Mi regreso de la COP28 fue algo caótico con una parada por trámites personales en Chile que alargó mi regreso a casa y que me terminó haciendo llegar justo en vísperas de una tormenta. Aterricé a las 23 horas del sábado 16 de diciembre, quizás mientras alguno de ustedes leía la edición anterior. Aterricé y comencé a ver las imágenes de una tormenta que había hecho destrozos en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires. Aterricé y a las horas la tormenta llegaría a la ciudad donde vivo.
Al día siguiente, caminar por distintos puntos de la provincia se convirtió en un desafío. Había ramas -incluso árboles enteros- caídos sobre autos y/o cortando el paso de las calles. Muchas personas estuvieron largas horas sin acceso a electricidad, mi madre sin ir más lejos. Lo peor: la tormenta dejó 13 víctimas fatales en Bahía Blanca.
El caos se encontró con el interés de los medios en responder a la “gran” pregunta: ¿esto es por el cambio climático o no?
Intenté pasar rápida la explicación que un evento climático extremo no se produce directamente cual causa-efecto por el cambio climático, sino que éste altera las variables de las cuales éstos dependen, incrementando su intensidad y frecuencia, para ir a lo más relevante: la importante necesidad de tener más y mejores políticas de adaptación a eventos climáticos extremos intensificados por el cambio climático.
Importante necesidad que no es tomada como tal en la diplomacia internacional o que, al menos, si uno hace un racconto, no lo viene siendo en comparación con la mitigación (reducción de emisiones). Lo mismo parece haber ocurrido en Dubái, donde la disputa por incluir un compromiso sobre la salida de los combustibles ganó protagonismo y opacó la otra pata vital de la acción climática.
En esta edición -la última del intenso 2023- los invito a profundizar en lo ocurrido en la 28° edición de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la COP28, en materia de adaptación y del eufórico consenso (léase con ironía) alcanzado el primer día de conferencia con el fondo para pérdidas y daños.
Mate, café o té en mano, empecemos.
“A nadie le importa la Meta Global para Adaptación”. Me dijo una de las personas que venía trabajando a pulmón por un resultado ambicioso en este tema. Intenté animarla y decirle que no era cierto. Me preguntó: ¿Tú que estás cubriendo? “El Balance Mundial y la discusión por la transición energética”, le respondí. “Ves”, fue su obvia respuesta que, en parte, me hizo sentir mal. La charla fue en los primeros días de la COP28. Su sentimiento, con razón, se mantuvo hasta el final.
El Balance Mundial no era lo único que la COP28 debía ver como resultado; era posiblemente de lo más relevante en agenda, pero no era lo único importante. Las partes (países) llegaron a Dubái sabiendo que tenían un desafío a la par: trabajar en el mejor marco posible para la Meta Global para Adaptación. ¿De qué se trataba?
Como uno de sus principales logros y como un pedido contundente de los países en desarrollo, el Acuerdo de París consensuado en 2015 estableció la Meta Global para Adaptación (GGA, por sus siglas en inglés) con el propósito de “aumentar la capacidad en adaptación, fortalecer la resiliencia y reducir la vulnerabilidad al cambio climático”.
Desde entonces, los países han trabajado en crear un marco detallado que permita una correcta y buena implementación de esas bellas palabras y que ofrezca detalles para seguir el progreso de la meta. La COP28 tenía que ser el momento donde dicho marco se adopte. ¿Qué ocurrió?
En el plenario final de la COP28 y luego de la apresurada aprobación del Balance Mundial, se continuó una aceptación sin objeciones de un texto del marco de la Meta Global para Adaptación que había sido entregado a las partes por parte de la presidencia casi como un tómalo o déjalo (de nuevo). ¿Qué hay de bueno, malo, gris, preocupante, desafiante en ese texto?
Lo bueno. Una de las personas que más trabajo dedica a la adaptación en las negociaciones y que se desempeña como subsecretaria de Cambio Climático y Transición Ecológica Justa de la Municipalidad de Rosario (Santa Fe, Argentina), Pilar Bueno, reconoce lo que no es menor: “Tenemos un marco que viene a resolver las brechas técnicas y políticas que se venían sucediendo tanto para cumplir la meta como para evaluar su progreso. La buena noticia es que el marco salió, que se ampara en la decisión del año pasado de respetar las dimensiones del ciclo de política de adaptación y que establece sus metas o targets para cada una de las dimensiones del ciclo de política”.
