Es común encontrar noticias sobre políticas públicas y millonarias inversiones que buscan fomentar los proyectos de energías renovables, con el fin de reducir los gases de efecto invernadero que sofocan al planeta.
De eso se trata la transición energética que despierta cada vez más el interés de los medios de comunicación, ante la importancia de este proceso en la mitigación y adaptación a la crisis climática. Sin embargo, la cobertura periodística en América Latina suele enfocarse en aspectos económicos, omitiendo con frecuencia otros ángulos fundamentales en esta materia, como es la salud.
De hecho, nuestro modelo energético – basado en la quema y uso del carbón, petróleo y/o gas natural – no solo es responsable de la intoxicación del planeta, sino también de millones de personas. Según estimaciones de Naciones Unidas, la exposición a contaminantes tóxicos en el aire provoca siete millones de muertes prematuras cada año.
La buena noticia es que las enfermedades y muertes provocadas por la mala calidad del aire pueden evitarse.
Por ello, transitar a matrices energéticas diversificadas de fuentes renovables y menos contaminantes no sólo es crucial para mitigar los efectos de la crisis climática, sino que también es un asunto de salud pública para evitar problemas en el corto, mediano y largo plazo. Dado que este tema no ha sido comunicado con la profundidad que merece, te contamos en este manual las claves para incluir el ángulo de salud en tu cobertura periodística.
Industrias en la mira
Antes de cubrir la relación entre transición energética y salud, es preciso saber de qué tipo de industrias o sectores estamos hablando. Las Naciones Unidas clasifican los combustibles fósiles en tres tipos: petróleo, carbón y gas natural. Los sectores vinculados a estos recursos no renovables representan fuentes altamente contaminantes.
Los proyectos asociados al petróleo son las refinerías, oleoductos, plataformas petrolíferas (dedicadas a explorar dónde está el petróleo y extraerlo), pozos y estaciones de servicio. Las iniciativas relacionadas con el carbón corresponden a la minería (superficial y subterránea), plantas de carbón, plantas de acero (o siderúrgicas) y compañías de cemento (ya que el carbón es el principal combustible para producirlo). Y, por último, para el gas natural se encuentran las calderas u hornos industriales, industrias metalúrgicas, gasoductos, entre otros.
La presencia de este tipo de industrias sigue siendo amplia. Por ejemplo, Global Energy Monitor tiene un Portal Energético para América Latina donde muestra la localización de las infraestructuras de combustibles fósiles de 27 países de la región. De esa forma cuenta con el registro de 778 plantas de carbón y gas, 671 áreas de extracción de petróleo y gas, 211 oleoductos y gasoductos, 79 centrales de gas natural licuado (GNL), 27 terminales de carbón, 23 minas y 33 plantas de acero.
Además, hay sectores dominantes como el transporte, el de construcción o el eléctrico que usan más de un combustible fósil para obtener energía. Así, estas industrias son las causantes de poner en jaque la salud del planeta y de las personas.
¿De qué manera contaminan y qué tipos de contaminantes producen estas industrias?
La combustión de los tres tipos de fuentes fósiles (carbón, petróleo y gas) genera una gran cantidad de componentes muy tóxicos y peligrosos que producen efectos adversos. Pero no sólo es la quema de estos combustibles la que genera la dispersión de sustancias tóxicas en el medio ambiente; también las infraestructuras, dinámicas y condiciones tecnológicas de las centrales o complejos industriales afectan negativamente a la salud humana. En otras palabras, en todo el proceso de la obtención y uso de los combustibles fósiles se generan una serie de efectos.
Lo primero es saber que existen dos tipos de contaminantes por el uso de combustibles fósiles: los físicos y los químicos.
De partida, los contaminantes físicos están asociados a las dinámicas de operación de las centrales de combustibles fósiles, las cuales producen principalmente dos tipos de contaminación: la acústica y la electromagnética. Las personas que viven cerca de las centrales son quienes se ven más afectadas por la exposición directa y cercana.
En el caso de la contaminación acústica, el ruido y vibraciones afectan el biorritmo natural de sueño-vigilia, lo cual podría producir alteraciones neurológicas (como cefalea, migrañas o mareos) y también produce alteraciones psicológicas como irritabilidad o hiperexcitabilidad. Incluso la existencia de niveles y frecuencias altas de ruido en el ambiente puede suponer riesgo de pérdida de audición.
