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Una red comunitaria que replica el bosque para obtener energía

En 2012 una serie de organizaciones crearon la red colombiana de energía de la biomasa, RedBioCol, con la intención de aprovechar cada uno de los materiales derivados de la agricultura y silvicultura. Imitando procesos que ocurren en los bosques, buscan desarrollar buenas prácticas en beneficio de las personas y el medio ambiente. De esa manera, han reducido la demanda energética y fomentado el autoabastecimiento de las fincas.

El bosque transforma las hojas y otros elementos que caen a la tierra de manera lenta y eficiente. La acumulación y descomposición de la hojarasca, por ejemplo, no solo ayuda a proteger el suelo, sino que le brinda nuevos nutrientes, solo por nombrar algunos beneficios. De hecho, los ecosistemas tienen mecanismos para nutrirse una y otra vez, generando así sus propias fuentes de energía. 

La biomasa, fuente de energía renovable que proviene de la materia orgánica, ha sido utilizada por los seres humanos desde hace mucho tiempo. El hecho de quemar unas ramas secas y hacer fuego es un ejemplo de sus usos más antiguos. Hoy la biomasa se erige como una de las alternativas ante la necesidad de descarbonizar el planeta, suplir demandas energéticas y mitigar el daño causado. Esta fuente de energía podría generar ventajas en ciertos contextos y comunidades, siempre y cuando el conocimiento y manejo sean los adecuados.

Muchos campesinos en Colombia se han dado cuenta de la necesidad de aprovechar los residuos de animales, así como los materiales fibrosos de los cultivos, que muchas veces son considerados desechos. Al hacer esto, se pueden generar nuevas apuestas energéticas, con la construcción de biodigestores y gasificadores que permiten el aprovechamiento de los recursos que son producto de las labores diarias del campo.  

Fundación UTA en Guapotá, Santander

Una apuesta en este sentido la viene dando la Red Colombiana de energía de la Biomasa, RedBioCol, creada en 2012. Uno de los pilares que trabaja la red es entender cuántas unidades de energía se invierten por cuántas se producen en los procesos del campo. Es decir, para hablar de sostenibilidad hay que entender cómo se manejan los procesos de agricultura, silvicultura, permacultura, cuáles son los gastos de cada proceso y, al final, cuál es el resultado de esta inversión, pues todo se trata de entender el uso de la energía.  

Lylian Rodríguez y Ricardo Granados han entendido este punto y llevan trabajando desde hace más de 20 años en la Fundación UTA Tosoly, Fundación Para la Producción Agropecuaria Tropical Sostenible en Guapotá, Santander, una de las organizaciones fundadoras de la red. Para ellos la sostenibilidad no es algo nuevo, es un tema que tiene que ver con lo que se mantiene en el tiempo, lo que perdura. Lo importante para ellos es cuidar el agua, el monte y la biodiversidad, el consumo local y la autosuficiencia. 

Un biodigestor es un contenedor donde se realiza un proceso de reacción anaeróbica en el que se descompone materia orgánica, como material fecal de cerdos, reses, vacas, gallinas y demás. También pueden utilizarse residuos vegetales, cáscaras, frutos y residuos de cocina. 

Este contenedor funciona como una cámara cerrada, sin presencia de oxígeno, en la que suceden distintos procesos en los que intervienen bacterias que descomponen el material introducido y se encargan de la producción de biogás y de efluentes ricos en minerales. Estos dos productos podrían entregar beneficios a muchos campesinos y evitar las emisiones de carbono de ciclo largo. Por una parte, el biogás puede ser utilizado para cocinar o brindar energía a algún proceso; por otra parte el efluente se convierte en un material para la fertilización de nuevos cultivos en las fincas.  

