¿Por qué somos tan vulnerables a la desinformación?
Son muchos los autores que desde la psicología de la desinformación tratan de responder esta pregunta. Las mentiras o noticias adulteradas son un gran peligro para la sociedad, porque impactan negativamente en la salud, las políticas climáticas y las libertades democráticas.
Basta con que nos fijemos en la sucia guerra digital durante la recta final de las elecciones en Brasil, donde se registró un aumento del 238 % de contenidos falsos sobre Lula, o cómo tras el resultado del plebiscito constitucional en Chile, 202 denuncias sobre desinformación ante el Servicio Electoral no han podido ser investigadas por vacíos legales.
Varios estudios han abordado el tema de qué hace que la información en internet sea tan creíble. Por ejemplo, el investigador Darío Taraborelli argumenta que los usuarios que buscan información en la web probablemente desarrollen heurísticas simples (“atajos mentales”) para seleccionar de una manera computacionalmente viable fuentes confiables.
Para Tommy Shane, jefe de política e impacto de First Draft (una coalición que trabaja para generar conciencia sobre la desinformación en la era digital), la característica psicológica que nos hace más vulnerables a la desinformación es la “avaricia cognitiva”. Según Shane, “preferimos usar formas más simples y fáciles de resolver problemas que las que requieren más pensamiento y esfuerzo”.
Por supuesto, esto es parte de lo que hace que nuestros cerebros sean tan eficientes: no es conveniente estar pensando mucho en cada cosa. Pero también significa que no pensamos lo suficiente cuando lo necesitamos, por ejemplo, cuando debemos discernir si algo es cierto o no.
Otra respuesta, aunque complementaria, es la que hace referencia a la teoría del proceso dual, según la cual tenemos dos formas básicas de pensar: un sistema 1, que es un proceso automático que requiere poco esfuerzo, y un sistema 2, que es un proceso analítico que requiere uno mucho mayor. Como somos “avaros cognitivos”, abusamos del sistema 1.
Lamentablemente, este sistema es vulnerable. Cuanto más fácil es procesar algo, más probable es que pensemos que es verdad, por lo que los juicios rápidos y fáciles a menudo se sienten correctos, incluso cuando no lo son. Además, su eficiencia puede pasar por alto detalles que pueden ser cruciales, como recordar algo de internet, pero olvidar que fue desmentido.
Esto hace reflexionar sobre el poder de internet y cómo sus redes sociales pueden moldear nuestra concepción del mundo. Por ejemplo, la aguda fragmentación de contenidos choca con la cultura de la indexación de los medios tradicionales, como un periódico. En este, las secciones de información, opinión y sátira están debidamente diferenciadas para que el lector sepa a cuál recurrir, pero esto no ocurre en internet.
Las piezas de desinformación tienen dos rasgos elementales: no presentan una fuente o no está claro cuál es; y buscan generar reacciones impulsivas en los lectores, recurriendo a títulos sensacionalistas o narrativas irracionales
Esto nos lleva a conceptos psicológicos que tienen su origen en el mundo académico, pero que se han instalado en el lenguaje cotidiano. Dos ejemplos destacados son la disonancia cognitiva y el sesgo de confirmación.
El primero hace referencia a la tensión o experiencia negativa que se produce por una información que contradice nuestras ideas o creencias, lo que nos puede llevar a rechazarla para aliviar la disonancia.
El sesgo de confirmación, por su parte, es la tendencia a creer en la información que confirma nuestras creencias y a rechazar la que las contradice. Los agentes de la desinformación, como los negacionistas climáticos, pueden explotar esta tendencia para amplificar las creencias existentes que niegan el cambio climático antropogénico.
Tipos y rutas de la desinformación
First Draft define a la desinformación (“disinformation”) como toda información falsa, inexacta o engañosa que fue diseñada, presentada y promovida intencionalmente para causar daño público (aunque su móvil también puede ser el lucro). Es decir, su definición implica una intencionalidad en la acción.
Distinto es el caso de la mala información (“misinformation”), que no es intencional, sino que es el resultado de los problemas que surgen de la producción de contenidos en la vorágine de internet. Sin embargo, en español, varias agencias de fact checking, como Chequeado, usan el mismo término (desinformación) para ambos sentidos.