Para entender la contaminación electromagnética, primero es necesario saber qué es una radiación ionizante: se trata de un tipo de energía liberada por los átomos en forma de ondas electromagnéticas (como los rayos X o gamma) o partículas (como las alfa, beta o neutrones).
Cuando una persona está expuesta a dosis de radiación muy altas, pueden tener efectos agudos en la salud, como quemaduras en la piel. Y si la exposición a la radiación ionizante es a dosis bajas, puede aumentar el riesgo de efectos a largo plazo, como el cáncer.
Ahora bien, para que los contaminantes químicos aparezcan es necesario que haya combustión. Un proceso químico produce una transformación de unas sustancias en otras. Es decir, hay un cambio en la naturaleza y composición de las sustancias que intervienen. Al ser restos de materia orgánica, los combustibles fósiles están conformados principalmente por hidrógeno (H), oxígeno (O), carbono (C) y metano (CH4).
Cuando estos recursos son sometidos a combustión hay una serie de procesos químicos que emiten gases y partículas como el dióxido de azufre (SO2), dióxido de carbono (CO2), óxidos de nitrógeno (NOx) y monóxido de carbono (CO), así como sustancias inorgánicas y orgánicas.
En perspectiva: así se visualizan los principales contaminantes químicos generados por la combustión del carbón, petróleo y gas una vez que son quemados:
No es vital comprender cada uno de los elementos y sustancias, lo relevante es saber los componentes que se liberan una vez que hay combustión y diferenciar la cantidad de esas sustancias. Aquí la situación se pone compleja. Cada uno de los gases, partículas o sustancias tienen cierto nivel de toxicidad, estarán mezcladas en la atmósfera y la exposición a ellas afectará de cierta manera la salud humana.
Por ejemplo, los tres fósiles liberan dióxido de azufre (SO2), gas que ocasiona irritaciones oculares y de las vías respiratorias como sinusitis, rinitis, faringitis, bronquitis aguda o crónica y otras alergias respiratorias. La exposición prolongada a él desencadena enfisemas pulmonares e insuficiencia respiratoria.
Otro ejemplo es el arsénico, el cual está presente en mayor cantidad en la combustión del petróleo y gas natural. La inhalación de este elemento produce las mismas enfermedades respiratorias arriba expuestas arriba, pero si el contacto es por vía digestiva, entonces ocasiona alteraciones gástricas e intestinales, como náuseas, vómitos, diarreas, úlceras gástricas, espasmos intestinales y a largo plazo, incluso cáncer.
Material particulado
Otros contaminantes más conocidos corresponden a las partículas , como las llamadas PM10 y PM2.5. De hecho, son las más monitoreadas para medir la calidad del aire. Son una mezcla de componentes sólidos y líquidos (gotas muy pequeñas y aerosoles) que se quedan suspendidas en el aire atmosférico.
Su nombre se atribuye a su tamaño: 10 micras (PM10) y 2.5 micras (PM2.5). Para dar una idea del tamaño, una partícula de 10 micras representa una séptima parte del diámetro de un cabello. Las partículas de 2.5 micras son aún más dañinas porque, al ser tan finas, pueden llegar a zonas más profundas de los pulmones. Los efectos negativos a la salud son las muertes prematuras, tos persistente, dificultad para respirar, enfisema pulmonar y crisis asmáticas, sólo por mencionar algunos.
Puedes incluso conocer desde tu celular la calidad del aire desde donde te encuentres. El mío trae por default The Weather Channel. Por ejemplo, yo estoy al sur de la Ciudad de México y este fue el resultado:
Contaminantes Climáticos de Vida Corta
Los Contaminantes de Vida Corta (CCVC) o forzantes de vida corta son gases y partículas (agentes atmosféricos) que no solo empeoran la calidad del aire dañinos, sino que contribuyen significativamente al cambio climático y afectan gravemente la salud humana y de los ecosistemas.
