Seis días antes de entregar su cargo, el presidente Ollanta Humala firmó la ratificación del Acuerdo de París. Aquel 22 de julio de 2016, el Perú se convirtió en la primera nación hispanoamericana en adoptarlo. El diario oficial El Peruano colocaba un pretencioso titular destacando el liderazgo mundial del país en la lucha contra el cambio climático.
Después de las sonrisas y apretones de manos, venían 14 años de trabajo para disminuir la dependencia de los combustibles fósiles. Al suscribirlo, el Estado se comprometía a reducir en un 30% las emisiones de carbono hacia 2030. Unos años después, en 2020, el presidente Francisco Sagasti aumentó el compromiso a un 40%.
Habiendo transcurrido la mitad del camino, la meta fijada aún se ve lejana. Las energías limpias, las llamadas renovables no convencionales —como la eólica (generada por vientos) y solar— tienen una baja participación en la matriz energética del país. Según el último reporte de junio del Ministerio de Energía y Minas (Minem), casi toda la energía que se genera en el Perú proviene principalmente de fuentes hidráulicas (49%) y fuentes térmicas de gas natural, diésel o carbón (46%).
La energía producida con fuentes eólica y solar apenas alcanza el 5% de participación. En los términos actuales, la transición energética suena más a una aspiración que a un objetivo lograble.
Sin embargo, una iniciativa se viene gestando —aún sin mucha estridencia mediática— para dinamizar este proceso: el hidrógeno verde (H2V) es el jugador que el sector privado busca poner en las agendas energética, económica y ambiental del Perú.
En 2020, diversos actores del sector empresarial formaron la Asociación Peruana de Hidrógeno (H2 Perú) bajo la visión de descarbonizar la economía nacional a través del uso del hidrógeno verde.
La iniciativa va en la línea de una tendencia internacional, que posiciona al hidrógeno como una de las mejores herramientas para generar una industria respetuosa con el ambiente. Pero, ¿qué es el H2V, también conocido como el ‘combustible del futuro’?
El hidrógeno es un vector energético que activa procesos cuando es requerido. Funciona como un combustible. Se produce a través de una electrólisis: el agua ingresa a un electrolizador y recibe una descarga eléctrica que permite separar las moléculas de hidrógeno y oxígeno. Cuando esta descarga proviene de fuentes como la energía eólica o solar es cuando se denomina “verde”, ya que en todo el proceso no se emiten gases de efecto invernadero.
¿Eslabón perdido o antecedente pionero?
“Posiblemente las primeras moléculas de hidrógeno verde de Latinoamérica fueron hechas en Perú, cuando el término aún no existía”, cuenta con entusiasmo Fernando Maceda, gerente general de H2 Perú.
El ejecutivo se remite a 1965, año en que Industrias Cachimayo inició sus operaciones en las afueras de Cusco. La empresa se dedicó a la fabricación de amoniaco para explosivos de minería. Desde que encendieron las máquinas, realizaron el proceso de electrólisis, generando el hidrógeno vital para sus procesos. Originalmente la fábrica era alimentada mediante fuente hidroeléctrica y más recientemente, suscribió un acuerdo para el uso de fuentes eólica y solar.
En junio, 40 socios de H2 Perú visitaron la planta de Cachimayo para conocer los primeros electrolizadores del país. En esta jornada participaron representantes de compañías asociadas como Cálidda y Promigas (hidrocarburos), Engie (generación), Cerro Verde (minería), Latam Airlines (aviación), entre otras.
Recorriendo esta instalación pionera, los ejecutivos pudieron ver formas concretas de lo que vienen hablando desde hace tres años en papeles. Desde el 2020, H2 Perú ha realizado investigaciones y gestionado reuniones con decisores políticos para gestar una política pública. La intención es que Cachimayo no siga siendo un antecedente aislado y más bien, emerja una nueva industria del hidrógeno en el país.
Para Pedro Gamio, catedrático de la Pontificia Universidad Católica del Perú y exviceministro de Energía, el hidrógeno verde es una oportunidad para impulsar el aprovechamiento de las energías renovables no convencionales. Considera que en pocos años sería viable aumentar el nivel de participación de las energías eólicas y solares de 5% a un deseable 20%. Cree que ello dependerá de decisiones estatales
“La voluntad política todavía no es clara. Nos falta aprobar una política nacional de hidrógeno verde que conlleve al desarrollo de proyectos. Tampoco tenemos un marco regulatorio. Hay que meterle más ganas”, expresa Gamio.