Desde 2001, Lylian y Ricardo han apoyado la construcción de más de 570 biodigestores a nivel nacional. Una de las problemáticas iniciales para fortalecer el proyecto de los biodigestores es que no se trata solo de ir y poner un biodigestor. “No hablamos de instalar, sino de ‘sembrar’ biodigestores, entonces, cuando uno siembra algo tiene que preparar el terreno, tiene que cuidar el cultivo”, afirma Lylian. 

Es por esta razón que para la Red es más importante la formación de gestores comunitarios que sepan cómo se maneja y se cuida un biodigestor, y que a su vez esta persona pueda enseñarle a otras cómo elaborarlo y aprovechar sus beneficios. “Nosotros dentro de la red siempre vimos que era más importante el tejido social que los recursos económicos, porque eso se gestiona a través de cada organización”, menciona Lylian, pues para ellos lo importante es la voluntad y la convicción de trabajar en comunidad. 

Válcula de escape de un biodigestor y medidor de producción de biogás. Foco: Daniel Guerra

La energía del monte

El biogás, así como otros procesos de gasificación pueden ayudar a suplir las demandas energéticas de un país como Colombia. El potencial del país es enorme a la hora de promover esta alternativa. Incluso se ha considerado en las acciones de la hoja de ruta para una transición energética justa en el país. En efecto, hay modelos de escenarios en los que se producirían hasta 4.2 gigavatios-hora (Gwh) de energía en 2050 a partir de biogás. 

Aparte de las oportunidades económicas para las personas en el campo, la energía obtenida del biogás es menos dependiente de recursos externos, aumentando la seguridad energética y reduciendo los costos de energía. Del mismo modo, según este artículo, utilizar este combustible de manera responsable puede contribuir en la reducción de los gases de efecto invernadero.  

Según los cálculos de la RedBioCol, un metro cúbico (m3) de biogás equivale a una libra de gas propano. Y un m3 de biogás puede producir hasta 3.5 kWh de energía. Un kilogramo de materia seca puede producir hasta 300 litros de biogás, de acuerdo a la calidad del estiércol y la alimentación que se le proporciona a los animales. 

Gasificador casero. Foto: Daniel Guerra

Es así como en la finca Tosoly, ubicada en Guapotá, se procesa y se tuesta el café que producen las familias vecinas. Este proceso se realiza con un horno que utiliza el gas de los biodigestores. Actualmente, cada bolsa de café que se produce con estos procesos tiene un sello de “energías comunitarias”. Con esto buscan que el consumidor sea más consciente y sepa que el café que se está tomando fue procesado con energías renovables. 

El biogás es en su mayoría gas metano, aproximadamente de 40 a 70% del total de su composición. Si no se realiza una combustión adecuada del metano, este puede ser emitido a la atmósfera, reduciendo los potenciales beneficios del biogás. Cuando el metano es utilizado correctamente libera partículas de dióxido de carbono, a una escala mucho menor que la emisión de los combustibles fósiles. Otra de las particularidades de las emisiones del biogás es que provienen de ciclos de carbono corto, a diferencia del petróleo y sus derivados. Esto implica que las emisiones no permanecerán en la atmósfera en el largo plazo.   

Para hacerse una idea de los usos de este gas en los procesos del campo, una serie de lámparas de calentamiento para criaderos convencionales de cerdos o gallinas consumen 150 litros de biogás por hora. Pero hay que tener en cuenta que para producir este gas hay un tiempo de retención del material dentro del biodigestor. Dependiendo de la zona, si es de clima cálido, los desechos fecales de los cerdos deberán permanecer al menos 20 días en el contenedor para que se conviertan en biogás. En un clima de frío extremo este tiempo de espera puede aumentar hasta los 40 días. 

