudades Amazónicas dentro de la OTCA, considerando que los cambios determinados en los acuerdos deben implementarse a nivel local.
Alianza para luchar contra la delincuencia y proteger la selva tropical
Los países planean trabajar en equipo para el Manejo Integrado del Fuego en los bosques, y como se esperaba, para combatir actividades ilícitas, incluyendo delitos ambientales. “De la misma forma que vamos a pelear para asegurar el bosque, vamos a pelear mucho para expulsar al narcotraficante. Es una tarea que se asumió aquí”, explicó Lula.
Otro tema que se esperaba y que, de hecho, se concretó fue la creación de una alianza por las selvas tropicales. La articulación viene desde el año pasado, en la COP27, con el acuerdo trilateral firmado por Brasil, Indonesia y República Democrática del Congo.
Ahora, los demás países amazónicos se han unido, así como la República del Congo y San Vicente y las Granadinas (país que es actual presidente de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). El documento final fue titulado como “Unidos por nuestros Bosques: Comunicado Conjunto de los Países Forestales en Desarrollo en Belém“.
La Declaración de Belém también implica que los países signatarios del OTCA se unan durante la próxima Conferencia Mundial del Cambio Climático, la COP28, que se realizará en noviembre de este año en Dubái, Emiratos Árabes Unidos. En ese sentido, deben unificar el discurso sobre cuál debe ser el tratamiento internacional con relación a la Amazonia. Básicamente, todo el grupo pan-amazónico debe “hablar el mismo idioma” en el evento. “Queremos pavimentar el camino hasta la COP30, donde estaremos juntos nuevamente en Belém”, señaló el presidente Lula.
Agendas paralelas de asociaciones científicas
Sectores del Poder Judicial y de la Ciencia organizaron agendas paralelas en Belém. En el campo de la investigación, fue destacada la creación del Panel Intergubernamental Técnico-Científico de la Amazonia, que fue incorporado a la Declaración de Belém, y que debiese funcionar como un IPCC regional, para la sistematización de la información y la elaboración de informes periódicos sobre temas prioritarios.
En esa línea, la ministra de Ciencia, Tecnología e Innovación de Brasil, Luciana Santos, anunció que el país compartirá tecnología con los vecinos para monitorear la deforestación de la selva por medio de imágenes satelitales que permiten la observación de la Tierra, como se hace por el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe).
“Brasil tiene experiencia en el área. Nuestra idea es llevar ese conocimiento de la lectura de los datos a los científicos de otros países, para que puedan compartir nuestro modelo, que ya están consolidados y que han traído resultados para nosotros”, explicó.
Sinergia entre voces de la Amazonia
Aunque el resultado de los Diálogos Amazónicos fue decepcionante para muchos, sin duda fue un importante espacio de conexión e intercambio durante los días de actividad. A través de los pasillos, se oían idiomas y acentos procedentes de transeúntes de diferentes etnias.
Gahela Cari Contreras viajó desde Perú para defender sus pautas como mujer trans afroindígena. “Llevo de aquí el cariño del pueblo brasileño y, sobre todo, la fuerza y el coraje de cada una de las personas originarias, indígenas, campesinas, quilombolas, negras, que están exigiendo que se defienda la Amazonia de forma integral”, relató.
Para Pai Naldo de Oxóssi, de una comunidad tradicional de origen africano de la región metropolitana de Belém, fue una oportunidad de presentar personalmente a las autoridades las dificultades que vive en su comunidad. Él consiguió conversar rápidamente con Paulo Teixeira, ministro de Desarrollo Agrario y Agricultura Familiar de Brasil, para defender un proyecto de ley que hoy tramita en la Cámara de Diputados, que garantiza un Marco Legal de los Pueblos Tradicionales de Origen Africano.
“Uno de los desafíos que más enfrentamos es la salud y la soberanía alimentaria. Es una política que necesita ser implementada para que podamos avanzar y aquí fue una oportunidad de llamar la atención sobre esa necesidad”, concluyó.