En 2021, la empresa minera Prodeco devolvió los títulos mineros de sus minas en Calenturitas y La Jagua, dos municipios en el Caribe colombiano que, desde los años noventa, le habían apostado todo al carbón. Comerciantes, restaurantes, hoteles, costureras y lavanderas que dependían de la actividad minera, vieron desaparecer su clientela. Alrededor de 7.000 empleados – unos 2.300 empleados directos y 5,000 contratistas – perdieron sus empleos, dice Robinson Moreno, dirigente del sindicato SINTRACARBÓN en la subdirectiva Ciénaga.
Sin un plan de reconversión laboral, la empresa no anticipó estos efectos. El cierre de minas dejó a las comunidades sin una fuente de ingresos estable, y es una foto de lo que “no puede volver a suceder”, expresa Mónica Naranjo, directora de empleo y subsidio familiar del Ministerio de Trabajo en Colombia.
Tras el cierre de minas, Prodeco creó un programa llamado CEMPRENDE, que ofrecía capital semilla a sus extrabajadores para que crearan emprendimientos. “Sin embargo, muchos de estos esfuerzos fracasaron”, anota Moreno. Ya que el desempleo era alto por el cierre de las minas, no había quien comprara los productos de los nacientes negocios. “Sin los ingresos que generaban los mineros, no había un mercado sólido para que esos emprendimientos prosperaran”, dijo. Para la realización de este artículo buscamos contacto con Prodeco pero al cierre de esta edición no recibimos respuesta.
Ante el panorama desalentador, Moreno, Hernando Zambrano, Robert Correa y Robinson Báez, todos trabajadores sindicalizados del sector minero, crearon la primera cooperativa de trabajadores enfocada en promover la reconversión laboral, la economía solidaria y la transición hacia energías renovables en el Caribe colombiano. Coomustier, como se llama la cooperativa, busca diversificar la producción y reducir la dependencia de un único sector económico, explica la profesora de la Universidad del Magdalena e investigadora Andrea Cardoso, quien lidera los procesos de formación con los líderes.
Además, la cooperativa se alió con la Universidad del Magdalena para crear dos diplomados a través de los cuales 75 mineros y extrabajadores afectados por el cierre de las minas se han formado en temas como energías renovables y soberanía alimentaria, a través del módulo de cocina ancestral.
“Aunque la minería terminó, ahora cuentan con nuevos conocimientos en áreas como energía solar, mecánica y electricidad”, dice Hernando Zambrano, trabajador sindicalizado de Prodeco y quien hoy hace parte de la cooperativa.
Una operación delicada
La transición energética es un proceso especialmente sensible para los trabajadores de la minería de carbón en Colombia, dijo Felipe Corral, asesor del Ministerio de Minas. En Colombia, aproximadamente 255.135 personas trabajan en minas y canteras, de las cuales 55.816 lo hacen en minas de carbón. La minería del carbón representó el 1,1% del PIB entre 2016 y 2019 y, según cifras de FENALCARBÓN, Colombia es el quinto país más exportador de carbón térmico.
A medida que las energías renovables crecen, muchos mercados planean reducir o abandonar el uso del carbón antes de 2050, explica Corral. Este cambio afectará tanto a los mineros «como a esa población que muchas veces es invisibilizada en las estadísticas oficiales, vinculada a la actividad minera, y que normalmente se encuentra en una situación mucho más precaria, compuesta por personas que son racializadas o que son discriminadas por su género», señala el funcionario.
La transición, dicen los extrabajadores, debe considerar las marcas en los cuerpos y mentes de los trabajadores. Zambrano, quien cuenta con 16 años de experiencia, comparte que ya no duerme como antes, al igual que muchos de sus compañeros. Además, relata que tres trabajadores cercanos a él se han quitado la vida debido a la incertidumbre generada por la situación. Naranjo, del Ministerio del trabajo, señala que hubo un aumento de suicidios en menores de edad en estas regiones, debido a los cambios abruptos en las condiciones de vida.
Fue en medio de esta crisis que el grupo de seis trabajadores sindicalizados tocó las puertas de la profesora Cardoso en la Universidad del Magdalena, con quien llevan años trabajando. Con ella diseñaron el diplomado Transición minero-energética justa en el Caribe colombiano, en el que exploraron conceptos sobre energías renovables y las formas cómo el extractivismo minero impacta el territorio.
