La ruta de los sin luz

Son casi 25.000 mil los hogares en Chile que no cuentan con acceso a energía eléctrica. Vulneraciones que no solo afectan a las personas, sino también al medioambiente. Leña, basura y combustibles fósiles destacan como las herramientas más a mano para solventar este problema que aún no encuentra solución definitiva.

¿Qué es lo primero que haces cuando te despiertas? Ver historias en Instagram, prender el hervidor para un café o revisar los videos de TikTok que te envió un amigo son acciones tan cotidianas que a menudo parecen indispensables. Basta que una aplicación presente una falla para que Twitter se llene de hashtags denunciando lo sucedido. Sin embargo, esta no es una regla universal, pues en Chile aún hay personas que viven sin acceso a energía eléctrica en 2023.

Resulta increíble imaginar una vida sin luz en pleno siglo XXI. Sin embargo, según datos del Mapa de Vulnerabilidad Energética (publicado en 2019), el último informe gubernamental en la materia, 24.556 viviendas no tienen acceso a este tipo de energía y 5.086 sólo cuentan con acceso parcial de algunas horas al día.

Si bien dicho porcentaje se encuentra dentro de los estándares OCDE y representa menos de un 1% de la población total, no deja de sorprender que se concentra en apenas cuatro regiones, llegando a superar las 4.000 viviendas en la Región de Los Lagos.

energía eléctrica en Chile
Fuente: Mapa de Vulnerabilidad Energética (2019), Ministerio de Energía

Panorama que no mejora al analizar las respuestas desde el Estado. Para las casi 25 mil casas que no tendrían suministro eléctrico a nivel nacional según el informe, apenas un 27% (6.637 hogares) cuenta con un proyecto de electrificación actual o futuro.

energía eléctrica en Chile
Fuente: Mapa de Vulnerabilidad Energética (2019), Ministerio de Energía

Esta vulnerabilidad, también llamada pobreza energética, no solo dificulta la realización de tareas básicas, cotidianas y recreativas, sino que también afecta la salud física y mental, el desarrollo y acceso a la educación, entre otros aspectos esenciales para la población.

Definida como “el acceso inicuo a servicios energéticos de alta calidad para cubrir las necesidades fundamentales y básicas” por la Red de Pobreza Energética (Red PE), la pobreza energética también obliga a las personas a regirse por métodos precarios de iluminación como las velas y contaminantes de calefacción, como la leña o el uso de generadores de alto costo, en su mayoría dependientes de combustibles fósiles. Si sumamos la matriz energética en Chile, donde el sector energético es responsable de casi un 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero, el problema adquiere otro matiz.

De esa manera, el término de pobreza energética “suma una nueva arista a las políticas de reducción de emisiones de CO2 considerando los costos que esto implica para que las nuevas normativas no terminen fracasando”, explica Anahí Urquiza, investigadora de la Red PE y del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2.

Abandonados

“Un pueblito acá en el sur”. Así definen Cochamó sus habitantes. A 111.4 km de Puerto Montt, esta comuna cordillerana de la Región de Los Lagos – de más de cuatro mil habitantes según el último censo – destaca por sus paisajes de ensueño, como destino obligado para el deporte aventura y por ser la segunda comuna del país con mayor falta de conectividad. 274 casas no tienen acceso a la red eléctrica.

Cochamó (referencial). Foto: Nicolás desde Seno de Reloncaví, Chile, CC BY-SA 2.0, vía Wikimedia Commons

Hija de la tercera generación nacida y criada en Cochamó, Valeska Vidal habla de “su” y no de “la” comuna. Pertenencia y orgullo que se ven truncados cuando se pone sobre la mesa el tema de la luz. Junto a otras 24 casas vive en El Mazazo, sector que queda a 25 kilómetros de Puelo, capital comunal, hacia Puelche. Pese a habitar en la zona más próxima a la carretera y a apenas 3 kilómetros de la red eléctrica, jamás ha tenido acceso a la conexión.

“En total en el sector somos 25 casas, pero hay 6 que vivimos sumamente cerca, por lo que hemos intentado al menos comenzar a conectar desde aquí, pero nada. La respuesta sigue siendo nada”, comenta la también presidenta del Comité Eléctrico de la zona.

Más a la cordillera, a 52 kilómetros de Puelo, vive Darío Urrutia, presidente del Comité Eléctrico de Puerto Urrutia, sector que alberga aproximadamente 50 viviendas. Al igual que Valeska, tampoco cuenta con conexión a la red eléctrica.

Foto: McKay Savage de Londres, UK, CC BY 2.0, vía Wikimedia Commons

Los tonos de voz cambian cuando se recuerdan las medidas restrictivas de la pandemia. Las dificultades que se tuvieron en un contexto que exigía adecuación online los pusieron, aseguran, en una desventaja al resto de la población. “Ha sido tremendo el problema de conectividad porque el mundo te pide que te modernices, pero te encuentras con estas trabas que te obligan a solucionar todo de forma primaria”, dice Darío.

“Aquí no pedimos un lujo, sino un servicio básico, algo que está garantizado para todo el resto de la población”

Como la mayoría de habitantes de estas zonas, ambos han tenido que invertir de forma autónoma en generadores para sobrellevar este problema. En el caso de Valeska, su familia optó por un generador a petróleo que, con un rendimiento de 5 litros por día, conlleva el gasto de aproximadamente $182.000 por mes.

