Cada 18 de marzo, las y los mexicanos celebran la expropiación petrolera. Ese día, pero hace 86 años, el entonces presidente Lázaro Cárdenas decidió expropiar, es decir, indemnizar a empresas extranjeras y/o privadas para ceder permisos, infraestructura y materiales asociados a la industria del petróleo. De esa manera, el gobierno sería el único en tener el control y manejo de los recursos naturales. Así se creó Petróleos Mexicanos (Pemex).
Pemex se convertiría en “la empresa más importante para el país”. Su función a grandes rasgos: buscar petróleo y otros hidrocarburos en el subsuelo o el fondo marino, extraerlo, y venderlo. Los miles de trabajadores y gigantes infraestructuras harían posible que México se convirtiera en un país petrolero a través de la exploración y producción.
Sin embargo, el petróleo que Pemex extrae no sirve para usarlo en el automóvil como gasolina. El petróleo en estado natural es considerado una fuente primaria de energía y, para que pueda ser utilizado en las actividades cotidianas, debe transformarse en energía secundaria. Básicamente, a través de varios procesos físicos y químicos se transforma para su consumo.
Pero México no puede transformar el petróleo en gasolina, pasando de una energía primaria a una secundaria; entonces, lo manda a los Estados Unidos para que lo refinen y después regresa al país en gasolina o diésel. Lo descrito líneas arriba representan miles de millones de pesos involucrados.
Aquí la paradoja: a pesar del beneficio geológico de Pemex, México no puede consumir la energía secundaria, únicamente la primaria.
El problema es que, en estos momentos, Pemex enfrenta una deuda geológica y fiscal.
Declive geológico
En 2004 México tuvo una bonanza petrolera gracias al Complejo Cantarell, un yacimiento petrolero considerado el segundo más importante a nivel mundial, después del Complejo Ghawar en Arabia Saudita. “Nosotros tuvimos, entre comillas, un regalo geológico muy grande”, explica Luca Ferrari, geólogo y especialista en la producción de hidrocarburos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Cuando lo descubrimos, México entró a la liga mayor de los productores de petróleo. Lo explotamos de una manera acelerada y en 2004 llegó al máximo de la producción”, agrega Ferrari. Esa bonanza petrolera duró sólo 30 años. Después, fue su declive. Pemex descubrió ese campo en 1971, ocho años después comenzó a operar el primer pozo de producción. En promedio, desde que se encuentra un yacimiento de petróleo, toma aproximadamente siete años para su operación.
En 2004 Cantarell producía dos millones de barriles diarios, el equivalente al 60,6% de la producción total de Pemex con tan sólo 200 pozos. “Hoy producimos 1.7 millones de barriles diarios con 800 pozos”, indica. Ferrari cuenta, también, que no se puede extraer todo el petróleo en un yacimiento porque no hay forma de sacarlo. Se tiene que inyectar agua, gas y, en el caso de Cantarell, se inyectó nitrógeno. No obstante, llega un momento en el que el propulsor pasa y deja a un lado el petróleo. En promedio, a nivel mundial, se extrae 35% del petróleo en un yacimiento. Cantarell extrajo hasta 43%.
Ferrari se ha dedicado a estudiar los yacimientos de petróleo que México ha explorado. “Hicimos un estudio de los yacimientos descubiertos en México desde 1900 a la fecha”. Lo que encontraron fue “que a lo largo del tiempo vamos hacia los campos más profundos y las cantidades de petróleo de estos yacimientos son cada vez más pequeños”.
A pesar de que el petróleo es un recurso no renovable, con la evidencia que recabó Ferrari, no significa que el petróleo se acabe después de haber alcanzado el pico, sino que la producción del “oro negro” empieza a declinar y, en consecuencia, el costo es cada vez mayor. “Necesitamos más pozos para producir menos, esto dispara los costos en el caso de México y a nivel mundial”, asevera Ferrari.
“Después del pico, México tiene costos de cuatro o cinco veces mayores por barril de petróleo”, agrega.
“Hemos consumido el 88% del petróleo que podemos extraer con seguridad. México ocupa el lugar número 20 en reservas de petróleo”. Las reservas probadas en las condiciones económicas actuales auguran que ese 12% restante de crudo alcanzaría para ocho años al ritmo actual de producción. “Pero ese número es un poco mañoso porque la producción irá decreciendo, va bajando poco a poco, entonces, podrían ser 20 años”, matiza Ferrari.
Esto significa que al término del gobierno de la científica Claudia Sheinbaum, quien asumirá como presidenta de México el primero de octubre, las reservas serían mínimas.
