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Aprender de la naturaleza: las claves de Jamaica para la resiliencia climática

Los proyectos de restauración de biodiversidad desarrollados en Jamaica podrían ser catalogados como soluciones basadas en la naturaleza, y juegan un rol importante en la resiliencia de las pequeñas islas ante el cambio climático. La participación de la comunidad local es clave para el éxito de estas iniciativas.

Las islas del Caribe se encuentran en la primera línea de fuego ante los embates del cambio climático. La vulnerabilidad de estos territorios se combina con el hecho de que, aun habiendo contribuido poco a las emisiones asociadas a la crisis climática, son los primeros en sentir las consecuencias de ésta, viéndose obligados a preocuparse por cuestiones urgentes, como la adaptabilidad y resiliencia. 

El caso de Jamaica no escapa a esta realidad. Su vulnerabilidad reside mayormente en la exposición a eventos extremos. Las zonas costeras albergan aproximadamente a un 70% de su población, así como alrededor del 56% de sus activos económicos, es decir, aeropuertos, puertos e infraestructuras turísticas. Por lo tanto, los peligros costeros son una preocupación social y económica muy seria, que representa uno de los principales desafíos a afrontar en los próximos años. 

Foto: Ivan Zalazar / Pixabay

En términos regionales, los fenómenos climáticos que se esperan sean cada vez más frecuentes e intensos, como huracanes y tormentas, encarnan aproximadamente el 75%  de las amenazas con causas naturales en la región del Caribe. Basta con recordar los huracanes Irma y María, que afectaron a Jamaica en 2017, y que significaron la pérdida de más de 2 mil millones de dólares para el país. 

Además, uno de los principales problemas ambientales asociados a estos riesgos es la subida del nivel del mar. Según un informe publicado por el Grupo de Estudios Climáticos MONA en 2015, este aumento – combinado con las mareas tormentosas – podría provocar el desplazamiento de al menos el 25% de los jamaiquinos que viven en zonas vulnerables.

Huracán (referencial). Foto: David Mark / Pixabay

En este contexto de vulnerabilidad y urgencia, una nueva investigación  publicada por los científicos jamaiquinos Simone Lee, Giselle Hall y Camilo Trench propone lograr la resiliencia combinando la restauración con el empoderamiento local, a través de las denominadas soluciones basadas en la naturaleza, es decir, las acciones tendientes a gestionar ecosistemas naturales de forma sostenible, que además abordan los retos de la sociedad de forma eficaz y adaptativa.

El interés en este enfoque ha ido en aumento, aunque “para que pueda haber mayor participación de la comunidad, es fundamental brindar la información necesaria. Además, las leyes que pueden proteger los ecosistemas naturales son muy antiguas y débiles, por lo que deben ser actualizadas”, asegura Camilo Trench, investigador, coautor del mencionado estudio y profesor de la University of the West Indies.

Pese a los desafíos, los autores aseguran que varios proyectos de restauración de la biodiversidad que ya existen en la isla pueden oficiar como soluciones basadas en la naturaleza y suministrar la información necesaria para futuros programas o políticas ambientales. 

Las iniciativas de Áreas Especiales de Conservación Pesquera, la recuperación de bosques de manglares y la restauración de arrecifes de corales son algunos de los modelos a seguir, que podrían marcar la diferencia a la hora de enfrentar eventos extremos.

Hacia la resiliencia

Creer que los ecosistemas pueden enseñarnos cómo resistir y reconstruirse luego de un desastre no sólo suena bien, sino que también ha funcionado. De hecho, las soluciones basadas en la naturaleza han logrado ingresar en los debates e investigaciones sobre resiliencia y reducción de riesgo ante desastres, llamando la atención de varios investigadores que no dudan en afirmar que han demostrado ser eficientes. 

Por ejemplo, la guía De la Palabra a la Acción, publicada en 2020 por la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, analiza este tipo de medidas y presenta casos puntuales de éxito. Uno de ellos es el programa de mitigación de inundaciones a gran escala “Un Espacio para el río” de Países Bajos, implementado en 2007. Esta iniciativa del gobierno holandés ha permitido combinar ingeniería clásica con gestión ambiental para crear zonas de retención y llanuras de inundación, posibilitando el control de anegaciones y desbordamientos. 

