El acceso a la energía es vital para el bienestar y desarrollo humano. La salud física y mental, el acceso a la educación y oportunidades laborales, y diversas actividades requieren de distintas fuentes energéticas para poder llevarse a cabo. Sin embargo, el acceso a ellas puede ser un desafío para comunidades rurales, y más aún para las mujeres que trabajan la tierra y realizan tareas de cuidado.
Frente a esos retos, la Asociación de Mujeres Campesinas de Lebrija, Ammucale, ha implementado diferentes sistemas de energías alternativas como biodigestores, cosechas de aguas lluvia, paneles solares y estufas eficientes en Santander, Colombia.
Estas acciones han funcionado para, por ejemplo, tostar el cacao que producen en sus fincas con ayuda de los biodigestores. Por su parte, las estufas de leña eficiente han reducido el consumo de materiales maderables, así como el material particulado al interior de los hogares.
Aunque estas medidas tienen un gran apoyo en la Asociación, aún falta mucho para que cada una de sus integrantes acceda a una alternativa energética en su hogar.
De todos modos, las soluciones energéticas para las comunidades rurales vienen tomando fuerza dentro de la discusión sobre cómo desarrollar comunidades energéticas en Colombia.
Pensar la energía para todas y todos
Muchas veces los procesos comunitarios relacionados con la tierra, el territorio y la energía se centraban en el impulso de temas como la agroecología, la soberanía alimentaria y la organización política para la toma de decisiones. Ese fue el aprendizaje inicial de Ammucale, creada en 1996 con la idea de romper los paradigmas sociales en el campo, ampliar el conocimiento acerca de la tierra y ser protagonistas de un cambio social. “La mujer estaba como pintada en la pared”, menciona Rosa Isabel Rincón, una de las fundadoras de la colectividad. “Entonces, ese fue como uno de los grandes temas que nos llevaron a decir, pues organicémonos”, agrega.
En la Asociación se dividen por comités de acuerdo a las veredas – barrios – de Lebrija. De esta manera cada comité trabaja por su vereda y tienen proyectos comunes. Durante la reunión de final de año 2023 se dieron cita en la Fundación granja El Puente, donde hubo un intercambio de productos y un balance del año para Ammucale, con la presencia de más de 60 asociadas y sus familiares. Esta asociación ha mantenido una base sólida de mujeres que cuidan las semillas y el campo.
La Fundación Granja El Puente fue durante mucho tiempo un lugar de práctica y aprendizaje sobre agroecología y prácticas del campo. En este espacio funciona un panel solar que utilizan para regar los cultivos. Este panel fue apoyado en gran medida por Fundaexpresión y el Colectivo de Reservas campesinas y comunitarias de Santander. Al ser una finca grande este sistema ayuda a que el agua llegue a cada uno de los espacios.
El actual administrador del predio, Luis Calderón Rodríguez, comenta que los ahorros en los costos de energía son significativos. Él es uno de tantos hombres (esposos, hijos y compañeros) que apoyan la labor de las asociadas de Ammucale. “El recibo de luz mensual llegaba de $1.000.000 a $1.500.000 (250 a 400 dólares) cuando llegaba barato, y gracias al panel solar y a los convenios realizados hubo un gran ahorro”.
Este panel es muy útil en la época seca, cuando se hace necesario mantener los cultivos húmedos. Además, cuando no se utiliza para el bombeo de agua funciona para la energía de los electrodomésticos de la finca. Luis menciona que ahora mismo están pagando de $350.000 a $400.000 pesos colombianos, equivalente a unos 100 dólares.
El tema de las soluciones energéticas entra a ser un punto importante para Ammucale después desde el 2008, cuando se empiezan a gestar acciones relacionadas con la construcción de la justicia climática y energética para las comunidades rurales. Ahora mismo es una de las necesidades más relevantes para las asociadas, quienes identifican su importancia para superar la pobreza, así como lograr una autonomía real en el campo.
Aún hay soluciones pendientes
En este sentido todavía hay mucho trabajo por hacer. Nancy Sandoval Flores es una campesina de Riosucio Alto, vereda que se encuentra a más de una hora del casco urbano de Lebrija. En la casa donde vive no hay luz eléctrica ni soluciones alternativas por el momento, “me tengo que acostumbrar”, dice, aunque menciona que le gustaría poder tener sus alimentos perecederos en una nevera.
Para los procesos organizativos siempre hay dificultades, como el acceso a las herramientas técnicas para lograr mejores soluciones energéticas y la obtención de recursos para ejecutar planes de proyectos. Estos procesos suelen tener otras dinámicas temporales y espaciales, son de duración larga y en el camino atraviesan dificultades de toda índole. Muchas veces son apoyados por organizaciones ecológicas de países del norte global, quienes apoyan por un tiempo y luego dejan de hacerlo, lo que complica la implementación de soluciones a largo plazo.
Para Tierra Martínez, experto en permacultura, “necesitamos educarnos en esas herramientas que posibiliten esa gestión integral de la energía”. Hay que entender que lo más importante de las soluciones energéticas radica en la capacidad que tienen de transmitirse a bajo costo, dentro de las mismas comunidades, y de manera responsable con el ambiente.
La importancia del trabajo en conjunto
Este trabajo de Ammucale ha sido respaldado de cerca por Fundaexpresión, una fundación que apoya iniciativas en Santander relacionadas con las alternativas y la solidaridad campesina en las zonas rurales. Gracias a lo anterior y también a la Escuela de Energías Alternativas y Comunitarias algunas de las personas de la asociación ahora saben cómo elaborar un biodigestor, recoger agua de lluvia o hacer una estufa eficiente.
