Innovación tecnológica y tradición indígena pueden ir de la mano y entregar una mejor calidad de vida a niños y adultos de comunidades mapuche —que viven en sectores rurales— y al mismo tiempo fortalecer sus costumbres. Este es el objetivo del “invernadero inteligente” instalado en la comunidad José Painecura Hueñalihuen, con el apoyo de investigadores científicos de la Universidad de Chile y la Universidad de La Frontera.
Ubicada a 50 kilómetros hacia la costa en la región de la Araucanía, en el sur de Chile, con el océano Pacífico, el aire fresco y altas colinas como vecinos, en la comunidad mapuche José Painecura Hueñalihuen viven aproximadamente 120 personas (niñes, jóvenes y adultos) quienes se reconocen como lafkenches, es decir, “gente de mar” que se dedica principalmente al turismo, recolección de algas y mariscos y venta de hortalizas.
Los síntomas de la crisis climática no son ajenos a lugares tan australes donde la naturaleza aún se conserva. En el caso de la región de la Araucanía o Wallmapu, como llaman los mapuche al territorio que habitan, la desertificación y degradación de las tierras está avanzando rápidamente debido a la escasez y disminución de precipitaciones provocadas por el cambio climático.
“Una de las consecuencias de la desertificación es la escasez hídrica que se complica aún más, cuando en zonas rurales se utiliza agua de ‘pozo’ o acuífero subterráneo del cual su consumo dependen variadas familias en una comunidad, por lo cual el manejo adecuado del volumen hídrico disponible se hace imperativo”, explica en su investigación Daniela Lasso, ingeniera civil eléctrica de la Universidad de Chile.
Y así cómo el clima cambia poco a poco, las personas que habitan estos territorios también resienten la “distancia”. Esta última es nombrada varias veces como lo más difícil de vivir en esta comunidad rural. A este obstáculo, se suma que el acceso al agua para uso doméstico y labores agrícolas es costoso, pues como bien indica Daniela Lasso en su investigación, esta última es extraída de pozos para los cuales se usan bombas con energía eléctrica.
En este contexto, el acceso a la electricidad para las familias mapuche es intermitente pues la comunidad pasa “en promedio 35 días al año sin electricidad”. Así lo indica Doris Sáez Hueichapan, académica del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la FCFM e investigadora del Instituto de Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI) de la Universidad de Chile, quien agrega: “El internet, que representa conectividad para las familias, es también un servicio intermitente”.
Invernadero inteligente: eficiencia y conocimiento ancestral
Una de las actividades económicas tradicionales del pueblo mapuche es la venta de hortalizas. De este punto emana la importancia de contar con un invernadero inteligente, es decir, un recinto cerrado, cubierto y acondicionado para cultivar frutas y verduras para la comunidad.
Con el objetivo de apoyar la producción agrícola y, además, realizar investigación científica y tecnológica, es que académicos y estudiantes de la Universidad de Chile y la Universidad de La Frontera, interesados en la interculturalidad, iniciaron un proyecto donde junto a la comunidad José Painecura Hueñalihuen, y directores y profesores de las escuelas públicas cercanas han instalado tres invernaderos abastecidos por energía solar y con monitoreo a través de internet.
¿La meta? Hacer más eficiente el uso de energía y agua y mantener las condiciones de las plantas en los invernaderos. Antes de la puesta en marcha de los invernaderos inteligentes, los hábitos agrícolas de la comunidad eran, en el caso de don Ermes García Huenchuñir (dueño de uno de los tres invernaderos), regar cada día por 10 minutos (durante todo el año). Esto, sin tener conocimiento del volumen exacto de agua que utilizaba. En verano, cuando Antü (Sol en mapudungun) arrecia fuerte en la zona, don Ermes dejaba la puerta y ventanas del invernadero abiertas. Por el contrario, en invierno dejaba las puertas y ventanas cerradas.
En este contexto, los investigadores propusieron a la comunidad que tener control sobre el riego, la temperatura y la humedad del invernadero haría más eficiente la actividad económica de varias familias. En el caso de García Huenchuñir, él podría cultivar tomates, lechugas, repollos, zapallo italianos y pepinos de manera más eficiente, y así vender y consumir junto a su mujer y dos hijas.
