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México soslaya la construcción sostenible

Aunque la edificación sostenible aporta beneficios ambientales y climáticos, el gobierno mexicano y la industria constructora desaprovechan estas ventajas y su potencial para fomentar actividades bajas en carbono y reducir emisiones contaminantes.

La construcción sostenible contribuye a la reducción de emisiones contaminantes provenientes de los materiales, mejora la conservación del agua, disminuye la generación de basura y tiene un impacto positivo sobre la salud de los habitantes de la morada.

A pesar de estas ventajas, el gobierno mexicano y la industria constructora desaprovechan sus beneficios y su potencial para fomentar actividades bajas en carbono y reducir la polución.

Expertos consultados cuestionan el escaso avance de esa modalidad, mientras México enfrenta el aumento de la temperatura promedio, olas de calor recurrentes y una crisis hídrica que no da tregua.

Ciudad de México (referencial). Foto: Carlos Aranda / Unsplash

Un ejemplo de los avances que se pueden lograr en esta materia es el proyecto inmobiliario Sextuple, situado en el municipio de Tlajomulco, en el occidental estado de Jalisco, que alcanzó la reducción de 37,981 toneladas de dióxido de carbono (CO2) durante el ciclo de vida de las casas, una mayor eficiencia energética y de agua, así como una menor huella de carbono de los materiales de construcción.

Evaluado bajo el programa estatal Ecocasa de la pública Sociedad Hipotecaria Federal, la colonia obtuvo mejores condiciones de financiamiento y el costo de cada residencia rondó los 19,661 dólares.

Para Andreea Dani, directora del área de Arquitectura, Diseño y Construcción de la privada Universidad del Medio Ambiente, esta modalidad se mueve con parsimonia. “Estamos dando pasos muy pequeños y muy lentos. En otros lugares, ha habido subsidios y eso hace que no haya un freno inicial. No se trata solo de lo que pide el mercado. A mediano y largo plazos, estas medidas para reducir emisiones resultan redituables”, explicó.

“Estamos dando pasos muy pequeños y muy lentos. En otros lugares, ha habido subsidios y eso hace que no haya un freno inicial. No se trata solo de lo que pide el mercado. A mediano y largo plazos, estas medidas para reducir emisiones resultan redituables”.

El Consejo Mundial de Edificación Verde (WGBC, en inglés), con sede en Londres, estima que los edificios sostenibles ahorran 40% en consumo de agua, reducen hasta 30% el uso de energía y la emisión de gases contaminantes, así como entre 50% y 75% de los desechos generados por construcción y demolición.

Por ejemplo, una casa mal diseñada en un clima cálido puede consumir 1,000 kilovatios/hora adicionales al año, que equivale a unos 600 kilogramos de CO2.

México presenta un problema serio de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provenientes de los edificios. El reporte reciente “Emisiones de GEI de todos los países”, elaborado por 19 investigadores asociados el Centro de Investigación Conjunta de la Comisión Europea, halló que las emanaciones de los inmuebles crecieron 26% entre 1990 y 2022, y 19% entre 2021 y 2022.

Además, el sector vivienda representa 16% del consumo total de energía y 26% del uso total de electricidad.

Según estimaciones, los edificios sostenibles pueden ahorrar un 40% en consumo de agua, reducir hasta un 30% el uso de energía y la emisión de gases contaminantes, así como un considerable porcentaje de desechos.

En total, México lanzó a la atmósfera 819 millones de toneladas de CO2 equivalente, el gas generado por la quema de combustibles fósiles y responsable del recalentamiento planetario, en 2022.

Mientras, las emisiones ocasionadas por la producción de cemento registraron un leve acrecentamiento, al pasar de 19.33 millones de toneladas en 2020 a 19.56 millones el año siguiente, según el Inventario Nacional de Emisiones de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero, elaborado por el gubernamental Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático.

Según estimaciones de la extinta Secretaría (ministerio) de Desarrollo Social, que corresponde a la actual Secretaría del Bienestar, el ritmo de la expansión urbana alcanzó un promedio de 50 hectáreas diarias en los últimos 30 años, de las cuales la vivienda representa un 60% de tal crecimiento.

Desperdicio

El boom inmobiliario de este siglo ocasionó la edificación de complejos residenciales en zonas carentes de servicios, alejadas de los centros urbanos y laborales, así como azotadas por la violencia y de diseño insostenible, por no decir antiecológico.

Aunado a ello, ciudades como la de México han crecido de forma desordenada y por la construcción de asentamientos humanos irregulares, especialmente en las zonas conurbadas, lo que perjudica a la sostenibilidad inmobiliaria.