A lo que Bueno se refiere es a que el marco consensuado para la gran Meta Global para Adaptación incluye metas particulares -una suerte de sub-metas- para las cuatro dimensiones que hacen al ciclo de adaptación, a saber: 1) la evaluación de impacto, vulnerabilidad y riesgo, 2) la planificación, 3) la implementación, 4) el monitoreo, la evaluación y el aprendizaje.
Así, por ejemplo, para la primera dimensión, el marco establece la meta de que para 2030 todas las partes habrán realizado evaluaciones actualizadas de los impactos del cambio climático y la exposición a riesgos y vulnerabilidades.
Bueno destaca que otro gran logro fue la inclusión de metas temáticas vinculadas a reducir la escasez de agua, lograr una producción de alimentos y agricultura resilientes al clima, lograr resiliencia frente a los impactos del cambio climático en la salud, reducir los impactos en los ecosistemas y la vulnerabilidad, reducir los efectos adversos en la pobreza (punto especial para quienes postergan políticas climáticas en nombre de que no se puede pensar en el tema en un país con pobreza). Estas especificaciones lograron introducirse luego de una fuerte resistencia de algunos países desarrollados que argumentaban que interfería con la agenda 2030 de Objetivos de Desarrollo Sostenible o simplemente porque -entre nos- la agenda de adaptación no es la de su preferencia.
Lo no tan bueno. Aún cuando reconoce lo positivo que es que se haya adoptado el marco con estas inclusiones, Bueno no puede dejar de marcar que, luego de varias propuestas con compromisos más contundentes, el lenguaje que terminó siendo elegido para las sub-metas no es el mejor.
“Para 2030, todas las partes habrán avanzado en la implementación de sus planes, políticas y estrategias nacionales de adaptación y, como resultado, habrán reducido los impactos sociales y económicos de los principales peligros climáticos”, dice la sub-meta de implementación que no convence para nada a Bueno: “Era una de las sub-metas más importantes y parece más un objetivo que una meta”.
Lo procedimental por sobre la sustancia. Mucho escuché en los pasillos de Dubái sobre cómo los textos comenzaban a perder sustancia y terminaban siendo cuestiones de procedimiento. Algo que, claramente, no era bueno. El texto final de la Meta Global para Adaptación es un triste ejemplo de ello, o lo parece. Para un tema con un tratamiento tan tardío y desigual como la adaptación, el seguir perdiendo tiempo en definiciones de procesos en lugar de ya estar trabajando en ellos -por ejemplo elaborar indicadores- tendrá un impacto muy negativo especialmente para quienes menos lo necesitan: los países en desarrollo.
Manuel Pulgar Vidal, Líder Global de Clima y Energía del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y presidente de la COP20, destaca que la Meta Global para Adaptación ha sido uno de los elementos en los que la COP28 se ha quedado corta: “La Meta Global para Adaptación no ha fortalecido las sub-metas ni establecido criterios o indicadores suficientes”.
La olvidada discusión sobre el financiamiento. Here we go again. Me cansé de escuchar a António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, exigir a los países que la COP28 era el momento en que debían duplicar los recursos económicos destinados a la adaptación. Me cansé creyendo que algo de eso estaría con contundencia en la conferencia en Dubái. No fue así.
La frustración que comenzaba a verse en los negociadores de adaptación ya desde los primeros días de la COP28 se explicaba porque el financiamiento -que debiera haber sido protagonista de las discusiones- terminó siendo dejado a un lado o casi ninguneado.
Con argumentos diversos que fueron desde que “esta discusión corresponde a otro tema” a “no hay que chocarse con la nueva meta de financiamiento post 2025 que se discutirá y definirá el próximo año”, o por el simple hecho de que al mundo desarrollado no le gusta la agenda de adaptación y mucho menos destinar dinero a ella, el marco adoptado apenas reconoce que los medios de implementación -como el financiamiento- son cruciales para su puesta en práctica.
Mi parte (no) favorita al respecto: “Busca cerrar la brecha de financiamiento de adaptación”. Así, “busca” y nada más. Sin detalles, sin un cómo, sin dar claridad para que realmente la adaptación comience a recibir dinero de la misma forma y con la misma importancia que lo hace la mitigación (aún cuando ni siquiera hay suficiente para ésta).
La inclusión con condiciones. Un punto interesante es que se alienta a las partes a implementar el marco teniendo en cuenta enfoques impulsados por los países, de perspectiva de género, participativos y transparentes, de derechos humanos. Es decir, un apartado vinculado con la necesaria justicia social que debe incluir toda acción climática que se celebra hasta que… uno se da cuenta de un concepto.