Yesenia Alarcón es una integrante de la asociación, que está terminando su carrera de ingeniería e hizo parte de la escuela en su momento. Hoy se ha convertido en una referente dentro de Ammucale en el tema de las energías alternativas. Ahora mismo, cuenta, “podemos ayudar haciendo la instalación de los sistemas y estamos aprendiendo para poder replicarlo en los comités donde estamos”.
Para Yesenia el proceso de ofrecer una alternativa energética para todas las asociadas ha sido un poco difícil, tanto por los recursos económicos que implica así como por el hecho de requerir un apoyo técnico cada vez que se instala una estufa o un biodigestor. En el comité de El Salado, al que ella pertenece, se han elaborado cinco estufas eficientes y dos biodigestores. También han participado en algunos talleres sobre paneles solares y recolección de aguas lluvia.
Estas soluciones energéticas se realizan bajo el trabajo de mingas y suelen priorizarse a las mujeres que vienen trabajando en el tema. Muchas de ellas quisieran tener una solución energética, pero los recursos no siempre están disponibles, depende mucho de la acción del gobierno local, así como de las organizaciones no gubernamentales que apoyan el proceso.
Fidelina Rodríguez Jiménez tenía un biodigestor desde hace 7 años, aunque recientemente se le averió por un pequeño agujero en el plástico. A pesar de esto, ya tienen todo listo para instalarlo nuevamente. Ella comenta que cada año se gastaban dos cilindros de gas propano, cada uno con un costo de $100.000 pesos colombianos (25 dólares), y que mientras el biodigestor estuvo en funcionamiento tuvo un ahorro significativo. El mensaje de ella para las demás mujeres de Ammucale es de “concientizarnos de que si pudiésemos tener los cerditos, tendríamos la carne, el gas, el abono…Ojalá todas las familias tuviéramos esa visión, apuntar hacia eso porque es un beneficio”.
Por su parte, Mireya Mancilla, quien lleva 16 años en Ammucale y vive en la vereda Altos de Aguirre, cuenta que en su casa hubo una prueba piloto para la asociación. Allí elaboraron en minga —jornadas de trabajo colectivo—, un vivero comunitario con un sistema de aguas lluvia y un panel solar. “El panel sirve para bombear agua, para moverla, para facilitar el manejo del cultivo”, apunta. Este panel fue apoyado también por la Escuela de energías comunitarias, Censat y las Comunidades Setaa, siendo destacado en el 2020 como una experiencia meritoria de experiencias comunitarias de transición energética justa.
Este año se construyeron 60 estufas eficientes con el apoyo económico de la alcaldía de Lebrija y la experiencia técnica tanto de personas de Ammucale como del municipio. Este proyecto se ha combinado con el de cultivar bosques leñeros, con la intención de producir la biomasa que se utilizará luego en estos aparatos. A pesar de que sigue siendo una fuente que genera emisiones, ha reducido la exposición al humo directo con un manejo más cuidadoso de la madera.
Así lo indican los vecinos, al igual que los resultados de este estudio, que apuntan a una reducción de material particulado y un aumento del 20% en la eficiencia térmica, comparado con las estufas de leña convencionales. El gobierno de Colombia ha impulsado el proyecto de distribuir un millón de estufas eficientes para 2030 con la intención de reducir “2.29 millones de toneladas acumuladas de dióxido de carbono equivalente (CO2eq)”. También se han realizado estudios de este tipo de proyectos, por ejemplo, en el caso de Talca, en Chile.
Sin embargo, hay muchos riesgos asociados a la salud de las personas que utilizan estufas de leña, sobre todo cuando no están cerradas para expeler el humo fuera de los hogares. La Alianza de Cocinado Limpio, una iniciativa del programa Climate and Clean Air Coalition, trabaja actualmente para investigar y ofrecer alternativas energéticas, y así evitar daños a la salud de las personas, tanto como emisiones de corto plazo hacia la atmósfera.
“Las estufas se llaman eficientes porque están muy bien hechas para que entre poquita leña, haya buena presión… para que el sancocho esté más rápido”, comenta Roman Basto, agricultor y estudiante de energías alternativas, esposo de Rosa Isabel. Él reconoce que las mujeres de la asociación han trabajado con un gran esfuerzo mutuo, sin importar el apoyo estatal o departamental. Durante todo el 2023 realizaron mingas de siembra en varias parcelas con muy buenos resultados para las asociadas.
La semilla del cambio
Rosa Isabel cuenta que ellas eran mujeres campesinas que no tenían un gran conocimiento de cómo organizarse, por lo que se aliaron y aprendieron de la mano de otras organizaciones. “Cuando uno asume sobre todo un trabajo comunitario pone uno su tiempo, su plata, sus hijos, todo”, menciona. Este aprendizaje se logró por medio de maestros y maestras agroecológicas de varias partes de Colombia, quienes apoyaron la gestación de Ammucale.
Muchas veces estas asociaciones o colectivos rurales no se reconocen directamente como feministas. Esto no impide que se gesten dentro de sí prácticas alternativas que le hacen frente a una cultura extractivista que promueve el consumo desbordado, menciona Denisse Roca Servat en el artículo Transiciones justas desde relaciones hidrosociales alternativas.
Actualmente junto a los Semilleros de Cuidado para la Vida, una organización que apoya los procesos de Ammucale y otras organizaciones, se están realizando talleres y campamentos para niños y jóvenes, así como trabajos artísticos y culturales. La importancia de tener en cuenta a las generaciones actuales y futuras radica en la necesidad de apropiarse de los cambios, así como en la revaloración del territorio rural frente a la dinámica propia de las ciudades.