Para el arquitecto Elías Cattan, director del despacho privado Taller 13, el modo de desarrollo de la ciudad no ha dado condiciones para la arquitectura sostenible.

“No hay un mercado que lo pide, no hay un Estado que lo incentive, hay pocos privados que lo impulsamos desde diferentes micro-nichos, es visto como algo elitista. El mercado ha forzado a mucha gente a no hacerlo. Debe haber un entorno construido sobre principios regenerativos, biodiversos, renovables”, dijo.

Casas de la colonia (barrio) de Ecatepec, en el estado de México, al nororiente de Ciudad de México. Las urbes aztecas han crecido de forma desordenada, generalmente con asentamientos irregulares, y que impide mejoras en la cimentación sostenible. Foto: Emilio Godoy

En este país latinoamericano de unos 129 millones de habitantes, faltan indicadores sobre el desempeño ambiental de las viviendas, lo que acentúa otros problemas.

En 2020, México tenía 35,22 millones de viviendas, en crecimiento sostenido desde 1990, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

En 2021 había en México 8,5 millones de casas en rezago habitacional, como se califica y cuantifica a las unidades habitacionales en condición de precariedad, por su construcción, por su habitabilidad o por ambas características. Esas residencias eran habitadas por unos 34 millones de personas, según cifras de la gubernamental Comisión Nacional de la Vivienda (Conavi).    

A ellos se agregan las casas abandonadas, que la Secretaría (ministerio) de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano sitúa en 650 000, pero el Inegi eleva a más de ocho millones.

Ciudades como la de México han crecido de forma desordenada y por la construcción de asentamientos humanos irregulares, lo que perjudica a la sostenibilidad inmobiliaria.

A criterio de Guadalupe Huelsz, investigadora del Instituto de Energías Renovables de la estatal Universidad Nacional Autónoma de México, existe una toma de conciencia minoritaria, reflejada en avances muy pequeños.

“Se ha visto favorecida por parte del mercado. La edificación sostenible es muy amplia. En energía, la base para una edificación sostenible es el diseño bioclimático. Diseñamos edificaciones de acuerdo al clima donde se sitúan”, señaló.

En 2012, México impulsó la ejecución de una acción nacionalmente apropiada de mitigación (NAMA, en inglés), para viviendas nuevas, con fondos provenientes de los bancos de cooperación alemán KfW e Interamericano para el Desarrollo (BID).

Sus objetivos consistieron en atenuar el consumo y gasto de energía de las familias en al menos 20 % y contribuir a la transformación de los estándares constructivos del mercado inmobiliario, para facilitar viviendas energéticamente más eficientes y sostenibles.

Edificio corporativo de un banco extranjero sobre Paseo de la Reforma, una de las principales avenidas de Ciudad de México. En los últimos años, México ha registrado un boom inmobiliario, caracterizado por la edificación de edificios de oficinas y residenciales, pero estos inmuebles carecen a menudo de medidas de eficiencia energética, ahorro de agua o de manejo de residuos. Foto: Emilio Godoy

Entre 2013 y 2020, cuando terminó su aplicación, la NAMA derivó en la evaluación y certificación de 77.424 viviendas en 191 proyectos inmobiliarios, en beneficio de 309.696 personas, con un financiamiento de casi un millón de dólares y la reducción de 2,35 millones de toneladas de CO2.

“La edificación sostenible es muy amplia. En energía, la base para una edificación sostenible es el diseño bioclimático. Diseñamos edificaciones de acuerdo al clima donde se sitúan”.

Para 2023, la meta pautada es el financiamiento de 60.000 domicilios que representan la mitigación de unos dos millones de toneladas de CO2 a lo largo de 40 años de vida útil.

El fomento de la edificación sostenible es vital para alcanzar el objetivo de desarrollo sostenible 11 (ODS), que busca “lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles”, y una de cuyas metas en 2030 radica en “aumentar la urbanización inclusiva y sostenible y la capacidad para la planificación y la gestión participativas, integradas y sostenibles de los asentamientos humanos”.    

En 2015, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas adoptó 17 ODS, a alcanzar en 2030, pero lo cierto es que el mundo presenta rezago en su obtención.

En el olvido

Si bien el gobierno mexicano ha virado la promoción de las casas, no ha tenido un impacto relevante en la construcción sostenible.

En el primer semestre de 2023, el Programa de Vivienda Social de la Conavi entregó 5.475 apoyos por 72,53 millones de dólares, de los cuales 1.674 financiaron la autoproducción de vivienda, 3.379 la reconstrucción, 1,598 la reubicación y solo una la adquisición.

Estas subvenciones representan la mitad de las entregas de 2022, así que se presagia que podrían igualar el nivel de ese año, pero distan mucho de la necesidad de atención al déficit de vivienda en México.