Su nombre se debe a que tienen una vida relativamente corta en la atmósfera (de días hasta pocas décadas) en comparación con el CO2, por ejemplo, que dura más de 100 años. Los CCVC más importantes son el carbono negro, metano, ozono troposférico y algunos hidrofluorocarbonos.
Existe evidencia científica de que los gases de efecto invernadero contribuyen en un 55 a 60% al calentamiento global, mientras que los CCVC lo hacen en un 30 o hasta un 45%. Entonces, si hay una reducción de estos contaminantes, se provocarán dos consecuencias positivas: mejorará la calidad del aire (disminuyendo el riesgo de enfermedades respiratorias) y se mitigarán los efectos del cambio climático. En el mismo sentido, otro estudio sugiere que la mitigación de los CVCC puede facilitar el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
En esta infografía se pueden ver los tipos de CCVC, el tiempo que permanecen en la atmósfera, las fuentes de emisión y medidas para mitigarlos:
Los CCVC han sido incluidos en políticas públicas de pocos países de América Latina y el Caribe. Aun así, existen iniciativas internacionales como la Coalición del Clima y Aire Limpio (CCAC), que fue creada en 2012 con el objetivo de reducir los CCVC. Allí participan voluntariamente gobiernos, organizaciones intergubernamentales, representantes del sector privado, ambientalistas y otros miembros de la sociedad civil. Pese a ello, las acciones siguen siendo insuficientes.
Por eso, los esfuerzos deben enfocarse tanto en la reducción de los gases de efecto invernadero como de los CCVC, ya que la acción sobre estos últimos generan resultados más inmediatos.
Los impactos de la industria fósil
Aquí se muestran los impactos a la salud al quemar combustibles fósiles, las variables involucradas y las vías de entrada:
La evidencia ha sido contundente en que las personas más afectadas por los contaminantes atmosféricos son la población pediátrica, mujeres embarazadas, adultos mayores y las que padecen enfermedades respiratorias y cardiovasculares.
Por ejemplo, en este estudio se entregan tres razones por las cuales las niñas y niños son más vulnerables a esta situación:
- Los infantes respiran más aire, comen más alimentos y beben más agua por kilogramo de peso que los adultos
- Los diferentes sistemas orgánicos son anatómica y funcionalmente más inmaduros, lo cual dificulta la metabolización, detoxificación y excreción de las sustancias químicas contaminantes
- Los patrones típicos de conducta durante la infancia facilitan una mayor accesibilidad y penetrabilidad a los contaminantes. Por ejemplo, las y los niños juegan mayormente al aire libre; por lo general, tienen higiene deficiente; y tienen mayor contacto mano-boca con las cosas con las que tengan contacto.
El monitoreo de las sustancias tóxicas en el aire es esencial para prevenir la exposición y, a largo plazo, las enfermedades. La Organización Mundial de la Salud cuenta con directrices que recomiendan niveles de calidad del aire de seis contaminantes: partículas en suspensión (PM), ozono (O3) dióxido de nitrógeno (NO2), dióxido de azufre (So2) y monóxido de carbono (CO).
También el Lancet Countdown realiza un monitoreo anual de indicadores globales sobre cambio climático y salud, específicamente los co-beneficios que son cuatro: salud mental y equidad social, aire limpio, actividad física y dietas saludables. También publicaron un informe donde mencionan que una rápida descarbonización podría evitar la mayor parte de los 3.3 millones de muertes por contaminación atmosférica que se producen cada año.
Cifras y estimaciones
El monitoreo de las sustancias tóxicas en el aire es esencial para prevenir la exposición y, a largo plazo, las enfermedades. La Organización Mundial de la Salud cuenta con directrices que recomiendan niveles de calidad del aire de seis contaminantes: partículas en suspensión (PM), ozono (O3) dióxido de nitrógeno (NO2), dióxido de azufre (So2) y monóxido de carbono (CO).
También el Lancet Countdown realiza un monitoreo anual de indicadores globales sobre cambio climático y salud, específicamente los co-beneficios que son cuatro: salud mental y equidad social, aire limpio, actividad física y dietas saludables. También publicaron un informe donde mencionan que una rápida descarbonización podría evitar la mayor parte de los 3.3 millones de muertes por contaminación atmosférica que se producen cada año.