Entre el “teniendo en cuenta” y “enfoques” apareció un “cuando sea posible” que dejó descolocados y disconformes a varios, por ejemplo a Julio Cordano, director de Medio Ambiente, Cambio Climático y Océanos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, que expresó sorprendido en el plenario de cierre: “No entendemos la inclusión de la expresión where possible en el párrafo 13 de la decisión, que no reconocemos como aplicable en esta parte del texto”.
Traducido al criollo: se deja un gris enorme a libre interpretación para que cada país considere implementar políticas de adaptación con, por ejemplo, enfoque de derechos humanos sólo “cuando le sea posible” que vaya a saber uno cuándo el país quiere que así sea.
La mitigación le viene ganando terreno a la adaptación en materia de trabajo y financiamiento. La mayor visibilidad que adquirieron el año pasado las pérdidas y los daños se suma a ello para abrir de nuevo el interrogante:: más allá de aquellos que están en la línea de frontera de los impactos del cambio climático, ¿a alguien le importa la adaptación?
El nuevo jugador en cuestión es el fondo para pérdidas y daños que tuvo su momento “de gloria” en la COP28 y que analizamos a continuación.
– ¿Hubieras predecido lo que pasó con el fondo para pérdidas y daños?
– Por supuesto
Con esta pregunta Chris Wright, fundador de Climate Tracker y -a mi entender- una de las personas que más sabe sobre las negociaciones climáticas, inició una conversación en el webinario que hicimos esta semana sobre los resultados que dejó la COP28. Mi respuesta no fue irónica ni creída. Se basó en dos cuestiones muy claras que requieren antes de un breve recordatorio sobre ese “lo que pasó con el fondo para pérdidas y daños”.
Para sorpresa de muchos o para expectativa de algunos, en el primer día de la COP28 se aprobó la operacionalización del fondo exclusivo para las pérdidas y los dañosocasionados por los impactos del cambio climático. Traducción: no se acordó un nuevo fondo, el mismo fue establecido hace un año en la COP27 en Egipto, tras una ardua y conjunta lucha del mundo en desarrollo. Lo que se aprobó son los detalles sobre cómo será la puesta en práctica del fondo.
La presidencia de la COP28 tomó el hecho de que algo se apruebe en la primera jornada como un hito. Técnicamente lo puede ser. De nuevo, yo no abriría el champagne por eso. Las dos cuestiones muy claras que para mí le quitan algo de espectacularidad a la temprana aprobación y que explican el detrás de la cuestión son las siguientes.
Por un lado, la insistente búsqueda de Al Jaber y su equipo en responder a toda noticia negativa sobre su persona y el conflicto de intereses que representaba. La investigacióndel Centre for Climate Reporting -que revelaba cómo Al Jaber y equipo sacaron provecho de reuniones sobre la COP28 con funcionarios de distintos países para promover el comercio de petróleo y gas- publicada justo antes del inicio de la conferencia lo había expuesto notablemente. Una aprobación de algo tan importante como la operacionalización del fondo ayudaría a cambiar el foco de la cobertura mediática. Y lo terminó logrando.
Por otro lado, tal como veníamos siguiendo en Planeta, las complejas reuniones del Comité de Transición concluyeron con un texto que a nadie le gustaba por completo, pero que nadie quería volver a abrir a discusión por miedo a que explote todo y sea más en detrimento que a favor. Es decir, se llegó a Dubái con un texto que todos -o la mayoría- preferían aprobar.
Dicho eso, algunas cosas destacadas -para bien o para mal- que deja la operacionalización del fondo para pérdidas y daños.
Hola Banco Mundial, ¿te extrañábamos? El año pasado el mundo en desarrollo hablaba de un fondo que fuera independiente para evitar lo ya malo conocido en materia de financiamiento climático. No sé si por ello pensaban en el Banco Mundial como un actor protagónico. Seguramente sí lo hacía Estados Unidos y algunos de sus países amigos.
De forma provisoria por cuatro años, el fondo para pérdidas y daños quedará alojado bajo el Banco Mundial, pero con algunas condiciones y tratando siempre de respetar el rol independiente de un Board ajeno a la institución.
Entre esas condiciones me parece interesante que se habla de que se tiene que permitir que todos los países en desarrollo accedan directamente a los recursos de fondo. Algo que, en vistas de las disputas por mayor o menor vulnerabilidad que no sólo se plantean desde los mismos países vulnerables sino también desde los países que deben aportar dinero, no es menor.Hola aportes económicos, ¿sólo eso nos van a dar? Para seguir sumando récords Guiness en la COP28, muchos aplaudieron que algunos países desarrollados anunciaron -repito, anunciaron- contribuciones económicas al fondo. La Unión Europea pondrían 225 millones de euros, Japón unos 10 millones de dólares, Reino Unido unas 40 millones de libras y, mi favorito, Estados Unidos una cifra de 17,5 millones de dólares. Really?