Sin embargo, esta energía apenas alcanza para cuatro horas diarias, llevando a métodos más arcaicos como fogatas y velas a ser parte aún de su realidad. “Aquí toda la comida se compra al día”, comenta, “para solventar los calores en verano y mantener el refrigerador frío debemos gastar más dinero y conectar un rato más el generador, de otra forma la comida se nos pudre”, agrega.

Un poco más de suerte tuvo Darío, quien cuenta con acceso a luz constante gracias a un generador con conexión a turbinas de agua. Constante, pero no segura o estable, apunta, puesto que “al usar arroyos cordilleranos, en invierno suelen taparse, dificultando la conexión. Mientras que en verano, los cauces cordilleranos bajan mucho, entonces muchas veces estos generadores se quedan sin la cantidad de agua necesaria para su funcionamiento”.

Generador. Foto: Dario Urrutia

“Nos sentimos abandonados, frustrados. Estas zonas son un paraíso, pero mucha gente se aburre y se va. Aquí no pedimos un lujo, sino un servicio básico, algo que está garantizado para todo el resto de la población”.

“Trabajando para usted”

De soluciones definitivas desde las autoridades, nada. En sus respectivos comités de electrificación, tanto Valeska como Darío llevan cinco años luchando por respuestas desde el Estado. Desde la municipalidad, el concejal Sebastián Guerrero afirma que “son temas que se tienen en cuenta, pero donde nos cortan el paso desde arriba”.

“Al ser sectores aislados, la respuesta que nos llegan desde los ministerios es que ‘son proyectos muy caros para la cantidad de personas’”. Con un presupuesto municipal de alrededor de dos mil millones, “es inviable dar una mejor respuesta desde aquí”. Pese a esto, asegura que la solución a nivel nacional no es por falta de dinero, sino de distribución.

“No es un tema de recursos, plata hay, pero cuando, por ejemplo, nosotros peleamos recursos con Puerto Montt, la capital regional se lleva todo el dinero. Está lleno de obras, se desarma y vuelve a armar porque los recursos se van a esas 400 mil personas. Nosotros solamente somos 4 mil, pero los problemas se focalizan en 400 viviendas. Quedamos invisibilizados. A nadie le importa”, zanja el concejal.

Una pequeña esperanza surgió con la aprobación de un proyecto de paneles fotovoltaicos. Sin embargo, para Darío y Valeska la historia se repite. A un año de su aprobación, la licitación e instalación siguen siendo terreno dudoso. “El problema ahora es con el gobierno regional, que nos asigne los recursos para este proyecto”, dice Darío.

“La respuesta siempre es que están trabajando, desde hace años vienen trabajando, la pregunta ahora es cuándo van a terminar de trabajar y vamos a tener respuestas reales. Hace un año y medio que está aprobado este proyecto de paneles solares”, agrega.

Ver para creer. Ese es el lema que también comparte Valeska, quien recién se quedará tranquila “cuando vea hasta el último panel instalado”.  “La municipalidad no nos ha llamado ni nos ha dicho ‘hemos firmado convenio con el gobierno regional’ ni cuándo van a estar los recursos. Hasta entonces no estaremos tranquilos”.

Generador. Foto: Valeska Vidal

Un problema más grande

Pero el fenómeno de pobreza energética va más allá de prender o no un interruptor. El (CR)2 cifró en 34,3% de los hogares de zonas urbanas en Chile -una de cada tres viviendas- que no cuentan con calefacción ni aislación térmica apropiada, dejando un saldo de una de cada cinco personas pasando frío al interior de sus hogares en invierno.

Problemas de confort y de bolsillo que también se extienden al clima, debido a la predilección por sistemas energéticos más contaminantes, pero más baratos, como leña húmeda, carbón, basura o parafina, tanto para calentar sus hogares y en algunos casos para cocinar.

“Cuando estamos en una condición de pobreza energética las personas acceden a lo que tienen para cubrir sus demandas, significa quemar lo que hay, eso va desde deforestación hasta problemas de contaminación crónico intra o extra domiciliario por el uso de combustibles o elementos que pueden ser tóxicos para las personas”, agrega la también Doctora en Sociología, Anahí.

Con vista en estos nuevos desafíos, propuestas de focalización y política pública, es que nace desde el gobierno la Mesa Estratégica de Pobreza Energética, que de la mano de técnicos y expertos busca “combatir la pobreza energética en el país, buscando mejorar la calidad de vida de las personas”.

La confianza aún está en tela de juicio para Valeska y Darío. Sin embargo, tienen más esperanzas en el futuro. “Este año al menos se han visto avances y, por parte del Mazazo, papel que pidan, papel que entregamos y con o sin paneles solares seguiremos peleando por la conexión a la red, esa es nuestra meta”, dice Valeska.

“Antes de que sea tarde” es la única condición que pide Darío, quien ha visto cómo sus vecinos abandonan sus casas en busca de una mejor calidad de vida. “Es frustrante estar viviendo en un país donde te sientes postergado, aquí la situación te obliga a emigrar y es triste ver cómo la juventud abandona estos paisajes de ensueño. Aquí la gente se aburre y vende su tierra a precios ridículos”.

Necesidades básicas que a 2023 siguen sin estar cubiertas, dejando a pobladores “rascándose con sus propias uñas”. Un saldo que, desde el concejo municipal, afirma Sebastián, “no los deja dormir tranquilos”.

“Se está pidiendo algo básico, algo que en el 90% de Chile está. Debería ser una prioridad. Quizá suene feo, pero una plaza, por más bonita que sea, no es tan necesaria como tener luz, las plazas pueden dejarse un poquito de lado y ser más solidarios con quienes necesitan un poco más de ayuda”, concluye el concejal.

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