Otra característica de la desinformación es que excede las producciones periodísticas, pues también la encontramos en mensajes de Whatsapp, redes sociales, en audios, imágenes o videos manipulados y en memes. Para las producciones periodísticas se utiliza el término específico fake news (noticia falsa), aunque muchos comunicadores y fact checkers recomiendan no usarlo, ya que el concepto mismo sería una contradicción y ha sido usado maliciosamente para deslegitimar la labor periodística.
Las piezas de desinformación tienen dos rasgos elementales que deben ser expuestos para prevenir sus efectos. Por una parte, no presentan una fuente o no está claro cuál es. Por otra parte, buscan generar reacciones impulsivas en los lectores, recurriendo a títulos sensacionalistas o narrativas irracionales.
First Draft clasifica los contenidos problemáticos en siete tipos:
- Sátira o parodia: contenido que probablemente no busque causar daño, pero lo hace y lleva a malas interpretaciones.
- Contenido engañoso: información que busca incriminar o perjudicar a alguien.
- Contenido impostor: información que suplanta a las fuentes genuinas.
- Contexto falso: información real, pero que se encuentra asociada a un contexto que es falso. Es la descontextualización de información verdadera.
- Conexiones falsas: contenido otorgado en una información que no se condice con los titulares o imágenes que se muestran. Esto lo podemos ver con el clic bait, una técnica que utiliza algunos elementos como anzuelos para captar la atención del usuario y así este haga clic sobre el contenido, generando falsas expectativas.
- Contenido manipulado: pensado y diseñado para perjudicar o causar daño a alguien.
- Contenido fabricado: mensaje nuevo que se crea y diseña con la intención de generar daño.
Ahora también están los deepfakes, una técnica mucho más desarrollada que utiliza inteligencia artificial para modificar videos.
Para explicar la ruta de la desinformación, First Draft ha elaborado una herramienta visual con forma de trompeta. Según sus investigaciones, la información mala y engañosa se origina en un pequeño grupo de interés, pero finaliza en los grandes medios de comunicación.
Estos pequeños grupos pueden contar con un sitio web anónimo o hacer uso de cuentas anónimas para contaminar a determinadas colectividades agrupadas en un tema común de interés (redes cerradas o semicerradas), que trasladan estos contenidos a grandes comunidades conspirativas y activas en las redes sociales.
Cuando estas comunidades instalan la información falsa y maliciosa en las redes, como Facebook o Twitter, el contenido es levantado por los grandes medios de comunicación, que lo instalan como un hecho verdadero frente a la opinión pública.
Por esta razón es vital que cada sala de redacción esté entrenada en la detección de información falsa y maliciosa, exponga sus fuentes y verifique los datos antes de publicar.
Prevenir es mejor que curar
En esta tarea es elemental construir nuestra resiliencia mental (y por lo tanto social). Lo fascinante es que muchos de los recursos que necesitamos están en nuestros cerebros, esperando ser utilizados.
Por ejemplo, el periodismo es un oficio que precisa del escepticismo, entendiendo este como la conciencia del potencial de manipulación y un deseo de comprender con precisión la verdad.
La capacidad de mantener la duda, cuestionar la evidencia y escudriñar los datos originales, incluso cuando se alinea con la visión del mundo de uno, conduce a evitar la dependencia de la información errónea.
Hay un movimiento creciente que sugiere que la evaluación crítica y basada en evidencia debería incluirse en las escuelas, como ocurre en Finlandia donde se enseña a los niños a detectar la desinformación, haciendo énfasis en el pensamiento analítico y crítico en todas las materias.
Sin embargo, cuando la prevención no ha sido suficiente, entonces se abre paso la necesidad de combatir la desinformación a través de la verificación de hechos. Han surgido planteamientos de que, en ocasiones, la contrastación es contraproducente puesto que “reafirma” lo que se desea dar por hecho, pero algunos autores argumentan que las correcciones son generalmente efectivas y que los efectos adversos no son la norma.
Por lo tanto, lo más recomendable es que los fact checkers se concentren en llegar a las personas que tienen más probabilidades de estar mal informadas.