Impactos en la salud mental
Además de las consecuencias físicas que ya se han mencionado, las alteraciones o enfermedades mentales también pueden desencadenarse como consecuencia de tener sistemas de producción energética basados en fósiles.
Existe evidencia que sugiere una reacción entre la exposición humana a una amplia gama de sustancias químicas y los resultados negativos para la salud mental que incluyen depresión, ansiedad, trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y otras condiciones psiquiátricas y neurológicas.
De hecho, términos como ansiedad climática, eco-ansiedad o solastalgia aluden al estrés, miedo o angustia ante las consecuencias del deterioro ambiental. Son terrenos aún fértiles que se están investigando.
Otras industrias como el fracking, minería y cohabitar con plantas de combustibles fósiles también han tenido un impacto negativo en la salud mental de los individuos, como han mostrado distintas investigaciones.
Más investigación, más políticas públicas
Para tener la magnitud del problema es vital medirlo. En el tema de salud y los impactos negativos que provocan los combustibles fósiles a la salud es complicado obtener la evidencia para sacar conclusiones. En primer lugar porque hay muchos problemas no reportados o sub reportados, especialmente en América Latina y el Caribe. Por tanto, se desconoce el problema, su magnitud y las consecuencias que lleguen a tener en la salud física y mental de los involucrados.
En segundo lugar, investigar estos temas requiere de presupuesto y de tiempo; elementos que muchas veces no son prioridad para los gobiernos y, por tanto, son muy pocos los estudios disponibles.
En esta investigación científica organizaron la evidencia existente sobre la intersección del medio ambiente y la salud mental, centrándose en los efectos de contaminantes neurotóxicos, y enfatizan la necesidad de realizar investigaciones interdisciplinarias (medio ambiente, psicología, psiquiatría, entre otras disciplinas) para conocer las problemáticas y desbloquear estrategias de prevención en las poblaciones.
Además de la necesidad de realizar más investigaciones científicas también urge crear políticas adecuadas para garantizar la salud de todas las personas. La OMS realizó una encuesta donde participaron 95 países (28 pertenecientes al continente americano) y encontró que, hasta ahora, sólo 9 de ellos han incluido salud mental y de apoyo psicosocial en sus planes nacionales de salud y cambio climático. Todo esto a pesar de que recientemente la ONU ha reconocido por – primera vez – el acceso a un medio ambiente sano, como detalla esta nota de Salud con Lupa.
Las y los periodistas lidian con esa falta de evidencia, incertidumbres y oportunidades de acciones al momento de hacer la investigación; sin embargo, eso también es materia periodística para comunicar a la ciudadanía.
¡Manos a la redacción!
En nuestro primer análisis de medios sobre la cobertura periodística de la transición energética, constatamos que los medios de comunicación en América Latina priorizan el ángulo económico (33% de aparición) cuando tratan este tema. En cambio, los trabajos periodísticos que abordaron la arista de la salud representaron únicamente el 0.5% de las piezas analizadas, a pesar del impacto que tienen las centrales de combustibles fósiles en la salud física y mental de las personas.
La salud humana y la del medio ambiente están interrelacionadas. De hecho, existe un enfoque –que se convirtió en movimiento– que promueve una mirada transversal, multidisciplinaria, sectorial y colaborativa donde reconoce que la salud humana, la de los animales y de los ecosistemas están interconectados. Este enfoque se llama “Una Salud” (One Health, en inglés).
¿Cómo llegar a historias de salud?
Una vez que indagamos en la evidencia disponible, y que contemplamos distintos enfoques, como el de Una Salud, podemos llegar a una historia por distintas vías.
Comunica desde lo local
La líder de la estrategia de comunicación social de Salud sin Daño en América Latina, Carolina Gil Posse, dice que la esencia de las historias es “mostrar qué pasa en la salud humana cuando una matriz está basada en combustibles fósiles, cuáles son las implicaciones”; por tanto, recomienda acceder a lo más reciente de la evidencia. Ir a lo local y buscar datos. El o la periodista puede ir a los hospitales y encontrar información relevante sobre los problemas de salud a través de los datos.