“Se instaló una tecnología de bajo costo para automatizar el invernadero, poder instalar sensores de humedad para saber cuándo es oportuno regar y optimizar al máximo el tema del agua por la escasez hídrica presente en la región. Energía, agua y alimento mantienen una relación muy estrecha”, explica la académica Sáez.
Para ello, el invernadero inteligente utilizó una estación meteorológica y un controlador central, los cuales son alimentados con energía de un panel solar y que, en conjunto, forman un sistema de internet de las cosas (IoT – Internet of Things) que se puede monitorear y controlar remotamente.
La implementación de este sistema de control en el invernadero está compuesto por un anemómetro (aparato utilizado para medir la velocidad del viento), sensor de humedad de aire y de tierra, además de los controles de agua para el regadío.
“La implementación de este sistema incluye un software que se puede controlar a través de una página web que permite visualizar los datos e interactuar con las electroválvulas y ventanas del invernadero”, sostiene Oscar Poblete, estudiante de Ingeniería Eléctrica a punto de egresar, quien junto con su compañero Oscar Villagra están encargados de implementar el proyecto.
“Cabe destacar que este proyecto se hace siempre respetando la cultura del lugar y la relación con la naturaleza, algo que para el pueblo mapuche es muy importante”, explica Saéz.
Esto último debido a que en algunos sectores que habita el pueblo mapuche en el sur de Chile, existe un largo historial sobre “soluciones técnicas” como, por ejemplo, hidroeléctricas que han causado discordia y polémica entre las comunidades, el gobierno de turno y las empresas.
“Es importante poder implementar esta solución en las comunidades, precisamente, porque existen empresas que han destruido ecosistemas o lugares sagrados para las comunidades. En este contexto, es que nosotros por ejemplo, no intentamos siquiera manipular el invernadero, es decir, hacerle orificios o romperlo para instalar algo. Todo es pensado en el cuidado de sus cosas y la no intervención”, agrega Poblete.
Dificultades en la instalación: un panel solar pequeño
Con todo los beneficios que representa un invernadero inteligente que se alimenta de energía traída con paneles solares, su implementación ha tenido dificultades y limitaciones.
A meses de su implementación y luego de usarlo para plantar hortalizas, las mangueras de riego automatizadas del invernadero dejaron de funcionar. “Parece que el panel solar es muy chico y no tiene la capacidad suficiente que necesita para el invernadero ….le falta un poco más de volumen al panel solar”, explica García Huenchuñir, el dueño del invernadero.
Y agrega: “En los momentos que yo lo quiero ocupar, por ejemplo, está nublado, la batería del sistema de riego automático está baja y no alcanza para hacer funcionar el riego”.
El invernadero, según comenta García Huenchuñir, tiene determinada organización: “Nosotros aquí le hacíamos un riego a ciertas horas de la tarde – apunta a la tierra- para que las plantas tengan mejor fortalecimiento. Y en ese tramo, cuando se instaló, súper bien. Trabajó súper bien lo que es el tema automático en la tecnología. Pero después, como les decía, los tiempos fueron ocurriendo desde que empezó a bajar la energía y no hubo el fortalecimiento para hacer el riego a las plantas. Y ahí tuvimos que trabajar manualmente, como lo hacía siempre”.
Consultado por la posibilidad de ampliar los beneficios de esta solución, don Hermes responde que los paneles solares podrían abastecer de electricidad a casas de la comunidad, o la automatización del riego se podría aplicar a cosechas de papa o trigo. “Eso sería una muy buena proyección a futuro, si se diera la oportunidad de que alguien nos asesorara en ese tema”, indica y agrega: “Todo lo que uno siembra daría mucho mejor resultado”.
Invernaderos inteligentes: incentivo educativo
Muy cerca de la comunidad mapuche José Painecura Hueñalihuen, está ubicada la escuela básica pública “Bajo Yupehue”, que significa “Lugar de erizos” en mapuzugun y que atiende a las comunidades indígenas José Huenchuñir, Manuel Epullán y José Painecura.