Aunado a ello, la tendencia a la compra de viviendas viene en baja desde 2015, mientras que la de mejoramiento de las existentes muestra un síntoma similar desde 2014, debido al encarecimiento de los materiales, los efectos de la pandemia de covid que llegó a México en febrero de 2020 y el encarecimiento de los créditos. En 2015 la construcción de vivienda aportó 301,820 unidades, mientras en 2020 cayó a menos de la mitad (135,580).

En México existen una norma voluntaria de edificación sostenible de 2013 y otra de eficiencia energética en edificios para uso habitacional de 2011, que se halla en proceso de revisión en la Secretaría de Economía.

El gobierno mexicano aplica el Programa Nacional de Vivienda 2019–2024, que promueve su función social, para mejorar las condiciones de vida de la población, a través de cinco objetivos prioritarios, 21 estrategias y 145 acciones, pero cuya sostenibilidad está ausente en la práctica.

En México existen una norma voluntaria de edificación sostenible de 2013 y otra de eficiencia energética en edificios para uso habitacional de 2011, que se halla en proceso de revisión en la Secretaría de Economía. En el segundo caso, que busca circunscribir las ganancias de calor en los edificios residenciales, para comprimir el consumo de energía de los sistemas de enfriamiento, ha presentado defectos en su diseño que limitan su aplicación, como la división del país en solo cuatro zonas climáticas y la consideración del uso de energía de los sistemas de refrigeración, sin atender los costos de calefacción.

Aunque el programa de vivienda estipula la creación de una regulación que introduzca los lineamientos necesarios sobre instalaciones de agua, luz y gas e incorpore las disposiciones de la norma de edificación sostenible, aún no ha sido emitida.

Como lo evidenció un análisis de 2017 de la NAMA, existen barreras institucionales, regulatorias, técnicas, de conocimiento y financieras para el fomento de la vivienda sostenible.

La académica Dani sugirió una política pública de vivienda integral que incluya el factor social.

“La vivienda está considerada un objeto de inversión patrimonial, con objetivo de lucro, y no se promueve como derecho humano, y eso tiene repercusiones. Los aspectos sociales quedan atrás. Hay mucha especulación, mala planeación y diseño. La construcción sostenible no está en el centro para atender el cambio climático”, resaltó.

Y si México no aborda el problema, sus consecuencias se agudizarían.

“La vivienda está considerada un objeto de inversión patrimonial, con objetivo de lucro, y no se promueve como derecho humano, y eso tiene repercusiones. Los aspectos sociales quedan atrás. Hay mucha especulación, mala planeación y diseño. La construcción sostenible no está en el centro para atender el cambio climático”.

Un estudio de 2008 de la Iniciativa Climática y de Edificios Sostenibles del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente proyectó que el crecimiento potencial de las emisiones de GEI llegaría a 500 millones de toneladas en 2050.

Al respecto, acciones de mayor eficiencia en usos eléctricos, refrigeración de espacios, calentamiento de agua e iluminación en el sector residencial disminuirían la expansión de la contaminación a 63% en 2050. El costo estimado de las medidas rondaría los 103.     000 millones de dólares.

Frente a este panorama, el arquitecto Cattan planteó el diseño de una política pública que posibilite una arquitectura perenne, no desechable y asequible.

“Tenemos que cuestionar cómo queremos vivir, qué espacios vamos a diseñar en relación con la ciudad, los climas, de una manera que no sea extractiva, degenerativa. Necesitamos vincular los capitales financiero, natural, social, humano. En otras partes, hay ciudades y construcciones que lo han logrado, hay muchos estilos y posibilidades. Es simplemente que tengamos la voluntad de hacerlo”, planteó.

Para Cattan, “tenemos que cuestionar cómo queremos vivir, qué espacios vamos a diseñar en relación con la ciudad, los climas, de una manera que no sea extractiva, degenerativa. Necesitamos vincular los capitales financiero, natural, social, humano (…) Es simplemente que tengamos la voluntad de hacerlo”.

Mientras, la investigadora Huelsz propuso atención sobre la piel de los edificios (la envolvente, que separa su interior y exterior) y fomentar eficiencia energética y la generación de energía renovable local, y cuestionó la uniformidad de la construcción.

Necesitamos “difundir conocimiento, convencer a constructores que el diseño de edificios que van a ser energéticamente más eficientes es un plus para compradores, usuarios, que lo vean como una inversión y no como un costo. Construimos igual en todos lados, y eso no debe ser. Ahora, el cambio climático nos obliga a regresar a diseños adecuados al clima y aprovechar las condiciones del exterior, y no cerrar completamente los edificios y generar un microclima”, recomendó.

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