Gil Posse lo ejemplifica con un hecho: el aumento de consultas por desmayos en una región específica. Ese puede ser el detonador para iniciar una investigación periodística. El o la reportera podrá recurrir a las fuentes que estén documentando los indicadores regionales para conocer la magnitud del problema de una potencial historia de salud.
Por su parte, la epidemióloga ambiental y académica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Sandra Cortés, también coincide que “estar cerca de la atención primaria es una buena forma de empezar a colocar estos temas en la agenda”. Lo que ella ha podido constatar es que desde estos lugares es donde empiezan a generarse las voluntades para incorporar temáticas de salud. “Los médicos de familia, las enfermeras, de la atención primaria son quienes viven la problemática”, afirma.
Otra manera es yendo a las comunidades que viven en lugares donde están completamente expuestos a generadoras de energías fósiles o complejos industriales. Chile designó un concepto que caracteriza a estas comunidades: las denominadas “zonas de sacrificio”, que corresponden a comunidades o localidades que han estado expuestas de forma constante o permanente a industrias contaminantes, con todas las implicancias que eso trae para su salud y bienestar.
“Es un tema que me duele desde la salud pública”, dice Cortés. Explica la razón: muchas veces las mismas comunidades se autonombran zonas de sacrificio. “Es una autodenominación donde es visible la priorización de la ganancia económica en desmedro de la calidad de vida y salud de las comunidades”, señala.
Por eso, también aconseja que las y los periodistas salgan de su espacio físico – cuando sea posible – para desplazarse y conocer esos lugares. También ese puede ser el origen de una o varias historias.
Otra vía es a través de las fuentes documentales, como artículos de investigación, reportes, encuestas u otros tipos de evidencia que se hayan publicado. Más adelante, se hablará de ellos.
Descomplejiza problemas difíciles
El primer paso es reconocer que tanto la transición energética como las enfermedades asociadas a este proceso son temas complejos. Iremos paso a paso para entender esa complejidad.
“Hay que ver la transición energética como un tema que tiene que ver con indicadores de la salud, verla con un horizonte de mejoras en las comunidades”, afirma Gil Posse. Dice que, a pesar de que la transición energética está todavía muy alejada de las audiencias, las y los periodistas tienen varias oportunidades para cubrirla, especialmente porque el proceso es un problema que importa socialmente.
“Estamos obligados a pensar en una transición energética para que tengamos un mundo saludable en donde vivir y en el que podamos garantizar salud, pero también alimentos, trabajo para todas, todos y todes. No se puede pensar la transición energética sin el componente de salud, es algo que tiene que estar”, apunta.
Todas las modalidades extractivistas tienen impactos en la salud, encontrar cuáles son esos vínculos será materia periodística para tener una historia. Para Gil Posse, una pista es “saber que cuando hay una decisión energética siempre hay un impacto que estará asociado con la salud”, entonces, preguntarse cuál es ese impacto podría ser el detonante de la historia a contar.
Una sugerencia que ella da es construir una serie de historias con focos específicos: “Quizá con muchas historias armamos el rompecabezas, pero no pretendamos de entrada contar todo el rompecabezas completo. Vayamos ficha por ficha”. Por eso, propone contar las historias en serie, con varios capítulos o episodios en donde las historias de salud estarán en constante continuación.
Otro consejo es no dar por entendidos conceptos o información al momento de narrar las historias. Hay que desmenuzar los temas para que, quien lea o escuche la pieza, comprenda cabalmente el tema complejo. Gil Posse recomienda a el o la periodista reconocer la posición de privilegio en la que se encuentra, en términos de acceso a la información, y que tenga especial cuidado en planear sus productos.
De esta manera, irá poco a poco explicando los fenómenos y las historias que tienen impactos en la salud y que, en ocasiones, las causas de esos impactos no son fáciles de comunicar.
Busca evidencias de los impactos
Uno de los conceptos más comunes en el terreno de la salud es el de la causalidad, es decir, la relación entre las causas y los efectos. El efecto es el daño a la salud, mientras que el o la periodista deberá buscar la serie de causas basadas en la evidencia científica que explican dicho perjuicio a la salud.
