Silverio Shimpiu recuerda las noches de su infancia en la comunidad Juyukamentsa, ubicada en el cantón Taisha, provincia de Morona Santiago, Ecuador. La oscuridad se extendía sobre la selva como un manto impenetrable, apenas interrumpida por el titilar de las luciérnagas o la llama vacilante de una vela.
En su hogar, como en la mayoría de casas de la comunidad, el acceso a la electricidad era un sueño lejano. La falta de luz no solo dificultaba la vida diaria, sino que también se convertía en un peligro: las picaduras de serpientes eran comunes al caminar entre chozas y los niños estudiaban a duras penas con la débil luz de un candil.
Pero todo cambió con la llegada de un proyecto de energía renovable a la comunidad. A través de una alianza entre el gobierno local y una organización internacional, se instalaron paneles solares comunitarios con baterías de almacenamiento, capaces de abastecer a todas las familias con energía limpia y estable. Shimpiu recuerda el día en que encendieron la primera bombilla en su hogar: sus hijos aplaudieron emocionados al ver su casa iluminada como nunca antes. Ahora, la luz permite que los niños estudien sin que les sorprenda la luz nocturna y que los adultos puedan organizar reuniones comunales sin depender de velas o lámparas de queroseno.

Ecuador tiene todo para impulsar el desarrollo de sus sectores rurales a través de energías renovables. Con su vasta red hidrográfica, podría generar electricidad limpia y constante; su radiación solar en la Sierra y Amazonía permite el uso eficiente de paneles fotovoltaicos; el viento en las zonas altas es ideal para la energía eólica; y su actividad volcánica ofrece un potencial significativo para la geotermia.
Sin embargo, miles de comunidades rurales aún carecen de acceso confiable a electricidad, lo que limita su crecimiento económico y calidad de vida. Alrededor del 6% de la población rural no cuenta con acceso a la electricidad, según la investigación “Análisis de casos para el desarrollo de Electrificación Rural por medio del uso de Energías Renovables”, difundida en la Revista Científica Dominio de las Ciencias.
El país enfrenta cortes de luz frecuentes y costos energéticos elevados. Muchos agricultores, pequeños productores y comunidades indígenas siguen dependiendo de fuentes fósiles contaminantes y costosas, como generadores a diésel, o de leña, para cubrir sus necesidades básicas.
Los apagones registrados en Ecuador durante 2024 tuvieron significativas repercusiones económicas en los sectores urbanos, industriales y comerciales. Según el ministro de Finanzas, Juan Carlos Vega, las pérdidas económicas derivadas de estos cortes de energía oscilaron entre el 1% y el 1,5% del Producto Interno Bruto (PIB), lo que equivale a aproximadamente entre USD 1.188 millones y USD 1.782,6 millones.
La Cámara de Comercio de Quito estimó que, en un período de dos meses de apagones, las pérdidas en industrias y comercios alcanzaron los USD 7.500 millones. También, la Cámara de Industrias de Guayaquil y la Cámara de Industrias y Producción calcularon que cada hora sin electricidad representaba una pérdida de alrededor de USD 12 millones para el sector productivo. Eso sin tomar en cuenta los despidos masivos que incrementaron las cifras de desempleo en el país.
No obstante, poco se ha dicho sobre las consecuencias de los cortes de energía en las comunidades rurales. Los racionamientos en estas zonas – que alcanzaron hasta 14 horas diarias – afectaron gravemente la producción agrícola, especialmente el riego y embalaje de cultivos como el banano, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria.
La falta de electricidad impactó a más de 200.000 agricultores, elevando las pérdidas económicas del sector. Además, la interrupción de servicios básicos afectó la educación en comunidades sin acceso a internet ni iluminación en escuelas, y aumentó los riesgos de seguridad por la ausencia de alumbrado público.
Las energías renovables pueden mitigar estos problemas al ofrecer soluciones descentralizadas que no dependen de la red tradicional, permitiendo el acceso continuo a la energía y la reducción de la vulnerabilidad ante fallos en el sistema.
”Diversificar la matriz energética con fuentes renovables garantiza independencia energética, reducción de emisiones y costos más bajos a largo plazo”, sostiene Sergio Suárez, analista ambiental. Para el experto, la instalación de sistemas para suplir la energía convencional, como mecanismos como paneles solares, aerogeneradores y sistemas hidroeléctricos descentralizados en zonas rurales impulsa el desarrollo tecnológico y generaría empleo en sectores innovadores, convirtiendo al país en un referente de transición ecológica en la región.