La deuda de los mexicanos
Si las y los mexicanos quisieran saldar la deuda fiscal de Pemex tendrían que desembolsar 33 mil pesos mexicanos (1,770 USD). Es la empresa petrolera más endeudada del mundo, debiendo una cifra que asciende a los mil millones de dólares. “El estado financiero en el Reporte Financiero de PEMEX se puede ver su patrimonio: el resultado de la diferencia de los activos y los pasivos. Actualmente, el patrimonio de Pemex es negativo, es decir, los pasivos son mayores que los activos”, menciona Ricardo Cantú, doctor en política pública y creador del Simulador Fiscal del Centro de investigación Económica y Presupuestaria (CIEP).
El trabajo de Cantú se ha enfocado en analizar las finanzas de Pemex y su deuda fiscal. Ha calculado los ingresos prospectivos de Pemex hacia el año 2046 comparados con su deuda actual, la cual representa 26%. “Es decir, los ingresos futuros apenas cubren la cuarta parte de la deuda (de los pasivos actuales)”, afirma.
Pero el gobierno dice que es una mentira. Incluso, en una de las conferencias matutinas del presidente, se mencionó que en los últimos años, Pemex reportó una utilidad neta superior a los 159 mil millones de pesos.
Sin embargo, esta cifra incluye los impuestos, estímulos fiscales y aportes patrimoniales que el mismo gobierno le da a Pemex. Para aclarar este punto es crucial entender a grandes rasgos las finanzas de la paraestatal. Los ingresos de Pemex llegan a través de las ventas de hidrocarburos (representada por la franja naranja) sin incluir los impuestos indirectos como el IVA y el IEPS.
Cantú y su equipo hicieron esta diferenciación.
Pemex gasta en las franjas verdes: en inversiones, gastos operativos y financieros y en pensiones para sus trabajadores. Una parte importante (en color rojo) se destina a los derechos por explorar y extraer petróleo dirigida al Fondo Mexicano del Petróleo, el que desde 2015 administra, invierte y distribuye los ingresos para transferir el dinero al gobierno federal. Y el mismo dinero que recibe el gobierno lo regresa a Pemex a través de los impuestos indirectos y estímulos fiscales.
Cantú menciona que “para este 2024 sería el primer año en donde la aportación neta sería negativa”, aún con los estímulos y los aportes patrimoniales que el gobierno le da.
Por eso, la cifra que el mismo gobierno presenta como utilidad neta es una cifra donde el mismo gobierno incluye sus propias aportaciones.
“Pemex está muy endeudada, es la empresa petrolera más endeudada del mundo con 105 mil millones de dólares de deuda que ha adquirido en los sexenios anteriores, sobre todo el de Peña Nieto”, afirma Ferrari. “El problema es que tienes una estructura gigante, digamos está diseñada cuando producíamos el doble del petróleo actual y a un costo inferior. Entonces, ahora realmente yo creo que a este gobierno le va a tocar tomar decisiones serias sobre Pemex”, señala el geólogo.
“Pemex hace petróleo. No energía. Su modelo de negocios está diseñado en energía primaria que es finita, que será cada vez más costosa y no se ha podido diversificar como negocio para otras oportunidades” menciona Cantú.
La cuarta transformación, ¿también para la energía?
Ferrari plantea que es crucial reconocer que en México no se dejará de usar combustibles fósiles. “Hay muchos estudios sobre los minerales como el litio, cobalto, níquel y otros que son insuficientes para el nivel de consumo que representan los combustibles fósiles”, afirma. También reconoce que la producción de las tecnologías para aprovechar la energía del sol o el viento está basada también en fósiles y otro problema es el el poco nivel de reciclaje de estas tecnologías.
“Pasar de combustibles fósiles a renovables es pasar de la extracción de petróleo a la extracción de minerales”, apunta Ferrari.
En el documento rector del próximo gobierno, titulado “100 pasos para la Transformación”, se menciona que “el gran reto de acelerar la transición energética permitirá imprimir mayor sostenibilidad al desarrollo”. Sin embargo, en ese texto tampoco hay una definición sobre cómo el gobierno interpreta la transición energética.
Para Aleida Azamar, doctora en economía internacional y desarrollo sostenible, esa falta de claridad en lo que es la transición energética para el gobierno podría traducirse como en inversiones desarticuladas de los objetivos principales del sexenio.
Uno de los cuestionamientos ha sido si la política energética irá en el mismo sentido de la actual administración. En la ruta menciona que “la política energética 2024-2030 se inscribirá en línea de continuidad con el esfuerzo realizado durante la primera etapa de la Transformación”, la cual ha sido la creación de más proyectos fósiles en dirección contraria a la transición energética.
El documento continúa que lo anterior se realizaría “sin descartar flexibilidad y ajustes que tomen en cuenta logros alcanzados, nuevas preocupaciones, escenarios previsibles a 2030 y preocupaciones de largo plazo”.