El trabajo de Cortés consiste, precisamente, en producir evidencia sobre lo que causa el daño a la salud y cómo se produce esa afectación. “En toxicología, el primer paso es establecer la magnitud del problema”, dice la epidemióloga .
El problema estará determinado por el tamaño de afectación a la salud no sólo de una persona sino de una comunidad. Por ejemplo, que haya una mayor ocurrencia de una enfermedad en un poblado. Los estudios epidemiológicos podrán caracterizar el estado de salud de una población a través de la identificación de factores relacionados con la ocurrencia de una enfermedad.
Estos factores son:
- Biológicos: la edad, sexo, género, talla, peso, entre otros
- De riesgo: como la dieta o adicciones (por ejemplo, el tabaquismo)
- Ambientales: por ejemplo, generadores de energías fósiles.
Cuando esos factores son cuantificados y cruzados, se puede identificar la causalidad, es decir, la red de factores que le producen un daño (o beneficio) a la salud. Los problemas pueden ser varios: por ejemplo, la calidad del aire, la exposición de contaminantes, la presencia de metales pesados, entre otros.
Para detectar causalidades se requiere producir evidencia. Cortés explica que en epidemiología se utilizan, en primer lugar, los sistemas de datos de salud que se disponen en esa región. También se hace una vigilancia de rumores, es decir, las alertas que generan las mismas comunidades. Por ejemplo, si en una comunidad existe un incremento de familias que pierden a alguien por cáncer, entonces ese será un problema al cual se deberá encontrar los factores que aumentaron el riesgo de que las personas afectadas hayan muerto por esa enfermedad.
El trabajo de Cortés es ir a esas comunidades, observar y producir evidencia sobre las causalidades que tienen los factores que producen un daño considerable a la salud. Cuando se realizó esta entrevista, la epidemióloga estaba en Quintero, en el centro de Chile, una llamada “zona de sacrificio” que concentra un gran complejo industrial en su bahía.
Menciona algunas de las afectaciones que ha podido identificar y medir: mayor ocurrencia de enfermedades crónicas, alteración de la antropometría (medidas del cuerpo humano) de los niños recién nacidos como reducción del diámetro del cerebro, menor peso al nacer, partos prematuros; incremento de concentración de mercurio en el pelo, alteraciones reproductivas (con base en la calidad del semen), mayor ocurrencia de deterioro cognitivo desde la infancia, y un aumento de muertes por cáncer.
En cada una de esas problemáticas hay historias periodísticas asociadas a la transición energética que pueden ser contadas. Para encontrarlas, podemos basarnos en una serie de preguntas que Cortés suele hacerse para evaluar los riesgos, , y que también pueden funcionar como detonantes periodísticos: ¿en qué momento se establecieron las generadoras?, ¿cuándo comenzó a cambiar el aire?, o, ¿a partir de cuándo se dispararon las enfermedades? Estas serán preguntas que también pueden ser respondidas al momento de cubrir la historia.
Acude a fuentes de información
Por supuesto, las fuentes primarias de información para este tipo de coberturas corresponden a los artículos o estudios científicos. Por lo general, cuando se trata de salud, existen estudios de cohorte, es decir, investigaciones o ensayos clínicos donde se observa durante un periodo a un grupo de personas que comparten una característica en común.
Una posible vía para llegar a los artículos científicos es buscando palabras clave. Una herramienta básica es Google Scholar o Google Advanced donde también se puede buscar por año o por periodo de interés. Sugerimos, por ejemplo, escribir el nombre de la localidad o comunidad, la generadora de energía y la enfermedad o los daños de salud ya identificados.
Las organizaciones mundiales y regionales de salud como la OMS, OPS, PAHO también son espacios para llegar a fuentes documentales o vivas de información.
Otro lugar para encontrar historias es en trabajos de organizaciones no gubernamentales del ámbito ambiental o de salud. Por ejemplo, Greenpeace junto con el Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio (CREA) analizaron el coste global de la contaminación de los combustibles fósiles. Parte de la evidencia de que la contaminación del aire por la quema de combustibles fósiles, principalmente por carbón, petróleo y gas, está causando 4,5 millones de muertes al año a nivel mundial.