Cardoso subraya que uno de los mayores retos fue hacer comprender a los exmineros que el sector de las energías renovables no podría absorber toda la mano de obra minera, lo que impulsó la necesidad de un plan de acción a corto, mediano y largo plazo. Con el apoyo del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y la universidad, se homologan saberes y, mediante la certificación de capacidades, se diseñaron programas técnicos y tecnológicos modulares con trayectorias profesionales claras para facilitar la transición laboral. Como resultado crearon la cooperativa Coomustier, que ofrece un catálogo de servicios, que incluye servicios de soldadura y metalmecánica, transporte, energías renovables, obras públicas, servicios de formación, capacitación, asesorías y planeación de proyectos, entre otros.
La capacitación ha transformado la mentalidad de los trabajadores, dice Robert Correa, trabajador sindicalizado de Prodeco. Hicieron un curso de cocina ancestral, que, sin planearlo, los reconectó con el territorio y la vocación agrícola de la región. «El alimento como energía» fue la frase que los unió nuevamente con sus raíces, indica Correa. Esta reconexión ha dado paso a emprendimientos como los subproductos de mango, entre ellos el vino de mango, y al Fondo Social de Mujeres en la Transición Energética, ambos alineados a Coomustier.
A la fecha, 75 trabajadores y extrabajadores se han graduado en los dos diplomados, y aunque están en capacidad de prestar servicios, todavía no han hecho instalaciones, señala Moreno. Una extrabajadora trabaja ahora como investigadora de la Universidad del Magdalena.
“La preocupación principal es encontrar empleos estables y bien remunerados que puedan reemplazar los trabajos que ofrece la industria minera,” dice Corral. “Si solo se restringe a empleos o estacionales o prestación de servicios las condiciones laborales de las personas empeorarán. Esto dificultará el ahorro, que apalanque los consumos y servicios. Por ejemplo, un minero con un buen salario puede ahorrar para construir su casa, pero si no hay empleos bien remunerados, esto se complicaría”, señala.
Retos para la reconversión laboral
Que los trabajadores puedan desempeñarse en una amplia gama de oportunidades laborales es clave para que no se repita el ciclo de extracción y declive que ya vivió esta región con el cierre de minas de carbón, explica Cardoso. Esta visión coincide con la del Ministerio de Minas y Energía, que promueve la reconversión productiva y la transformación territorial a través de los Distritos Mineros Especiales para la Transición Energética Justa, que a través del Decreto 0977 de 2024 se definen como lugares en donde deberá crearse un plan estratégico que identifique y diversifique las oportunidades laborales.
Tras identificar los potenciales económicos y laborales de los territorios, se deberán buscar industrias anclas que apalanquen nuevos servicios y productos y crear portafolios de inversión alternativos, explica Naranjo, del Ministerio de Trabajo. Con la llegada de energías renovables más económicas se podrían atraer procesos de transformación de materias primas, productos cárnicos, lácteos y café, así como el fortalecimiento de la vía férrea y desarrollo logístico para sacar los productos de la región y lograr mayor dinamismo, manifiesta Corral.
Implementar esta estrategia requerirá de una gran coordinación entre el Ministerio de Minas, el Ministerio de Ambiente y desarrollo sostenible, el Ministerio del Trabajo, e instituciones como el Servicio Nacional de Aprendizaje. A la fecha, estos estudios están en construcción y el costo no ha sido calculado.
Robert Camargo, trabajador sindicalizado del sector minero, señala que uno de los principales retos de la reconversión laboral en el marco de la transición energética justa es generar conciencia entre los trabajadores sobre los impactos de la minería en los territorios. Según él, es esencial aceptar que este cambio es inevitable y que la capacitación y la reinvención son fundamentales.
Por su parte, Moreno enfatiza la necesidad de que las empresas mineras inviertan tiempo, recursos y espacios para iniciar procesos de reconversión y formación para los trabajadores antes de su cierre de operaciones. Sin embargo, reconoce que muchas empresas no están dispuestas a asumir estos costos.
En octubre, la Cámara de Representantes aprobó en segundo debate el artículo 61 de la reforma laboral, que atiende de manera parcial algunas de esas preocupaciones. La reforma establece medidas para la reconversión laboral y la creación de un fondo que apoye a extrabajadores afectados por la descarbonización y la transición energética. Según la ministra de trabajo, Gloria Inés Ramírez, la nueva ley impulsará, además, la capacitación, nuevas oportunidades laborales y la protección para trabajadores vulnerables.
Todos los actores entrevistados coinciden en que es fundamental la articulación y participación de todos los trabajadores, comunidades, entes territoriales, academia, sectores productivos y el Estado. “Los esfuerzos no pueden ser aislados y debemos estar preparados”, enfatiza Moreno.