A nivel estatal, los pasos más fuertes se dieron este año. En abril, el Ministerio de Energía y Minas creó un grupo multisectorial para impulsar el desarrollo de hidrógeno verde. Representantes de los ministerios de Ambiente, Producción, Transportes, Economía, Relaciones Exteriores y Agricultura, además de un funcionario de Osinergmin (Organismo Superior de la Inversión en Energía y Minería) conforman esta plataforma a la que se le dio seis meses de plazo para entregar su informe.
“El informe final va contener una hoja de ruta para el desarrollo del hidrógeno y propuestas normativas”, menciona José Meza, director de Eficiencia Energética del Minem, área que lidera la secretaría técnica del grupo.
Según el funcionario este documento será la propuesta de marco regulatorio, y, entre otros puntos, también se contemplará beneficios tributarios para hacer rentables los proyectos. El director anticipa una solicitud de prórroga para cerrar el proceso. “Las políticas públicas estarían listas para el primer semestre de 2024”, apunta.
A ocho meses de la creación del grupo, aún no se han difundido públicamente los avances. Meza cuenta que han recibido y leído informes técnicos de H2 Perú y algunos colectivos ambientales, pero que desde el Ejecutivo elaboran nuevos estudios para “tener una visión propia desde el Estado”. “Habrá un espacio para escuchar las opiniones de la sociedad civil y entes privados, pero todavía no estamos en esa etapa”, agrega el director del Minem.
El sur, la zona apuntada por la industria
Las poblaciones de Arequipa, Moquegua y Tacna, reciben un promedio de 10 horas de sol al día. Según estudios del Banco Mundial (2019), esta área del sur del Perú dispone de los mayores recursos solares del país. Un dato para dimensionar el potencial: una planta de energía solar requiere de una radiación directa anual no inferior a 2.000 kwh/m2 (kilovatios hora metro cuadrado útil año). En estas regiones los valores exceden los 3.000 kwh/m2, siendo superiores incluso a los de zonas de Marruecos y Emiratos Árabes donde se ejecutan proyectos solares térmicos.
H2 Perú considera que aprovechar este potencial solar permitiría producir hidrógeno verde a precios muy competitivos. Los montos que identificaron rondan entre 1,6 y 2,6 dólares por kilo de hidrógeno, valores similares a los de Chile, país que lidera los proyectos de H2V en la región.
Moquegua es el primer lugar apuntado por el empresariado. Con el apoyo del gobierno regional, la iniciativa privada Moquegua Crece postula la creación de un valle del hidrógeno en el sur del país, emulando la experiencia sudafricana.
En este proyecto, se contempla un centro en Moquegua, donde se instalaría una planta de energía solar que iría creciendo conforme aumenta la demanda de H2V. En el estudio elaborado con H2 Perú estiman que para el 2050, la planta podría tener 7.700 hectáreas, es decir el tamaño de 10.700 veces el Estadio Nacional.
A Augusto Durán, especialista en energías limpias del Movimiento Ciudadano frente al Cambio Climático (Mocicc), le preocupa que en la implementación de esta nueva tecnología se termine imponiendo una visión lucrativa.
“Es una buena iniciativa, pero si la dejamos únicamente a las empresas, se va priorizar el interés económico, no se va a tener en cuenta el tema social y ambiental”, advierte Durán.
Considera que en la elaboración de la estrategia nacional del hidrógeno verde es necesario incorporar la participación del público y que tanto el Estado como el sector privado deben socializar la información para evitar errores del pasado.
A su vez, la presencia de empresas extractivas en la conformación de la asociación H2 Perú, despierta suspicacias en algunos activistas ambientales. Durán espera que no sean prácticas de ‘greenwashing’ “donde empiezan a dar soluciones al cambio climático, pero replican el modelo extractivista, de ver a la energía como un bien mercantil para sacar ganancias”.
Para Fernando Maceda, gerente de H2 Perú, el compromiso del sector minero en esta iniciativa es clave. “El hidrógeno verde tiene un gran espectro para trabajar la descarbonización en aquellos sectores económicos que más energía demandan en volumen y con mayor intensidad. La minería es uno de ellos”, precisa.
Además de las maquinarias de grandes dimensiones de la minería, esta primera iniciativa apunta a promover el uso de hidrógeno verde, principalmente, en transporte de carga (donde tendrían ventaja frente a los eléctricos que requieren baterías pesadas), refinerías, cementeras y producción de fertilizantes.