En este sentido, se hace vital diseñar la corrección ante todo teniendo en cuenta la claridad y la facilidad de interpretación. Incluso, al diseñar una corrección, la información errónea siempre debe combinarse de manera clara y destacada con el elemento correctivo, debiendo evitarse las repeticiones innecesarias del concepto equivocado.
Por ejemplo, dado que muchas personas no leen más allá de los titulares, el concepto erróneo no debe describirse solo en el titular con la corrección en letra más pequeña en el texto a continuación. Agregar el elemento correctivo dentro del propio título puede considerarse una buena práctica.
El método de los ocho pasos para verificar la desinformación
La agencia de verificación Chequeado de Argentina es pionera en América Latina y forma parte de la International Fact Checking Network. Esta agencia elaboró un protocolo de verificación basado en ocho pasos para la evaluación tanto de la desinformación viral, como del discurso público de agentes e instituciones formadoras de opinión.
PASO 1: Selecciona una frase o contenido sospechoso de las redes sociales
Chequeado selecciona afirmaciones públicas sin discriminar la orientación partidaria, ideológica, sexual o étnica del que las emite. También selecciona artículos, audios, imágenes y videos que circulan por las redes sociales, como Facebook o Twitter, o por los servicios de mensajería privada. En la verificación de hechos es fundamental que siempre se consigne el canal de distribución de la desinformación.
Otro aspecto de igual importancia es que los objetos de verificación deben ser contenidos factibles de ser contrastados. Es decir, no entran en esta categoría enunciados de promesas, comentarios u opiniones, así como tampoco trascendidos de declaraciones realizadas en un ambiente privado.
PASO 2: Pondera su relevancia
Es tanta la información falsa que está dando vueltas hoy que es imposible que toda pueda ser chequeada. Por eso tenemos que elegir muy bien qué priorizar y a qué le dedicamos nuestro escaso tiempo. ¿Cómo hacerlo? Chequeado propone que la selección del material a verificar se debe realizar de acuerdo a tres criterios:
- Por la circulación o viralización del contenido en redes sociales u otros medios (es decir, por su alcance y repetición en las distintas plataformas).
- Por la relevancia del tema aludido.
- Por la gravedad de las consecuencias de la desinformación en la ciudadanía. Por ejemplo, que los contenidos desinformantes puedan afectar la salud.
PASO 3: Consulta a la fuente original
Tras seleccionar el contenido a chequear, se debe consultar a la fuente original para conocer de dónde surgió y qué fundamento tiene el dato primario. En el caso de los sitios que identifiquen a un responsable de los contenidos y publiquen datos de contacto (teléfono o mail), se los consulta a través de esos canales.
Este paso también debe cumplirse en el caso de las informaciones, imágenes y videos que se publiquen directamente en redes sociales (no incluidos en un link) y se cite su origen.
Por último, aunque no por eso menos importante, también debe consultarse a los actores involucrados o a las personas afectadas por la desinformación (que, en ciertos casos, acceden a hablar y, en otros, prefieren no hacerlo).
PASO 4: Acude a la fuente oficial
Ya sea para la verificación del debate público como para los contenidos sospechosos en las redes sociales, se debe hacer la consulta pertinente a la fuente oficial relacionada con el tema abordado. Estas fuentes pueden ser de origen gubernamental a nivel nacional, provincial o local a cargo del tema objeto de análisis.
PASO 5: Consulta a fuentes alternativas
Si se logró acceder a las fuentes original y oficial de forma directa, es pertinente consultar a fuentes alternativas para corroborar la validez de la información y explicar su relevancia e impacto.
De no resultar posible, el chequeo se debe hacer por otras vías alternativas: documentos (informes, análisis o recopilaciones estadísticas, públicas y privadas) y entrevistas a especialistas. En caso de que alguno mantenga una filiación partidaria conocida, ella es mencionada.
Si el contenido a verificar es una imagen o un video, se pueden utilizar herramientas tecnológicas para conocer su autoría, fecha y hora de publicación y lugar donde el contenido fue generado (ver más adelante).
En el caso de que un medio de comunicación haya publicado una información falsa y luego la rectificara o eliminara, esto es explicitado en la verificación de la desinformación. Si esto ocurre después de nuestra publicación, se consignará en la nota con una actualización. Se recomienda utilizar esta práctica para corregir el contenido.