Expertos consultados por Climate Tracker coinciden que el empleo de estos recursos naturales es “urgente y necesario” para garantizar el desarrollo sostenible de las comunidades más vulnerables. Ulrike Stieler, directora Leiterin DEinternational de la Cámara de Industrias Ecuatoriano-Alemana, advierte que la crisis climática y la inestabilidad del sistema eléctrico hacen imprescindible un cambio. Implementar energías renovables como la eólica y solar en el campo, no solo reduciría la dependencia de combustibles fósiles, sino que también mejoraría la productividad agrícola, permitiría electrificar escuelas y centros de salud, y promovería emprendimientos locales.
El Estudio de potencial solar fotovoltaico del Ecuador, elaborado por la Corporación Eléctrica del Ecuador (Celec EP), resalta varias ventajas de la generación de energía renovable en el país, incluyendo el bajo costo de producción, los cortos tiempos de implementación y la posibilidad de expansión flexible.

En el ámbito rural, estas ventajas se traducirían en acceso a electricidad sostenible, mayor productividad agrícola y una mejora en las condiciones de vida de miles de ecuatorianos. “Para lograrlo, se requiere una planificación eficiente y el compromiso del Estado y el sector privado para invertir en proyectos energéticos que beneficien directamente a las comunidades más aisladas”, sostiene Suárez.
¿La electrificación alterna tiene futuro en comunidades rurales?
Francisco Vásquez Calero, ingeniero Eléctrico con especialidad en Energías Renovables, opina que hace 10 años, durante el régimen de Rafael Correa (2007-2017), existía una voluntad política clara para electrificar las zonas rurales. Con el tiempo, esta iniciativa ha disminuido, aunque aún se mantienen fondos como el Fondo de electrificación rural y urbano marginal (Ferum), que se aplican a la electrificación rural marginal.
En Cuenca, por ejemplo, la concesión de la empresa eléctrica regional Centro Sur utiliza estos fondos para mantenimiento y promoción de energías renovables.
A decir del experto, Ecuador cuenta con una amplia cobertura eléctrica en la Costa y la Sierra, pero en la Amazonía aún existen comunidades sin acceso a energía. Vásquez explica que muchas familias shuaras, por ejemplo, son seminómadas y ocupan grandes extensiones de terreno de forma aislada, lo que dificulta la provisión de electricidad a través de medios convencionales. “Para estas poblaciones, la única solución viable es el uso de energías renovables”, reitera.
Los proyectos en la Amazonía han priorizado la energía solar fotovoltaica debido a la abundancia de radiación solar y a la reducción de costos en paneles solares. Aunque las baterías siguen siendo costosas, la capacitación de las comunidades ha permitido que los propios habitantes, como los electricistas shuaras, aprendan a instalar y mantener estos sistemas. Vásquez destaca que, en algunos casos, como en la región administrada por Centro Sur, las comunidades han logrado apropiarse de la tecnología y aplicarla de manera efectiva.
Sin embargo, la energía fotovoltaica no es la única opción. En la costa, donde los vientos son favorables, se podrían implementar sistemas eólicos o híbridos que combinen energía solar y eólica. En la sierra, donde existen caídas de agua, la pico-hidráulica podría ser una alternativa eficiente para generar electricidad en comunidades de montaña.
Vásquez enfatiza que la llegada de la energía transforma la vida de las comunidades. El experto explica que, inicialmente, el fluido de energía satisface necesidades básicas como iluminación y comunicación, pero con el tiempo surgen nuevas demandas, como acceso a internet.
A futuro, Vásquez sugiere que sería ideal migrar de sistemas individuales a microrredes comunitarias, permitiendo un suministro más estable y eficiente de electricidad. Sin embargo, este tipo de proyectos requiere financiamiento estatal y el compromiso de las comunidades, incluso de contribuir económicamente para asegurar su desarrollo energético. «No hay desarrollo sin energía y no hay energía sin desarrollo», concluye.
Una luz al final del túnel: iniciativas energéticas públicas y privadas
Hay otros proyectos que están en marcha con la intención de potenciar el desarrollo en las localidades. Desde 2011, la Empresa Eléctrica Regional Centro Sur ha implementado sistemas fotovoltaicos en comunidades aisladas de la Amazonía ecuatoriana, beneficiando a miles de familias que antes dependían de velas y baterías para su iluminación.
Luis Urdiales, superintendente de Energía Renovable de la Empresa Eléctrica Regional Centro Sur, explica que este proyecto ha permitido la electrificación de hogares en zonas de difícil acceso, donde las redes convencionales no pueden llegar, mediante el aprovechamiento de la energía solar.
El proyecto comenzó en la provincia de Morona Santiago, en cantones como Taisha y Logroño, y en comunidades ubicadas en las riberas de los ríos Mangosís y Cusumimi. En 2011, se instalaron los primeros sistemas en 290 hogares, y desde entonces se ha expandido a 217 comunidades, con un total de 3.100 sistemas en funcionamiento hasta 2025. Cada unidad permite a las familias disponer de iluminación, cargar dispositivos electrónicos y utilizar equipos como televisores y radios durante un tiempo limitado diario.