Durante 2022, la escuela instaló un invernadero inteligente con la ayuda de los académicos y estudiantes de la Universidad de Chile y Universidad de La Frontera y el liderazgo del director del establecimiento, Jorge Henríquez Castillo, el profesor Cristian Carrillo y la educadora tradicional Miriam Llancapan. El objetivo es que los niños puedan aprender sobre tecnología, pero también fortalecer su tradición y cultura, pues se plantarán también hierbas medicinales.
“Creo que lo más importante de este invernadero es incentivar a los niños porque el proyecto educativo de la escuela es que los alumnos continúen estudiando. Estando acá en el campo a veces les cuesta visualizar que hay otro mundo que es tecnológico, más allá de las redes sociales. Pero el hecho de que ellos manipulen cosas acá e interactúen con ellas… Este es el principal objetivo de este invernadero inteligente, porque por sus recursos es difícil que ellos puedan ver la instalación de un sistema de riego. Pero ellos pueden estudiarlo, ¿no es cierto?, ser profesionales. Esa es la visión y está en la misión de la escuela, que los niños sigan estudiando. Y de hecho todos salen a estudiar”, explica Henríquez.
“El invernadero no solo es un ejemplo de cómo administrar mejor manera los recursos (hídrico y eléctrico), sino que también es una oportunidad para que los estudiantes de séptimo y octavo básico de las escuelas se eduquen en softwares, gestión de agua y energía, y conceptos meteorológicos. La idea de los profesores de la Escuela y los académicos involucrados en el proyecto es que los estudiantes e integrantes de la comunidad, despierten su curiosidad, incentivarlos a ir a la universidad, pero también que apliquen su conocimiento en sus territorios de origen para apoyar a sus comunidades”, comenta Sáez.
A pesar de que el proyecto ha tenido algunas limitaciones, como la falta de capacidad energética, ha significado ahorro de tiempo y dinero en energía para sus beneficiarios.
Así lo expresa García Huenchuñir: ”Antes de que instalarán el panel solar, pagaba entre 70 y 80 mil pesos en electricidad para hacer funcionar la bomba de agua. Hoy día estamos ahorrando harto más (paga alrededor de 10 mil pesos). Cuando trajeron este proyecto, a mí me pareció bueno porque es algo que era útil para mí y una economía en tema de energía. Además me abastece de agua para la bomba. Ahorro de tiempo y energía. Tanto como en tema de riego, en tema de traer el agua para mejorar el invernadero, las plantas, para el riego, todo eso”.
Tanto la comunidad mapuche como los académicos e investigadores esperan que en el futuro se puedan implementar invernaderos inteligentes y paneles solares con más capacidad energética para toda la comunidad. Lo que trae una pregunta: ¿Qué tan escalables son las soluciones sustentables?
Juan Ignacio Huircan Quilaqueo, académico de la Universidad de La Frontera que colabora en el proyecto, sostiene: “La sostenibilidad es cara porque tenés que costear y una vez financiada los beneficios pueden no ser inmediatos. Es un poco como comer sano. Sin embargo, al implementar un proyecto que sea sostenible, significa que, de alguna forma y a largo plazo, los beneficiarios van a estar en igualdad de oportunidades frente a ciertas cosas”.
Y reflexiona sobre el trabajo intercultural: “Uno puede venir del mundo occidental a meter tecnología en un lugar donde la sociedad de ese lugar opera bajo otras reglas, aparecen otras variables que no son elementos tan intangibles como la ingeniería, como los números, las ecuaciones”.
Agrega: “Uno tiene que pensar qué es lo que le aprieta a la comunidad. ¿Qué es lo que haces tú cuando llegas a una comunidad? Si no eres de la comunidad, puedes producir un efecto invasivo. Luego tienes que cuestionar el impacto de tus acciones. Por ejemplo, si yo tengo planificado, desde el punto de vista geográfico, instalar una serie de equipos en diferentes lugares, porque lo vi en el mapa. Y te dicen: ‘No, pues que ahí no puedes porque pasa agua o porque hay árboles’. Hay un tema cultural de que tú no puedes llegar y entrar a una comunidad y hacer cosas. A veces cierto mundo trata de absorber y pasarle por encima a otro mundo, y eso, sin pensar que las leyes, las reglas con las que se rige el otro mundo, también son perfectamente válidas. Y a veces pienso que esta forma de vida también es sustentable también”, finaliza.