También hay varios objetivos tales como “descarbonizar la matriz energética lo más rápidamente posible, disminuir la intensidad energética de la economía, reemplazar derivados del petróleo por energías alternativas”, pero no se especifican las metas ni los plazos para lograrlos.
En el caso de Pemex, por primera vez mencionó la transición energética , descarbonización y riesgos relacionados con su operación en 2022 en su Plan de Negocios 2023-2027. Para Pemex la transición representa una amenaza.
“Lo que consideran una amenaza es una aceleración del proceso y me parece que es normal, dado que se trata de una compañía enfocada en la extracción de hidrocarburos”, dice Azamar.
Quien ha analizado, precisamente, el riesgo de la transición energética en Pemex es Fernanda Ballesteros, del Instituto para la Gobernanza de los Recursos Naturales (NRGI por sus siglas en inglés).
Entendiendo el riesgo como la incertidumbre sobre la velocidad en la que será la caída de los combustibles fósiles, Ballesteros menciona que una ventaja que podría tener el Estado mexicano es contar con diferentes empresas estatales bajo su control con un rol importante en la transición energética, como son Pemex, Comisión Federal de Electricidad (CFE) y LitioMX”.
También, Ballesteros menciona que lo que ha visto es que, globalmente, las empresas petroleras estatales (NOCs por sus siglas en inglés) han sido más lentas en incorporar cambios en sus planes de negocios. En el caso de México puede ser por varias razones: la primera es que en los últimos sexenios, la transición energética no ha sido parte de la narrativa, ni de preocupación ni un escenario de oportunidad para el gobierno; y en consecuencia, para Pemex. “No existe un planteamiento más robusto del futuro de Pemex en un mundo de transición”, apunta.
Cantú también coincide con Ballesteros: “El modelo de negocios de Pemex tiene que ampliarse”. Incluso, desde su perspectiva como especialista en finanzas, considera necesaria una reforma fiscal para entender cómo se están gastando y recaudando los costos financieros.
En sintonía con Ferrari y Cantú, Ballesteros dice que los “retos financieros de Pemex son muy grandes y la transición puede agravar aún más la situación si no se toman decisiones en el sentido correcto”. Entre sus recomendaciones está el invertir en sectores alternativos, considerando como colaboradores a otras empresas estatales como CFE y LitioMx, las cuales pueden tener mejores opciones de financiamiento verde, pero además que se trate de una colaboración que promueva la seguridad energética más allá del sector petrolero. Eso incluye reducir la venta de combustóleo a la CFE, lo que entorpece el avance de las energías renovables.
Otro de los desafíos que Ballesteros ha señalado son los ciclos de gobierno, que en el caso de México duran seis años. “Ojalá en ese ciclo se haga una transformación pensando en el bienestar de los mexicanos y poniendo la transición energética en el centro de la política energética”, puntualiza.
La estrategia del gobierno, para Azamar, debe ser integral. “Primero, construyendo las bases para crear sistemas energéticos y alimentarios independientes de las dinámicas depredadoras modernas para adaptarse a lo local, es decir, fomentar y apoyar las estrategias de abajo”.
También considera que es necesario esperar para conocer sus primeros movimientos hasta el próximo año. “Hay que dejar claro que este tipo de proyectos son cuestiones con horizontes de 10 años o más, y en el caso de México se requiere un cambio de ruta muy complejo, por lo que podría tomar más tiempo”, asevera.
Definitivamente, las demandas actuales requieren acciones con plazos y metas muy claras para evitar que la deuda de Pemex sea incontrolable y sea nacionalizada (es decir, los mexicanos asumirían esa deuda). También por el aspecto ambiental, probablemente México no tiene gran incidencia en las decisiones climáticas a nivel mundial, pero sí tiene el control de las decisiones que definirán el escenario que enfrentarán las y los mexicanos en los próximos años.
El punto 66 de los 100 puntos del proyecto de nación de la doctora en ingeniería energética, Sheinbaum se compromete a “impulsar la transición energética”.
“Las energías renovables, la eficiencia energética serán una característica de nuestro gobierno, con ello, vamos a construir plantas fotovoltaicas, eólicas, hidráulicas, geotérmicas, hidrógeno verde, la promoción de paneles y calentadores solares en techos de las viviendas y comercios. Eso ayuda además a bajar el costo de la luz y del gas, y al mismo tiempo haremos de México un ejemplo mundial en el concierto de las naciones frente al cambio climático global”, refiere el documento.
El actual gobierno y el de Sheinbaum se han caracterizado por el discurso de lograr una “cuarta transformación”. Casi 90% de las y los mexicanos ejercieron su voto. Casi 60% eligió a la que en 2007 fue integrante del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU y Premio Nobel de la Paz.
Definitivamente, el tema energético requerirá una drástica y consciente transformación.