Reservorio de efluentes, clave para un manejo adecuado de los biodigestores. Foto: Daniel Guerra

Este gas puede ser utilizado en las casas también, en la elaboración de alimentos y también para propulsar plantas eléctricas. Sin embargo, uno de los principales retos de esta tecnología es el almacenamiento del gas y su disponibilidad, dado que es muy difícil de retener y se debe usar continuamente. Frente a esto, en la finca Tosoly de Lylian y Ricardo actualmente hay 6 reservorios de biogás, aparte de los 11 biodigestores que se encargan de la producción. Uno de estos reservorios es utilizado para almacenar el efluente obtenido y cuenta con una capacidad de 50 m3, es decir, hasta 50.000 litros.   

El efluente, líquido que fluye del biodigestor después de haber completado el tiempo de retención, es un subproducto que puede ser transformado en biol (abono orgánico) y, utilizado de manera adecuada, ayuda a la fertilización de los futuros cultivos, reduciendo los costos para la obtención de fertilizantes e importación de los mismos desde otros lugares. En otras palabras, esto ayuda también en la eficiencia energética. 

De hecho, cada litro de efluente puede representar un ahorro de $200 pesos colombianos. Es decir que 100 litros de efluente representan un ahorro aproximado de $5 dólares. 

El trabajo en red como sustento del futuro

La RedBioCol es un grupo de personas interesadas en crear un trabajo articulado, no jerárquico, con varios nodos a nivel nacional. En la actualidad hay 25 personas trabajando en un equipo articulador que se encarga de coordinar las acciones de la red. Entre las organizaciones que han tenido relación con la red están El Común, Corambiente, Ríos Vivos, CIPAV, Terrazonet, ACIN, entre otras. “Nosotros estamos con ese enfoque de las tecnologías de la energía real y comunitaria, nos interesa mucho la juventud, nos interesa mucho el enlace con la universidad, con la visión interdisciplinaria”, afirma Lylian.  

Para Ricardo, esposo de Lylian y agricultor incansable, hay tecnologías que apuntan a que uno tiene que ser más eficiente, especialmente con el biogás. “Son energías más económicas y mucho más estables cuando se trabaja con tecnología propia”. Para él, este tipo de tecnologías funcionan muy bien cuando están al servicio de los procesos productivos que favorecen a la comunidad. 

Para Flor Ángela Mora Célis, presidenta de la Asociación de Familias Productoras Rurales de Guapotá, fundada en el año 2004, tejer comunidad no es una labor sencilla, implica esfuerzo y tomar un papel activo en su construcción. Es por esta razón que vienen promoviendo el empoderamiento de niñas, niños, jóvenes y mujeres para que sean un relevo generacional y continúen la solidaridad comunitaria. Una de las mayores preocupaciones de la Asociación, así como de la RedBioCol, es transmitir el conocimiento a las generaciones que están creciendo, para así continuar y sostener este trabajo en el tiempo.

Flor Ángela reconoce en el proceso de los biodigestores un gran beneficio. De 32 familias que hacen parte de la asociación, 13 cuentan con este sistema. “Mantenemos nuestros biodigestores porque ya los que sabemos y conocemos el proceso, entendemos que eso es algo muy importante para cada unidad familiar”, comenta. Según ella, una vez se instalan estos biodigestores nadie quiere volver a como estaban antes. 

Reservorio con capacidad de 50.000 litros de efluente líquido. Foto: Daniel Guerra

La encrucijada de la escalabilidad y la propuesta local

Estos procesos comunitarios se gestan desde la escala local y son producto de acciones colectivas donde no participa de manera directa el Estado. Las soluciones más inmediatas a menudo llegan de una manera autogestionada, sin intenciones económicas, sino más bien con la idea del buen vivir en el territorio. Todo lo contrario a la forma en que se pueden concebir algunos monocultivos para la producción de biocombustibles de primera generación. 

Yudi Yepes, ingeniera bioquímica y especialista en temas de biomasa a nivel industrial, cree que es inviable e incongruente el uso de la biomasa en pie, como la tala de grandes bosques, y de igual manera la utilización de biocombustibles obtenidos a partir de la caña de azúcar, la palma de aceite o el maíz. “Si lo primero sucede se promueve la deforestación y esto iría en contravía de la adaptación al cambio climático y en la segunda suposición, promover la generación de combustibles a partir de materia prima que compite con la seguridad alimentaria no es para nada razonable”, argumenta.