Pero los números terminan cerrando con los proyectos de exportación a Europa y Asia Pacífico. “La exportación tiene que ser una prioridad, ya que por economía de escala podríamos tener costos locales más competitivos”, considera Maceda.
Según el diagnóstico de H2 Perú, el potencial de desarrollo de hidrógeno verde en el país sería dos veces más grande que la demanda nacional en 2050 (calculada en 50 GW). “Tenemos los recursos suficientes para abastecer la demanda local, sin poner en riesgo y atender mercados de exportación”, asegura Maceda.
Deudas y desafíos
Hablar de exportación desde el principio genera resistencia en algunos sectores de la sociedad civil. Paul Maquet, vocera de la organización no gubernamental CooperAccion, advierte del peligro de caer en una lógica conocida donde “los beneficios se concentran en el norte, mientras que los impactos se quedan en el sur”.
Refiere el caso reciente del gas natural, la fuente de energía que más se desarrolló en los últimos 20 años en el Perú. A través de gasoductos, el gas natural viaja de Camisea (Cusco) al sur de Lima, desde donde abastece a los clientes de la capital y se exporta a México. “Cusco, donde se produce el gas, no lo utiliza porque a las empresas no les resulta tan rentable para el negocio”, afirma Maquet.
Además del potencial solar, el sur del país, es visto por H2 Perú como el territorio idóneo por la presencia minera e industria manufacturera y la cercanía a puertos. Lo primero aseguraría una demanda interna significativa, lo segundo facilitaría la exportación.
Sin embargo, en esta zona también se presentan deudas históricas. Erika Pocohuanca, representante alterna de la Macrorregión Sur en la Comisión Ambiental Juvenil, remarca la pobreza energética que sufre la población local.
Según datos del Ministerio de Energía y Minas publicados en 2022, los sectores rurales de Moquegua y Tacna son los menos atendidos por el servicio eléctrico en todo Perú.
En Moquegua, el 26,7% de viviendas del sector rural no cuenta con este servicio, mientras que en Tacna el porcentaje se eleva a 37,6%.
El reto, una transición justa
El tópico que despierta mayores inquietudes es el tratamiento del agua, recurso indispensable para la elaboración de hidrógeno verde. El sector privado lo sabe. H2 Perú identificó en sus estudios que los temas hídricos constituyen un tema sensible para la población del sur del país. Precisamente, en estos territorios, de arraigada actividad agrícola, existen antecedentes de conflictos por manejo del agua con algunas empresas mineras asociadas como Angloamerican (caso Quellaveco en Moquegua y Cerro Verde en Arequipa).
Maceda, de H2 Perú, considera que el uso de agua de mar es una alternativa viable. La desalinización supondría no afectar las fuentes de agua dulce de la zona, pero trae consigo otros desafíos.
Por su parte, el Estado viene evaluando los posibles impactos. “Si desalinizas el mar, te queda la sal, entonces, el problema es el tratamiento de los residuos de la salmuera. Estamos contemplando este tema con Ambiente y Agricultura”, menciona José Meza, director de Eficiencia Energética del Minem.
Las ubicaciones de las plantas desalinizadoras también deberían contemplar la existencia de áreas naturales protegidas, ricas en fauna y flora, agrega Pocohuanca.
Además de su viabilidad económica, los ambientalistas consideran que para que el desarrollo de hidrógeno verde en el Perú sea una solución climática real debe contemplar estos impactos sociales, ambientales y laborales. Sólo así podría entenderse como una opción para una transición energética justa.
Maquet dice que esta planificación tiene que ser participativa. Considera que deben estar las voces de los trabajadores de petróleo y gas; las voces de las comunidades donde se harían los proyectos solares, eólicos y las plantas de hidrógeno.
“Se tienen que tomar decisiones atendiendo las necesidades energéticas del Perú, no de las empresas ni exportación”, apunta el vocero de CooperAccion.
Los involucrados en la promoción del hidrógeno verde en el país esperan prontas novedades. Los próximos meses serán claves en la consolidación de una hoja de ruta que impulse el desarrollo energético. Mientras que el sector empresarial espera contar con las reglas de juego para operar, la sociedad civil y academia demandan socialización de información y participación en la construcción de la política. Dicen que esta es una oportunidad que no se debe desperdiciar.