Por ello, muchos buscan impulsar una implementación de estas soluciones a gran escala, así como una mayor cantidad de recursos, tecnología y sensibilización pública para estos fines. Según Trench, “el mensaje existe, pero no llega nunca al prime-time”. 

Aun así, existen actores y comunidades que están impulsando cambios para la resiliencia en el Caribe.

Restauración y empoderamiento local

Volviendo al caso de Jamaica, según Lee, Hall y Trench, la restauración de la biodiversidad, combinada con empoderamiento local, es clave para el diseño de estrategias de adaptabilidad y resiliencia.  

Un ejemplo de ello son las Áreas Especiales de Conservación Pesquera, zonas de “no pesca” reservadas para la reproducción de las poblaciones de peces. En Jamaica existen 18 zonas de diferente tamaño que se gestionan mediante un acuerdo de cooperación entre el gobierno y las organizaciones comunitarias. 

Foto: PublicDomainPictures / Pixabay

Si bien, la evaluación de las zonas de conservación pesquera puede desarrollarse en base a ciertos criterios como los denominados NEOLI (que incluye la prohibición de capturar peces, entre otros), la investigación plantea la necesidad de evaluar el éxito de estas iniciativas también en términos de su papel más amplio en la resiliencia ecológica y social. 

El compromiso y la participación de la comunidad también son un factor de éxito. En el caso jamaiquino, se consultó a los pescadores antes del establecimiento de las 18 áreas de conservación (aunque el nivel de consulta varió según los lugares). Además, en 15 de los 18 casos, a la hora del diseño y las demarcaciones, el aporte de la comunidad fue determinante.

Aunque falta investigación exhaustiva para ver los efectos de estas áreas de conservación pesquera, algunos aseguran que en determinados sitios se ha registrado una recuperación en la población de peces. Adicionalmente, estos proyectos podrían asociarse a otros beneficios, como la participación comunitaria, el empoderamiento local y un aumento en la resiliencia ecológica y social en el actual contexto de crisis climática.

Bosques de manglares, aliados para la protección costera

La restauración de bosques de manglares podría constituir otra solución basada en la naturaleza de Jamaica.

Según el informe Fuerzas de la Naturaleza, publicado en 2019 por el Banco Mundial, entre 1996 y 2006 se habrían perdido más de 770 hectáreas de estos bosques acuáticos. En términos regionales, el Caribe ha perdido entre el 24 y el 28 % de la superficie de manglares desde 1980, debido a la voraz expansión inmobiliaria y otras industrias como el turismo y la construcción civil. 

En ese sentido, las predicciones no son alentadoras ya que se espera que el cambio climático siga afectando a los manglares, entre otras cosas, por el aumento de los daños relacionados con las tormentas. 

Foto: Peter Kaul / Pixabay

Si bien la historia de restauración de manglares en Jamaica es relativamente corta y no está bien documentada, la investigación de los tres científicos jamaiquinos destaca la existencia de proyectos piloto que han arrojado resultados positivos, lo cual suena, cuanto menos, esperanzador.  

Estudios realizados por la Universidad de Las Indias Occidentales (Kingston, Jamaica) entre 2015 y 2020, informaron dos años después de la implementación que los resultados se ajustaban a lo esperado para los sitios de “restauración”, incluyendo índices claves como la altura de los árboles, la floración y fructificación de las plantas entre 18 y 24 meses, el crecimiento de las semillas, salinidades que oscilan entre 20 y 35 partes por mil, un mayor nivel medio de agua y un aumento en el contenido orgánico del suelo.

Sin manglares, el número total de personas inundadas cada año podría aumentar un 10%. Además, estos bosques acuáticos reducen la altura de las olas entre un 13 y un 68%, y la velocidad del viento entre un 11 y un 80%. 

En otras palabras, los manglares de Jamaica desempeñan un papel importante en la protección de la línea de costa, proporcionando más de 32,6 millones de dólares en beneficios anuales de reducción de las inundaciones para el capital construido (en promedio, alrededor de 2.500 dólares por hectárea al año).