Para Juliana Arbeláez, experta en modelamiento climático y procesos ambientales en Colombia, “una cosa es que un campesino tenga su biodigestor y lo use para su propio consumo, otra cosa es que tengamos millones de hectáreas en el país diseñadas para producir biomasa para estos biodigestores”. Es en la escalabilidad donde se deben realizar las preguntas acerca del uso de biocombustibles o de otras fuentes de energía que son de mitigación del cambio climático, pero que pueden generar otro tipo de problemas, incluso en términos de  la seguridad alimentaria. 

El uso de la tierra juega un papel importante a la hora de tratar el tema de las alternativas a los combustibles fósiles. “Entonces vamos a destinar hectáreas para producir biomasa para estos productos y estos combustibles, o vamos a destinar hectáreas para producir comida, o si los vamos a hacer de forma conjunta, ¿qué efectos hay en hacerlo o no?”, afirma Juliana.

Por su parte, Mauricio Trujillo, narrador oral e integrante de la RedBioCol, afirma que las necesidades externas en cuanto a auto-eficiencia energética en una comunidad están satisfechas en “un 80% de la energía para lo que se requiere acá en todos los procesos, y eso es muy significativo porque mire todo lo que se mueve”. Al hablar de todo lo que se mueve, Mauricio  se refiere  a la producción de fertilizantes; la utilización de plantas forrajeras para la alimentación de los animales; la gasificación de residuos fibrosos; el procesamiento del café, cacao, maíz, trigo y otros cultivos; la utilización de biodigestores y el aprovechamiento al máximo del agua, la recolección de aguas lluvias y la protección de suelos con coberturas vegetales. 

Los biodigestores también reciben desechos de humanos. Foto: Daniel Guerra

Muchas veces en la elaboración de un biodigestor de plástico de flujo continuo pueden haber fallas, pues es como un globo que al pincharlo se desinfla. Es por esto que el tiempo de vida de un contenedor de estos puede ir desde los 5 minutos, cuando se rompe el plástico, hasta los 22 años, si se mantiene de manera adecuada a través del tiempo. Este sistema requiere un cuidado continuo para garantizar su eficiencia y necesita de personas que sepan cómo mantenerlo, por eso la educación comunitaria es tan importante para que estos proyectos sean viables. 

Los beneficios que se obtienen a nivel local, desde una organización autogestionada de la energía, y como respuesta a factores económicos, sociales o culturales, pueden perderse a niveles regionales o nacionales. Y esto también tiene que ver con el tipo de relacionamientos que se generan desde un ámbito y otro, las dinámicas que se gestan dentro de un intercambio de bienes y materia a pequeña o gran escala. El uso de biocombustibles de segunda generación, que aprovechan los residuos vegetales y animales, aparte de ser una alternativa viable y posible para muchas comunidades, se aleja de las necesidades mercantilistas asociadas a los monocultivos comerciales. 

La idea es que con las redes colaborativas o de asociación pueda existir un intercambio, en el caso de que haga falta algo en una finca que sí hay en otra. Estos son “lazos de confianza, de interdependencia, que finalmente nos equilibran a todos”, recalca Mauricio. Una de las propuestas de la red fue crear una unidad de intercambio simbólica, los biocoles, que se utiliza en mercados campesinos y que tienen su valor en el conocimeiento compartido y el aprovechamiento de las posibilidades de la soberanía energética. 

Lo bueno del monte es el significado de Guapotá en el dialecto Guane, esto significa que lo primero es “el suelo, primero que todo, el agua, las semillas, los saberes y el bosque”, menciona Lylian, “es poder trabajar con sistemas biodiversos, y si no están, empezarlos a construir”. 

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