El economista y profesor de Columbia Jeffrey Sachs no dudó en responder al anuncio de aporte del país del que es oriundo: “¿Me estás cargando? El país que causó una cuarta parte de todas las emisiones en la historia industrial da 17 millones de dólares cuando estamos perdiendo 100 o 200 mil millones de dólares al año mínimo a desastres climáticos”.
Pulgar Vidal intenta ver algo de optimismo en estos primeros pasos: “Se dieron las primeras señales de canalización de recursos que ha llevado a una cantidad que obviamente es insignificante de 800 millones de dólares, pero nadie esperaba que la movilización de recursos fuera una meta en esta COP. Por lo tanto, hay que considerarlo tan sólo como una señal”.Hola pérdidas y daños, ¿alguien piensa en la adaptación? Haber tenido que crear un fondo para pérdidas y daños es el resultado de no haber reducido ambiciosamente las emisiones de gases de efecto invernadero y de no haber implementado más y mejores políticas de adaptación a los impactos. Eso sumado a un modelo de financiamiento climático fallido. En lo bueno que el tema aparezca como una tercera pata de la acción climática -junto con la mitigación y la adaptación- aparece la preocupación de cuánto podrá afectar a las medidas de adaptación.
El interrogante que ya algunos me planteaban en los pasillos era obvio. El dinero que los países desarrollados comenzarán a destinar a pérdidas y daños, ¿es nuevo y más dinero o es una parte de lo que tenían pensado destinar a adaptación? La respuesta probablemente la tengamos en las próximas estadísticas sobre financiamiento climático, siempre y cuando comiencen a implementarse indicadores diferenciados para adaptación y para pérdidas y daños.
La primera ministra de Barbados, Mía Mottley, fue contundente respecto de que, aún cuando son bienvenidos los aportes económicos al fondo, la adaptación no es algo que se pueda descuidar: “Nuestra meta es preferentemente la adaptación al cambio climático, no las pérdidas y los daños. Es decir, nuestra meta es trabajar en prevenir el daño”.
Si no hay una eliminación progresiva contundente de todos los combustibles fósiles para reducir las emisiones y limitar el calentamiento por debajo del 1,5°C, si no se destina suficiente dinero, importancia y marco de acción a las políticas de adaptación, no habrá fondo para pérdidas y daños que sea suficiente.
Lejos de ser un éxito o un fracaso, desde 2015 las conferencias climáticas nos dan avances más o menos ambiciosos, nos plantean algunos pasos a favor y otros en falso, nos siguen necesitando para exigir una política climática a la altura de lo que la crisis climática necesita. Pulgar Vidal nos orienta en lo que viene:
“Definitivamente se ha celebrado el inicio de este proceso de salir de los combustibles fósiles, pero este es un proceso gradual. Cada COP cuenta. Creo que en ese sentido sí se ha progresado, pero queda mucho pendiente en la agenda. Tenemos ahora la COP29 en Bakú, Azerbaiyán. Vamos a ver cómo se avanza hacia esa COP. Tenemos además una conferencia de diversidad biológica que ha ofrecido Colombia que puede conectar mejor los temas de naturaleza y clima. Y muchos esperan consolidaciones muy importantes en la COP30 que se realizará en Brasil y que celebrará el décimo aniversario del Acuerdo de París”.
Dicho todo esto, que creo no es poco, quiero cerrar esta última edición de este 2023 haciendo dos enormes agradecimientos.
Por un lado, a Climate Tracker. Por haber abrazado Planeta como uno de sus boletines entendiendo la importancia de que exista una newsletter sobre cambio climático, en español, que ayude a traducir todos estos tecnicismos y políticas lejanas a un lenguaje y a una conversación cercana que nos permita comprender esos cambios sistémicos que debemos exigir se realicen. Gracias especiales a Francisco Parra por haber confiado más en Planeta y en mí de lo que yo lo hice este año.
Por otro lado, a ustedes. Por haber sido pacientes y comprensivos en un momento de necesaria transición (que resultó un poquito más fácil o menos compleja que la energética). Gracias por leer, comentar, debatir, ser parte de esta necesaria conversación. Espero que puedan estar cerrando este desafiante 2023 de la mejor manera posible y acompañados de afecto.
Nos volvemos a encontrar el próximo 2024 con un boletín de Planeta que continuará llegando a sus casillas de mail, pero que lo hará desde el otro lado del océano.
Un abrazo y mis mejores deseos para el inicio del nuevo año!
Tais