Urdiales añade que las comunidades beneficiarias han expresado su gratitud por este avance tecnológico, que les brinda seguridad y mejora su calidad de vida. «Desde el momento en que llegan los equipos, sabemos que ya no dependemos de las velas o baterías», comenta Shimpiu. Además, el proyecto ha contribuido a la autonomía energética de la región, permitiendo que muchas familias se integren al servicio eléctrico de manera regulada.
A pesar de los avances, la electrificación en escuelas sigue siendo un desafío. Hasta la fecha, solo 17 de las 70 escuelas identificadas han sido beneficiadas con energía solar. La empresa espera ampliar su cobertura y mejorar la capacidad de los sistemas instalados para que más instituciones educativas puedan contar con este recurso esencial.
¿Cómo se inicia el beneficio para los habitantes? El modelo de servicio es regulado y las familias firman un contrato que establece un pago mensual por la energía utilizada, ajustado a un pliego tarifario vigente, explica Urdiales. La demanda de nuevos servicios sigue en aumento, con un promedio de 100 a 150 nuevas instalaciones anuales, respondiendo al crecimiento de las comunidades y la formación de nuevos hogares.
El futuro del proyecto dependerá del compromiso del gobierno en continuar y ampliar estas iniciativas. La inclusión de energías renovables en zonas rurales sigue siendo un desafío, pero la expansión de estos proyectos es clave para garantizar el acceso equitativo a la energía en el país.
Hay otros proyectos que se pueden mencionar. El pasado 27 de enero, el Ministerio de Energía y Minas y la Empresa Eléctrica Quito (EEQ) presentaron un proyecto de energía alternativa que beneficiará a 2.700 ciudadanos en áreas apartadas. Este esfuerzo forma parte del programa de Electrificación Rural con Sistemas Fotovoltaicos (SFV), que emplea energía solar para proveer electricidad a hogares fuera de la red eléctrica convencional.
Hasta 2024, se han instalado 912 sistemas fotovoltaicos en localidades como El Chaco, Mindo, Lloa, San José de Minas y Pedro Vicente Maldonado, con una capacidad promedio de 1.000 Wh/d. Estos paneles permiten a las familias satisfacer necesidades básicas como iluminación y el uso de electrodomésticos esenciales. Además, el proyecto contribuye a la sostenibilidad ambiental al evitar la emisión de 258 toneladas anuales de CO₂, reduciendo la huella de carbono del país y promoviendo el uso de fuentes renovables.

La ministra de Energía, Inés María Manzano, y la gerente de la EEQ, Elizabeth Landeta, visitaron Nanegalito semanas atrás para inspeccionar el funcionamiento del programa. Durante la visita, resaltaron el impacto positivo de la iniciativa en la calidad de vida de las comunidades beneficiadas, mejorando el acceso a la electricidad en zonas remotas. Además de garantizar este servicio básico, el proyecto busca fomentar el desarrollo económico local, permitiendo el almacenamiento de productos perecibles y la inclusión digital de los habitantes mediante el acceso a dispositivos tecnológicos.
La ejecución de nuevos proyectos de energías renovables es un paso vital
Si bien en Ecuador se han ejecutado proyectos, tanto del sector público como del privado, para beneficiar a las zonas urbanas y rurales, todavía demanda el aumento de planes alternativos de energía.
Así lo estima Darío Dávalos, experto en energía, quien reitera que el desarrollo de energías renovables en Ecuador representa una oportunidad clave para mejorar el acceso a la electricidad en zonas rurales y fortalecer la sostenibilidad energética del país.
Según Dávalos, el éxito de estos proyectos dependerá de estudios constantes y del apoyo gubernamental, incluyendo incentivos municipales y el impulso a la formación de personal calificado en las comunidades beneficiadas.
Además, la producción de biocombustibles como el etanol ha demostrado ser una fuente significativa de empleo en el sector agrícola e industrial, mientras que el fortalecimiento de energías como la solar y la eólica requiere políticas que incentiven la instalación de sistemas descentralizados. Frente a la vulnerabilidad del Sistema Nacional de Transmisión, dice Dávalos, una estrategia viable es promover el uso de kits fotovoltaicos con financiamiento accesible, lo que “no solo aliviaría la demanda energética en temporadas críticas, sino que también fomentaría la generación de empleo en el sector de energías limpias”.
La energía limpia también ha traído consigo un cambio cultural. Ahora, con los paneles solares. Los ancianos de la comunidad ven esto como un regalo para las futuras generaciones, una forma de preservar la naturaleza sin renunciar al progreso.
Shimpiu aún recuerda las noches oscuras de su infancia, pero sonríe al ver que sus hijos ya no tendrán que vivirlas. “Ahora sí hay futuro”, dice, mientras observa el sol reflejado en los paneles que, desde lo alto de los techos, han cambiado sus vidas.