Las fuentes utilizadas son citadas y, siempre que sea posible, se incluye el enlace al documento y los datos originales para que éstos sean accesibles para todos.
PASO 6: Ubica la información en su contexto
Tras verificar el dato, se agrega (cuando es relevante) el contexto que ayude a comprenderlo. Por contexto se entiende especialmente el marco socio-económico, histórico y cultural local y, siempre que sea posible, el regional y el internacional. La verificación no debe limitarse a un cotejo exclusivamente literal.
PASO 7: Confirma, relativiza o desmiente la afirmación
Cuando la información verificada es falsa, Chequeado sugiere aclararlo en el título, para que el lector sepa desde un primer momento cuál es el dato correcto. Lo central del tema se explica en el primer párrafo.
En el caso de las fotos, éstas sólo se reproducen señaladas claramente como falsas (con una marca de agua, por ejemplo) y nunca se linkea a los sitios que originan el contenido desinformante para no contribuir a su difusión.
PASO 8: Califica el contenido
La mayoría de los chequeadores utiliza un sistema de calificaciones que varía en número y complejidad, según cada medio, con el fin de presentar la conclusión del chequeo de manera más simple y veloz.
Por ejemplo, Chequeado usa nueve definiciones, que incluyen etiquetas como “inchequeable”, “verdadero”, “verdadero, pero…”, “exagerado” y “falso”; mientras otros portales como Fast Check de Chile usa “real”, “impreciso” y “añejo”. Hay casos en los que podría aplicarse más de una calificación.
Calificar una frase no siempre es un proceso intelectual sencillo. Como dijimos arriba, en ciertos casos puede corresponder más de una calificación y se termina decidiendo según el aspecto que se quiera enfatizar. Por eso, es esencial que esté definido y explicitado el proceso y quién lo decidió.
Otras agencias, como Maldita.es, también han elaborado sus propios protocolos, dividiéndolos por área temática: Maldito Bulo, Maldito Dato y Maldita Ciencia.
Herramientas digitales contra la desinformación
Las técnicas de desinformación son cada vez más complejas, por lo que los periodistas estamos obligados a capacitarnos en las distintas herramientas de las que podemos disponer hoy. Estas, por supuesto, pueden diferir de acuerdo al formato.
Verificación de imágenes: lo primero que se recomienda es realizar una búsqueda inversa para ver si la foto se había compartido antes y en qué contexto. Vamos a Google Imágenes y en la caja de búsqueda subimos una foto desde la computadora o ponemos la URL.
Google mostrará todas las imágenes que coinciden con la búsqueda y podemos buscar su fuente. Para identificar si fue publicado en alguna fecha en particular podemos hacer clic en “Herramientas” y luego hacer un filtro por fecha.
También podemos recurrir a Yandex y TinEye, otros buscadores de imágenes que, por ejemplo, permiten ordenar la búsqueda por antigüedad. Bing es el motor de búsqueda de Microsoft. Reverse Image de Labnol.org es la opción más rápida desde el celular.
Puede ser que la foto sea real y esté fuera de contexto, o puede ser que la foto haya sido manipulada. Si se encuentra el contenido original, el de la fuente primaria, podemos decir que no es nueva y cuándo y dónde fue previamente publicada, además de informar si ha sido editada.
A veces la búsqueda inversa arroja resultados rápidamente para desmentir un contenido, pero otras veces no alcanza, aunque puede servir como un paso más en la búsqueda del contenido original. Es conveniente buscar la misma imagen en diversos buscadores, porque cada uno puede arrojar resultados distintos y estos pueden complementarse.
Verificación de video: cada vez es más fácil manipular y editar audiovisuales de manera convincente. La forma más sencilla y rápida de verificar estos es la herramienta InVID, una plataforma gratuita de código abierto que intenta verificar la exactitud de videos difundidos en redes sociales.
También podemos analizar los metadatos de una imagen. Es lo que no vemos al mirar la imagen, pero que nos muestra quién lo publicó, en qué fecha y qué propiedades tiene ese archivo. Esta herramienta permite fragmentar la grabación en capturas. Así que ahora tenemos varias imágenes que sacamos de un video.
Con InVID descargado como extensión en el navegador, podemos elegir en qué buscador hacemos la búsqueda inversa (Google, Yandex, Bing, TinEye, Baidu, Reddit).