Gil Posse también compartió 5 documentos más de Salud sin Daño que son de gran utilidad para el cubrimiento de historias de salud y transición energética:
- La Guía para la cobertura periodística del cambio climático con un enfoque de salud en donde la periodista Pilar Assefh aborda el costo oculto de la energía en términos de impacto y cobeneficios en la salud en el último capítulo
- La Hoja de ruta global para la descarbonización del sector salud, que incluye fichas de datos de 68 países y presenta siete acciones de alto impacto que, al implementarse de manera transversal en tres vías de acción que se intersectan, son la clave para la descarbonización del sector, además de que contribuyen a la construcción de resiliencia y equidad en salud. El documento presenta una revisión general de las múltiples intervenciones por medio de las cuales el sector puede implementar las siete acciones de alto impacto.
- El Informe sobre la huella climática del sector salud publicado en el año 2019
- Información sobre la Alianza para la Acción Transformadora en Clima y Salud, que tiene por objetivo coordinar e implementar acciones en torno a los compromisos asumidos por 59 países para la transición hacia sistemas de salud resilientes al clima y bajos en carbono en el marco del Programa de salud de la COP26.
- El monitoreo anual de indicadores globales sobre cambio climático y salud de Lancet Countdown. Específicamente, el conjunto de indicadores #3 es sobre mitigación y co-beneficios en salud. Así como el informe 2021.
Incluye la mirada del periodismo de soluciones
Cuando comunicamos exclusivamente las problemáticas, sin entregar atisbos de esperanza, podemos abrumar a las audiencias. En Latinoamérica, por ejemplo, existen un sinnúmero de problemas y conflictos, como la violencia, desigualdad, pobreza, entre varios más.
Por ello, siempre que sea posible, se recomienda contar las historias de salud desde el periodismo de soluciones, “ que tienen que ver con respuestas que presentan evidencia acerca de sus resultados a problemáticas sociales”, afirma Gil Posse.
Para la integrante de Salud sin Daño , uno de los grandes aprendizajes que nos dejó la pandemia fue tomar decisiones que construyen resiliencia en las estrategias del sistema de salud. En el caso de la transición energética, no se puede pensar en un tema de adaptación ni de mitigación sin considerar el componente de salud.
Sugiere comunicar la urgencia de estas historias con propuestas de soluciones. Ya se ha documentado en el Informe Reuters Institute que la gente está dejando de consumir noticias porque plantean problemas todo el tiempo y no explican esos problemas ni tampoco dicen qué hacer para enfrentarlos.
La Red de Periodismo de Soluciones (SJN por sus siglas en inglés) menciona 5 elementos clave para abordar las soluciones a los problemas sociales en las historias periodísticas: la respuesta a un problema social; la visión que muestra lo que se puede aprender de una respuesta; la evidencia, datos o resultados cualitativos que indican efectividad; y las limitaciones, que colocan las respuestas en contexto.
Además, la Fundación Gabo cuenta con un blog sobre periodismo de soluciones y menciona que el periodismo de soluciones debe cumplir ciertos requisitos: hacer de la solución el eje narrativo, presenta evidencia de resultados y efectividad (no solamente intenciones), ofrece detalles de las limitaciones, no es sensacionalista ni promueve puntos de vista; y enfatiza en el proceso de resolución.
Probablemente en algunas historias de salud no estén visibles las soluciones, pero es posible visibilizar a los responsables que ocasionan el problema o a quienes estén trabajando para encontrar soluciones.
¿No sabes qué escribir? ¡Te sugerimos algunos temas!
Daños a la salud física y mental por vivir cerca de una planta de combustibles fósiles
- Incremento de enfermedades en zonas de alta contaminación atmosférica
- Contaminantes Climáticos de Vida Corta (CCVC) y su impacto en la salud
- Riesgos de exposición a contaminantes tóxicos como dióxido de azufre, de carbono, arsénico, cobalto, plomo u otros metales/sustancias
- Cómo las partículas y gases afectan los pulmones
- Vías de entrada de contaminantes al cuerpo humano
- Comunidades (y personas) vulnerables ante la exposición de sustancias tóxicas en la atmósfera
- Las políticas públicas o iniciativas que se impulsan (o necesiten) en tu país para hacer frente a la contaminación