De la misma manera que en las delimitaciones de áreas de conservación de pesca, aquí el compromiso de la comunidad oficia como garantía de éxito de los proyectos, poniendo nuevamente el énfasis en la necesidad de contemplar la participación local a la hora de diseñar estrategias para la reducción de riesgos de desastres que utilizan soluciones basadas en la naturaleza. 

Según el reporte Fuerzas de la Naturaleza, la mayoría (entre el 67% y el 75%) de los habitantes locales consultados se mostraron dispuestos a participar en las actividades de restauración de los manglares.

Arrecifes de coral: rompeolas que minimizan los efectos de tormentas

Aunque algunos crean que son un tipo de “planta”, los corales son animales que poseen un esqueleto calcáreo (de carbonato de calcio). Muchas especies viven en colonias y forman grandes estructuras en aguas tropicales y subtropicales. Así surgen, en palabras simples, los famosos arrecifes de coral que proveen hábitats críticos para un sinnúmero de organismos.

Además, estas maravillas submarinas aportan beneficios estructurales para la reducción de riesgo ante desastres, ya que son la primera línea de defensa en la zona costera contra la erosión e inundaciones, ayudando a desviar la energía de las olas durante las tormentas. La investigación liderada por Simone Lee explica que, si bien no existe evidencia del éxito a largo plazo para la resiliencia, sí existen teorías que plantean el triunfo de este tipo de iniciativas para tal fin, junto a otras estrategias más amplias de gestión de los arrecifes (ordenación del espacio marino, por ejemplo). 

Aun así, un estudio sobre el estado de salud de los arrecifes de coral en Jamaica, publicado en 2020, es categórico respecto a la mayoría de las políticas de restauración de biodiversidad: las mismas podrán ser exitosas sólo si las causas de degradación de arrecifes son disminuidas o eliminadas. 

Restauración de corales a través de viveros en Jamaica. Foto: ONU Meio Ambiente (ONU Brasil) / Kadir van Lohuizen / NOOR

La naturaleza como protectora ante desastres

La relación de la humanidad con el resto del planeta ha sido conceptualizada de diferentes maneras, sobre todo en los últimos años con el surgimiento de enfoques, discusiones e investigaciones tendientes a abandonar la tradicional visión que posiciona a la naturaleza como una mera “proveedora” al servicio del humano, para indagar en nuevas perspectivas que la vean como un todo, del cual las personas formamos parte. 

Ya sea que hablemos de “servicios ecosistémicos” o de “contribuciones de la naturaleza a las personas”, las soluciones basadas en la naturaleza permiten la conexión entre lo humano y lo natural que viene tomando importancia en los ámbitos relacionados a la lucha contra el cambio climático, la reducción de riesgos de desastres y la resiliencia. 

Sin embargo, existen algunas alertas para que sean implementadas correctamente y no terminen siendo una herramienta de corporaciones para intervenir agresivamente la naturaleza y hacer un lavado de imagen (greenwashing). 

Foto: Jemacba / Pixabay

Asimismo, varios investigadores advierten que este tipo de medidas exigen un profundo conocimiento de los sistemas naturales, socioeconómicos e institucionales del lugar. Por lo mismo, la participación de la comunidad local en este tipo de iniciativas – desde la concepción y diseño de los proyectos – es fundamental.

Millones de personas en todo el mundo ya se están viendo afectadas por los efectos de la crisis climática, lo que podría aumentar en los años venideros si no se hace algo al respecto. La peor parte se la llevarían los y las habitantes de zonas vulnerables a los desastres climáticos, quienes enfrentan la pérdida de vivienda, desplazamientos forzados, pérdida de bienes, complicaciones para trabajar, entre otros.

Por lo tanto, las soluciones basadas en la naturaleza han logrado posicionarse en los debates y discusiones internacionales, alentando investigaciones e inspirando proyectos ciudadanos que pueden traducirse en un cambio real. 

Para eso, los proyectos no sólo deben estar bien planificados, sino que deben contar con herramientas de seguimiento a largo plazo y estar orientadas como acciones locales de las personas, en cooperación con la naturaleza. 

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