Otra buena herramienta es YouTube Data Viewer, de Amnistía Internacional, que resulta útil para verificar datos que pueden estar ocultos en un link de YouTube (el horario exacto de publicación de un video, por ejemplo) y fragmentar el video, lo que permite hacer la búsqueda inversa.
Verificación de texto: el chequeo coincide con la tarea clásica de un periodista, que es verificar si las afirmaciones que se hacen son ciertas o no, usando fuentes oficiales y alternativas. En términos de herramientas, se recomienda recurrir a la búsqueda avanzada de Google para corroborar si ese texto circuló anteriormente.
Verificación de fotos a través de los detalles: cualquier dato puede ayudar, ya sea un auto, una patente, un cartel, la fisonomía del lugar o hasta el tipo de sistema operativo del celular. Otros detalles pueden ser el uso de sombras y la posición del sol, que pueden ser utilizados para la geolocalización, por ejemplo, con la herramienta SunCalc.
Se pueden usar imágenes satelitales para comparar el sitio al que se le atribuye la fotografía y cotejar si efectivamente está allí. En ese caso puede usarse Google Street View o Google Earth para contrastar el paisaje de un lugar o los distintos edificios de una ciudad.
Otra opción es verificar un clima determinado. Si sabemos el sitio y la fecha y hora a la que se atribuye una fotografía determinada, podemos ver si coincide con lo que se ve en la imagen. Para esto sirve la herramienta gratuita Wolfram Alfa.
Muchas de estas herramientas fueron utilizadas por un equipo de investigación de la BBC para resolver un crimen perpetrado por un grupo de militares de Camerún contra dos mujeres y sus hijos en el norte del país. La BBC explicó su metodología y presentó un documental al respecto titulado Anatomía de un crimen.
Verificación de link o posteo: todos nos hemos encontrado con posteos que salen de alguna red y se difunden en otra o en servicios de mensajería. En ese caso, es más simple revisar el archivo a través de Wayback Machine, que permite ver páginas web o perfiles de redes sociales en un tiempo anterior. Para hacerlo, sólo hay que ingresar la dirección URL de la página que se quiera ver y seleccionar el mes y año.
La búsqueda avanzada en Twitter o el buscador de CrowdTangle para Facebook e Instagram (una herramienta de Meta) puede ser útil si se está en búsqueda de una publicación en particular.
Verificación de audio: los audios son difíciles de verificar, porque las voces pueden ser muy parecidas. En ese caso, podemos recurrir a la mejor herramienta de todas: el periodismo.
Por ejemplo, con el covid-19 comenzaron a circular audios de profesionales de la salud opinando sobre qué hacer ante el virus, y circuló uno de una supuesta médica del Instituto Malbrán de Buenos Aires, Carina Martinich. Sin embargo, esta profesional no era la persona del audio.
Ocurrió que su propia tía la había confundido y reenvió el audio diciendo que era su sobrina, pero esta, en realidad, trabajaba en otra institución. Al verificar la existencia de la médica, su pertenencia institucional y, finalmente, los supuestos dichos, se pudo llegar a la conclusión de que el audio era en realidad falso.
Es necesario volver a las reglas de oro del periodismo. ¿Quién tiene la responsabilidad de chequear la información, de manejar antecedentes, de seguir la noticia a través del tiempo? El o la periodista
Esto nos demuestra que, pese al avance tecnológico, es necesario volver a las reglas de oro del periodismo. La masividad de internet, las redes sociales y la emergencia del denominado periodismo ciudadano pueden llegar a crear la ilusión de que los periodistas ya no somos necesarios para comunicar.
Sin embargo, la desinformación demuestra que informar es, por sobre todo, un oficio: ¿quién tiene la responsabilidad de chequear la información, de manejar antecedentes, de seguir la noticia a través del tiempo? El o la periodista.
Lo que ha cambiado es el contexto tecnológico, pero nos enfrentamos en gran parte a viejos problemas, aunque con una nueva cara. Informar con responsabilidad y analizar críticamente los datos, los testimonios y la evidencia son la prueba de que periodismo hay para rato, y la lucha contra la desinformación es una más de las tantas batallas que debemos dar.